Desde el inicio del conflicto entre Hamás e Israel, la Franja de Gaza ha sido el lugar donde se han centrado los ataques. El territorio es un punto en el mapa que ha ido modificándose y que está en el la mira geopolítica desde hace décadas. Para ubicarlo, hay que saber que se extiende a lo largo de 40 kilómetros de largo y 11 kilómetros de ancho. Tiene una extensa salida al mar Mediterráneo y una superficie total de 306 kilómetros cuadrados. Su frontera principal -de 59 kilómetros, es con Israel, quien ocupa de forma ilegal y violenta las tierras palestinas desde 1967, aunque al sur también posee otra linde de 13 kilómetros con Egipto.
Desde que comenzó la ocupación en junio de 1967, las implacables políticas israelíes de confiscación de tierras, asentamiento ilegal y desposesión, sumadas a la discriminación generalizada, han infligido un sufrimiento inmenso a la población palestina despojándola de sus derechos fundamentales.
El régimen militar de Israel altera la vida diaria de los Territorios Palestinos Ocupados en todos sus aspectos. Sigue afectando a cómo y cuándo los palestinos pueden —y si pueden— desplazarse al trabajo o a la escuela, viajar al extranjero, visitar a familiares, ganarse la vida, asistir a un acto de protesta y acceder a sus tierras de cultivo o incluso al suministro de electricidad o de agua potable. Todo ello implica sufrir humillación, miedo y represión a diario. En la práctica, Israel ha tomado como rehenes las vidas completas de estas personas.
Además, ha adoptado un complejo entramado de leyes militares para reprimir la expresión del desacuerdo con sus políticas, y altos cargos públicos han tachado de “traidores” a los israelíes que abogan por los derechos de la población palestina.
La política israelí de construir y expandir asentamientos ilegales en tierras palestinas ocupadas es una de las principales fuerzas impulsoras de las violaciones generalizadas de derechos humanos resultantes de la ocupación. A lo largo de los últimos 50 años, Israel ha demolido decenas de miles de propiedades palestinas y ha forzado el desplazamiento de grandes grupos de población para construir viviendas e infraestructuras destinadas al asentamiento ilegal de su propia población en los territorios ocupados. Además, ha desviado recursos naturales palestinos —como agua y tierras de cultivo— para uso de los asentamientos.
La existencia misma de los asentamientos en los Territorios Palestinos Ocupados viola el derecho internacional humanitario y constituye un crimen de guerra. A pesar de múltiples resoluciones de la ONU, Israel ha seguido apropiándose de tierras palestinas y apoyando a los al menos 600.000 colonos que viven en la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Oriental. Hasta 2005, más de 9.000 colonos israelíes residían ilegalmente en Gaza.
Además de construir ilegalmente viviendas e infraestructuras para asentamientos en tierras palestinas, las empresas israelíes e internacionales que operan en los asentamientos han creado una economía floreciente que sostiene su presencia y expansión. Esta “actividad empresarial de los asentamientos” depende de la apropiación ilegal de recursos palestinos, que incluyen agua, tierras y minerales, para producir bienes que se exportan y venden para beneficio privado. Cada año se exportan internacionalmente bienes producidos en los asentamientos por valor de cientos de millones de dólares.
Israel y Egipto, vecinos incomodos
La relación de egipcios e israelíes no ha estado signada por hechos de violencia, guerra y ocupación. Se trata de una relación que conjuga varios factores. Religión, geopolítica, recursos, acceso al Mediterráneo. Sin dudas una relación de poderes, incluso agitados por sectores lejanos al medio oriente. La guerra fría también se jugó en el Sinaí.
Del 5 al 10 de junio de 1967 Israel inició su “guerra preventiva” contra la coalición árabe conformada por Egipto, Siria, Jordania e Irak. Esa guerra fue un punto de inflexión para el conflicto entre el Estado sionista de Israel y el pueblo palestino.
