El continente tiene una gran proporción de cobalto, manganeso, grafito y otros minerales que son críticos para fabricar baterías para vehículos eléctricos y almacenar energía de la energía eólica y solar. África posee ella sola más de sesenta tipos diferentes de minerales, y contiene un tercio de todas las reservas minerales del mundo. Tiene, por ejemplo, un 90% de las reservas de platinoides, un 80% del coltán, un 60% del cobalto, un 70% del tántalo, un 46% de las reservas de diamantes y aproximadamente un 40% de reservas auríferas.
África podría industrializar su sector minero y aumentar su participación en los ingresos a medida que crece la demanda mundial de minerales para baterías, dicen los expertos. Pero ¿qué pasa con los nueve millones de mineros artesanales y de pequeña escala del continente, ellos también se beneficiarán del boom esperado?
Si por ejemplo tomamos como medida comparativa lo que ocurre en otros sectores productivos de África, la respuesta a la pregunta anterior es casi de manual. El continente tiene un 24% de las tierras cultivables del mundo, pero sólo genera un 9% de la producción agrícola. La distribución de las tierras fértiles es desigual. Además podemos agregar que el continente africano posee fuentes energéticas muy diversas y repartidas en zonas diferenciadas, pr ejemplo las abundantes energías fósiles (gas en el norte de África, petróleo en el golfo de Guinea y carbón en África austral), cuencas hidrográficas en el África central y yacimientos de uranio, luz solar en los países sahelianos y capacidades geotérmicas en el África oriental.
Ahora bien, la paradoja reside en el hecho de que, aunque el continente es por sus recursos una potencia energética, en términos de consumo eléctrico África está muy por debajo de la media, ya que equivale a alrededor de un 17% de la población mundial, pero sólo consume un 4% de la energía producida.
Sin grandes industrias lo artesanal gana terreno
El papel vital de los pequeños productores, sea en el sector agrícola como en el minero es de una relevancia muy importante para la producción de África. Pero esto también acarrea un problema mayor, la explotación de los trabajadores por parte de las grandes empresas de los sectores productivos en cuestión.
El continente genera unos ingresos enormes gracias a la explotación de sus recursos, y los grandes proyectos de inversión aportan miles de millones a los gobiernos de los países ricos en recursos. Sin embargo, según datos que se extraen del Banco Mundial, un 40% de la población africana sigue viviendo por debajo del umbral de la pobreza, es decir, con menos de 2 dólares al día, cifra que sigue creciendo. Es por esta razón que muchos analistas sostienen que las riquezas africanas son, en realidad, una maldición que los azota, ya que han sido causa frecuente de crisis y tensiones debido, sobre todo, a la corrupción y a las recurrentes crisis políticas vinculadas al deseo de controlar las riquezas y los oscuros contratos secretos conocidos únicamente por los jefes de Estado y las grandes empresas
Entonces los mineros artesanales y productores agrícolas en pequeña escala podrán ser los capaces de saltar esa brecha productiva, pero no así la de la explotación laboral. En la producción de minerales de batería, por ejemplo, en el caso de la extracción de cobalto en la República Democrática del Congo, hace que sea cada vez más difícil para los consumidores y las empresas hacer la vista gorda ante las condiciones de trabajo peligrosas, violaciones de derechos humanos y uso de trabajo infantil en el sector.
También hay un impulso de muchos de los propios mineros para la formalización y legalización mediante la creación de cooperativas mineras, con equipos subsidiados por el estado que harían las prácticas laborales más seguras. Además, los líderes políticos de Zambia y otros países con ricos recursos minerales están mostrando un interés creciente en los “programas de construcción nacional”, que podrían conducir a mayores inversiones en infraestructura social como educación y salud en relación con los sitios mineros.
La minería artesanal como medio de producción
Se calcula que más de nueve millones de africanos trabajan en la minería artesanal y en pequeña escala, y unos 54 millones dependen de este sector productivo para su sustento. Los mineros artesanales y a pequeña escala (MAPE) también extraen una parte considerable de los minerales producidos en el continente africano. El papel vital de estos mineros, y su conexión con la economía global, se acentúa en la República Democrática del Congo (RDC), el principal productor mundial de cobalto, un componente clave de las baterías de iones de litio utilizadas en automóviles eléctricos y dispositivos electrónicos portátiles.
Del 70 % de la producción de cobalto de la República Democrática del Congo, entre el 15 y el 30 por ciento proviene de minas artesanales y de pequeña escala. Dado que otros países productores de cobalto representan cada uno menos del 10 por ciento, el sector de extracción de cobalto de la MAPE congoleño es efectivamente el segundo sector de extracción de cobalto más grande del mundo.
