Señor Pipia, usted ha manifestado su desacuerdo con la orientación proeuropea que promueven ciertos sectores de la élite política georgiana. Desde su experiencia como político y empresario, ¿por qué considera que un acercamiento estratégico con Moscú podría representar una opción más viable y beneficiosa para el desarrollo soberano de Georgia?
El asunto es el siguiente: la Unión Europea nos ha estado dando vueltas durante 30 años. Y en general, el mundo occidental nos ha estado dando vueltas. Colgaron una especie de zanahoria delante nuestro, y nosotros llevamos más de 30 años corriendo tras esa zanahoria.
Mientras tanto, hicimos todo lo posible por alejarnos de nuestros vecinos, que son nuestros principales socios comerciales y económicos, y en general de la gente con la que compartimos frontera.
La primera parte es que nos alimentaron con la promesa de que seríamos aceptados en la Unión Europea. Que seríamos aceptados en la OTAN. Que nos protegerían.
Georgia, naturalmente, quería garantías de seguridad. No solo seguridad militar, sino también seguridad económica y comercial.
Naturalmente, Occidente no quiso integrarse con nosotros, y lo hizo por una razón muy clara: la Unión Europea no tiene frontera con nosotros. Esa es una de las razones más importantes. Es una razón seria, porque si miran dentro de la Unión Europea, todos los países miembros comparten fronteras entre sí.
Nuestros principales vecinos son Rusia —800 kilómetros de frontera terrestre y unos 230 kilómetros de frontera marítima, cerca de 300 kilómetros en total—. También tenemos fronteras con Armenia (unos 400 km), Azerbaiyán (380 km), y Turquía. Esos son nuestros principales socios comerciales y económicos.
Si uno observa la lista, estos cinco países son los líderes en nuestras relaciones comerciales. Por lo tanto, nuestra zona de interés natural son nuestros vecinos. Desde el inicio, la idea de saltar por encima de ellos e ir hacia la Unión Europea fue una gran mentira.
Nadie se sentó a hacer los cálculos reales sobre lo que este tipo de alianza nos traería, especialmente considerando que no tenemos frontera directa con la Unión Europea. En el mundo moderno, eso sería como construir una muralla china a nuestro alrededor.
Si entráramos a la Unión Europea, está claro que nuestras relaciones con nuestros principales socios comerciales cambiarían. Tendríamos un régimen similar al que tienen los países miembros del bloque. Eso significaría que nuestros vecinos no podrían visitarnos libremente como lo hacen ahora, y el turismo que proviene de ellos es fundamental para nosotros.
Nuestros vecinos no podrían venir un fin de semana, como lo hacen ahora. Y comerciaríamos con ellos bajo un régimen aduanero mucho más estricto, como el que tienen con Europa. Eso también afectaría a los suministros energéticos.
Por ejemplo, aunque en todas partes se dice que Azerbaiyán es nuestro proveedor, en realidad compramos gas y productos derivados del petróleo rusos a través de la empresa azerbaiyana SOCAR. Si ingresamos a la Unión Europea, entonces el gas y los productos derivados del petróleo nos costarían lo mismo que a los países europeos, y eso sería desastroso para la economía georgiana.
Sería completamente inviable. No podríamos soportarlo. Lo mismo pasaría con los productos básicos: el trigo, la harina, la sal, los cereales, el trigo sarraceno, el arroz… Todo eso lo importamos de Rusia, a precios de vecino, no a precios de la Unión Europea. Cambiar ese régimen comercial sería devastador.
Si ingresas en la Unión Europea, cambias tu régimen comercial. No aguantaríamos ni un mes. Por eso, todo esto es un engaño.
Y tampoco podríamos viajar o volar a Europa y tener relaciones económicas o de seguridad en igualdad de condiciones. En el aspecto de seguridad también hay condiciones especiales.
De ahí surge el problema de Abjasia y Osetia, donde están estacionadas tropas rusas. En estas condiciones, está claro que nadie en la OTAN nos esperaba ni nos espera. También fue un engaño, un fraude. El pueblo georgiano entendió que nos estaban engañando.
