Europa

¿Les tocará a los europeos hacer la guerra a Rusia mientras la OTAN se queda mirando?

Por Alessandra Ciattini* –
Autorizados expertos estadounidenses escriben que Estados Unidos trasladará a Europa la carga de la guerra en Ucrania. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seguirán las órdenes, llevándonos cada vez más a la autodestrucción?

El Dr. Ezequiel Bistoletti, especialista en geopolítica y activo analista político, director del interesantísimo canal Demoliendo mitos de la política, ha publicado y documentado una importante noticia que pretendemos contribuir a difundir. El pasado 22 de abril, la prestigiosa revista norteamericana Foreigner Affairs, fundada en 1922, que revela y a la vez condiciona la política exterior de las grandes potencias, publicó un importantísimo artículo firmado nada menos que por tres autores, todos ellos norteamericanos, académicos, expertos en temas militares, vinculados a poderosas corporaciones e instituciones (A. Crouther, J. Matisek y P. P. O’ Brian). En resumen, no son los últimos en llegar. El título del artículo es muy preocupante para todos los que vivimos de la vieja y agotada Europa: Europa, y no la OTAN, debe enviar sus tropas a Ucrania. Analicemos brevemente los argumentos que sustentan esta autorizada opinión.

En primer lugar, en opinión de estos ilustres expertos, para detener el innegable avance de Rusia se necesitan más hombres en combate. Que se trata de una idea no tan descabellada y que evidentemente ya circula, lo demuestra el hecho de que incluso nuestro Salvini, ciertamente poco versado en tales asuntos, llegó a declarar que ningún italiano irá a morir a esas tierras lejanas para complacer a Macron. Poco después, Tajani se expresó en el mismo sentido.

El envío de tropas frescas, al que ya instó en su momento el incalificable Zelensky, escriben los autores del artículo, estaría justificado por el hecho de que Putin pretende recuperar todos los territorios de la antigua Unión Soviética, en los que millones de rusos se encuentran actualmente injustamente separados de su patria, a la que, por el contrario, deben reunificarse. Por supuesto, el estribillo habitual sin argumentos: Rusia no se detendrá en Ucrania, convencida ahora de la debilidad de Occidente, y sus primeras víctimas serán probablemente los países bálticos y Polonia, cuyas clases dirigentes se distinguen cada día por su actitud antirrusa, por la destrucción de lo que los soviéticos aportaron a sus países (demolición de monumentos a los soldados soviéticos o a Lenin), discriminación de sus propios ciudadanos, que tienen el imperdonable defecto de ser rusoparlantes.

Por otro lado, la voluntad de enviar tropas europeas a Ucrania se ha ido extendiendo al menos desde febrero; en Europa, el primero en expresarlo fue Emmanuel Macron, antiguo empleado de los Rothschild, seguido de representantes de los gobiernos finlandés y polaco, cuyos países se dice que son los más preocupados por una posible expansión rusa.

Debido al retraso de la tan esperada ayuda militar y civil a Ucrania por parte de EEUU, Rusia, ayudada por sus «amigos» como Corea del Norte, China e Irán, aprovechó el inicio del mes de abril para intensificar sus asaltos al país de Zelensky, atacando masivamente la infraestructura civil y aprovechando las grandes lagunas de la defensa antiaérea de ese país. Además, si el iracundo Trump se hiciera con el gobierno de la gran potencia, ahora deshilachada, en noviembre, lo más probable es que EEUU se hiciera a un lado y Europa se encontrara sola ante la agresión rusa. Así escribe la autorizada revista.

