Absolutamente imprescindible para Kiev tanto para recibir asistencia militar como para sustituir la vía marítima como salida prioritaria de sus exportaciones agrícolas, Polonia ha sido desde 2022 un centro logístico sin el que Occidente jamás habría podido organizar el suministro constante de armamento, munición y ayuda humanitaria. Pese a las diferencias históricas entre los dos países -especialmente en lo que respecta al enaltecimiento de aquellos grupos que, durante la Segunda Guerra Mundial y de la mano de la Alemania nazi masacraron a la población polaca de Ucrania-, Varsovia ha sido también un aliado fundamental para Kiev en su lucha por lograr más ayuda de Occidente. Sin embargo, las contradicciones económicas causadas por los privilegios concedidos por la Unión Europea a Ucrania en forma de eliminación de cuotas y otras exigencias han causado graves problemas en ciertos sectores de los países fronterizos.
En verano, Eslovaquia, Hungría, Polonia o Bulgaria amenazaron a la Unión Europea con imponer vetos unilaterales en caso de que el bloque levantara, como finalmente hizo, las restricciones que se había visto obligado a imponer ante las protestas del sector agrícola de esos países. La crisis no solo se tradujo en la amenaza de presentar demandas ante la Organización Mundial de Comercio, sino en un cruce de declaraciones impropio de países aliados. Aun así, la elevada retórica no es comparable en gravedad con la actual crisis, que se prolonga ya durante semanas y ha puesto de manifiesto los límites de la alianza entre Ucrania y sus países geográfica e ideológicamente más cercanos.
Las protestas del sector del transporte polaco han demostrado ser más serias que las reticencias de su Gobierno, que siempre ha buscado acomodarse, aunque con las limitaciones propias de un ejecutivo que protege sus intereses, a las exigencias ucranianas. Durante semanas, los bloqueos han retrasado o paralizado el tránsito entre Polonia y Ucrania. Esta semana, los camioneros han tenido que desmentir la última acusación ucraniana de impedir el paso de ayuda humanitaria. El hecho de que el Gobierno ucraniano haya recurrido a la acusación de privar a la población más vulnerable de bienes esenciales muestra la preocupación por la situación. “Vuestra gigantesca contribución a la victoria de Ucrania en esta guerra está siendo borrada por un grupo de marginales que están bloqueando la entrega de ayuda humanitaria a un país que está defendiendo su independencia y la seguridad de Europa por segundo año”, ha escrito estos días Andriy Sadoviy, el radical alcalde de Lviv, una de las ciudades más nacionalistas de Ucrania.
La elevada retórica de diferentes representantes políticos muestra también la histeria ucraniana, que no se refiere realmente a la cuestión humanitaria sino a la económica. Kiev ha de ser consciente de que las dificultades económicas existentes actualmente en el este de Europa no van a desaparecer cuando comiencen las negociaciones de adhesión a la UE. De ahí que la preocupación haya aumentado y se haya dado paso a los reproches. Para Kiev, es preocupante también la incapacidad de las partes, incluida la propia Unión Europea, de resolver un conflicto entre países aliados.
Lejos de mejorar, la crisis ha empeorado en los últimos días. A las protestas del sector del transporte se ha unido también el sector agrícola, dispuesto a volver a presionar en busca de medidas proteccionistas que eviten la entrada de productos ucranianos. El movimiento que se ha producido en Polonia se repite, aunque en menor intensidad, también en Eslovaquia. El servicio fronterizo de Ucrania confirmó el bloqueo, mientras que desde Eslovaquia se insistió en que el bloqueo no afectará a la ayuda humanitaria, animales vivos, combustible o productos refrigerados ni al tránsito civil. Parece evidente que el bloqueo eslovaco se dirige contra productos agrícolas como el grano. Sin embargo, de consolidarse, es previsible que se repitan acusaciones similares a las que Ucrania ha dirigido contra Polonia, especialmente teniendo en cuenta la postura de rotundo rechazo de entrega de asistencia militar del nuevo Gobierno eslovaco. En ambos casos, las autoridades ucranianas exigen a los gobiernos que resuelvan el bloqueo. Eso sí, Kiev demanda también que la Unión Europea mantenga el trato de favor que los productos ucranianos están recibiendo desde febrero de 2022.
En esa pelea por lograr mantener sus privilegios sin importar las quejas de otros países, Ucrania vuelve a caer en su habitual hipocresía. Como recogía la semana pasada Politico, el viceministro de Infraestructuras Serhiy Derkach ha denunciado la muerte de dos personas en esas kilométricas colas que obligan a los camiones a esperar durante días. “Los conductores se ven obligados a esperar en campo abierto sin los suministros de alimentos debidos ni baños adecuados”, denunció. La situación de colas con horas, e incluso días, de espera recuerda a lo visto durante años en varias localidades del frente como Elenovka o Gorlovka. Sin embargo, en aquel caso, la parte perjudicada no era un sector profesional sino la propia población civil.
Durante años, la población de las Repúblicas Populares de Donbass se vio obligada a esperar, en ocasiones con temperaturas bajo cero, en las colas artificialmente ralentizadas por Ucrania en su intento de cruzar la línea del frente en busca, por ejemplo, de sus pensiones. Como confirmó Naciones Unidas, la guerra de Donbass era el conflicto militar que comparativamente más afectaba a las personas mayores. Las muertes que ser produjeron en aquellas colas nunca fueron del interés de Ucrania, preocupada únicamente por sus ciudadanos y por sus intereses.
Por motivos fundamentalmente políticos, aunque también económicos, el bloqueo de Donbass, al contrario que el bloqueo parcial del tránsito transfronterizo, fue considerado por Kiev como una medida correcta y justa. Bajo la tapadera de la lucha contra los terroristas, Kiev privó a la población más vulnerable de Donbass de sus pensiones y prestaciones sociales en la zona. Quienes lograron registrarse como desplazados internos, debían cruzar periódicamente la línea del frente para obtener su prestación. Lo hacían expuestos a las condiciones meteorológicas y a los retrasos artificiales creados por Ucrania como parte del castigo colectivo que suponía el bloqueo. Un bloqueo impuesto por Petro Poroshenko a pesar de que los acuerdos de Minsk exigían reanudar las relaciones económicas entre Kiev, Donetsk y Lugansk y que Volodymyr Zelensky siempre se negó a eliminar. Ucrania, que ahora exige que Polonia o Eslovaquia impidan el bloqueo y permitan que los bienes y servicios ucranianos transiten sin restricciones por la Unión Europea, se aferró siempre al arma económica que supone el bloqueo para conseguir sus objetivos, en este caso, someter a la población de Donbass.
*Nahia Sanzo Ruiz de Azua, periodista, especialista en Ucrania/Donbass.
Artículo publicado originalmente en Slavyangrad.
Foto de portada: extraída de Slavyangrad.