DESCRIPCIÓN DEL MAPA
La Unión Europea pretende convertirse en la primera región climáticamente neutra del mundo, es decir, en equilibrar la emisión y la absorción de gases de efecto invernadero, para el año 2050. Se trata de un objetivo muy ambicioso, y en él la energía renovable juega un papel fundamental. El plan forma parte del Pacto Verde Europeo, seña de identidad de la Comisión de Úrsula Von der Leyen, y para lograrlo es indispensable tanto descarbonizar todos los sectores de la economía —el energético es responsable del 75% de las emisiones— como potenciar el uso de las energías renovables dentro de Europa.
En este sentido, la Unión Europea ha marcado una hoja de ruta que debe conducir a los Estados miembros a basar al menos el 32% de sus necesidades energéticas en fuentes renovables para el año 2030. En 2020, la energía renovable representó el 19,7% de todo el consumo, un 0,3% por debajo de la meta fijada para dicho año, por lo que aún hay mucho camino por recorrer.
Los países nórdicos, no obstante, parecen avanzar a un ritmo más rápido que el resto. En Noruega, por ejemplo, que aunque no forma parte de la UE sí participa en el mercado de emisiones europeo, el 93,4% de la producción nacional de energía es hidroeléctrica, mientras que el 75% del consumo —incluyendo importaciones— proviene de fuentes renovables. En Suecia es el 56% y en Finlandia el 43%. En Dinamarca es el 37%, pero si solo tenemos en cuenta la producción nacional, el 57% proviene de la energía eólica, principalmente de los molinos de viento situados en el estrecho de Øresund y el mar del Norte. Este último concentra gran parte de las granjas de viento europeas, como la neerlandesa Gemini, que abastece a 800.000 hogares.
Para controlar la emisión de gases de efecto invernadero, además de promover el uso de la energía renovable, Bruselas ha creado el régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (EU ETS, por sus siglas en inglés). Se trata de un mercado de permisos de carbono que establece una cantidad menguante de emisiones permitidas para centrales eléctricas, plantas industriales y aerolíneas. Al mismo tiempo, para compensar aquellas emisiones inevitables, la UE está protegiendo los bosques europeos, que cada año absorben el 10% de los gases de efecto invernadero.
Por otro lado, la apuesta por la energía renovable también es un paso estratégico hacia la independencia energética de la Unión. En la actualidad, el bloque comunitario importa más de la mitad de la energía que consume por unos 1.000 millones de euros diarios, lo que la convierte en el mayor importador de energía del mundo. El protagonismo de los combustibles fósiles le obliga a depender de un puñado de países proveedores de gas natural y petróleo que, además, suelen estar situados en regiones inestables, como Argelia, o usan el suministro como un instrumento de presión geopolítica, como Rusia. La única excepción es la propia Noruega, el segundo máximo proveedor de gas natural e importante proveedor de petróleo.
Por si fuera poco, la infraestructura que requiere este tipo suministros es costosa y exige un mantenimiento constante. Así, el cambio climático y la inseguridad energética han llevado a la UE a plantear un cambio radical hacia un modelo más eficiente y verde, con la energía renovable en el centro de la estrategia.
*Artículo publicado en El Orden Mundial.
Foto de portada: EOLICCAT.