Siempre según nuestros autores sin escrúpulos, bien analizados por el Dr. Bistoletti, los europeos no pueden permitir en absoluto que Rusia salga victoriosa y, por lo tanto, deben asumir la protección de Ucrania, el apoyo de su ejército en este sangriento enfrentamiento, que dura ya más de dos años, para contener por todos los medios el avance del imperialismo ruso, que podría extenderse a toda Europa. Al menos eso es lo que dicen estos personajes, pero no estamos tan seguros de la sinceridad de sus afirmaciones, y más bien pensamos que lo que les preocupa es garantizar al complejo militar-industrial estadounidense los fastuosos beneficios de los últimos años. El Dr. Bistoletti observa con razón que el objetivo del artículo aquí analizado es empujar a Europa, o al menos a una parte de ella, porque en nuestra opinión Rusia es parte integrante de nuestro continente, a una guerra suicida con la potencia nuclear rusa, cuyo resultado sería sin duda desastroso; por otra parte, como han demostrado las complicaciones derivadas del sabotaje de los suministros rusos de gas y petróleo a Europa, nuestro continente se beneficiaría enormemente de una relación de intercambio económico y comercial, así como cultural e intelectual, con el gran país euroasiático.

Esto ya se presagió hace muchas décadas, cuando se señaló que si Europa y Rusia estrechaban sus lazos, ello repercutiría negativamente en la llamada Anglosfera, cuyo anhelado dominio mundial se vería socavado.

Del análisis de Bistoletti se desprende que los verdaderos provocadores del actual enfrentamiento en Ucrania entre la OTAN y Rusia son los Estados Unidos, que desencadenaron el famoso golpe de 2014, cuya protagonista fue la cínica Victoria Nuland, y posteriormente enviaron armas de diversos tipos, con las que los ucranianos no solo pudieron defenderse, sino que empezaron a atacar directamente a Rusia; véase por ejemplo los misiles de medio alcance, que permitieron a los cada vez más diezmados soldados de Zelensky golpear localidades rusas, como Belgorod. También en opinión de nuestros probablemente delirantes analistas, una intervención europea directa en Ucrania (ya sabemos que la OTAN está presente allí desde hace tiempo) sería una respuesta proporcionada a la supuesta agresión rusa y no provocaría necesariamente la Tercera Guerra Mundial. Los europeos serían los verdaderos protectores de Ucrania, injustamente invadida por Rusia, ya que Estados Unidos tiende, por diversas razones políticas internas y externas, a abandonar tarde o temprano este frente. Por supuesto, no se menciona la expansión de la OTAN hacia el este, el verdadero factor determinante de la guerra.

Nuestros analistas no se limitan a estas consideraciones generales, sino que entrando en detalles concretos también dan consejos prácticos sobre cómo organizar la defensa de Ucrania y la contraofensiva hacia Rusia. Sugieren el envío de instructores franceses y polacos directamente a suelo ucraniano, para estar más cerca de los nuevos soldados de ese país a reclutar y entrenar, para que se dediquen a la limpieza del terreno, aliviando el duro trabajo de los ucranianos; cuando ya es sabido por quienes realmente quieren informarse que el ejército ucraniano ha perdido 500.000 hombres y que, según algunos cálculos, un nuevo recluta enviado a la fuerza al frente sólo dispone de unas horas antes de morir o ser herido.

La presencia de soldados europeos liberaría al menos a 20.000 ucranianos, que podrían -para su regocijo- dirigirse directamente al frente e impedir que los rusos abrieran otros frentes a lo largo de la frontera entre los dos países eslavos. Los primeros tendrían que posicionarse al oeste del río Dniepr y participar en la defensa de Odessa, objetivo de los rusos para dominar el Mar Negro, con una función paradójicamente defensiva a miles de KM de sus países. Nuestros analistas incluso vaticinan una posible invasión rusa de Moldavia, pero al mismo tiempo llegan a afirmar que el ejército de Putin ha perdido su supremacía y que las sanciones han debilitado realmente al gran país en crecimiento económico según los datos disponibles. Sin embargo, reconocen que un gran problema sería el probable uso de armas nucleares por parte de Rusia; en su opinión, realmente discutible, los países europeos no deberían preocuparse por esas amenazas que forman parte de la retórica de Putin. Incluso añaden que los rusos, que ya luchan con los países de la OTAN, no tendrían el valor de enfrentarse a varios países europeos.