Las Naciones Unidas habían apostado a su ejército en esa región luego del tratado de armisticio firmado en 1956 como resultado de la guerra del Canal de Suez que el Estado de Israel inició, junto a Gran Bretaña y Francia, invadiendo Egipto, como respuesta a la nacionalización de ese estratégico paso. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) había apostado tropas especiales en la Península del Sinaí, territorio egipcio ocupado ilegalmente por Israel, interponiéndose entre el Estado de Israel y Egipto.
El régimen egipcio, con el general nacionalista Gamal Abdel Nasser en su dirección, a mediados de mayo del ´67, le exige a la ONU que retire sus tropas de la península. En los últimos días de mayo de 1967 Nasser movilizó a sus tropas hacia la frontera y luego bloqueó el estrecho de Tirán (que debe su nombre a la isla de Tirán mediante la cual se controla el acceso a los puertos de Ilat, en Israel, y Aqaba, en Jordania). Para el 30 de mayo de ese año, el rey Hussein de Jordania, ante la gran simpatía de las masas jordanas hacia la lucha del pueblo palestino, abandona su tradicional posición de alianza con los países imperialistas y se une a la coalición Egipcia-Siria.
El 4 de junio es Irak el que también se suma a dicha coalición. Las fuerzas de los ejércitos árabes eran muy superiores en número a las del Estado de Israel: Egipto había desplegado 240.000 soldados en la frontera, a los que se sumaron más de 300.000 entre sirios, jordanos e irakíes; 957 aviones y una división de tanques con 2.500 unidades. Los servicios secretos sionistas infiltrados en Egipto, proporcionaron la ubicación exacta de esas fuerzas. Esa información fue clave para que iniciara su “guerra preventiva”, con Isaac Rabin como jefe del Estado Mayor de sus fuerzas armadas (Tzahal).
Pero también los servicios secretos israelíes informaron acerca de que el general Nasser dejó la madrugada de ese 5 de junio todos los aviones sin camuflaje, dejando asi sin defensa el estrecho de Tirán. Lo cual daba la pauta de que la movilización de todas esas tropas no tenía el objetivo serio de un ataque, sobre todo luego de que la por entonces burocracia estalinista que dirigía la ex Unión Soviética, por medio de su embajador en Egipto, le comunicó a Gamal Nasser la advertencia de que su país no iba a permitir que la coalición árabe abriera fuego contra el Estado de Israel.
Así es como Israel daba inicio a un feroz y relámpago ataque que duró tan solo 6 días y dejó entre los árabes 23.000 muertos, 45.000 heridos, 6.000 prisioneros y más de 400 aviones derribados. Mientras que las bajas israelíes fueron de poco menos de 800 soldados, 2.500 heridos, 15 prisioneros. Con el resultado de haber anexado, luego de esa semana, Cisjordania; la Franja de Gaza; Jerusalén oriental; los Altos del Golán y la península del Sinaí. Fueron territorios ocupados bajo el proyecto de “Hogar nacional judío”, que representa el Estado de Israel.
Ese día se recuerda en el mundo árabe como “Naksa”, el retroceso. Fue esta guerra, como punto de inflexión, junto a la alianza estratégica con Estados Unidos lo que le dio al Estado de Israel –y continúa otorgándole–, un alto poder de fuego en la región. La dirigencia israelí, por ese poderío militar (y el robo de territorio) recordando esa guerra, se refiere a ella como “una de las mayores victorias en la historia de Israel”.
La “paz” de 1982
En 1982 el Estado de Israel devuelve la península del Sinaí a Egipto, producto de las negociaciones selladas en el acuerdo de Camp David en 1979 entre Aswar El Sadat, presidente egipcio y el primer ministro israelí Menachen Begin, a instancias del gobierno norteamericano de Jimmy Carter.
La firma de este acuerdo (donde Egipto se convierte en el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel) en realidad no hizo más que favorecer a Israel.