Un aumento esperado en la demanda mundial de cobalto presenta importantes oportunidades de desarrollo para la República Democrática del Congo. Sin embargo, los trabajadores del sector de la MAPE serán los últimos en la cola en obtener algún beneficio.
Nellie Mutemeri, profesora asociada de la Escuela de Ingeniería de Minas de la Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica aclara sobre este tema: “Estos trabajadores, muchos de ellos mujeres, son personas vulnerables por estar fuera de los canales formales de negocios y comercio que corren el riesgo de ser explotados por comerciantes ilícitos”.
Estos datos y lo expresado por Mutemeri, dan como resultado que la clave para el desarrollo económico a través de la minería artesanal y de pequeña escala es la formalización y legalización del trabajo en este sector, que como hemos dicho es de vital importancia para el continente africano. No solo con respecto a lo meramente económico es importante el reconocimiento y legalización del trabajo del sector, sino que además lo es en toro a la seguridad y protección laboral. “Con un título para la actividad minera se puede ingresar a la economía formal, se puede pedir dinero prestado y vender los productos. También se puede cumplir con los requisitos de contar con equipo de protección individua (EPI) y un plan ambiental que se adapte aL nivel de operación”, dijo la especialista.
Mutemeri también destaca la necesidad de incluir a los propios mineros artesanales en cualquier iniciativa que afecte su sustento. Ella menciona la Ley Dodd Frank de los EE. UU. Como un ejemplo de advertencia. Fue aprobado por el Congreso de los Estados Unidos en julio de 2010 con una disposición, la Sección 1502, que tenía como objetivo romper el vínculo entre el conflicto y los minerales en el este de la República Democrática del Congo. “Estaba trabajando en el Congo en ese momento. La Ley Dodd Frank llevó a un embargo de facto para toda la región. Debido a que la MAPE son los más vulnerables, ellos fueron los más afectados. No pudieron hacer la debida diligencia porque eso cuesta dinero. Nadie había pensado en estos requisitos de los productores upstream”.
El gobierno de la República Democrática del Congo ha comenzado a prestar más atención a las condiciones laborales de la MAPE, ha emitido directivas legales que requieren que el cobalto de la producción artesanal se mantenga separado de la producción industrial, entonces el cobalto extraído en los sitios de MAPE se vende exclusivamente al gobierno, también se creó un organismo de supervisión gubernamental para garantizar condiciones de trabajo decentes en donde los productores artesanales lleven a cabo su trabajo.
Es un hecho que existe un consenso cada vez mayor entre los gobiernos africanos y las empresas internacionales de que la formalización es necesaria para mejorar las condiciones de trabajo, abordar el trabajo infantil y los problemas de derechos humanos dentro de la producción artesanal, pero también ha resultado difícil construir modelos sostenibles. Esta tendencia coincide con los debates sobre la nacionalización de los recursos naturales, promoviendo la industrialización para agregar valor a los productos de la minería local a gran escala. Esto crearía empleos más formales y brindaría opciones para otras formas de sustento.
El paradigma de países ricos con economías pobres
Parece que algunos países africanos no han comprendido bien que la condición de productores de materias primas críticas en el sector minero los coloca en un estadio de poder nada despreciable para redefinir las reglas del juego; en particular, haciendo valer con más energía su soberanía sobre los recursos. Además de mantener el control sobre los ingresos, algunos han optado por aumentar las participaciones en las concesiones otorgadas a los inversores privados. Es, en especial, el caso de Angola, Argelia y Guinea Conakri. De todos modos, sus debilidades siguen radicando en la falta de capacidad para controlar los canales y las cadenas de valor posteriores.
En efecto, las materias primas sólo tienen un valor estratégico cuando se transforman en bienes de consumo. Ahora bien, quienes controlan de verdad el poder hoy son quienes controlan los canales industriales, y no están en África. De modo que los países africanos esperan cambiar la situación afirmándose con objeto de influir en las negociaciones.
África sigue siendo una zona fundamental en el juego de poder mundial de los países consumidores. Sin embargo, las estrategias varían. Los países occidentales, menos intervencionistas en apariencia, utilizan el arma del comercio internacional y las inversiones extranjeras directas para acceder a la satisfacción de sus necesidades y protegerlas.
Por lo tanto, corresponde a los países africanos establecer sus propias reglas de juego. Para que las nuevas asociaciones con los países que buscan en África las riquezas minerales para sus industrias sean en condiciones favorables y puedan sacar el máximo provecho, para que de esta manera, se termine beneficiando a los pueblos. Entonces es necesario que las transacciones se negocien bajo la mirada de instituciones y marcos regulatorios sólidos y transparentes. En diplomacia, y en especial cuando hay en juego cuestiones importantes, no hay amigos, sólo hay intereses.