En las relaciones ruso- indias, junto a los logros y éxitos históricos de los últimos años, ha habido muchos problemas objetivos. Se refieren principalmente a los lazos económicos bilaterales: bajos índices de actividad comercial y de inversión, concentración en varias áreas clave (cooperación técnico-militar, energía nuclear, sector del petróleo y el gas) y escaso conocimiento de los mercados de la otra parte por parte de los agentes del sector privado.
Estos problemas son superables. La necesidad de Rusia de contar con socios económicos extranjeros de confianza y la diversificación de sus lazos económicos permiten a ambos países lograr una transformación estructural de las relaciones ruso- indias. El desarrollo de estrategias similares para superar los desequilibrios globales de desarrollo, una visión común del desarrollo tecnológico (incluyendo la transferencia de tecnología y el establecimiento de empresas conjuntas) y las inversiones conjuntas en investigación y desarrollo: todos estos pasos ayudarán a los dos países no sólo a recordar el glorioso pasado, sino también a mirar juntos hacia el futuro.
Sin embargo, en las últimas décadas, a los retos económicos de la especialmente privilegiada asociación estratégica entre Rusia e India se han añadido desafíos políticos: A Moscú le preocupa el rápido desarrollo de las relaciones entre Washington y Nueva Delhi.
La asociación estratégica global entre India y Estados Unidos es un resultado lógico de la evolución de la política india desde la década de 1990. En aquella época, el gobierno del Primer Ministro Narasimha Rao inició un proceso gradual de liberalización económica. India debía convertirse en un objetivo atractivo para la inversión extranjera, ya que no había suficiente capital financiero dentro del propio país.
La «apertura» de la economía india a los inversores extranjeros continuó bajo el mandato del Primer Ministro Narendra Modi: la iniciativa «Make in India» (Fabricar en la India) invitó a los fabricantes extranjeros a ubicar sus plantas de producción en el país del sur de Asia. Una especie de continuación de la iniciativa fue el programa «India autosuficiente» («Aatmnitbhar Bharat»). Por un lado, pretende lograr la soberanía tecnológica y, por otro, obliga a los fabricantes extranjeros a localizar su producción en India.
A pesar del aumento de la tasa bruta de ahorro, India sigue necesitando inversiones extranjeras para acelerar el desarrollo industrial y dar trabajo a una población cada vez más numerosa; estos problemas se consideran existenciales en Nueva Delhi. En este sentido, Estados Unidos se ha convertido en un socio indiscutible para India: ningún otro país dispone de la cantidad de capital libre que puede satisfacer los «apetitos» indios.
Al interés económico de ambos países se superpuso el factor político. La derrota de India en la guerra indochina de 1962 fue un golpe para Nueva Delhi, del que la moderna élite política india no puede recuperarse. El rápido desarrollo económico de la RPC, agravado por una acelerada concentración militar, ha intensificado los sentimientos de alarma en India.
Nueva Delhi está especialmente preocupada por el desarrollo de la Armada del Ejército Popular de Liberación. Desde la perspectiva de India, los chinos quieren asegurarse el dominio en el Indo-Pacífico. En este contexto, los indios consideran que la cooperación con los estadounidenses dentro del «Indo-Pacífico libre y abierto» es una de las pocas formas de neutralizar las amenazas a su seguridad.
Moscú necesita darse cuenta de que las élites políticas indias están ampliando sus contactos con los estadounidenses no por la «presión de Washington», sino porque, en su opinión, la cooperación con Estados Unidos redunda en beneficio de los intereses nacionales de Nueva Delhi. Los intentos de convencerlos de que malinterpretan sus intereses nacionales no sólo no darán resultado, sino que perjudicarán las relaciones ruso-indias.
Si tal percepción se convierte en parte de la corriente principal del discurso político ruso, Moscú tiene derecho a esperar de Nueva Delhi una actitud similar hacia las «relaciones de asociación integral e interacción estratégica de una nueva era» ruso-chinas.
Rusia y China son vecinos con una larga historia de relaciones bilaterales. Las élites políticas de la Federación Rusa y China tienen puntos de vista similares sobre la mayoría de los problemas globales y regionales, y la cooperación económica entre los países se desarrolla a un ritmo rápido. Al mismo tiempo, la «asociación sin formar una alianza» no está dirigida contra terceros países; está calculada únicamente para satisfacer los intereses nacionales de Rusia y China.
La naturaleza estratégica de las relaciones, por un lado, es intuitiva y no necesita más explicación. Por otro lado, cualquier asociación estratégica es el resultado de una interacción a largo plazo; se configura bajo la influencia de factores únicos y no puede reducirse a un denominador común. Vale la pena recordar esto si alguien intenta oponerse a las relaciones estratégicas para influir en la percepción de las contrapartes.
No debemos olvidar la inconveniencia de restar importancia a los socios en sus relaciones con terceros países. La percepción de cualquier tercera potencia como «socio menor» no contribuye al desarrollo de vínculos constructivos. Tanto Rusia como India llevan a cabo una política exterior independiente basada en sus intereses nacionales. Si esta afirmación es relevante para las relaciones bilaterales, entonces otra interpretación ajena a las relaciones ruso-indues no puede tener derecho a existir. Seguir esta simple lógica salvará a las élites de ambos países del temor a amenazas imaginarias y les permitirá desarrollar una asociación estratégica altamente privilegiada.
*Gleb Makarevich es Director Adjunto, Centro de Estudios de la Región del Océano Índico, IMEMO RAS
Artículo publicado originalmente en el Club de Debate Valdai.
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