Bistoletti señala que los rusos no utilizarían una bomba táctica en Ucrania, porque la nube tóxica podría impedir su avance y afectaría a su propia población, pero Alemania y Francia, si enviaran tropas, podrían recibir este ominoso tributo. Además, opina que, en caso de que se lanzara una bomba sobre suelo europeo, EE.UU. no intervendría para evitar un enfrentamiento directo con la Federación Rusa; tal vez estarían dispuestos a defender en su lugar a sus hermanos esclavos británicos.

Parece, pues, que todos estos argumentos se desarrollan sobre una realidad paralela que tal vez exprese más la lógica de los deseos y anhelos de la clase dirigente estadounidense, o al menos de una parte de ella, que un auténtico y genuino acercamiento a la realidad. Desgraciadamente, las víctimas de tal planteamiento serían los potenciales soldados europeos, que según nuestros autores se verían favorecidos por dos hechos importantes: en primer lugar, la producción industrial y armamentística europea sería mucho más eficaz y rápida que la rusa, que ciertamente cuenta con el apoyo norcoreano e iraní en este campo, así como con algunos productos chinos; en segundo lugar, la población europea es mayor que la rusa y, por tanto, podría disponer de una mayor masa de carne de cañón.

Sobre el primer aspecto, basta citar al ministro Crosetto, que recientemente ha declarado la estratosférica diferencia entre la producción de municiones rusa y la europea; sobre el otro aspecto, no menos importante y no tan analizado, habría que desarrollar un minucioso estudio antropológico y preguntarse quiénes son nuestros jóvenes para poner el alma en paz e ir a combatir en una guerra, que ciertamente no se siente como algo que les pertenezca. Llegados a este punto, convendría examinar qué cambios antropológicos ha producido la democracia real: la sociedad de consumo, apéndice de la anterior, ha inaugurado durante décadas una actitud de gran permisividad hacia, en particular, las generaciones más jóvenes, pero obviamente no sólo; ha estimulado la búsqueda hedonista, ha destruido las diversas formas de autoridad, ha socavado la disciplina, anteponiendo el principio de placer al principio de realidad (según la terminología freudiana).

Por lo tanto, concluyendo estas rápidas observaciones, extraídas también del inteligente análisis del Dr. Bistoletti, creo que debemos hacernos dos preguntas, convencidos de la criminalidad de esta guerra: ¿cómo armaremos a nuestro futuro ejército, que por cierto ya no es de reclutas, cómo formaremos lo más rápidamente posible a hombres capaces de luchar contra el ejército ruso, que atravesó la Gran Guerra Patria y fue capaz de derrotar al nazismo en beneficio de todos nosotros? Algunos dirán que soy un derrotista; sí, lo confieso, y admito que estas preguntas sin respuesta me dan esperanzas de que no se produzca la Tercera Guerra Mundial, a pesar de los deseos de quienes, al otro lado del Atlántico, pretenden decidir nuestro destino.

Algunos proponen que nuestra escasez de material humano, no sólo demográfica, podría ser sustituida por emigrantes problemáticos, que podrían ir a luchar por nosotros y, si siguen vivos cuando regresen, podrían recibir la ciudadanía europea como recompensa. ¿Qué le parece?

*Alessandra Ciattini enseña antropología cultural en la Universidad Sapienza. Ha estudiado reflexión sobre la religión y realizado investigaciones de campo en América Latina. Ha publicado diversos libros y artículos y forma parte de la Asociación Nacional de Profesores Universitarios, defensora del papel público y democrático de la universidad.

Artículo publicado originalmente en wordpress de Giulio Chinappi.

Foto de portada: extraída de wordpress de Giulio Chinappi.

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