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El Salvador: más razones para la protesta

Por Raúl Llarull*. Especial para PIA Global. –
Como cada año, este 1 de Mayo, Día Internacional de la Clase Trabajadora, representa una oportunidad para la protesta y la solidaridad.

En esta ocasión, a las tradicionales reivindicaciones de la clase obrera se suma la imperiosa necesidad de defensa del derecho a la vida, al trato digno entre personas, pueblos y naciones. En las actuales circunstancias, parece inconcebible no pensar en una jornada mundial de protesta y exigencia, de resistencias masivas y expresiones de condena ante un fascismo recargado que amenaza la existencia de millones de personas.

Las acciones de Donald Trump para expulsar de su país a una parte de su fuerza de trabajo migrante, que históricamente ha generado altas plusvalías a la patronales, gracias a las diferencias salariales respecto de lo que hubieran tenido que pagar a sus trabajadores blancos nativos, es también una búsqueda del disciplinamiento de la fuerza laboral local.

Hoy el objetivo de “hacer grande a EEUU de nuevo”, implica también que las plazas que ocupaban y aún ocupan millones de migrantes indocumentados, pasen a ser ocupadas por trabajadores locales, reduciendo tasas de desempleo, pero pretendiendo que cobren lo que sus hermanos y hermanas migrantes.

En pocas palabras, más allá de discursos populistas, también contra la clase trabajadora de EEUU apuntan las políticas de Trump al servicio de la oligarquía tecnológica y el capital financiero globalizado, que han unido fuerzas para estabilizar el capitalismo dentro de sus fronteras, pero sin dejar de incrementar significativamente sus tasas de ganancias y concentración de riqueza.

La marcha por la defensa de derechos universales conquistados no tiene fronteras. En cada país tendrá, seguramente, expresiones particulares, pero hay temas que recorrerán el planeta. Más allá de las específicas reivindicaciones a tener un trabajo, a que éste sea digno, a que el costo de la vida y la injusta distribución de riqueza deje de aplastar las condiciones materiales de vida de millones de seres humanos empujándolos a la pobreza y hasta a la miseria, otros temas trascienden y aún superan estas justas causas.

Sin duda, destacan aquellos que implican la defensa de la humanidad y de la vida, y entre ellos deberían figurar dos de enorme trascendencia: el impostergable reclamo del cese al genocidio sionista contra el pueblo palestino, sometido a una salvaje ofensiva, que recuerda los momentos más oscuros de la humanidad, aquellos que, precisamente, eran dramáticamente oscuros por haberse desarrollado en medio del silencio cómplice de infinidad de naciones. No podemos seguir mirando indiferentes el exterminio de un pueblo.

El segundo tema que atraviesa fronteras es el reclamo activo en defensa del derecho a la migración, la denuncia a su criminalización y la imprescindible presentación del problema como un asunto global.

Es cierto que hoy la brutalidad y sadismo de las políticas estadounidenses anti-inmigrantes las pone en primer plano, pero esta condena no debe hacernos olvidar ni dejar de seguir condenando las inhumanas prácticas de la Unión Europea contra inmigrantes de todo el mundo, sobre todo de África, Medio Oriente y Europa del Este.

En el caso de EEUU, la criminalización y “bestialización” de la población migrante por parte de Trump y su pandilla de supremacistas neofascistas, golpea de lleno a América Latina, y se ha transformado también en una vergüenza para El Salvador.

El concepto «bestialización» se origina en las enseñanzas de Frantz Fanón en referencia a la forma en que el colonialismo y el racismo pueden dehumanizar a los oprimidos, reduciéndolos a un nivel inferior al humano, animalizando sus vidas. 

Aquella visión de Fanón se puede aplicar hoy con todo rigor a la forma en que el racismo trumpista y sus cómplices en el mundo presentan y tratan a las comunidades migrantes pobres, desplazadas por conflictos, hambre, persecución, desde el sur global al norte hoy en crisis, que representaba una supuesta tabla de salvación para millones de seres humanos; aquel sueño americano se ha convertido en pesadilla de miles de familias.

A todos los efectos, el gobierno de El Salvador, no solo se ha hecho cómplice de las peores y más criminales políticas contra migrantes, tanto salvadoreños como de otros países del continente, sino que al hacerlo ha sellado su destino y se ha condenado. Amarrado a Trump, su posición ante un mundo que empieza a despreciarlo, es de evidente debilidad.

En El Salvador, sin duda, estas justas causas se sumarán a las propias de carácter local en la marcha de este 1M, cuando las y los trabajadores saldrán desde el Monumento al Salvador del Mundo, dejando en evidencia el deterioro político constante y creciente de un gobierno cada vez más dependiente de la voluntad de Washington y del control social que debe ejercer de manera permanente, mediante el régimen de excepción, apoyado en  la fuerza armada, último bastión en que asentará su poder la dictadura en curso.

Así las cosas, la marcha del 1M reflejará la resistencia y la lucha contra los masivos despidos de empleados públicos a consecuencia de las políticas de ajuste fondomonetaristas; incluirá a miles de familias que vivían del comercio informal y hoy se encuentran desplazadas de toda zona con potencial para desarrollar su labor. 

Acogerá sin duda a las víctimas de violaciones a los derechos humanos, familiares de víctimas inocentes del régimen de excepción. No faltarán los reclamos al pago de las millonarias deudas gubernamentales con la Universidad de El Salvador, ni las consignas en defensa de la educación y la salud, crecientemente amenazadas por el abandono oficial.

