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Sudán: un pueblo de oro que muere de hambre

Por Gianna Rosciolesi*. Especial para PIA Global. – Sudán se enfrenta a la guerra que mayor hambruna y muerte ha causado en su territorio. La confrontación de los líderes de grupos militares con el apoyo de magnates del Golfo, llevó a que la población sudanesa se convirtiera en emigrantes y refugiados.

Sudán estuvo bajo la dictadura de Omar Al Bashid, desde el año 1993 hasta el 2019 cuando luego de lo que llamaron “La Revolución Gloriosa” de 2018, los sudaneses lograron derrocarlo. El líder de facto, había permitido la secesión de Sudán del Sur el 9 de julio de 2011. Las tierras sureñas, representaban para el país dos tercios de los recursos petroleros, y luego de un auge económico que le permitió a Jartum cierta estabilidad, el régimen perdió esas tierras, generando un importante retroceso en sus ingresos monetarios.

Tras derrocar a Al Bashid, el pueblo africano no sació su sed de libertad y soberanía, ya que Sudán continuó siendo en esencia un régimen autoritario híbrido. Se conformó un Consejo Militar de Transición dirigido por quienes se volverían los causantes de la guerra actual:
– El general Abdel Fattah Al Burhan, del Ejército sudanés o Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS).
– El Comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), Mohammed “Hemetti” Dagalo.

En el 2021 realizaron un golpe en el que destituyeron al Primer Ministro, Hamdok. Ambos líderes, se hicieron del poder con un régimen violento y autoritario, asesinando a cientos de civiles en las protestas que realizaban en pos de la restitución de aquella ansiada democracia.

Sin embargo, existieron dos cuestiones claves que no permitieron que los líderes pudieran trabajar en conjunto:
1) Burhan (FAS) presionaba a Dagalo (FAR) para que uniera a las Fuerzas de Apoyo Rápido a su Ejército Nacional.
2) Ninguno quiso renunciar al control que poseían sobre zonas del país que les generaban importantes riquezas para sus bolsillos.

El 15 de abril de 2023 se diseminó la alianza entre ambos generales, y comenzó una guerra sin límites. En principio, se desarrolló alrededor de Jartum, capital del país, pero luego se extendió a otras regiones como Darfur, Port Sudan, y el Estado de Gezira que es el centro agrícola de Sudán ubicado en la confluencia de los ríos Nilo Azul y Nilo Blanco.

Otros actores involucrados

Cuando el dictador Al Bashid consensuó la secesión de Sudán del Sur, la economía del país tuvo que reorientarse. El oro se volvió la materia prima fundamental para el desarrollo de sus recursos financieros, llegando a crecer la producción un 141% entre los años 2012 y 2017. Sudán se convirtió en el duodécimo productor mundial de oro. Pero la distribución de estas riquezas, a diferencia del petróleo, se hizo de manera mucho más centralizada, siendo el contrabando, el mayor comercio para los poderosos dueños de los latifundios mineros.

Las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) luchan por controlar las empresas de petróleo, goma arábiga, sésamo, armas, combustible, trigo, telecomunicaciones y la banca. Por su parte, Hemetti, líder de las FAR, es uno de los hombres con mayor poder adquisitivo de Sudán, dado que luego de criar camellos, comenzó a apoderarse de varias minas de oro, llegando a controlar la explotación tanto legal como ilegal del metal precioso de su país. Con esa riqueza, pudo construir las Fuerzas de Apoyo Rápido, grupo que previamente eran llamados los “Jinetes”, quienes protagonizaron la masacre de los años 2003 a 2005 de varias etnias negras de Darfur. Hoy es uno de los ejércitos con mayor poder en el continente.

Emiratos Árabes es uno de los principales socios de Hemetti, recibe una gran suma de oro a través del contrabando ilegal. Abu Dhabi se encuentra especialmente interesado en las tierras sudanesas que le proporcionan un recurso saqueable y del cual no disponen. Por ello, el reino dota de armamento a las FAR traficandolo a través de Chad y Libia.

Hemetti, se beneficia con los intereses de los países asiáticos que ponen el ojo en sus tierras, las cuales representan una región con importantes recursos agrícolas para países que carecen de suelos fértiles, además del malestar generado por el bloqueo al Mar Rojo.

El Golfo, así como Turquía y Rusia han acrecentado sus vínculos para establecer bases militares en las costas del Mar Rojo. Arabia Saudita ya cuenta con una base en Yibuti, Emiratos en Eritrea y espera hacerlo también en Somalia. Al mismo tiempo, también Irán se ha acercado a la región, intercambiando embajadores con Sudán en julio del 2024, dando fin a una pausa de ocho años de relaciones diplomáticas, lo que provocó la inquietud de Riad y Abu Dhabi, que ya se veían alterados con el apoyo iraní a los hutíes de Yemen. 

Según se dice, Estados Unidos y Arabia propusieron a las FAR y a las FAS intentar negociar un acuerdo de alto al fuego, a fin de lograr una futura alianza con la autoridad que se conforme una vez finalizado el conflicto.


Relaciones difíciles con Chad

El gobierno de Chad, país limítrofe de Sudán, emitió un comunicado en noviembre del 2024, en el cual denunciaba a Jartum de financiar a los zaghawa, una etnia (de las principales de Chad) a la cual pertenecía Yaya Dillo Djérou, un rebelde opositor al gobierno chadiano, asesinado por el oficialismo.

Además, al vecino país emigraron más de 1.500.000 desplazados, siendo el estado que mayor número de población sudanesa recibe en sus campos de refugiados. Chad es una de las economías más pobres de África, y no obtiene una ayuda real por parte de las Naciones Unidas o la Unión Europea para financiar la gran cantidad de refugiados que aloja.

Por otra parte, esta sobreacumulación de población en regiones de mucha pobreza y escasez de recursos, genera fuertes enfrentamientos entre las tribus radicadas allí. Principalmente entre los árabes y los étnicos negros, como los fur, los masalit y los mencionados zaghawa.

Crisis de hambruna

Los ataques entre ambas partes se mantienen activos, con bombardeos y operaciones militares que masacran a civiles y a lo que resta de la infraestructura del país. A mediados de enero, las Fuerzas Armadas Sudanesas recuperaron ciertas regiones claves, como Wad Madani, Omdurmán, Jartum Norte y Um Rauaba que se encontraban en manos de las FAR. Sin embargo, agencias de derechos humanos denunciaron la muerte de decenas de sudaneses luego de que el Ejército atravesara sus asentamientos.
Como respuesta inmediata, Hemetti realizó una ofensiva al Hospital Materno Universitario Saudí en donde murieron 70 personas y hubo 19 heridos entre pacientes y acompañantes. Estas acciones de ofensivas y contraofensivas continúan escalando en el conflicto sudanés.

Según datos de diversas organizaciones, 9 millones de personas han abandonado el país, la mayoría de ellas de forma ilegal a través de las fronteras. La crisis de desnutrición, se lee en la inseguridad alimentaria que afecta al 60% de la población, la cual no puede desarrollar sus actividades agrícolas y ganaderas a causa de la guerra. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) declaró que existen condiciones de hambruna en cinco zonas del país, y que otras 17 regiones están en riesgo de poseer la misma característica.

“La mayor crisis de hambre del mundo” definió el Programa Mundial de Alimentos (PMA), convirtiéndose Sudán (del Norte) en el primer país en donde se declaró la hambruna.

Gianna Rosciolesi* Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, periodista junior del equipo de PIA Global

Foto de portada: The Lancet

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