Aunque sea difícil de creer, hasta 2019, China todavía pensaba que era posible construir su modelo económico y su sociedad sin enfrentamientos estratégicos de ningún tipo. Esa es la razón por la que en todo momento eludió la retórica confrontacional, asegurando de forma permanente que no aspiraba a la hegemonía global ni a ser una amenaza para ningún otro país. La filosofía de su política exterior se basa en la cooperación, el multilateralismo y la práctica del ganar-ganar, eludiendo la doctrina suma cero propia de los sistemas bipolares.
En marzo de 2018, Estados Unidos inició un nivel inédito de conflicto que se conoció genéricamente como “guerra comercial” pero que alcanzó otras áreas: académicas, militares, tecnológicas, científicas, comunicacionales y otras que habían permanecido bastante ajenas del eje de las desavenencias.
Pero lo que pareciera haber rebasado la infinita paciencia china es el posicionamiento de Estados Unidos en sus asuntos internos como la situación de los derechos humanos en Xinjiang y el Tíbet y sobre todo la injerencia directa en el fomento de las acciones violentas de manifestantes en Hong Kong en 2019 que sobrepasó cualquier nivel de aceptación china de su voluntad para establecer relaciones internacionales en un marco de armonía y equilibrio.
Todo esto hizo que China despertara de su “sueño dorado” en el que consideraba a Estados Unidos un país amigo, por lo menos en su retórica pública. En este contexto, sin caer en la provocación, sosteniendo su discurso de no agresión y coexistencia pacífica, se ha visto obligada a tomar decisiones en salvaguarda de su soberanía, su integridad territorial y en defensa de sus planes y proyectos de desarrollo.
Este es el contexto que permite conocer y comprender los argumentos que sustentan las decisiones que ha tomado y las acciones que ha ejecutado China tanto de política internacional como doméstica en el marco de la operación militar de Rusia en Ucrania.
Unos días antes del inicio de la respuesta bélica de Rusia a la expansión de la OTAN hacia el este, el presidente Vladimir Putin visitó Beijing. Queda en el terreno de la especulación si Putin informó al presidente Xi sobre la decisión que tal vez en ese momento ya había tomado respecto de la potencial instalación de la respuesta a las acciones de la alianza atlántica en las cercanías de las fronteras occidentales de Rusia. Sin embargo, en el encuentro -según el reporte posterior de la presidencia de Rusia.- se acordaron una amplia gama de temas relacionados con la cooperación práctica en los ámbitos comercial y económico, energético, financiero e inversionista, científico-técnico y humanitario.
Se resaltó el «importante papel estabilizador» de ambas naciones en el actual entorno internacional, dirigido a facilitar la democratización e inclusividad de las relaciones interestatales. Así mismo, se prestó especial atención a la cooperación energética entre ambas naciones.
La Declaración Conjunta firmada tras la visita, sentó los principios y las normas con las que se proponen superar el caos actual y organizar el Nuevo Orden Mundial. Las partes hicieron un llamado a todos los países del mundo “para que busquen el bienestar para todos y, con estos fines, construyan el diálogo y la confianza mutua, […] defiendan valores humanos universales como la paz, el desarrollo, la igualdad, la justicia, la democracia y la libertad, respeten el derecho de los pueblos a determinar de forma independiente las vías de desarrollo de sus países […], busquen una auténtica multipolaridad en la que las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad desempeñen un papel central y de coordinación, promuevan unas relaciones internacionales más democráticas y garanticen la paz, la estabilidad y el desarrollo sostenible en todo el mundo”. Todo esto ocurrió antes de la operación especial rusa en Ucrania.
Solo unos días después, el 8 de febrero la misión diplomática de China en la Unión Europea afirmó en un comunicado que la expansión del bloque atlántico no es “propicia para la seguridad y la estabilidad mundiales”, criticando de esa manera la política expansiva de la OTAN hacia el este, agregando en el documento que “la OTAN es un remanente de la Guerra Fría y la alianza militar más grande del mundo”, que sigue creciendo y ampliando sus acciones treinta años después de la caída de la Unión Soviética. Con esto, ya no solo de forma tácita, sino que explícitamente se exponía una coincidencia en el análisis de China y Rusia acerca de la agresiva política expansionista de la OTAN.
Este enfoque resulta muy interesante a la luz de lo que venía siendo el análisis tradicional en China, que marcaba – y de alguna manera sigue marcando- una diferencia estructural en el trato de Occidente hacia China y Rusia. En un artículo publicado en enero de este año por el doctor de la Universidad de Stanford Yu Bin, investigador jefe del Instituto de Estudios Estadounidenses de Shanghái, para una publicación de la Sociedad Euroasiática de Ciencias de Sistemas, el autor planteó que existe una “clara diferencia en la temperatura” de las relaciones de Estados Unidos con China y con Rusia, aseverando que desde el fin de la Unión Soviética, Estados Unidos nunca ha renunciado a atraer a Rusia mientras apuntaban al “estancamiento, regresión, reversión y deterioro” de las relaciones chino-estadounidenses. Según el Dr. Yu, esta «asimetría» en la política de Estados Unidos hacia China y Rusia no puede explicarse únicamente por factores estructurales como la fuerza y la geografía. Opina que “la conciencia colectiva de la sociedad estadounidense en los niveles cognitivos, culturales e incluso civilizado/racial está determinada por la toma de decisiones principales”.
Con respecto a la situación creada en Ucrania, el catedrático chino opina que en los últimos años, Estados Unidos ha definido con frecuencia a China y Rusia como competidores estratégicos, aunque el establishment estadounidense, especialmente los realistas, nunca han renunciado a luchar por el retorno de Rusia. No obstante la crisis en Ucrania, pareciera estar llevando a un cambio de esa percepción sobre la base de la constatación de que Estados Unidos no tiene capacidad para una «guerra de dos frentes» en el juego triangular entre China, Estados Unidos y Rusia.
Por lo tanto, China debería tomar medidas preventivas a fin de bregar en el largo plazo con un probable deterioro continuo de las relaciones con Estados Unidos, facilitando de esa manera una mayor comprensión de la dirección y la fuerza de la interacción trilateral entre China, Estados Unidos y Rusia. Visto de otra manera, China ha percibido que la agresión de la OTAN contra Rusia es sólo un primer paso para el ataque contra Beijing, que es el real objetivo estratégico de Estados Unidos y la OTAN. Yu considera que el problema de fondo es que: «Un fantasma persigue a Occidente: el fantasma de una alianza chino-rusa, real o imaginaria»
No obstante, China ha tratado de ser prudente, observar y prepararse para lo que pudiera venir, sobre todo porque en ciertos sectores de la opinión pública occidental se intenta establecer un paralelo entre la situación de Ucrania con Rusia y la de Taiwán con China.
En un artículo posterior publicado en la revista especializada “Russia in Global Affairs” a comienzos de abril, el mismo Dr. Yu aduce una neutralidad «bastante sincera», de China en el conflicto actual debido a que tanto Rusia como Ucrania son «socios estratégicos» de China, lo cual a todas luces es solo una verdad a medias. Esta vez, Yu conjeturó que la operación militar en curso en Ucrania «socava seriamente los intereses de Pekín, incluido su extenso programa de inversión extranjera en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta, para la cual Ucrania ha sido un importante centro regional».
Según Yu, esta posición no es estrictamente comercial sino que también obedece a principios filosóficos de «humanismo, pragmatismo y realismo político» ya que a muchos les preocupa que la actual retórica de escalada hacia el conflicto en Ucrania pueda llevar a una guerra mayor. En este marco, China está preocupada por “garantizar una seguridad equilibrada y duradera para todas las partes”, razón por la cual, sigue principios históricos de su política exterior de carácter independiente que tienen origen en su rechazo a constituir alianzas militares. En el caso de su relación con la Unión Soviética primero y después con Rusia, China ha pasado de la alianza al enfrentamiento ideológico y de ahí a la “coexistencia pragmática”. Es decir, hoy existe una alianza porque a ambos le conviene pero los recelos, las dudas y la desconfianza se mantienen. Más que más, Rusia es un país occidental y China no.
Por ello, la Cancillería china se ha esforzado en mantenerse distante e independiente del conflicto en Ucrania, marcando clara distancia de las actuaciones de Washington y Bruselas que han asumido posiciones a favor de incentivar el conflicto y la guerra. Esta decisión se ha mantenido a pesar de las amenazas veladas y no tan veladas que tanto Estados Unidos como Europa han proferido contra China
El papel de China en el conflicto ha estado vinculado a sostener una política exterior independiente de paz, teniendo su propia opinión sobre el asunto y haciendo un gran esfuerzo a su manera por desempeñar un papel constructivo para aliviar la situación, promover conversaciones de paz y prevenir crisis humanitarias. De acuerdo al gobierno de China, “se debe resistir la mentalidad de la Guerra Fría y la confrontación campal. China y muchos países, incluidos los países en desarrollo, tienen la misma posición sobre este tema”.
Así mismo, Beijing siempre se ha opuesto a las sanciones unilaterales sobre la base de que lo más importante no es quién quiere ayudar a Rusia a eludir las sanciones, sino por qué el comercio y la cooperación normal entre países, incluidos China y Rusia, se han visto dañados innecesariamente. De igual forma, estiman que la pregunta es ¿por qué hay países que intentan utilizar las sanciones para intensificar los conflictos y dividir el mundo? En este sentido, China cree que asumir una actitud anti rusa enfermiza no ayuda a solucionar el problema, sino que se debe aspirar a que las partes se acerquen, conversen y acuerden el cese de las hostilidades y el fin del diferendo, en vez de aumentar las sanciones e intensificar los conflictos.
Notas:
*Analista internacional. Exdirector de Relaciones Internacionales de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.
Fuente: Colaboración
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