Sin duda se hará sentir el reclamo en contra de la minería metálica, el abandono del campo, la entrega de la soberanía nacional, y las exigencias de aumento al salario mínimo realista y no la oferta populista que lanzó el presidente, intentando ocultar escándalos que cada vez lo dejan en peor predicamento.

Tampoco faltarán los reclamos por la desaparición de personas, sobre todo de mujeres, y las denuncias ante las deplorables e inhumanas condiciones de vida en las saturadas cárceles de la dictadura, que incluye ya la muerte de al menos 380 personas en manos del Estado.

Drogas, deslaves y salarios mínimos

Tres hechos recientes permiten calibrar la magnitud del pantano en que el régimen dictatorial se está hundiendo, sin que sus reaccionarios asesores venezolanos y colombianos, representantes de lo peor de las corrientes fascistas de aquellas naciones, encuentren distractores adecuados, como lo hacían en otros tiempos.

Las autoridades panameñas acaban de confirmar la incautación de un alijo de drogas en un contenedor con café de la marca gubernamental Café de El Salvador.

Según las autoridades panameñas, el rastro del material permite conocer que salió del puerto de Acajutla, en El Salvador, el 8 de abril y que contenía 1152 paquetes de presunta droga con destino a Bélgica, adonde se estimaba llegaría el 4 de mayo.

Descubierto el cargamento, que ha tenido que superar los controles de la autoridad aeroportuaria (CEPA), de Aduanas, de las agencias y unidades militares y policiales antidrogas, todas de El Salvador, ni la Fiscalía ni mucho menos el gobierno, ha salido a declarar al respecto. Tampoco han respondido las consultas enviadas por la prensa local, pero eso ya es habitual. Peor aún, el intento de desviar la atención por parte del ministerio de Defensa de El Salvador, con fotos extremadamente dudosas del supuesto contenedor incautado, no hizo más que aumentar las dudas

Cuando arreciaban las críticas y cuestionamientos a este hecho, que podría involucrar directamente al gobierno, aparece un mensaje en redes sociales del presidente proponiendo un risible aumento del 12% al salario mínimo a partir de junio.

Más allá de que el porcentaje resulta muy inferior al reclamado por sindicatos y economistas, que hacían girar sus estimaciones entre 25% – 40%, la primera reacción de diversos sectores sociales fue interpretar el anuncio como una cortina de humo para ocultar otros problemas.

No solo el caso del contenedor en Panamá representa un incómodo incidente para el gobierno. La avalancha de senadores del Partido Demócrata de EEUU, llegando a El Salvador para reclamar por migrantes secuestrados sin haber cometido delito alguno, ha cobrado un simbolismo con alto perfil internacional, que en igual medida va dejando en evidencia al régimen dictatorial como notorio violador de derechos humanos, vergonzosamente sumiso a los designios de Washington y dando la espalda claramente al resto de países latinoamericanos y caribeños.

Si todo lo anterior ya deteriora sobremanera una imagen muy golpeada, la situación económica del país pone en evidencia la incapacidad del clan gobernante para llevar adelante su tarea.

En el aspecto económico, ya no bastan las ocurrencias presidenciales, como el anuncio, esta pasada semana, que El Salvador crecería un 5% en 2025. Casi en simultáneo, el Banco Mundial (BM) le corregía la plana, rebajando su propia estimación previa en cinco décimas, pasando de 2.7% que el mismo BM había previsto en octubre pasado, a 2.2%. El Salvador sería el único de la región en no alcanzar el 3%.

La proyección del BM es aún más baja a la estimada por el FMI, que dijo desde diciembre pasado, cuando se aprobó el Acuerdo de Servicio Ampliado, que esperaba que el país creciera este año 2.5%. El Salvador sigue siendo, y de manera constante, el de más bajo crecimiento de la región. Las inversiones jamás llegaron, y el turismo dejó de crecer, pese a la propaganda y las ocurrencias.

El anuncio de aumento al salario mínimo tampoco logra ocultar el endeudamiento público. El Salvador aumentó el saldo de su deuda externa en $1,450 millones solo en 2024, según los datos del Banco Central de Reserva (BCR). Este salto es el más importante desde que esa entidad tiene registros, 1991.

El aumento es incluso mayor que el de 2020, el año de la pandemia, cuando la economía global se cerró. Entonces, el alza fue de $1,171.44 millones, casi $300 millones menos que en el ejercicio recién pasado.

Y como si todo esto no fuese suficiente, este fin de semana se registró el enésimo deslave en una obra vial presentada como emblemática por el Ministerio de Obras Públicas, la Carretera de Los Chorros. Un camión soterrado y su conductor herido, pero que salvó la vida, fue el saldo que, de haberse producido en horas de alto flujo y no a la madrugada, hubiera generado una auténtica tragedia. 

Así las cosas, en El Salvador y en el mundo. Bastan y sobran razones, en uno y otro caso, para que los sectores populares, con las fuerzas trabajadoras y sindicales organizadas a la cabeza, se movilicen este próximo 1 de Mayo en defensa de la vida, del trabajo, de la dignidad, de sus derechos amenazados, y de una paz en el mundo que resulta cada vez más esquiva ante el avance de la extrema derecha y sus banderas de odio.

Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: Emerson Flores.

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