Un parto plagado de dificultades, pues se realizó en momentos en que el relato neoliberal parecía consolidarse como el único posible para la humanidad y fundamentalmente para los países de nuestramérica.
En Venezuela se dio un fenómeno muy particular, el electorado popular se vio convocado por un nuevo proyecto que la llevó a romper con los moldes anquilosados del bipartidismo para volcarse con entusiasmo hacia la construcción política de una alternativa de cambio orientada a consagrar las necesidades de los sectores históricamente invisibilizados y empobrecidos.
Bajo la estratégica conducción del comandante Hugo Chávez, se fueron tendiendo los puentes institucionales que permitieran la convocatoria electoral para llevar adelante un gran acuerdo social incluyente y nacionalista que le diera forma legal a los anhelados sueños de justicia social e independencia política y económica que el país necesitaba para despegar del tutelaje geopolítico de los centros del poder imperial anglonorteamericano.
Así, con el llamado a debatir y aprobar en elecciones libres e incluyentes, una nueva Constitución, aparecía en escena la Revolución Bolivariana y su ejemplo para la construcción de una democracia participativa y protagónica.
Se ponía en marcha una nueva etapa en la construcción de los sueños del libertador Simón Bolívar. Una Constitución discutida y votada desde el pueblo que tendría por delante el desafío de reconvertir la vieja institucionalidad para dar paso a una democracia que no restringiera derechos y saneara la inequidad legal con la que se valieran las multinacionales y la oligarquía para saquear el país.
El imperialismo norteamericano y las grandes multinacionales petroleras, junto a la corrupta clase política beneficiarias de la economía rentística, la iglesia y los medios hegemónicos de información, al igual que los terratenientes, los especuladores financieros y los militares funcionales al generalato del departamento de Estado norteamericano y la CIA, tomaron nota prontamente del fenómeno bolivariano y comenzaron una batalla destituyente que continúa hasta estos días.
Una revolución no se realiza mediante una receta previamente establecida, es un proceso vivo que se nutre del despertar de conciencia y de la voluntad de lucha de los pueblos, tanto es así que la puesta en escena del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, experimentó esa realidad, impensada por ellos, de ver a un pueblo dispuesto a todo para mantener el camino trasado por el comandante Chávez.
A partir de ese momento en el que la élite pretendía volver a la Venezuela de la década del 60, se reafirmó que el pueblo quería e imponía una República Bolivariana en Venezuela y que nada ni nadie podría quebrar ese destino.

Meses después del golpe criminal civil-empresarial-sindical-clerical y militar, vendría el zarpazo petrolero desde la PDVSA cooptada por las sanguijuelas multinacionales, con el que pretendieron desangrar al país económicamente y enfrentar por hambre a los sectores populares. Fracasaron estrepitosamente ante la solidaridad y la comprensión patriótica del pueblo venezolano, que volvió a identificar la presencia del enemigo externo en el accionar cipayo de los actores nacionales que dieron pie a esa nueva patraña golpista.
Los mismos políticos que desconocieron a la soberana Constitución de 1999, se acogieron a ella para convocar a un referéndum revocatorio para el 15 de agosto del 2004, y ese pueblo que en las calles había demostrado su autodeterminación revolucionaria, reafirmaría con el 59,1 % de los votos, que el camino trasado seguiría en pie y que pueblo y gobierno bolivariano eran una unidad monolítica.
Con una división táctica cada vez mayor, la oposición venezolana optó por la salida violenta y siguiendo los libretos del politólogo norteamericano Gene Sharp y de Steve Bannon, o simplemente las órdenes del Departamento de Estado norteamericano, ejecutó un trabajo de pinzas contra el gobierno bolivariano combinando la incursión de mercenarios extranjeros, la participación de grupos delincuenciales venezolanos y el apoyo político-diplomático -logístico y financiero de los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos y Canadá para generar el caos y la ingobernabilidad en el país y el descrédito internacional para utilizar los instrumentos injerencistas tendientes a acorralar al gobierno bolivariano.
Desde este laboratorio destituyente con epicentro en Miami y Washington, surgieron el grupo de Lima, las campañas pro “derechos humanos y migratorios” y la aplicación de sanciones, secuestro de funcionarios en el exterior como el caso del empresario Alex Nain Saab Morán, o la incautación del patrimonio venezolano en el exterior que de manera artera fue saqueado para financiar una campaña subversiva trasversalizada por una trama mafiosa que sirvió para enriquecer las corruptas arcas de muchos de los “salvadores de la Libertad y la democracia”.
El parapeto montado alrededor de Juan Guaido y la figura de “presidente interino” sumado a los llamados a intervención extranjera para derrocar al gobierno de la golpista María Corina Machado aportaron para que desde el 2015 se intensificaran las campañas contra el país caribeño y su gobierno.
