La propaganda y la manipulación tiene una historia tan vieja como la civilización. Según la Real Academia Española propaganda es “Difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto”. Podríamos quizás pensar que más antigua aún (que un médico brujo podía intentar imponer conductas con su magia). Solo imaginemos la propaganda de Ramsés II al volver de la batalla de Kadesh donde logró un digno empate (cuando estaba al borde de la catástrofe por haber caído en una maniobra de engaño e inteligencia Hitita). Empate que le impidió conquistar el objetivo para el que había movilizado grandes ejércitos (o sea un fracaso estratégico). Ramsés legó al futuro y para su pueblo grandes monumentos y pictografías que propagandizaban su victoria. Así lograba cohesión social sustentada en que el rey dios era invencible. Y así nos convenció a todos por milenios. Sin embargo, cuando se descubrió el archivo real hitita la versión era muy otra, y los tratados y definiciones geográficas de zonas de influencia en el levante permitían dudar (o más bien negar) de la gran victoria del faraón. Pero la propaganda había cumplido su objetivo.
Lo mismo podríamos decir de César o Augusto, grandes propagandistas. O de muchos otros. No es de ignorar que en nuestra propia guerra de la independencia en el “Plan de operaciones” de Mariano Moreno, la cuestión de la propaganda aparece como uno de los puntos clave: para homogeneizar el campo patriota, desestabilizar y generar levantamientos en el del enemigo. O en el ascenso del mismísimo Juan Manuel de Rosas y su consolidación en el poder, como en la resistencia a las intervenciones extranjeras. El “unitario”: asqueroso y salvaje, externo a todo lo americano, etc. Como el otrora “salvaje unitario” triunfante, devenido el liberal progresista, amigo del capital extranjero impulsor del progreso, transformó a Rosas y todos sus enemigos en “bárbaros” deshumanizados sujetos de silenciamiento y/o exterminio. Y así podríamos seguir.
Pero es al llegar al siglo XX cuando la propaganda asume un estatus de ciencia, más desarrollado. Y es Joseph Goebbels a quien atribuyen su mayor desarrollo y capacidad de manipulación. Sin embargo, la cuestión es más compleja, aunque no desvalorizamos en nada la capacidad del ministro del Tercer Reich como hombre que elevó la propaganda al centro del proceso político en un grado mayor al conocido hasta entonces.
No es mi intención orientar este pequeño artículo a la diferencia entre periodismo y propaganda, o aún más ampliamente vincular las ciencias sociales con la propaganda, ni siquiera la mucho más cercana publicidad con la propaganda. Cualquier estudio científico puede y debe tener un afán de acercamiento a su objeto intentando abstraerse de batallas por la manipulación. Aunque como señalaba Benedetto Crocce “toda historia es historia contemporánea”. Esto significaba que los intereses presentes son los que despiertan nuestro interés en el pasado, no que tergiversemos conscientemente el pasado para obtener resultados sobre las conciencias presentes. Aunque cualquier ciencia puede ser instrumentalizada como tal. Mas aún en tiempo de guerra. Como sabemos la guerra no es sólo el conflicto armado, por lo tanto, de hecho, el periodismo, las ciencias sociales etc. se intentan transformar en vehículos que “camuflan” en un marco de “objetividad” o “prestigio” o “neutralidad” elementos claves para hacer efectiva la propaganda o darle el marco de ideas necesario para que sea efectiva la manipulación. Pero ese no es el objetivo de la ciencia. Aquí nos dedicaremos a nuestro objeto exclusivo: la propaganda, dejando otras formas de periodismo o estudios de ciencias fuera del análisis, solo aclarando su posible instrumentalización.
Goebbels nunca escribió un libro sistemático sobre propaganda, comunicación o algo similar. En realidad, habló mucho, dio discursos desde dónde puso en acto la propaganda, desplegó su estilo y desarrolló la “propaganda política”. Sin embargo, lo que sí dejó, (después de matar junto a su esposa a sus seis hijos y suicidarse por no concebir posible un mundo sin “Fuhrer”), fue una profusa cantidad de escritos, los conocidos como Diario de Goebbels. Hay 6800 páginas que fueron requisadas por las fuerzas de EEUU y que Leonard Doob estudió en la posguerra. Pero existen otras 75000 páginas mecanografiadas y manuscritas que comienzan en 1923 y terminan el 29 de mayo de 1945, dos días antes de suicidarse. Esas páginas recién fueron recuperadas para el estudio en 1992 gracias a la apertura por parte de Rusia de los antiguos archivos soviéticos para todo tipo de investigadores.
