Europa

Rusia cambia el sistema político mundial

Por Evguenii  Balakin*. – Ayer, Dmitri Medviédev manifestó en un artículo político: “El tiempo de las metrópolis ha llegado a su fin”.

Dado que el autor no sólo es el presidente del partido político más grande de Rusia (el oficialista “Rusia Unida”, HK), sino también el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, cada palabra adquiere un significado nacional. Al abordar temas que serán de interés principalmente para los lectores extranjeros y centrarse en la crítica del sistema neocolonial como tal, Medviédev invariablemente volvió al tema más urgente para los ciudadanos rusos: el conflicto en Ucrania.

El conflicto ucraniano es esencialmente global, ya que conduce no sólo a la clarificación de fronteras y a un cambio en el equilibrio de poder en Europa del Este, sino a la reestructuración de la arquitectura política mundial en su conjunto. Nuestros oponentes, que han declarado una cruzada de “democracia contra autocracia”, lo entienden bien. Insistiendo en dividir el mundo precisamente según este principio, están dispuestos a reconocer a Ucrania como un Estado democrático y al batallón nazi Azov (formación paramilitar del régimen de Kíev, HK) como una estructura democrática.

Sin embargo, es poco probable que el posible ascenso de los republicanos al poder en las elecciones del 5 de noviembre revierta esta cruzada. Necesitamos de manera vital nuestra propia estrategia a escala global, describiendo el conflicto en Ucrania en su acepción global. Por eso, en febrero de este año se creó en Moscú el movimiento anticolonial mundial “¡Por ​​la libertad de las naciones!”, que contó con el apoyo de representantes de más de 50 países.

El objetivo clave del movimiento es “la erradicación de las prácticas modernas de explotación y hegemonía”. Al examinar en detalle los crímenes colonialistas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, Medviédev revela los mecanismos mediante los cuales estos países continúan manteniendo el control sobre estados formalmente soberanos en todo el mundo. Entre ellos se encuentran el neocolonialismo monetario (el arma favorita de Francia en el continente africano), el neocolonialismo de la deuda, las prácticas neocoloniales religiosas, la colonización ideológica (aquí la primacía, por supuesto, pertenece a los Estados Unidos), el neocolonialismo legal (utilizado expertamente por Gran Bretaña en su antiguas colonias), el neocolonialismo verde/climático, el neocolonialismo «amigable» y la dictadura digital.

Si el bloque euroatlántico propone una confrontación bastante artificial entre autocracias y democracias, entonces Rusia, por la pluma de Medviédev, presenta su propia propuesta: “globalismo multipolar” versus “neocolonialismo global”. Este postulado es, sin duda, más atractivo para la mayoría mundial, ya que, en primer lugar, afirma la soberanía de todos los Estados reconocidos por el derecho internacional y la diversidad de sus sistemas políticos (a diferencia del modelo occidental, donde la palabra “autocracia” es un estigma), y en segundo lugar, implica una compensación económica para todas las víctimas del colonialismo. Medviédev utiliza una amplia base de evidencia para citar cifras realmente impresionantes:

“El daño total a la economía cubana por el embargo impuesto en 1960 en octubre de 2023 ascendió a 159,8 mil millones de dólares. Durante el período de restricciones unilaterales contra Irán en 1984-2000, el costo promedio anual de las sanciones fue de 80 millones de dólares. <..> durante el período de sanciones multilaterales de 2006 a 2012, esta cifra fue de 5.700 millones de dólares por año <…> En los siete años transcurridos desde el inicio de las sanciones impuestas en 2015 contra Venezuela, la pérdida del PIB de este país latinoamericano, como afirmó su presidente Nicolás Maduro en enero de 2024 en su discurso anual a la nación, alcanzó los 642 mil millones de dólares estadounidenses <…> Teniendo en cuenta que los traficantes de esclavos se llevaron más de 12 millones de personas de África, las reparaciones para compensar la trata transatlántica de esclavos podría ascender al menos a 100 billones de dólares estadounidenses».

Así, los países que constituyen la mayoría mundial tienen razones muy convincentes para apoyar al nuevo Movimiento de Países No Alineados (cuyo paralelo con el primigenio trazó Medviédev), especialmente porque están convocados a desarrollar en conjunto mecanismos jurídicamente correctos para reclamar daños y perjuicios a las potencias (neo)coloniales, cuyo resultado debería ser «la institución de la Nuremberg anticolonial».

Sin embargo, el triunfo de este enfoque es imposible sin resolver la crisis ucraniana. En este contexto son extremadamente importantes las declaraciones de ayer de Vladimir Putin en la reunión con los dirigentes del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Tras presentar una vez más la iniciativa de paz, el Presidente ruso no sólo repitió disposiciones previamente establecidas (desnazificación, desmilitarización, negativa a unirse a la OTAN; estatus neutral, no alineado y libre de armas nucleares para Ucrania; levantamiento de todas las sanciones ilegales a nuestro país), sino que también por primera vez exigió públicamente la retirada total de las tropas ucranianas de todos los nuevos territorios (de hecho, históricos) de Rusia. Añadió asimismo que las próximas condiciones para el inicio de las negociaciones de paz serían diferentes (es decir, peores para la otra parte).

Las declaraciones sincronizadas de Putin y Medviédev tienen un doble efecto. Por un lado, estamos viendo un aumento de lo que está en juego en la confrontación geopolítica con el bloque euroatlántico. Por otro lado, se le ofrece a la mayoría mundial una alternativa real a la locura que trae consigo el neocolonial “orden basado en reglas”. Esto es especialmente cierto en vísperas de la cumbre en Suiza, a la que tienen previsto asistir representantes de más de 90 países. Si el bloque euroatlántico está verdaderamente interesado en poner fin a las hostilidades en Ucrania, simplemente no existe hoy otra alternativa al plan de Putin y tiene sentido considerarlo sólo en la cumbre. De lo contrario, es posible que la opinión del “neocolonialismo global” no se tenga en cuenta en absoluto a la hora de formar las estructuras del “globalismo multipolar” propuesto por Medviédev.

Recordemos que esta no es la primera vez que el ex y el actual presidente de Rusia hacen declaraciones conjuntas sobre Ucrania y su papel en el contexto global. En 2021, poco antes del inicio de la Operación Militar Especial, Vladimir Putin publicó un artículo “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos” y Dmitri Medviédev publicó el suyo “Por qué los contactos con los actuales líderes ucranianos son inútiles”. Entonces ni Ucrania ni el bloque euroatlántico los escucharon. El resultado es la pérdida de territorios por parte del régimen de Kíev y la rápida reducción de la hegemonía occidental.

Ahora los centros de poder que componen el bloque euroatlántico (principalmente Estados Unidos) todavía tienen una oportunidad teórica de ocupar el lugar que les corresponde en la arquitectura global propuesta por Medviédev como uno de los polos. Del mismo modo que Ucrania mantendrá su condición de Estado (algo cada vez menos creíble), aunque de forma truncada. El que aprovechen esta oportunidad es una cuestión retórica. Pero la próxima propuesta presentada por Putin y Medviédev será peor para ellos. Mucho peor…

Evguenii Balakin* columnista de Ria Nóvosti

Este artículo ha sido publicado en el portal Ria Nóvosti/Traducción y adaptación Hernando Kleimans

Foto de portada: Internet

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