Yemen es una vasta tierra del Golfo Árabe, separada del Mediterráneo por la extensión de Arabia Saudita, y cercana a Yibuti y al Cuerno de África gracias al Golfo de Adén. Posee costas en el Mar Rojo, región que funciona como pasillo marítimo desde el estrecho de Bab Al Mandab hasta el canal de Suez, y es la zona por donde circula gran parte del comercio entre Asia y Europa.
Es la única república de la Península Arábiga, constituida como tal en 1990 tras la unificación de la República Árabe de Yemen (Yemen del Norte), y la República Popular Democrática de Yemen (Yemen del Sur).
La geografía yemení se destaca por la presencia de montañas y mesetas, a la vez de contar con el desierto de arena más grande del mundo, como lo es el Desierto de Rub Al Jali, que forma parte del Sahara de Arabia. Las temperaturas altas y la escasez de lluvias predominan en la región, por lo que habitar estas tierras se vuelve un desafío de adaptación. Más aún, cualquier expedición colonialista representa un dificultoso trabajo de conocimiento de campo.
El pueblo de Yemen se ha caracterizado por la resistencia a la colonización física e influencia de grandes imperios a lo largo de la historia, como lo fueron los romanos y otomanos. Su gran sabiduría en cuanto al abordaje territorial de su país, se ha vuelto una de sus mayores defensas.
Luego de la unificación de los estados del norte y sur, Yemen atravesó intensas guerras civiles que desembocaron en la toma de la capital por parte de uno de los movimientos insurgentes, los hutíes, en 2015.
El movimiento hutí, llamado originalmente Ansar Allah (“los que creen en Allah”), nació en 1992 como un grupo político anti-occidental, pertenecientes a la rama del islam shií. Contrario a las narrativas estadounidenses, los hutíes no son una representación de Irán, ya que son un partido independiente con sus propias consignas y convicciones.
La tradición árabe del desierto, y su cercanía a la tribalidad africana, le aportan a los yemeníes características esenciales a la hora de enfrentarse a los enemigos que se les han cruzado entre sus propias políticas internas intentando camuflarse como socios, pero impulsando el caos y la guerra, a costa de los apetitos colonialistas.
Aún hoy, su capital Saná, continúa manteniéndose firme frente a los mayores asedios de Estados Unidos, Israel, Europa y sus propios vecinos limítrofes. A pesar de haber soportado 10 años de bloqueos y bombardeos, en la región asiática, encarna la bandera del boicot, el apoyo a la causa palestina y la solidez de contraponerse a los movimientos atlantistas.

Enemigo de los poderosos
Luego de que Ansar Allah derrocara al gobierno de Hadi -sostenido militarmente por Arabia Saudita y Emiratos Árabes- a principios del 2015, el reino de Riad lanzó un bloqueo naval seguido por una escalada de bombardeos aéreos a la capital yemení de Saná. Esta ofensiva contó con el apoyo de las fuerzas de Hadi, que se resguardaban en las tribus sunitas al sur de Yemen. De esta forma retomaron el control de la zona del Golfo de Adén y establecieron un gobierno provisional.
Esta escalada de violencia y operaciones financiadas y respaldadas por el Reino Unido, Estados Unidos y Francia, desencadenó en una crisis humanitaria en Yemen. El Informe de Resultados por País de 2021 de las Naciones Unidas indicó que el conflicto había causado más de 377.000 muertes, además para principios de 2021, dos tercios de los 30 millones de habitantes del país dependían de la asistencia humanitaria para su supervivencia diaria.
El crecimiento de los hutíes y el aumento del apoyo del pueblo yemení al movimiento, generó una demostración del agotamiento de los regímenes wahabis del Golfo. Además, si bien Irán ha negado respaldar al grupo, la tendencia de Ansar Allah se inclina hacia las relaciones próximas con Teherán más que con Occidente. Arabia vio una pérdida de influencia en la región, y una concentración de luchas populares que anunciaban ideologías bastante alternas a las que promueve el reino. Entre 2015 y 2021, el Departamento de Defensa de Estados Unidos envió al menos 55.000 millones de dólares en apoyo militar a Arabia y los Emiratos Árabes Unidos para desalentar los movimientos en contra de sus intereses.