O sea que los 11 principios que circulan profusamente nunca fueron escritos por él. Pero se pueden extraer mediante un estudio de sus escritos, discursos, etc. con bastante precisión hacia el pensamiento del alemán (aunque siempre hay que estar atento a la manipulación o percepción de quien trabaje esos escritos, más con un personaje como el ministro de Propaganda del III Reich).
Si leen ustedes el clásico de 1950 de Jean Mari Domenach, “La propaganda política”[1], encontrarán en ese trabajo la exposición de unas reglas que sintetizan los métodos de manipulación en la Alemania de Hitler. Fue sin dudas sino el primero, quien nos legó el primer estudio de Goebbels (en su libro aparecen 5 principios básicos). A él y quienes los estudiaron en forma posterior se deben los 11 principios de la propaganda que sintetizan el “manual” goebbelsiano, así como la acotación “miente, miente que algo quedará” o similares que nunca aparece, ni fue enunciada por Goebbels. Aunque se pueden creer, dado su accionar como propagandista. Sin embargo, no debe confundirse, insistimos, atribuyendo al alemán la invención o creación del método de la mentira sistemático, porque en realidad el método de propaganda es mucho más que la simple mentira y va mucho más allá de Goebbels. Según creo fue el publicista catalán Marçal Moliné quien amplió la lista de Domenach hasta establecer once tácticas que ahora circulan por la red como los “principios de la propaganda”, erróneamente atribuidos a Goebbels pero que, no dudo, pueden sistematizar su técnica.[2] ¿Cuáles son?:
1- Simplificación y enemigo único: Se adopta una única idea y símbolo; además, se debe individualizar al adversario como un único enemigo.
2- Método de contagio: Se reúnen diversos adversarios en una sola categoría
3- Transposición: Se responde al ataque con el ataque y se carga sobre el enemigo los propios errores o defectos.
4- Exageración y desfiguración: Cualquier anécdota del adversario se convertirá en una amenaza grave
5- Vulgarización: La propaganda deberá ser popular y ser entendida por el menos inteligente de los receptores. Cuanto menor esfuerzo mental sea necesario realizar, mayor será su comprensión y menos se olvidará.
6- Orquestación: La propaganda se limita a un número reducido de ideas y se repetirán una y otra vez, desde diferentes perspectivas, pero siempre sobre el mismo concepto.
7- Renovación: Se deben emitir informaciones y argumentos nuevos a tal velocidad que cuando el adversario vaya a responder el pueblo lo haya olvidado ya.
8- Verosimilitud: Hay que construir argumentos a través de fuentes diversas o informaciones fragmentarias.
9- Silenciación: Si en una cuestión no tenemos argumentos o no nos favorecen algunas noticias, se deben disimular y/o acallar.
10- Transfusión: Se deben difundir argumentos que arraigan actitudes primitivas, relacionadas con odios y prejuicios tradicionales.
11- Unanimidad: Si muchos individuos creen que piensan “como todo el mundo” se crea una falsa impresión de unanimidad.
Como vemos, estos principios pueden provocar una reacción adversa a muchos de nosotros, neófitos en el tema de la propaganda. Sin embargo, si tomamos distancia y observamos nuestro alrededor en su despliegue contemporáneo, tanto en nuestro país como en situaciones bélicas. Y correlacionamos lo que difunden los actores por todos los medios a su alcance, veremos que son principios altamente vigentes. Y si nos retrotraemos al pasado y realizamos un análisis materialista histórico del mismo, comparándolo con la propaganda que los actores pretéritos realizaban en su contemporaneidad, veremos que lo que se atribuye a Goebbels es generalizable. Con esta afirmación no queremos decir que “la mentira” y la “manipulación” sean la única forma de contar o actuar. Sino que es una “técnica” muy usada a la que se debe estar atento. Y que es una “herramienta de combate”.