A cambio de devolver el Sinaí -territorio que no le pertenecía- Egipto solo podría dejar un número limitado de fuerzas militares en la región, a pesar de que la letra del acuerdo hablaba de una plena soberanía. Además dejaba establecido que el canal de Suez sería zona franca para el paso de embarcaciones israelíes o las que tuvieran a ese país como destino.
Con respecto a los Altos del Golán, esa meseta ubicada en las fronteras entre Israel, el Líbano, Jordania y Siria, 6 años después de la Guerra, en 1973, el Estado de Israel devuelve a Siria solo el 5% del territorio (tan solo 90 km, del total de 1800 que abarcan los Altos). Hoy día permanece ocupada por el Estado judío en un 60%, el resto está bajo vigilancia de lo que lleva el elocuente y cínico nombre de Fuerzas de las Naciones Unidas de Observación de la Separación (UNDOF, por sus siglas en inglés).
Recién en 2005 el ejército de ocupación israelí se retira de la Franja de Gaza (que hace menos de un mes fue bombardeada sistemáticamente por el Estado sionista de Israel causando centenares de muertos, miles de heridos y daños incalculables en su infraestructura) gobernada desde 2006 por Hamas. Allí viven 2 millones de palestinos en un territorio de 365 km2. Ese pequeño territorio palestino (similar por su extensión a dos partidos de Moreno, una localidad de la región metropolitana de Buenos Aires, que para darnos una idea sumando dos veces su población alcanza a menos de 1 millón de personas) es sometido por Israel a un control de los cielos, el acceso al mar y cierres terrestres. De ahí su denominación de la mayor cárcel a cielo abierto.
En Cisjordania, que antes de la guerra estaba bajo control jordano, actualmente viven 3 millones de palestinos y alrededor de 500 mil colonos judíos, en 262 asentamientos (de los cuales el mismo Israel reconoce como ilegales unos 135, aunque también reciben financiamiento del régimen sionista).
Israel a partir de los acuerdos de Oslo (1994) proclamó que «en aras de la paz» devolvía ese territorio. Lo cierto es que a partir de esos acuerdos -otra vez con el imperialismo norteamericano como mentor- (firmados entre Yasser Arafat, Isaac Rabin y Bill Clinton), se estableció una partición en zonas A, B y C.
La zona A tiene el control administrativo y de la Policía interna de la Autoridad Palestina (un 18% del territorio); la zona B está controlada militarmente por Israel y el gobierno de Abbas solo tiene el control administrativo (21% de las tierras) y la zona C está totalmente controlada por el Estado de Israel (60%). Solamente esta división territorial da cuenta de que esos acuerdos no aportaron ninguna solución para los palestinos, la segunda intifada fue la respuesta de ese pueblo oprimido.
Jerusalén Oriental (Jerusalén Este), desde que fue ocupada en 1967 continúa bajo dominio israelí, anexándola en 1980. Actualmente más de 200 mil colonos viven ahí. Ni siquiera la ONU le reconoce a Israel soberanía sobre estas partes de la ciudad (que abarcan también la parte norte y sur y comprende unos 70 km2) que antes del ´67 era parte del territorio de Cisjordania y comprende a más de una veintena de poblados o barrios árabes. Uno de los más conocidos es Sheik Jarrah símbolo de la resistencia de los palestinos que lucha contra los desalojos forzosos.
Como vemos, la Guerra de los 6 días significó un verdadero punto de inflexión para el conflicto árabe palestino, donde las potencias imperialistas con EE.UU a la cabeza apoyaron tanto política como militarmente al Estado Nacional Judío de Israel -tal su denominación a partir del 2018, por ley israelí-, cuya marca de nacimiento fue la ocupación y anexión de territorios en base a asesinatos, robo de propiedades, expulsiones de población. Así fue avanzando el llamado ejército de “defensa” sionista.
Hamas ¿sorprende a Israel?