Sin embargo, los hutíes mantuvieron su lógica de resistencia, volviéndose una molestia para Washington, quienes los sumaron a su listado de entes terroristas, y continuaron desarrollando discursos de odio y discrimación hacia los yemeníes armados en contra de la ocupación.
La fuerza del boicot
Dos semanas después del comienzo del genocidio en Gaza, el 19 de octubre de 2023 Yemen se convirtió en actor partícipe de la resistencia. El gobierno yemení realizó una ofensiva desde el puerto de Hodeidah con drones y misiles balísticos hacia territorios palestinos ocupados. El Pentágono no hizo esperar su respuesta y comenzó a contraatacar con la misma táctica sobre el Mar Rojo. A Estados Unidos se le sumaron defensas de Arabia Saudita, Francia e Israel.
Los hutíes reconocen las limitaciones de su equipamiento armado observando que no podría compararse con aquel lanzado por Occidente. Por ello, ha apelado a otra estrategia, que busca socavar otros polos del poder norteamericano, una estrategia que cause molestia en sus intereses económicos.
En la construcción del mundo unipolar, la hegemonía de las rutas comerciales perteneció a la Casa Blanca. El manejo de zonas claves y su control, ha sido una de las prácticas aplicadas en su construcción del poder. Quitarle ese poder, es generarles una gran molestia.
Es así, que Ansar Allah, en respuesta a los ataques a Gaza, comenzó un bloqueo naval en el Mar Rojo, en el estrecho de Bab Al Mandeb. Allí, atacaron buques que pudieran tener vinculación con el comercio estadounidense, israelí o británico, más no, con aquellos que mercadeaban con países como China o Rusia.
Este pinchazo fue sentido Washington, lo que desencadenó en una escalada de bombardeos al país árabe con targets no solo militares, sino también, y principalmente, civiles.
Al firmarse la primera fase del alto al fuego entre Israel y Hamas, los hutíes detuvieron el bloqueo, augurando que cualquier violación a la tregua sería causante de su reanudación.
Cuando a principios de marzo la entidad sionista abandonó la posibilidad al diálogo y reanudó estrategias deshumanizantes como impedir el ingreso de alimentos y cortar el suministro eléctrico de Gaza, Yemen no titubeó.
La reanudación del bloqueo al comercio vinculado al sionismo y los ataques a bases militares de Israel, son una respuesta a la reciprocidad de los ataques a Palestina, y de acuerdo a las capacidades con las que cuentan en el momento se van adaptando y evolucionando. La resistencia yemení cuenta con el apoyo del pueblo, visto a través de las movilizaciones populares, y encarnan un sentimiento de unidad nacional panárabe y panislámica que se simboliza en la causa Palestina.
En la Conferencia Internacional sobre Palestina, realizada recientemente, Yemen logró poner en vista el plan sionista para desmembrarlo, a fin de realizar un análisis exhaustivo de sus intenciones y posibles grietas. Transversalizado por conceptos de la yihad, se propuso la articulación de diversas áreas de conocimiento para detener la influencia sionista en la región.
A medida que se incrementan los ataques, los hutíes avanzan en innovación tecnológica y estratégica, visibilizado en las ofensivas a importante portaaviones norteamericanos como lo fue el USS Harry Truman.
El apoyo popular, se observa en el no titubeo de sus convicciones a pesar de encontrarse diariamente atacados por misiles y drones de alta gama enviados por Trump y Netanyahu. Así mismo, reforzaron también su apoyo ante el Líbano y Hezbollah ante los ataques que volvió a sufrir el país levantino.
El presidente estadounidense, refuerza sus asaltos en pos de incomodar y desalentar cualquier movimiento que pudiera vincularse con su enemigo nuclear, Irán.
Así mismo, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, sugirieron la tendencia a abrir fuego en favor de Israel. Esta campaña simbolizaría la total pérdida de la concepción panárabe y el apoyo a Palestina. En respuesta, el ministro de defensa de Yemen aseguró que no dudarían en volver a enfrentarse a los wahabis.
La región hoy es campo minado que ya se encuentra sumergido en un caos total, y que día a día se incrementa en pos del poder y el imperialismo.