Fue Leonard Doob en el mundo anglosajón quien se dedicó al estudio de todos los diarios de Goebbels conocidos en EEUU y realizó una síntesis de los mismos. Doob se desempeñó como director de inteligencia en el extranjero para la Oficina de Información de Guerra de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. También en 1950, como Jean Marie, editó un ensayo que se lama Principios de propaganda de Goebbels (1950)[3]. Estos principios eran para Doob diecinueve[4]:
Principio 1: Los propagandistas deben tener acceso a informaciones secretas sobre los acontecimientos y el estado de la opinión pública.
Principio 2: La propaganda debe ser planeada y ejecutada por una sola autoridad que debía ejecutar las tres funciones: 1. Emitir las directrices de la propaganda. 2. Explicárselas a todos los trabajadores del estado y conservar su moral en alto. 3. Vigilar las acciones de otras agencias.
Principio 3: Las consecuencias propagandísticas de una acción deben ser consideradas al planificar esta acción. “a un enemigo se le debe atacar únicamente cuando se está en condiciones de poder responder de un modo adecuado a un gran contraataque de sus partes”.
Principio 4: La propaganda debe afectar a la política y a la acción del enemigo.
Principio 5: Debe haber información no clasificada y operacional a punto para completar una campaña propagandística.
Principio 6: Para ser percibida, la propaganda debe despertar el interés del público. En 1942 Goebbels se dio cuenta de que los alemanes deseaban que en la radio no sólo se escucharan instrucciones sino también diversión y entretenimiento.
Principio 7: Solo la credibilidad debe determinar si los materiales de propaganda han de ser ciertos o falsos.
Principio 8: El propósito, el contenido y la efectividad de la propaganda enemiga, la fuerza y los efectos de una refutación, y la naturaleza de las actuales campañas propagandísticas determinan si la campaña enemiga debe ser ignorada o refutada.
Principio 9: Credibilidad, inteligencia y los posibles efectos de la comunicación determinan si los materiales propagandísticos deben ser censurados.
Principio 10: El material de la propaganda enemiga puede ser utilizado en operaciones cuando ayude a disminuir el prestigio de ese enemigo, o preste apoyo al propio objetivo del propagandista.
Principio 11: La propaganda negra debe ser empleada con preferencia a la blanca cuando esta última sea menos creíble o produzca efectos indeseables.
Principio 12: La propaganda puede ser facilitada por líderes prestigiosos. Goebbels escribió en su diario cuando los Soviéticos se aproximaban a Berlín y Goebbels pensaba que el pueblo alemán flaquear ante el resultado evidente de la guerra, “si el Führer pudiera pronunciar ahora un buen discurso sería tanto como ganar una batalla… Este discurso produciría los mismos efectos que varias divisiones en el frente del Este y en Italia”. Los líderes tenían gran éxito cuando estos tenían un gran prestigio. Convirtió a simples hombres en auténticos héroes, para poder impactar al pueblo.
Principio 13: La propaganda debe estar cuidadosamente sincronizada.
Principio 14: La propaganda debe etiquetar los acontecimientos y las personas con frases o consignas distintas.
Principio 15. La propaganda dirigida al frente nacional debe evitar el suscitar falsas esperanzas que puedan quedar frustradas por los acontecimientos futuros.
Principio 16. La propaganda en el frente nacional debe crear un nivel óptimo de ansiedad. Goebbels opinaba que la ansiedad podía provocar efectos buenos y malos. Debía ser utilizada con cautela ya que un exceso de ansiedad puede provocar a los soldados alemanes un pánico extremo, pero una escasez de ansiedad podría producir inactividad.
Principio 17. La propaganda dirigida al frente nacional debe disminuir el impacto de la frustración.
Principio 18. La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio. Goebbels buscaba que los alemanes desplazasen su agresividad hacia grupos “externos”[5]. Tales grupos eran, bolcheviques, judíos, ingleses y franceses. Se buscaba que simplemente la palabra judía se emitiera con desprecio. Goebbels también provocaba la segmentación en los países ocupados.
Principio 19. La propaganda no afecta de inmediato a fuertes tendencias contrarias; en vez de eso, debe ofrecer algún tipo de evasión o distracción, o ambas.
