Tres años y medio después, cruentísimo enfrentamiento entre dos pueblos hermanos mediante, estos postulados rusos están en vías de concreción. Centenares de miles de muertos, miles de civiles fallecidos por los atentados ucranianos con misiles y drones sobre ciudades rusas, la infraestructura económica ucraniana destruida, la forzada reversión de la economía mundial, Europa al borde del colapso estructural… Estas fueron, entre otras, las consecuencias del obstinado, estéril e insensato círculo vicioso en el que el bloque euroatlántico se abroqueló para lograr su sueño anhelado de destruir a Rusia, avanzar hacia Asia Central y romper el desarrollo chino.
Las propuestas rusas de diciembre de 2021, a las que los analistas “progres” por supuesto no recuerdan, fueron presentadas en previsión de la preparación de esa inminente “expansión definitiva” de la OTAN hacia el Oriente europeo, el Medio Oriente árabe y, por qué no y reviviendo el sueño colonial inglés, Asia Central y la India. Cualquiera detenida lectura de documentos internacionales sobre las tramoyas en Kazajstán, Georgia, Armenia, Azerbaidzhán, Uzbekistán, Kirguizia en aquel período lo evidenciará. Para mayores datos, el Servicio Federal de Inteligencia ruso había descubierto el plan de la OTAN. En marzo de 2021, so pretexto de “resolver” la cuestión con las regiones autónomas del Donbass y recuperar Crimea, el ejército ucraniano, armado y “asesorado” en abundancia gracias a la cobertura que le dieron los acuerdos de paz de Minsk de 2014, invadiría esas regiones y avanzaría hacia Novorossiisk, el gran puerto de carga ruso en el oriente del Mar Negro, privando así a Rusia de su salida a los mares cálidos.
Viejo sueño de la vetusta Europa, destruido en el siglo XVIII por Pedro y Catalina. Ni la guerra con Turquía en ese tiempo, ni la guerra con Francia, Inglaterra y otras potencias europeas a mediados del siglo XIX, ni la intervención extranjera en Crimea, Krasnodar y el Don so pretexto de destruir la Revolución de Octubre de 1917, ni finalmente la agresión nazi del 41, pudieron convertir ese sueño en realidad.
Tampoco lo lograron los planes de bloqueo, aislamiento o sanciones que los imperios, siguiendo su práctica mundial y eterna, intentaron imponer a Rusia. Una mirada al mapa, simplemente, deja en claro la inconsistencia de esta política de dictado y castigo. No lo han podido hacer en América Latina, ni con los países árabes o asiáticos, ¿Cómo supusieron que lo harían con 150 millones de habitantes, más de 17 millones de kilómetros cuadrados, casi 25.000 kilómetros de fronteras comunes con Asia y Europa y 10 husos horarios?
Lo curioso y aleccionador de toda esta secular historia radica en que, pese a los esforzados intentos de los diversos imperios y sus vasallos, los resultados obtenidos han sido absolutamente inversos a los anhelados. En todos los casos, Rusia reafirmó su soberanía, desarrolló su economía, fortaleció la unidad de su estado plurinacional y consolidó su presencia internacional. En especial en el espacio euroasiático, el que ha cobrado una presencia institucional tanto con la Organización de Cooperación de Shanghái como con la Unión Económica Euroasiática o los propios BRICS.
Esto es lo que más duele y es más difícil de explicar y justificar por parte de los abnegados voceros imperiales. De antes y de ahora. Algunos desacreditados “observadores” nativos a los que los grandes medios monopólicos les abren gustosos y generosos sus espacios, procuran a ultranza colocar en el mismo plano el ilegal régimen “ucronazi” de Kíev con la gestión militar de Moscú. Siguen reverencialmente adscriptos a la campaña de falsedades y calumnias de esos grandes medios monopólicos. Siguen a ultranza argumentando sobre el “coloso con pies de barros”, antigua cita bíblica con la que intentaron definir a Rusia desde la Europa autocrática del siglo XIX hasta Hitler, Churchill o el premio Nóbel Obama y su diligente y caduco sucesor Biden.
