Por un lado, el gigante asiático mantiene su participación en el bloque BRICS+, que surgió como contrapeso a la hegemonía occidental. Por otro, desarrolla vínculos cada vez más estrechos con potencias occidentales, particularmente Estados Unidos, en lo que se interpreta como una estrategia de contención frente a China, su rival regional en el Indo-Pacífico.
El reciente anuncio de negociaciones para un Acuerdo de Libre Comercio (FTA) con Nueva Zelanda, aliado tradicional de Occidente en el Pacífico Sur, profundiza esta aparente contradicción y plantea interrogantes sobre el verdadero posicionamiento estratégico de Nueva Delhi en el escenario global.
El paradigma BRICS y la ambigüedad india
El bloque BRICS nació como una iniciativa para fomentar la cooperación entre economías emergentes y crear un contrapeso al orden internacional liderado por Estados Unidos y sus aliados occidentales.
Sin embargo, desde su concepción, ha existido una tensión fundamental dentro del grupo, especialmente entre India y China, cuyas rivalidades históricas y disputas fronterizas continúan definiendo en gran medida sus relaciones bilaterales.
India ha mantenido públicamente su compromiso con los principios fundacionales del BRICS: el multilateralismo, la reforma de las instituciones financieras internacionales y el desarrollo de un mundo multipolar.
Sin embargo, su comportamiento práctico revela una estrategia mucho más compleja y pragmática. Nueva Delhi ha utilizado el foro BRICS como una plataforma para proyectar su influencia global y asegurar sus intereses nacionales, pero sin comprometerse plenamente con la agenda anti-occidental que ocasionalmente promueven otros miembros del bloque, particularmente Rusia y China.
Esta ambigüedad se manifiesta claramente en la postura india respecto a iniciativas clave del BRICS, como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y los intentos de desdolarización de las economías emergentes.
India participa activamente en estas instituciones, pero simultáneamente fortalece sus vínculos económicos y militares con Estados Unidos y sus aliados, creando lo que algunos analistas describen como una “política exterior de malabarismo”.
La relación India-China representa quizás el mayor desafío para la cohesión del bloque BRICS. Ambas potencias asiáticas compiten por influencia regional y global, mantienen disputas territoriales no resueltas, particularmente en la región de Ladakh y Arunachal Pradesh, y presentan modelos de desarrollo político y económico fundamentalmente diferentes.
El enfrentamiento militar en el valle de Galwan en 2020, que resultó en la muerte de soldados de ambos bandos, ilustra la fragilidad de las relaciones sino-indias incluso dentro del marco cooperativo del BRICS.
En este contexto, la participación de India en el BRICS puede interpretarse como una estrategia de “mantén cerca a tus amigos y más cerca a tus enemigos”. Al permanecer dentro del bloque, Nueva Delhi obtiene un canal directo de comunicación con Beijing, puede monitorear de cerca las iniciativas chinas y potencialmente limitar su influencia dentro del grupo.
Simultáneamente, India utiliza esta plataforma para proyectarse como un poder mediador entre Oriente y Occidente, aumentando así su relevancia geopolítica global.

La estrategia indo-estadounidense en el Indo-Pacífico
Paralelamente a su participación en el BRICS, India ha profundizado significativamente sus relaciones con Estados Unidos, especialmente en el ámbito de la seguridad marítima y la cooperación militar.
Esta aproximación se ha intensificado en los últimos años, coincidiendo con la creciente asertividad china en el Mar de China Meridional y el Océano Índico.
La participación de India en el QUAD, junto con Estados Unidos, Japón y Australia, representa quizás el ejemplo más evidente de su alineamiento con la estrategia estadounidense de contención a China.
Aunque oficialmente el QUAD se describe como una alianza basada en valores democráticos compartidos y no dirigida contra ningún país en particular, en la práctica funciona como un mecanismo para contrarrestar la creciente influencia china en la región Indo-Pacífico.
Para India, el QUAD ofrece múltiples beneficios estratégicos: acceso a tecnología militar avanzada, cooperación en inteligencia marítima, respaldo diplomático en foros internacionales y, crucialmente, un contrapeso a la presencia china en lo que considera su esfera natural de influencia: el Océano Índico.
Al mismo tiempo, la participación en esta alianza le permite a India proyectar su poder naval más allá de sus aguas territoriales tradicionales, hacia el Pacífico Occidental, área de vital importancia económica y estratégica.
El fortalecimiento de los lazos militares entre India y Estados Unidos se ha materializado en varios acuerdos significativos, como el Acuerdo de Compatibilidad y Seguridad de las Comunicaciones (COMCASA), el Acuerdo Básico de Intercambio y Cooperación Geoespacial (BECA) y el Acuerdo de Intercambio Logístico (LEMOA).