No podemos cooperar con ellos porque nuestros socios principales son nuestros vecinos, y no podemos simplemente saltárnoslos.
Podemos comerciar con Europa, por supuesto. Podemos recibir turistas europeos, y también viajar a Europa como turistas.
Pero entrar en alguna clase de unión con ellos… eso destruiría completamente nuestra economía. Entrar en una unión económica, y ni hablar de una unión militar… sería una amenaza enorme para nosotros.
Todos estamos observando con atención cómo “protegieron” entre comillas a Ucrania, y no queremos pasar por lo mismo.

Muchos analistas coinciden en que el futuro del Cáucaso depende de su capacidad para construir una arquitectura regional autónoma y cooperativa, desvinculada de agendas externas. ¿Cómo imagina usted una integración regional entre Georgia, Armenia, Azerbaiyán y el sur de Rusia que fortalezca al Cáucaso como bloque independiente y competitivo dentro del nuevo orden multipolar?
En respuesta a la segunda pregunta, sí, efectivamente existe el formato de cooperación regional conocido como “3+3”, compuesto por Azerbaiyán, Armenia, Irán, Turquía, Rusia y Georgia. Desde nuestra perspectiva, este modelo tiene un enorme potencial, ya que incluye a nuestros principales vecinos e interlocutores económicos y políticos.
Estamos hablando de un bloque regional que agrupa a unos 330 millones de personas, lo cual lo convierte en un mercado considerable. Para ponerlo en contexto: en su época, la Unión Soviética contaba con una población de 280 millones. Este nuevo espacio común puede llegar a ser incluso más influyente.
Y es precisamente este potencial lo que generó preocupación en Occidente. Creemos que cuando se hizo evidente que las repúblicas post-soviéticas podían articularse en un bloque regional autónomo, se activaron mecanismos externos para impedirlo. Desde nuestra visión, las guerras en Abjasia, Osetia del Sur y Nagorno Karabaj en los años 90 no fueron casuales, sino herramientas diseñadas para fragmentar la región e impedir su integración.

El objetivo de estas tensiones, alimentadas por intereses externos, fue interrumpir la creación de un corredor estratégico que uniera al Cáucaso con Irán, Turquía y Rusia. En ese entonces, Rusia atravesaba una etapa de profunda debilidad y pérdida de soberanía bajo el gobierno de Yeltsin, lo que facilitó que se impusiera una agenda ajena a los intereses regionales.
El surgimiento de una alianza de este tipo habría representado un desafío directo a la hegemonía occidental en Asia Occidental y el Cáucaso, con implicaciones incluso para actores como Israel, dada la influencia de Irán y el papel creciente de Turquía.
Hoy seguimos apostando por la consolidación del formato 3+3. Sin embargo, Georgia aún no participa, argumentando que mientras no se resuelvan los conflictos territoriales en Abjasia y Osetia del Sur, su presencia sería inviable. Desde nuestra postura, creemos que Georgia está siendo condicionada por sus socios occidentales, en particular Estados Unidos y la Unión Europea, quienes desaconsejan activamente su integración en este marco de cooperación.

Cuatro de los cinco países reconocen la integridad territorial de Georgia, lo cual debería representar una oportunidad tanto política como económica. Sin embargo, Tiflis parece no tener autonomía suficiente para tomar decisiones soberanas en política exterior, y actúa bajo las imposiciones de potencias externas.
Mientras Georgia no recupere su plena independencia y soberanía, su participación será difícil. Pero el formato sigue abierto, con la invitación activa de Irán, Turquía, Rusia, Azerbaiyán y Armenia. El camino está trazado, pero hace falta la voluntad política de liberarse de estructuras neocoloniales que aún pesan sobre algunos gobiernos de la región.
En el plano económico, ¿cuáles cree que son los sectores estratégicos —como la energía, la infraestructura o la agroindustria— que podrían articular una integración regional sólida en el Cáucaso? ¿Qué papel podría desempeñar Georgia como plataforma logística y comercial entre Eurasia y el Mar Negro?
Muchos dicen que Georgia ha tenido suerte de estar en esta intersección entre Eurasia, Europa y el Este.