La guerra ha estallado en Israel tras un ataque de Hamás sin precedentes con miles de cohetes, contra ciudades como Tel Aviv y Jerusalén, e incursiones por aire y tierra en territorio hebreo. Israel ha declarado el estado de guerra y ha movilizado a sus reservistas tras la oleada de ataques aéreos desde Gaza.
En los días posteriores al ataque de Hamás, los problemas en la franja se han recrudecido. Israel ha decidido aislar al territorio, cortando la electricidad, el agua y el envió de alimentos y asediarlo ante la amenaza de Hamás. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, declaró que el país estaba «en guerra» y ordenó efectuar una amplia movilización de los reservistas. Ha sido la denominada operación ‘Espadas de Hierro’ y ha conseguido movilizar a 300.000 efectivos.
Los ataques aéreos sobre Gaza se han repetido con atroces consecuencias desde el inicio. Y hasta un teniente coronel del ejército israelí, Richard Hecht, aconsejó «a quien pueda» que saliera de la franja, incluso hacerlo por Egipto, o evitara los puntos designados para los ataques contra Hamás.
De esta forma, Egipto anunció el pasado martes la decisión de cerrar su paso limítrofe con Gaza ya que varios ataques tuvieron lugar en zonas aledañas a su territorio: Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aceptaron que su aviación atacó el puesto de control de Rafah, el único paso entre la Franja Y Egipto.
Y el hecho de que dos obreros de Egipto resultaran heridos por los bombardeos israelíes puso en alerta a las autoridades del estado africano, que advirtió que se encuentran en riesgo la seguridad tanto de los civiles que quieran utilizar este paso -el único de la Franja que no controla Israel- como los funcionarios que trabajan en él. En esa línea, se adelantó que las alertas están activas para evitar posibles incursiones.
Apertura intermitente de la frontera
Egipto ha adoptado, por tanto, un papel fundamental en la zona. Mediador en varias ocasiones, ha apaciguado ataques y tratado de bajar la tensión. Sin embargo, sus aperturas y cierres de la frontera en el paso de Rafah, el único con la Franja de Gaza, han sido intermitentes desde principios del siglo XXI. A partir de 2009, Egipto construyó una barrera subterránea entre ambos territorios. El único punto aduanero estaba controlado por la Autoridad Palestina y la Misión de Asistencia Fronteriza de la Unión Europea.
Así, todos los suministros humanitarios y de otro tipo que pasen por Israel o Egipto deben atravesar estos cruces después de una inspección de seguridad. Hasta 2013, se cavaron cientos de túneles de contrabando bajo la frontera entre Egipto y Gaza para introducir mercancías, incluido combustible, y evitar el bloqueo.
Los bloqueos de Egipto se han debido, sobre todo, a las desavenencias políticas entre la Autoridad Palestina y Hamás. Con los cambios en el poder, se ha restringido el paso a estos territorios palestinos, dificultando los desplazamientos para trabajar, estudiar o visitar a la familia. Tras la retirada israelí de la Franja de Gaza en 2005, la media mensual de entradas y salidas a través del paso de Rafah era aproximadamente de 40.000 personas.
En 2006 permaneció cerrado a menudo por la captura en junio del soldado israelí Gilad Shalit. La victoria electoral de Hamás en las elecciones palestinas de ese año y su toma de control de la Franja de Gaza en 2007 llevaron a la clausura completa de este paso fronterizo, salvo por algunas aperturas esporádicas permitidas por Egipto. Entre junio de 2010 y enero de 2011, la media mensual de salidas y entradas a través del paso de Rafah era de 19.000 personas.
Después de mayo de 2011, cuando el dictador egipcio Hosni Mubarak fue reemplazado por el único presidente democráticamente electo de Egipto, Mohamed Morsi, el número de pasajeros que viajaron a través del paso de Rafah creció hasta los 40.000 al mes. Cuando Morsi fue depuesto por un golpe de Estado militar, en julio de 2013, el paso de Rafah fue cerrado de nuevo casi por completo. En agosto de 2014, por primera vez desde el inicio del Bloqueo de Gaza en 2007, Egipto permitió que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas enviase comida a la Franja de Gaza a través del paso de Rafah.