La realidad, esa obstinada y dialéctica exposición de la verdad, impone el retroceso de esta campaña. Como ocurrió con el retorno de Napoleón a Francia en 1815. Los mismos diarios que titulaban inicialmente “el tirano desembarcó”, finalizaron aclamando “la entrada del amantísimo Emperador a París”… Ahora, los mismos que en febrero de 2022 habían rechazado escandalizados el inicio de la Operación Militar Especial, expresando su amor hacia Zelensky y augurando la “derrota estratégica” de Rusia y su total colapso como estado, dejan en un modesto olvido al ilegal residente de la calle Bankova, critican moderadamente la galopante corrupción ucraniana, entre dientes reconocen el avance ruso en toda la línea de combate, se admiran por el sólido desarrollo económico ruso y no tienen más remedio que admitir los éxitos de la diplomacia rusa, anclada con firmeza en los BRICS, para siempre aliada estratégica de China y ahora con finos resultados en la renovada relación con Washington.
Es que hay que comprender, finalmente, que Rusia derrotó las tropas de elite de la OTAN, disfrazadas de ucranianas, aplastó los afamados equipamientos militares tan reclamados en series televisivas o en campañas de “merchandising” armadas y cobradas por las primerísimas agencias de publicidad occidentales, inutilizó la guerra tecnológica e informática propuesta por el arrepentido Elon Musk y, lo que es mucho peor, convirtió a las regiones liberadas en libérrimas dentro de la economía rusa provocando, de tal modo, el efecto totalmente contrario al objetivo exterminador de la OTAN.
¡Nada es distinto al estoicismo del soldado ruso en Borodinó en 1812 y en 1854 en la defensa de Sebastopol descripto por León Tolstoi en “Guerra y paz” y en “Relatos de Sebastopol”! No hay diferencias con la ofensiva del general Alexei Brusílov en 1916, que liberó la misma Ucrania occidental hoy en poder de los “ucronazis”. Ni con las batallas del incipiente Ejército Rojo en 1918-1920 que terminaron con la intervención militar de 14 estados extranjeros en Rusia. Ni diferencia con la toma del Reichstag hace ochenta años, marcando el final de la dictadura nazi a costa de otros cien mil muertos y unos 300.000 heridos. Los últimos caídos fueron durante la operación de liberación de Praga, más de ciento diez mil muertos. Todos fueron a engrosar la cifra total de 27 millones de muertos soviéticos durante los 1418 días y noches que duró la Gran Guerra Patria.

En todos los casos, la victoria rusa significó una bisagra, un cambio de calidad en las relaciones políticas y económicas de la época. Los “analistas progres” no alcanzan a aprehender el cambio actual. Siguen emperrados en mantenerse en su “torre de observación” basada en elementos de una política de confrontación que palidece y se evapora ante el despliegue imparable del nuevo orden multipolar. Con todas sus imperfecciones y rispideces, como el enfrentamiento indo-paquistaní, ese nuevo orden impone ya sus condiciones al viejo orden unipolar y, en todo caso, está en perfectas condiciones para eludir y neutralizar los arrebatos autocráticos del mismo.
Más aún, la desintegración, el desacople de ese obsoleto orden unipolar tiene como imán el funcionamiento del mundo multipolar. Cerrados miembros del primero empiezan a derivar hacia asociaciones cada vez más integrales con miembros del segundo. Las incipientes negociaciones entre China y Japón son un ejemplo. Este antiguo e incondicional dependiente del bloque euroatlántico intercambia misiones diplomática de alto contenido político con Beijing y prepara multimillonarios proyectos de inversión industrial en China. Algo que el bloque euroatlántico ya no está en condiciones de ofrecer.
El desfile militar del próximo 9 de mayo en Moscú, en conmemoración del 80 aniversario de la Victoria, será una evidencia más de este proceso en ascenso. Veinte representaciones militares extranjeras desfilarán junto con las rusas por la Plaza Roja. Serán numerosos los jefes de estado y altos delegados de gobiernos occidentales los que asistirán al desfile. Entre ellos Xi Jinping. ¿Será Marcos Rubio otro de los presentes, como se rumorea en Washington? En contrapartida, el ilegal Zelensky tiene el atrevimiento de amenazar a los asistentes, advirtiendo que “no garantiza” la seguridad de la ceremonia.