Y eso es tanto una ventaja como un problema. Porque históricamente, quien controlaba Georgia controlaba ese gran cruce de caminos. Y, por lo tanto, quienes históricamente mostraban interés en esta región eran Irán, Turquía y Rusia. Es decir, nos encontramos dentro del área de interés de estos países, y eso ha sido así durante siglos.
Pero en cuanto apareció una Europa unida, en cuanto se consolidó Estados Unidos, también pasamos a ser parte de su zona de interés. Y esos países comenzaron a invertir en Georgia… pero no en la economía georgiana.
¿Acaso han oído hablar de alguna gran empresa estadounidense o europea que haya construido aquí una fábrica o algún negocio? ¿Han visto alguna ayuda real en agricultura o en otros sectores por parte de Estados Unidos o Europa? No, no verán nada. Lo único que han financiado son ONGs, organizaciones no gubernamentales, a través de las cuales influían en los procesos políticos y, prácticamente, envenenaban a la juventud.
Sembraban hostilidad hacia Rusia. Y también, en menor medida, contra otros vecinos nuestros. Nos decían que nuestros únicos amigos eran los europeos, que debíamos aspirar a unirnos a ellos, y que no debíamos ni mirar hacia nuestros vecinos. Que no los necesitábamos. Que lo que necesitábamos era Europa —una Europa con la que ni siquiera compartimos frontera—. Y, por supuesto, que necesitábamos a América. Así educaron a nuestra gente.
Como resultado, hoy en día la juventud aún no entiende claramente qué es lo que realmente beneficia a Georgia y qué es perjudicial o incluso peligroso para el país. Apenas estamos empezando a explicar a nuestra juventud y a nuestra población lo que nos conviene y lo que nos pone en riesgo.
Ahora, en cuanto al papel de Georgia: en estos momentos, se está construyendo un puerto de aguas profundas en el Mar Negro. Será el único puerto profundo en toda la costa del Mar Negro. Y se está construyendo en Georgia. El contrato lo ganó una empresa china. Y ahora que China quiere entrar en el juego —y siendo China un competidor directo de EE.UU.—, esperamos que eso también genere consecuencias.
Es decir, si antes teníamos a Rusia, Irán, Turquía, la UE y EE.UU., ahora también se suma China, que muestra interés e invierte en este puerto profundo. Entonces, el papel de Georgia se está elevando, pero al mismo tiempo eso nos trae más problemas. Ya teníamos bastantes con tantos actores interesados, y ahora se suma otro más.
Quizá eso contribuya a equilibrar la situación y nos facilite el diálogo. Georgia debe encontrar un equilibrio, no enemistarse con nadie y mantenerse neutral. Lo ideal sería que colaborara solo a nivel económico con todos, sin implicaciones militares.
Así es como vemos el papel de Georgia en esta situación.

En relación con esto último, ¿cuál es su visión sobre la importancia geoestratégica del Mar Negro y qué papel cree que debería asumir Georgia en esa zona, considerando tanto su posición geográfica como su potencial logístico y energético?
El Mar Negro desempeña un papel muy importante. Como saben, no solo yo, sino toda Georgia se ve afectada por su ubicación. Georgia limita con Rusia, Armenia, Turquía y Azerbaiyán. Se encuentra en un verdadero triángulo geopolítico. Y debido a esto, la presión sobre Georgia es colosal. Cada uno de estos países vecinos quiere influir en Georgia.
Y no en vano se dice que quien controla Georgia, controla esta región. Todos los grandes jugadores —nuestros poderosos vecinos— tienen un interés serio en Georgia y seguirán ejerciendo influencia, porque hoy en día por Georgia pasan rutas logísticas muy importantes.
Por nuestro territorio pasan gasoductos y líneas eléctricas hacia Turquía y, desde allí, hacia Europa. También pasan productos derivados del petróleo. Por ejemplo, Azerbaiyán utiliza dos lugares de extracción, y a través de Georgia pasa un oleoducto. Además, según sabemos, también se conecta allí el gas kazajo, el gas turcomano, e incluso el gas ruso. Todos estos flujos pasan por los gasoductos que atraviesan Georgia.

Desde ese punto de vista, Georgia es un país muy interesante. Desde aquí se bombea gas con éxito hacia Europa. También la electricidad georgiana pasa hacia Europa.
Queda por ver cómo se desarrollará la situación. El potencial de crecimiento todavía existe. Se están planificando varios gasoductos adicionales a través de Georgia.
Y naturalmente, también está en marcha un proyecto para tender un cable submarino de electricidad e internet de Georgia hacia Bulgaria. Así que, desde esta perspectiva, Georgia se encuentra en una posición muy ventajosa.
Actualmente, observamos que tanto en la Unión Europea como en la OTAN están cobrando fuerza sectores belicistas, promotores de una confrontación permanente con Rusia y otras potencias emergentes. ¿Cuál es su opinión sobre este fenómeno y cómo impacta en la soberanía y la seguridad de países como Georgia?
Sí, por supuesto que lo estamos observando, y les diré más: hubo intentos militaristas muy directos de que abriéramos un segundo frente contra Rusia.
Occidente, por un lado, intenta con su dinero y armamento crearle problemas a Rusia. Todos estos movimientos negativos están ocurriendo a causa de Rusia y en torno a Rusia. Me refiero al Occidente colectivo.
Y por supuesto, querían involucrar a Georgia en esto, abrir un segundo frente. Les diré directamente: en su momento vino la entonces embajadora de Estados Unidos en Georgia, Kelly Degnan, al primer ministro de Georgia con una declaración ya redactada… una declaración para abrir un segundo frente contra Rusia.
Cuando nuestro primer ministro le preguntó si comprendía cuántas personas morirían en ese escenario, la embajadora estadounidense respondió que ellos habían calculado unas 50.000 muertes.
El primer ministro le dijo: “No resistiremos ni cinco días”. Y ella respondió: “No importa, harán guerra de guerrillas”.
¿Se imaginan? ¡50.000 muertos! Y ella dijo: “Sí, para lograr una verdadera independencia, 50.000 no es una cifra significativa”. Es un hecho conocido. Intentaron arrastrarnos a una verdadera masacre.
Primero, quisieron que nos uniéramos a las sanciones económicas contra Rusia. Pero como ya mencioné antes, Georgia depende fuertemente de su principal socio comercial y económico, que es Rusia. No podíamos permitirnos unirnos a esas sanciones.
No nos unimos, y en consecuencia, tampoco abrimos un segundo frente. Porque para Georgia eso habría sido una catástrofe. Habríamos perdido nuestra condición de Estado, habríamos perdido el país.
Gracias a Dios no obedecimos, y hoy el pueblo georgiano sigue desarrollándose en paz. Georgia lleva ya tres años con un crecimiento económico de dos dígitos.
En cuanto a Occidente, claro que vemos su retórica agresiva, vemos su deseo de aumentar la producción de armamento y municiones.
Pienso que Rusia está observando cuidadosamente esta situación y estará preparada para estos desafíos.
En cuanto a nosotros, los georgianos, siempre hemos sabido que quien garantizaba nuestra seguridad en la región era Rusia, desde los tiempos del Tratado de Gueórguiyevsk, firmado hace 240 años entre Georgia y Rusia.
Fue Rusia quien protegió a Georgia, incluso después de la desaparición del Imperio zarista y la llegada de los comunistas. Nos convertimos en estados aliados. Naturalmente, Rusia siguió protegiendo a Georgia. Incluso después de la disolución de la Unión Soviética, el hecho de que Georgia no fuera dividida en pedazos también fue gracias a Rusia.
Por tanto, partiendo de eso, necesitamos una relación estrecha con Rusia: una alianza vecinal, estratégica y militar-política.
Debemos buscar acercarnos a Rusia, porque Rusia es nuestro hermano. Compartimos la misma fe; somos cristianos ortodoxos. Somos hermanos en Cristo y debemos desarrollarnos juntos.