Este envío supuso un aporte alimenticio para unas 150.000 personas durante cinco días. En 2014, la media mensual de entradas y salidas fue de 8.119 personas. Entre el 24 de octubre de 2014 y septiembre de 2015, el paso de Rafah solo estuvo abierto 34 días. En enero de 2018, ni una sola persona pudo desplazarse hacia o desde la Franja de Gaza usando el paso de Rafah, aunque esta cifra fue poco a poco en aumento. El 9 de febrero de 2021, en el contexto de las conversaciones que los distintos partidos políticos palestinos estaban llevando a cabo en El Cairo para la celebración de unas elecciones generales en 2021, el gobierno egipcio decretó la apertura «indefinida» del paso de Rafah, que hasta entonces había estado abierto durante tres o cuatro días consecutivos a lo sumo.
Reacciones tras los ataques
Sameh Shoukry, canciller egipcio, cuestionó el cierre de Fatah «debido a su grave impacto en el deterioro de las condiciones humanitarias de los civiles», según precisó el Ministerio de Relaciones Exteriores en un comunicado. Los comentarios del ministro tuvieron lugar al recibir a Tor Wennesland, coordinador de la ONU para el proceso de paz en Oriente Medio, y a Philippe Lazzarini, comisionado general de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de la ONU para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (Unrwa).
Durante el encuentro se analizaron formas para aliviar el sufrimiento humano soportado por el pueblo palestino bajo el continuo bombardeo israelí en ese enclave costero, según el texto. Shoukry expresó la profunda preocupación de Egipto por el ataque aéreo contra una escuela de la Unrwa que acoge a familias desplazadas. El Gobierno egipcio impulsa en los últimos días una intensa campaña de contactos regionales e internacionales para poner fin a la escalada, que en cinco días provocó la muerte de casi 2.200 personas.
Desde el fin de semana, tanto el presidente Abdel-Fattah El-Sisi como Shoukry sostuvieron conversaciones sobre el tema con diversos gobernantes en busca de finalizar la violencia, que amenaza con hacer estallar a la región. Según declaraciones de la Presidencia y del Ministerio de Relaciones Expatriados, ambos altos funcionarios insistieron en todos los diálogos en solucionar las causas del conflicto: la necesidad de otorgar al pueblo palestino sus derechos.
El Sisi ha afirmado estos días que su Gobierno intensificó los esfuerzos en todos los niveles para detener los actuales enfrentamientos. Egipto espera una resolución de la causa palestina a través de negociaciones que conduzcan a una paz justa y al establecimiento de un Estado palestino, explicó. En 1979 Egipto fue la primera nación árabe en rubricar un acuerdo de paz con Israel y en las últimas décadas devino mediador esencial entre las partes.
El Cairo jugó un papel clave en detener la ofensiva militar israelí contra la Franja de Gaza en agosto del pasado año, que causó la muerte a 49 palestinos, 17 de ellos menores de edad. También sus gestiones fueron fundamentales para alcanzar una tregua durante otra agresión al enclave costero en mayo de 2021, cuando perdieron la vida más de 250 personas.
Sin dudas que el papel de Egipto en el conflicto entre Palestina y el Estado sionista de Israel, ira cobrando relevancia a medida que no se avance en una negociación pacifica o al menos que permita un corredor seguro humanitario para el acceso de víveres necesarios para los habitantes de la Franja, como así también para la salida de rehenes ante una posible negociación o intercambio.
Lo cierto es que una vez más Egipto se ve enfrentado a una situación de mucha incomodidad diplomática. Donde aquello que vaya decidiendo en torno al conflicto puede valer la vida de cientos o miles de inocentes que se encuentran en ese escaso, pero no menos importante territorio vecino.
*Beto Cremonte, Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP