Afganistán ha dado un paso político con implicaciones que trascienden sus fronteras. El líder supremo, Haibatulá Ajundzadá, firmó un decreto que elimina el carácter provisional del Gobierno, estableciendo que los ministros deben dejar de emplear la fórmula “en funciones”.
Esta decisión, que coincide con el cuarto aniversario del regreso del movimiento talibán al poder, marca un cambio de paradigma en la consolidación institucional del país y en su papel dentro de la arquitectura geopolítica de Asia Central y del Sur.
Del vacío de poder a la consolidación interna
El anuncio pone fin a una etapa de transición que comenzó tras la retirada de las fuerzas estadounidenses en 2021. Aquella primavera, el movimiento talibán emprendió una ofensiva que culminó con la toma de Kabul el 15 de agosto, sin apenas resistencia armada, y la posterior formación de un gobierno temporal.
Durante estos cuatro años, Afganistán ha operado bajo un esquema provisional que dificultaba su reconocimiento diplomático pleno y limitaba su participación formal en acuerdos internacionales.
El reciente decreto busca proyectar estabilidad política y administrativa, un factor clave para atraer inversiones y fortalecer los vínculos comerciales que el país necesita para salir del aislamiento.
Más allá de lo político, Afganistán ocupa una posición geográfica que lo convierte en pieza esencial para las rutas comerciales euroasiáticas. Situado en el corazón del continente, conecta mercados y corredores energéticos que unen el Golfo Pérsico, Asia Central, China y el subcontinente indio.
Su estabilidad resulta crucial para proyectos como el Corredor Económico China–Pakistán (CPEC), las rutas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), y el tránsito de mercancías hacia Irán y los puertos del océano Índico.
Es en este contexto que la regularización del estatus gubernamental puede enviar una señal de previsibilidad institucional a socios potenciales y actores regionales interesados en explotar la posición de Afganistán como nodo de tránsito.
Reconocimiento internacional y nuevas alianzas
El cambio también se produce en un momento de reconfiguración diplomática. El 17 de abril, el Tribunal Supremo de Rusia levantó la prohibición de las actividades del movimiento talibán en su territorio, y posteriormente Moscú reconoció oficialmente al Emirato Islámico de Afganistán.
Este acercamiento quedó simbolizado con la llegada del nuevo embajador afgano a Rusia, Mowlavi Gul Hasán, el 1 de julio, y la entrega de cartas credenciales al viceministro Andréi Rudenko el 3 de julio.
La apertura hacia Rusia no es un gesto aislado: forma parte de un movimiento más amplio por parte de Kabul para tejer relaciones con potencias regionales que ven en la estabilidad afgana una condición indispensable para expandir sus corredores comerciales y energéticos.
El fin del carácter provisional del gobierno no resuelve automáticamente los desafíos internos: la situación humanitaria sigue siendo delicada, persisten tensiones étnicas y el reconocimiento internacional aún no es unánime.
Sin embargo, la señal política enviada por el decreto puede interpretarse como un intento de Afganistán de pasar de un Estado en transición a un actor más estable, dispuesto a integrarse en las redes comerciales y diplomáticas de Eurasia.
Si la estabilidad interna se consolida, Afganistán podría transformarse de un terreno históricamente asociado al conflicto en un espacio de conexión estratégica, capaz de articular flujos comerciales y energéticos vitales para la región.
Su futuro, en gran medida, dependerá de cómo logre equilibrar sus intereses internos con las oportunidades que ofrecen sus rutas hacia el sur y el centro de Asia.
*Foto de la portada: AFP

