¿Es posible que las fuerzas armadas de la OTAN participen en un conflicto militar entre Rusia y Ucrania? Tal formulación de la cuestión parecía hasta hace poco marginal, dados los elevados riesgos de escalada del enfrentamiento militar entre la Alianza del Atlántico Norte y Rusia hacia un conflicto armado a gran escala. Sin embargo, este escenario debe tomarse en serio. La participación de países individuales de la OTAN o de todo el bloque en operaciones militares puede aumentar gradualmente. Cruzar las líneas rojas puede generar la confianza de que la participación en el conflicto no tendrá consecuencias, y las líneas rojas deben empujarse cada vez más lejos. El resultado de tales movimientos puede aparecer en un momento inesperado y desembocar en unos acontecimientos mucho más peligrosos que la situación actual.
En sentido estricto, los países de la OTAN son parte en el conflicto desde hace mucho tiempo. Dicha participación adopta varias formas. En primer lugar, los países occidentales proporcionan a Ucrania una importante ayuda financiera y militar. Los sistemas de armamento que se suministran son cada vez más avanzados y destructivos. A medida que se agotan las existencias de armas de estilo soviético en los almacenes de los antiguos aliados de la URSS en el Pacto de Varsovia, el ejército ucraniano está recibiendo sistemas y munición occidentales. Hasta ahora, el volumen de suministros está limitado por las capacidades de la industria de defensa occidental y las reservas existentes. Pero si las hostilidades se prolongan, las capacidades industriales tienen potencial para crecer. El aumento de los suministros también es inevitable en caso de una pausa de paz, que permitirá a Ucrania prepararse para una nueva fase de hostilidades.
Rusia no debería esperar que Occidente no tenga suficiente voluntad política y recursos para aumentar el apoyo a Kiev. Al parecer, Moscú se está preparando para el peor de los casos, es decir, un aumento constante de la ayuda militar global y a largo plazo a Ucrania. Además del suministro de armas y municiones, dicha ayuda incluye la formación de personal, la asistencia en el desarrollo de la industria y las infraestructuras militares y el reembolso de gastos en otras áreas, lo que permite a Ucrania concentrar sus recursos en el sector de la defensa.
En segundo lugar, Ucrania recibe una importante ayuda occidental en forma de información de inteligencia, que incluye datos técnicos y de satélites, sistemas de radar, aviones de reconocimiento y otras fuentes. Esta información permite una amplia gama de aplicaciones, desde el suministro de información en el teatro de operaciones hasta la identificación de objetivos específicos. Los proveedores de datos pueden actuar con discreción a la hora de compartir ciertos tipos de información con las autoridades ucranianas, pero hay pocas dudas sobre su uso en operaciones militares contra las fuerzas rusas.
En tercer lugar, se ha informado de la participación de personal militar de países miembros de la OTAN en las hostilidades de Ucrania. Al parecer, su participación rara vez es reconocida oficialmente por sus gobiernos de origen. Estos individuos pueden ser denominados «voluntarios» o incluso mercenarios, y su participación puede ser tolerada por sus respectivas autoridades. Según informes recientes de fuentes rusas, en octubre de 2023 se estimaba la presencia de aproximadamente 2.000 de estos individuos. Aunque las estimaciones pueden variar, está claro que ciudadanos extranjeros están participando en combates en nombre del gobierno ucraniano y que su participación no es aislada, sino de carácter sistemático. Está claro que al menos algunos de estos individuos proceden de países occidentales.
Al mismo tiempo, el actual nivel de compromiso no crea un riesgo excesivo de conflicto militar directo entre Rusia y la OTAN. Este conflicto de bajo nivel permite a los aliados occidentales de Kiev mejorar gradualmente la calidad de su ayuda a Ucrania. El suministro de misiles de crucero se ha convertido en rutina, y la introducción de cazas fabricados en Estados Unidos es sólo cuestión de tiempo. El ejército ruso tritura el material occidental suministrado, pero los suministros extranjeros a Ucrania también exigen una concentración de recursos por parte de Rusia.
Un factor importante que podría provocar una escalada y un posible enfrentamiento directo entre Rusia y la OTAN es la posibilidad de que se produzcan despliegues militares de tropas de la OTAN en territorio ucraniano. Algunas figuras políticas occidentales han debatido la posibilidad de que se produzca un escenario de este tipo, aunque sus opiniones no han sido respaldadas por Estados Unidos ni presentadas como la postura oficial de la OTAN. Varios dirigentes de los países miembros se han distanciado de la idea de desplegar tropas en Ucrania.