Creemos que el planteo de Doob está pensado más “académicamente” como para que un estudio de Goebbels, permita sacar enseñanzas de sus métodos para poder aplicarlos. O sea, es más neutro frente a la propaganda. Podríamos extendernos en la discusión de estos principios. Los 11 o los 19 en sustancia señalan el mismo problema. La capacidad de direccionar a las masas hacia un objetivo que no es el que espontáneamente se dirigirían. Nosotros nos inclinamos por la idea de analizar cada caso particular y ver a la propaganda como herramienta, como un arma más. Y a su vez tener claro que un historiador, un estratega, o científico, debe pararse fuera de esta y penetrar la realidad.
Hay más antecedentes y más desarrollos que es bueno conocer, aunque sea brevemente. Ya el funcionalista Harold D. Lasswell, director de la División experimental para el estudio de la comunicación en tiempos de guerra de la Universidad de Yale, dio a la luz el libro Técnicas de propaganda en la Guerra Mundial (1935) donde en forma aséptica plantea la temática desarrollada por Goebbels. Pero también el Barón Arthur Ponsonby, autor de la frase «Cuando se declara la guerra, la verdad es la primera víctima»,[6] quien en 1928 escribió el Decálogo de la propaganda de guerra, que son una crítica a la manipulación de la opinión pública realizada por los contendientes en la primera guerra mundial. De ellos se deduce también el mismo perfil de manipulación que suele atribuirse casi icónicamente al alemán. Y finalmente tenemos a Noam Chomsky quien elaboró los “10 principios sobre la manipulación mediática masiva”[7], que si los observamos son los mismos que se viene presentando desde el origen de este campo y desde la misma instrumentación de la propaganda moderna.
No fue Goebbels el “fundador” de la ciencia de la manipulación como campo científico y técnico el servicio del poder. Sino el longevo (vivió más de 100 años) Edward Bernays sobrino de Sigmund Freud. En su libro de 1928 titulado “Propaganda”, resumía su maestría en el arte de conseguir que las personas se comportaran de manera irracional si se lograba vincular los productos (o las políticas) con sus emociones. Claramente influenciado por las ideas de su tío, pero aplicadas al nuevo campo de trabajo publicitario. El mismísimo Goebbels consultaba su libro “Cristalizando la opinión pública”, aunque el ministro pensaba desde un estado totalitario y Bernays desde el mercado de grandes empresas. Para Bernays propaganda era convencer a cada estadounidense de que necesitaba un coche, de la mano de la lucha de las grandes automotrices por reemplazar los tranvías por vehículos. O manipular al movimiento feminista para mostrar que “fumar” era de mujeres libres y así duplicar el mercado de consumo de tabaco, etc. Pero, sobre todo, orientar al electorado hacia un modelo de dos partidos hegemónicos para evitar la fragmentación del voto y el “caos”.
Sería injusto terminar esta pequeña aproximación a la propaganda desde Goebbels, sin mencionar a los bolcheviques y especialmente a Lenin. El líder ruso fue un maestro de la propaganda. Tuvo amplia conciencia, su obra es muy amplia y tiene mucha referencia a la propaganda o la política respecto a la misma tanto en la clandestinidad, como en el acceso al poder, como en el estado. Es su libro “Que hacer” donde se sintetiza los pasos iniciales de la propaganda soviética. Allí vemos las polémicas, los objetivos y el método. Los destinatarios, como, con que discursos y con que herramientas llegar a ellos en diferentes escalas. Y las polémicas de opinión. De allí en más se puede rastrear el método bolchevique y su evolución (con transformación, en parte, muy grande) soviético de propaganda. La cual creemos va confluyendo con las diferentes escuelas que aquí hemos reseñado. Los mismos Nazis tenían bien clara y como “espejo” (o némesis) la propaganda soviética desde el Estado, o comunista en los países donde el PC actuaba. Y tanto Goebbels como Hitler hacen referencia a la virtud de la misma.
