El primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, negó categóricamente que su país haya “renunciado a su soberanía” tras la firma de un acuerdo comercial con Estados Unidos, en un discurso que resonó mucho más allá de Kuala Lumpur.
La contundencia de sus palabras no solo defendió la independencia política y económica de su país, sino que también reveló un trasfondo más profundo: el creciente rechazo entre los pueblos del sudeste asiático a la influencia dominante de Washington en la región.
El pacto, firmado durante la visita relámpago de Donald Trump a Kuala Lumpur, buscaba profundizar las relaciones económicas bilaterales mediante una ampliación del acceso al mercado, el fortalecimiento de las cadenas de suministro y nuevas áreas de cooperación. Sin embargo, la oposición interna y diversos analistas advirtieron que una cláusula del acuerdo podría obligar a Malasia a acatar sanciones estadounidenses contra terceros países, en especial China, su principal socio comercial.
Frente a las críticas, Anwar Ibrahim fue tajante:
“Malasia no entrará en ningún acuerdo que socave su independencia. Todas las decisiones que tomamos son aquellas que protegen la imagen del país y sirven al interés nacional”, declaró tras la clausura de la 47ª Cumbre de la ASEAN.
Washington y la vieja estrategia del “socio dependiente”
El acuerdo entre Kuala Lumpur y Washington se produce en un contexto de competencia geopolítica creciente. Estados Unidos intenta recuperar influencia en el sudeste asiático después de haber perdido terreno frente a China, especialmente en el ámbito comercial y tecnológico.
La Casa Blanca ha multiplicado los memorandos, pactos bilaterales y promesas de inversión en países como Filipinas, Vietnam, Tailandia e Indonesia, siempre bajo el discurso de “fortalecer la cooperación” pero con cláusulas que, en la práctica, subordinan las decisiones soberanas de estos países a los intereses estadounidenses.
Malasia, con su historia de independencia política y diplomacia equidistante, se resiste a ser parte de ese esquema. Anwar Ibrahim lo dejó claro al remarcar que su país seguirá colaborando con organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial o la Oficina de Investigación Macroeconómica de la ASEAN + 3, pero únicamente bajo términos que beneficien su desarrollo nacional y el bienestar de su población.

La cláusula polémica y las sospechas populares
El punto más controvertido del nuevo acuerdo radica en una disposición que permitiría a Washington “recomendar” sanciones contra terceros países con los cuales Malasia mantenga relaciones comerciales. Para muchos sectores en el país, esa cláusula equivale a una cesión de soberanía.
En redes sociales y medios locales, no pocos malayos calificaron el acuerdo como un intento de “colonización económica moderna”, una percepción que refleja una realidad más profunda: gran parte de la población del sudeste asiático ve la presencia estadounidense como un factor de inestabilidad y manipulación.
Esa percepción no surge de la nada. Las intervenciones estadounidenses en la región —desde la guerra de Vietnam hasta el apoyo a regímenes autoritarios y golpes de Estado en la Guerra Fría— dejaron una huella de desconfianza duradera.
Hoy, las presiones de Washington para limitar la cooperación con China o para imponer sus estándares tecnológicos y financieros se interpretan como una nueva forma de control.
Soberanía económica y estrategia regional
El ministro de Inversión y Comercio, Tengku Zafrul Abdul Aziz, reafirmó la postura del gobierno:
“El acuerdo respeta plenamente la soberanía nacional. No firmaremos nada que la afecte”.
Según explicó, el pacto ofrece beneficios concretos: más de 1.700 productos malayos obtendrán aranceles preferenciales y se prevé un aumento de las exportaciones hacia Estados Unidos, especialmente en sectores industriales, agrícolas y tecnológicos. Pero Zafrul también advirtió que Malasia se reserva el derecho de mantener sus políticas de exportación de minerales críticos y tierras raras, recursos estratégicos que Washington intenta monopolizar para reducir su dependencia de China.
La defensa firme de Anwar Ibrahim no es un hecho aislado. Refleja un sentimiento creciente entre los países de la ASEAN: el rechazo a convertirse en peones dentro de la rivalidad entre Washington y Pekín.
Tanto Indonesia como Tailandia, Vietnam y Filipinas han enfrentado presiones similares para alinearse con las sanciones estadounidenses o limitar la cooperación con empresas chinas.
Sin embargo, los gobiernos de la región, conscientes de su posición estratégica y de la importancia de mantener el equilibrio, buscan fórmulas de independencia que protejan sus intereses nacionales sin caer en la confrontación abierta.
*Foto de la portada: Zahid Izzani/The Edge