Estos pactos facilitan la interoperabilidad entre las fuerzas armadas de ambos países, permiten el intercambio de información clasificada y promueven la transferencia de tecnología militar avanzada.
Esta cooperación militar representa un giro fundamental en la política exterior india, tradicionalmente caracterizada por el no-alineamiento. Al abrir sus puertos e instalaciones militares a las fuerzas estadounidenses, India está, de facto, facilitando la proyección del poder estadounidense en el Océano Índico, creando así un dilema estratégico para China, que ve con preocupación cómo su “collar de perlas” (serie de instalaciones portuarias en países del Océano Índico) podría ser neutralizado por esta nueva alianza indo-estadounidense.

El acuerdo India-Nueva Zelanda
En este complejo contexto geopolítico se enmarca el reciente anuncio del inicio de negociaciones para un Acuerdo de Libre Comercio (FTA) entre India y Nueva Zelanda.
Aunque presentado principalmente como una iniciativa económica, este movimiento tiene profundas implicaciones estratégicas que trascienden el mero intercambio comercial.
Las estadísticas económicas respaldan la narrativa oficial de beneficio mutuo: el comercio bilateral entre ambas naciones alcanzó los 1.750 millones de dólares en el año fiscal 2023-2024, una cifra modesta que ambos gobiernos aspiran a multiplicar.
India, con un crecimiento económico proyectado de casi el 7% anual hasta 2031 y un PIB que se espera alcance los 6,7 billones de dólares, representa un mercado enormemente atractivo para las exportaciones neozelandesas, particularmente en sectores como el lácteo, la carne ovina y la agricultura de alto valor agregado.
Para Nueva Zelanda, el acuerdo representa una oportunidad para diversificar sus mercados de exportación y reducir su dependencia de China, que actualmente absorbe una parte significativa de sus productos primarios.
Para India, el FTA podría facilitar el acceso a tecnología agrícola avanzada, know-how en gestión de recursos naturales y un mayor flujo de inversiones en sectores prioritarios para su desarrollo económico.
El trasfondo geopolítico: Contrapeso a China
Sin embargo, más allá de estas consideraciones económicas, el acercamiento entre India y Nueva Zelanda debe interpretarse como parte de una estrategia más amplia de contención a China en el Indo-Pacífico.
Nueva Zelanda, tradicionalmente un aliado cercano de Australia, Estados Unidos y el Reino Unido (ahora formalizados en el pacto AUKUS), comparte con India preocupaciones crecientes sobre la influencia china en la región.
Este acuerdo permite a India establecer un punto de apoyo estratégico en el Pacífico Sur, completando así un arco de alianzas que se extiende desde Japón y Corea del Sur en el norte, pasando por Australia, hasta Nueva Zelanda en el sur.
Para Estados Unidos, esta red de alianzas bilaterales y multilaterales representa un “cordón sanitario” que potencialmente limita la proyección del poder naval chino hacia el Pacífico y el Índico.
Al mismo tiempo, Nueva Zelanda obtiene un socio crucial en Asia del Sur, que actúa como contrapeso a la influencia china en una región vital para sus intereses comerciales y de seguridad.
La convergencia de intereses geopolíticos se manifiesta también en la participación de Nueva Zelanda como “invitado de honor” en el Diálogo Raisina 2025, el principal foro de discusión geopolítica de India, señalando así la elevación de las relaciones bilaterales a un nivel estratégico.

La estrategia naval india y el control del Océano Índico
El elemento naval de la estrategia india merece especial atención, pues constituye la piedra angular de su política de proyección de poder regional. Históricamente, India ha considerado el Océano Índico como su “patio trasero” natural, una posición desafiada en las últimas décadas por la creciente presencia naval china, materializada en la estrategia del “collar de perlas” y más recientemente en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
India ha respondido a este desafío con un ambicioso programa de modernización naval que incluye la construcción de portaaviones de fabricación nacional, la adquisición de submarinos nucleares y el desarrollo de capacidades de inteligencia marítima avanzadas.
Esta modernización va acompañada de una doctrina naval más asertiva, que contempla la proyección de poder más allá de las aguas territoriales indias, hacia lo que se denomina la “región indopacífica ampliada”.
En este contexto, la cooperación con potencias navales como Estados Unidos y sus aliados (Australia, Japón y ahora potencialmente Nueva Zelanda) permite a India compensar sus limitaciones tecnológicas y logísticas, al tiempo que establece una red de puertos amigos y acuerdos de acceso que facilitan la presencia de su armada en áreas distantes del Pacífico.
Un elemento clave en esta ecuación estratégica es el control del Estrecho de Malaca, por donde transita aproximadamente el 80% del petróleo importado por China y una parte sustancial de su comercio marítimo.
Este estrecho representa un “cuello de botella” estratégico que, en caso de conflicto, podría ser bloqueado por fuerzas navales indo-estadounidenses, provocando un estrangulamiento económico de China.