No es cuestión de realizar un artículo académico, ni extenderme en cuestiones de propaganda política, sino presentar algunas cuestiones en base al famoso ministro del tercer Reich. Humildemente, creo que la propaganda de guerra es lógica. Ya que la guerra moderna es una acción de todo un colectivo social, se puede inducir de Clawsewitz, está claramente en Von der Goltz (es uno de los prerrequisitos de “Das Volks in Waffen”) y obviamente en Perón su discípulo. Para cualquier “lucha” (prefiero este término a “guerra”, la guerra es una forma radical de lucha) es el “pueblo” base y sujeto o mano de obra, el que debe estar cohesionado. Y a su vez se debe buscar la descohesión del enemigo. Y eso se realiza en terrenos más allá del militar. Pero los que buscamos estar más allá del rol de objetos destinatarios a ser conducidos, sino de pensar e interpretar el escenario en forma realista. Quienes, siguiendo los preceptos del materialismo histórico, queremos actuar y encontrar soluciones para ir hacia adelante en nuestra acción con posibilidades, debemos tener en cuenta que los actores, sean amigos o enemigos, simpaticemos o no con ellos, siguen aproximadamente estos mandamientos de la propaganda.
O sea, básicamente, la realidad no suele emerger de los enunciados de los actores en conflicto.
Guillermo Caviasca*Dr. en historia, docente e investigador UBA/UNLP, autor de libros y artículos sobre historia argentina, historia militar, geopolítica y relaciones internacionales.
Referencias:
[1] Domenach, Jean-Marie (1962) La propaganda política, Eudeba Buenos Aires
[2] López Fuentes, Irene (2018) Joseph Goebbels: Propaganda Nazi (1933-1945) UNIVERSIDAD MIGUEL HERNÁNDEZ Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de Elche
[3] https://www.iwp.edu/wp content/uploads/2019/05/20181016_GoebbelsPrinciplesofPropaganda.pdf
[4] Verónica Martínez Ceballos Francisco Egaña Casariego (2016) “Joseph Goebbels. Cartel y propaganda” Segovia
[5] La definición como “externo” a la comunidad de un enemigo que en realidad es “interno” es muy interesante. Ni los judíos ni los comunistas alemanes eran externos a Alemania. Peor lo eran en el discurso, en la propaganda, eso permitía crear a un enemigo adecuado posible de ser excluido y si era necesario por el fin que fuese aniquilado. Esto también (más allá del extremo al que se llegue) es muy común. La misma Doctrina de Seguridad Nacional tendía a volver “externo” a la comunidad, “infiltrado” agente de la subversión pagada por el extranjero al enemigo político nacional. Pero el tema es mucho mas amplio, no ignoremos que el inicio de la campaña actual de Rusia sobre Ucrania, puede tener muchos visos de legitimidad de acuerdo a que parámetros tomemos o en que campo del mundo nos ubiquemos. Pero tuvo como un argumento que la acción militar una lucha contra una “minoría nazi”. Obviamente “si era “nazi” era externa a toda posible comunidad de naciones actual y debía ser eliminada, extraída del cuerpo de Ucrania del cual artificialmente (apoyada por occidente) se había apoderado. Y a la inversa, podemos ver la propagada ucraniana, dirigida a un público occidental, dibujando escenarios que permitan el consenso para obtener apoyos, intentando hacer del mismo gobierno ruso un actor no legítimo de las RRII que viola normas de convivencia entre estados. Y ponemos estos ejemplos de épocas distintas porque remiten a dos campos distintos, unos defensores del mundo capitalista occidental (en la DSN), y los rusos en una guerra que enfrenta al mundo globalizado capitalista occidental. Aunque nunca debemos olvidar que “la propaganda” debe tener un núcleo de realidad importante, aunque sea el poder militar de hacer materializar por la fuerza los elementos que la hacen racional (no muy alejada de una realidad posible). Sino ya nos desviamos a justificaciones conspirativas.
[6] 1. Nosotros no queremos la guerra. 2. El enemigo es el único responsable de la guerra. 3. El enemigo es un ser execrable. 4. Pretendemos nobles fines. 5. El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios. 6. El enemigo utiliza armas no autorizadas. 7. Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las del enemigo son enormes. 8. Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa. 9. Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime. 10. Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores.
[7] Las “estrategias” presentadas por Chomsky, aparecen con su explicación como una “advertencia” de cómo se manipula en la actualidad. Sin embargo, es ineludible pesarlas en la línea de Goebbels, aunque el estadounidense “radical” se pare desde la crítica, o el “·desvelamiento”. https://vissonar.com/marketing-online/principios-de-la-manipulacion-mediatica-masiva/
Imagen de portada: Internet, artículo sobre propaganda