El vicepresidente del Consejo de Seguridad y líder del oficialista “Rusia Unida”, Dmitrii Medviédev, respondió con contundencia: “si algo eventualmente pasara en el acto, es muy probable que Kíev no esté el 10 de mayo”…
Quien también cumple un aniversario es Vladímir Putin, que celebra los 25 años de permanencia en el poder. En los avances de un documental que se dará a conocer esta noche en Moscú por la TV “Rossía”, el presidente ruso anticipa su decisión de prepararse para su reemplazo, confirma que “más temprano que tarde” Europa y Rusia recuperarán sus relaciones y reitera la posición del Kremlin en el nuevo alineamiento internacional como uno de los pilares del nuevo orden multipolar.
El análisis “progre” renguea cuando analiza las negociaciones entre Rusia y los Estados Unidos, a las que define como un proyecto de una nueva Yalta. Alude, claro, a las decisiones tomadas en la reunión que en 1943 mantuvieron en aquella ciudad Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt. No es el momento para detallar esa reunión. Su objetivo fundamental fue coordinar el final de la guerra cuando todavía no se había abierto el segundo frente y la URSS seguía siendo el único contrincante de la Alemania nazi. Sin embargo, allí se definió la participación de los países europeos liberados por la Unión Soviética en la coalición antihitleriana, el fundamental ingreso de la URSS en la guerra contra el Japón imperial y la aceptación de las fuerzas de liberación chinas (con Chang Kai Sek incluido) en la contienda. Yalta fue el preludio de la cumbre en Potsdam, en julio del 45, donde realmente se definió el cuadro de las relaciones internacionales futuras, con la creación de la Organización de las Naciones Unidas y su apertura para incorporar a todos los Estados conformados por la victoria de los movimientos de liberación nacional.
Hoy, las negociaciones entre Rusia y los EE.UU. tienen otro cariz, aunque su desenlace, inevitablemente, repercutirá en el despliegue del nuevo orden multipolar. En primer lugar, por razones de la dialéctica, Washington se despega del respaldo al régimen de Kíev y restablece sus relaciones con Rusia. No es casual el rol fundamental que cumple en estas negociaciones Kirill Dmítriev, titular del Fondo Ruso de Inversiones Directas y consejero de Putin para las relaciones económicas internacionales, quien ha planteado propuestas concretas de su gobierno sobre cooperación económica con los Estados Unidos. En segundo lugar, Washington procura reorientar sus relaciones con Beijing a partir de estas negociaciones y habida cuenta del fracaso inicial de la “guerra arancelaria” ante la firme respuesta china, aplicando el mismo modelo negociador utilizado con Moscú.
No funciona más el viejo modelo dictatorial. El caos europeo es una advertencia en este sentido. Bruselas no puede imponer el orden siquiera entre sus propios miembros. Las amenazas de represalias por asistir al desfile del 9 de mayo en Moscú han merecido sarcásticas respuestas de líderes europeos de nuevo cuño como el eslovaco Robert Fitzo, el húngaro Víktor Orban o el serbio Alexandr Vusic quien, a propósito, acaba de confirmar su presencia en la Plaza Roja luego de escapar rápidamente a una “indisposición” tras un almuerzo en Washington….
Es un esfuerzo, claro, pero si hay honestidad y principios (algo no demasiado frecuente en esa tribu) los analistas “progres” deberían reconsiderar esa rusofobia, furibunda, abierta o solapada, da igual y sumarse a los nuevos tiempos. Tiempos de cambio, de mente abierta, de búsqueda de alternativas en consonancia con el verdadero progreso que marca la consolidación del nuevo mundo multipolar, al que la Argentina, más temprano que tarde, deberá unirse.
Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: En el Estadio Olímpico Luzhniki, Vladimir Putin 18 de marzo de 2023. © AFP Mickail Klementel