La cooperación naval entre India, Estados Unidos y ahora potencialmente Nueva Zelanda (que aporta capacidades de inteligencia marítima y vigilancia en el Pacífico Sur) refuerza la capacidad de control sobre esta ruta marítima vital, aumentando así la vulnerabilidad estratégica china.
Esta realidad explica en gran medida los esfuerzos de Beijing por desarrollar rutas alternativas a través de Pakistán (Corredor Económico China-Pakistán) y Myanmar, que permitirían eludir el Estrecho de Malaca en caso de bloqueo.
Implicaciones para el sistema internacional
El comportamiento estratégicamente ambiguo de India, participando simultáneamente en el BRICS mientras profundiza sus alianzas con potencias occidentales, tiene importantes implicaciones para el sistema internacional en su conjunto.
La política exterior india puede interpretarse como una versión moderna y sofisticada del no-alineamiento que caracterizó su posición durante la Guerra Fría. Sin embargo, mientras el no-alineamiento tradicional implicaba mantener distancia de ambos bloques de poder, la estrategia actual de “multi-alineamiento” consiste en mantener vínculos activos con todos los polos de poder, maximizando así los beneficios derivados de cada relación.
Esta postura refleja la adaptación de India a un mundo crecientemente multipolar, donde las alianzas rígidas y permanentes ceden paso a coaliciones flexibles basadas en intereses específicos.
Para potencias emergentes como India, esta flexibilidad estratégica permite navegar las complejidades de la competencia entre grandes potencias sin comprometer su autonomía estratégica.
El comportamiento de India dentro del BRICS ilustra las limitaciones inherentes a los bloques regionales construidos sobre bases primordialmente ideológicas o reactivas (en este caso, la oposición al orden liderado por Estados Unidos).
Las profundas diferencias entre India y China, así como los intereses divergentes de otros miembros del bloque, han impedido que el BRICS desarrolle una agenda cohesiva y efectiva más allá de declaraciones generales de principios.
Esta dinámica se replica en otros foros regionales, donde la competencia entre potencias regionales (India-China, Arabia Saudita-Irán, Brasil-Argentina) limita el potencial de cooperación efectiva.
El resultado es un sistema internacional crecientemente fragmentado, caracterizado por alianzas superpuestas y a menudo contradictorias, que responden a cálculos estratégicos de corto plazo más que a visiones compartidas del orden mundial.

La calculada ambigüedad india
La India contemporánea no es simplemente una potencia no alineada, ni un aliado incondicional de Occidente, ni un miembro comprometido del bloque BRICS. Es, más bien, un actor estratégicamente autónomo que utiliza múltiples plataformas y alianzas para maximizar su influencia global y proteger sus intereses nacionales en un entorno geopolítico crecientemente complejo y competitivo.
El reciente acercamiento a Nueva Zelanda, más allá de sus evidentes beneficios económicos, representa un movimiento calculado dentro de esta estrategia más amplia.
Al fortalecer sus vínculos con un aliado tradicional de Occidente en el Pacífico Sur, India refuerza su posición en la competencia con China por el control del Indo-Pacífico, sin comprometer formalmente su participación en foros como el BRICS.
Esta “ambigüedad estratégica” no debe interpretarse como indecisión o inconsistencia, sino como una adaptación pragmática a las realidades de un mundo multipolar donde las potencias emergentes deben navegar complejas interdependencias económicas mientras compiten por influencia geopolítica.
En este sentido, la India moderna encarna perfectamente el espíritu de Kautilya, presente en el Arthashastra, en el cual se establece que “el vecino inmediato es un enemigo” (ari) y el “vecino del enemigo es un amigo potencial” (mitra).
Esto da lugar a la conocida “teoría del círculo (mandala)”, donde los reinos se agrupan en círculos de relaciones basadas en su proximidad y hostilidad potencial.
A medida que la competencia entre Estados Unidos y China se intensifica, India se posiciona como un actor pivotal cuyas decisiones estratégicas tendrán profundas implicaciones para la configuración del orden internacional emergente.
Su capacidad para mantener esta delicada posición de equilibrio entre diferentes polos de poder determinará en gran medida su ascenso como potencia global en las próximas décadas.
El futuro del orden Indo-Pacífico dependerá en gran medida de cómo India gestione las tensiones inherentes a su estrategia de multi-alineamiento y si logra traducir su creciente importancia geopolítica en beneficios tangibles para su desarrollo económico y seguridad nacional.
El acuerdo con Nueva Zelanda, aparentemente modesto en términos económicos, podría representar un paso significativo en esta dirección, consolidando la influencia india en un área vital para la seguridad marítima global y el comercio internacional con las consecuencias globales que esto también conlleva.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
Foto de la portada: India News Network