¿Qué podría provocar una decisión de este tipo y cómo podría llevarse a cabo?
El factor más significativo de la posibilidad de una intervención directa por parte de países individuales de la OTAN o de la alianza en su conjunto podría ser un éxito militar importante del ejército ruso. En la actualidad, la línea del frente permanece relativamente estable, pero las fuerzas rusas ya han logrado éxitos locales notables, aumentando la presión, tomando la iniciativa, ampliando su frente ofensivo y, posiblemente, acumulando reservas para nuevas acciones. No se dan las condiciones para que se repita la ofensiva del año pasado de las fuerzas armadas ucranianas. Ha habido informes de escasez de municiones entre las fuerzas ucranianas, aunque es posible que en el futuro se solucione mediante el suministro externo.
Los ataques periódicos contra territorio ruso con misiles de crucero, drones y artillería causan daños y bajas, pero no perturban la estabilidad en el frente ruso. Además, esos ataques están motivando esfuerzos más activos para establecer «zonas sanitarias», es decir, áreas desde las que las fuerzas armadas ucranianas no podrán atacar regiones rusas. La posibilidad de un colapso de ciertos sectores de la línea del frente ucraniano y de ganancias territoriales significativas para las fuerzas rusas en dirección oeste es cada vez más probable. La ausencia de avances o rupturas significativas durante un periodo prolongado no implica que tales acontecimientos no puedan producirse en el futuro.
Más bien, tales posibilidades están aumentando dada la adquisición de experiencia en batalla por parte del ejército, los suministros del complejo militar-industrial, las pérdidas en el bando ucraniano, los retrasos en las entregas de equipos occidentales, etc. Aunque un escenario catastrófico para ciertas unidades de las fuerzas armadas ucranianas no está predeterminado, es posible. Un gran avance de las fuerzas rusas hacia Kharkov, Odessa u otra ciudad importante podría servir como catalizador significativo para que los países de la OTAN considerasen la posibilidad de intervenir en el conflicto. Varios avances de este tipo, simultáneos o consecutivos, harían que la intervención pareciese inevitable.
Aquí, los países individualmente o la Alianza en su conjunto se enfrentan a una bifurcación estratégica. La primera alternativa es no interferir y apoyar a Ucrania sólo con suministros militares, dinero y «voluntarios». Es posible admitir la derrota e intentar minimizar los daños mediante negociaciones, evitando así una derrota aún mayor, si no el colapso total de Ucrania. La segunda alternativa es cambiar radicalmente el enfoque y participar en el conflicto, permitiendo una intervención directa.
La intervención puede adoptar diversas formas. Se puede considerar la utilización de las infraestructuras existentes, incluidos los aeródromos de los países de la OTAN. Otra posibilidad es la implicación significativa de unidades individuales de comunicaciones, tropas de ingenieros y tripulaciones de sistemas de defensa antiaérea, aunque puede evitarse su presencia en la línea del frente. Un escenario más extremo sería el despliegue de contingentes de distintos países de la OTAN a lo largo de las fronteras de Ucrania y Bielorrusia para facilitar el traslado de las fuerzas ucranianas hacia el este. Por último, una opción más radical sería el despliegue de fuerzas militares de la OTAN en la línea del frente, lo que podría considerarse una actuación inaceptable por parte de la Alianza.
Cualquiera de estos escenarios implica un conflicto directo entre las fuerzas armadas de Rusia y las de los países de la OTAN. Un enfrentamiento de este tipo plantearía inevitablemente cuestiones sobre una mayor implicación de la Alianza, y potencialmente la transferencia de operaciones militares a otras zonas de conflicto con Rusia, incluyendo la región del Báltico. Llegados a este punto, detener la escalada se convertiría en un reto aún mayor. Cuantas más bajas sufran ambas partes, mayor será la intensidad de las hostilidades y más se acercará el umbral del uso nuclear. En este escenario, no habrá vencedores.
Se trata sólo de posibilidades hipotéticas. Sin embargo, deben tenerse en cuenta en este momento. Hasta hace poco, poca gente consideraba probable que se produjeran entregas de armas tan importantes a Ucrania. Hace tres años, el propio conflicto parecía improbable. Hoy es una realidad. La perspectiva de una guerra a gran escala entre Rusia y la OTAN debe tomarse en serio.
*Ivan Timofeev, Director del Programa del Club Valdai.
Artículo publicado originalmente en Club Valdai.
Foto de portada: © Sputnik / Stringer
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