Esa unión entre Georgia y Rusia ha dado grandes hombres, como el príncipe Bagrationi, un gran comandante militar; como Lavrenti Pávlovich Beria, un destacado estadista (pueden investigar sobre él); como Iósif Stalin; como Melitón Kantaria, el georgiano que izó la bandera de la victoria sobre el Reichstag junto con el ruso Yegórov.
Nuestra alianza genera personas fuertes, y por eso nos temen tanto. Por eso intentan enfrentarnos entre nosotros.
Nosotros creemos que debemos reconciliarnos, resolver los problemas pendientes como Abjasia y Osetia, y volver a ser un Estado aliado con Rusia, como lo hace Bielorrusia. Solo así podremos conservar nuestro país y evitar las amenazas que vienen de Occidente.
Porque Occidente está tratando de destruirnos y últimamente está tomando medidas completamente inadecuadas.

Más allá del bloque belicista que hoy predomina en Bruselas y Washington, comienzan a consolidarse en Europa y en otros sectores de Occidente movimientos políticos, empresariales y sociales que abogan por la multipolaridad, la paz y la cooperación con Eurasia. ¿Existen ya vínculos o proyecciones de relación entre Georgia —o su entorno empresarial y político— con estos sectores europeos no belicistas? ¿Qué rol podrían jugar estos actores en una futura reconfiguración del continente?
Sí, por supuesto. Georgia apenas está dando pasos…
Apenas los primeros pasos, les diré. Los lazos estrechos han comenzado a formarse, a establecerse, con líderes como Orbán y Fico. Esto ha ocurrido literalmente en el último año y medio. Tal vez dos años. Antes de eso, las autoridades georgianas se veían obligadas a mirar hacia Bruselas, a depositar sus esperanzas en la integración europea y en la OTAN, sin considerar otras opciones.
Pero ahora, al darse cuenta de que eso era, por así decirlo, un farol, comenzaron a reunirse más frecuentemente y a prestar atención a estos movimientos dentro de la Unión Europea. Por supuesto, Georgia se está moviendo en esa dirección. Además, cada vez más partidos políticos están tratando de establecer relaciones con sus homólogos. Buscan cooperar, y en consecuencia, también lo hace el mundo de los negocios, la economía, etc. Observamos activamente hacia esas fuerzas políticas.
Nos preguntamos:
¿Hasta qué punto se mantendrán estas personas en el poder?
¿Surgirán más países dentro de la Unión Europea con una postura conservadora?
¿Habrá más países soberanos dentro del bloque?
Consideramos que Hungría, Eslovaquia y Eslovenia son, al día de hoy, estados genuinamente independientes. Y esperamos que con el tiempo, haya cada vez más países como ellos. Naturalmente, cooperaremos con esas personas.
De hecho, ya estamos colaborando con ellos.
Después de nuestras elecciones, la Unión Europea no las reconoció. Estados Unidos tampoco las reconoció. Desde la Unión Europea, solo Hungría y Eslovenia reconocieron nuestros resultados electorales.
Por eso, claro que colaboramos con ellos y seguiremos haciéndolo. Y cuanto más crezcan allí los movimientos conservadores y socialistas, más intensamente nos relacionaremos y cooperaremos con ellos.
Tenemos muchas esperanzas de que una Rusia fuerte, una Rusia conservadora,
una Rusia ortodoxa, termine siendo más atractiva para algunos países europeos,
y que esos países salgan de la Unión Europea y comiencen a establecer relaciones directas con Rusia.
Y, en lo que respecta a nosotros, en Georgia, Europa nos queda bastante lejos. Primero necesitamos resolver nuestros asuntos con los vecinos y convertir a Georgia en un verdadero país neutral, uno que no sirva a los intereses de otros, sino que defienda exclusivamente sus propios intereses, los intereses de Georgia y del pueblo georgiano.
Por eso, esperamos que en el futuro lo logremos y cumplamos el papel con el que soñaron nuestros antepasados y nuestros grandes reyes.
Y que finalmente Georgia se convierta en ese centro logístico transnacional del mundo.
Gracias por su atención.
Entrevista exclusia para PIA Global.
Traducción Tadeo Casteglione.
Foto de portada: extraída de mir-info.