En el 2019 Donald Trump anunció que congelaría 7.000 millones de dólares de activos venezolanos en su país y bloquearía los 11.000 millones de dólares más por ingresos estimados de las ventas de petróleo durante el año siguiente, activos pertenecientes a Citgo, que posee tres refinerías en Estados Unidos, una red nacional de oleoductos y más de 5.000 gasolineras en la costa este.
Junto a esto, en aquel entonces, el diputado opositor Carlos Paparoni, manifestaba que habían identificado 30 cuentas del Estado en el extranjero con toda la información «de fondos, activos, firmas y transacciones» de las 70 repartidas en total en todo el mundo y que, de ellas, habían ejecutado la “protección” de unos US$3.200 millones en activos líquidos, en cuentas, y en inmuebles por unos US$8.000 millones.
Miles de millones de recursos líquidos y activos sometidos a expropiación para ahogar al gobierno legítimo de Venezuela, llevada a cabo por las mafias apátridas proimperialistas, que ni siquiera repararon en las consecuencias de la pandemia del Covid-19, y que en la actualidad actúan con más fuerza ya que en el clima electoral del 28 de julio de este 2024, vuelven a presentir la posibilidad de un nuevo fracaso.
A semanas del acto electoral que contará con el acompañamiento de más de 200 personalidades de los cinco continentes, África, América, Asia, Europa y Oceanía y con la participación de 13 opciones para elegir presidente, el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha convocado a todos los candidatos participantes a la firma de un Acuerdo de Reconocimiento de Resultados de la Elección Presidencial propuesto por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de cara al 28 de julio.
Para este evento, de significativa importancia por la trascendencia del próximo acto electoral, acudieron, el presidente Nicolás Maduro, aspirante a renovar su mandato; Antonio Ecarri de Alianza Lápiz; Luis Eduardo Martínez por Acción Democrática y Copei, entre otros partidos; José Brito de Primero Venezuela; Daniel Ceballos, candidato independiente; Javier Bertucci, por El Cambio; Benjamín Rausseo, también independiente; y Claudio Fermín, por Soluciones para Venezuela.
El principal candidato de la oposición Edmundo González, de la Plataforma de la Unidad Democrática y Enrique Márquez, del partido Centrados, no acudieron a la cita, dejando visibilizar la agenda oculta que la oposición golpista prepara ante un fracaso en el plano electoral.
A todo esto y con la campaña electoral avanzada, la administración Biden continúa con su cruzada delincuencial contra Venezuela, volviendo a meter sus manos sobre la empresa venezolana Citgo para ejecutar la misma política con la que robara el avión venezolano Emtrasur-Conviasa, luego desguazado en Miami para ser vendido por partes.
Por tal motivo el gobierno expresó su más enérgico repudio, ante el silencio cómplice de muchos actores políticos del país y del exterior.


Al igual que con el saqueo sobre los bienes venezolanos, las fuerzas contrarrevolucionarias avanzaron sobre la provocación en el territorio en disputa del Esequibo, en este caso, con las declaraciones injerencistas del alto comisionado canadiense en Guyana, Mark Berman que manifestó a los medios, que “el Gobierno canadiense está preocupado por las tensiones entre Guyana y Venezuela”, a lo que el gobierno contestó.
Subestimaron a Nicolás
El 26 de marzo de 2014 escribía el siguiente artículo que bien vale la pena recordar
Han pasado 10 años desde la asunción de Nicolás Maduro, y la hegemonía imperialista unipolar de la entente otanista aglonorteamericana, ha sentido en carne propia como un nuevo por venir se acelera desde las impensables latitudes del sur multipolar.
Hoy la posibilidad de que Venezuela sea parte del BRICS, que ya maneja el 80 % del negocio petrolero mundial y que se reafirma como una revolucionaria expresión de las relaciones internacionales basadas en el respeto a las soberanías y a los desarrollos desiguales de los pueblos, constituye un golpe a los intereses políticos y económicos de la acorralada economía norteamericana y la de sus socios del G7.
Esta apertura y expansión de los BRICS+ y la franja y la Ruta de la Seda por nuestramérica se transformarían en una realidad irreversible con el triunfo bolivariano del 28 de julio, es por ello que no hay que desestimar los posibles escenarios violentos que desde Washington se preparen para evitar esa posibilidad.
La consolidación de Estados nacionales en la región, desafía la estrategia globalista del imperialismo que necesita aliados que le permitan avanzar en su expansión militar guerrerista y en su plan de saqueo y dominación mediante la explotación intensiva de los recursos naturales y el endeudamiento externo de los países.
También necesita de los recursos humanos y económicos que los mismos puedan aportar a su combate encarnizado contra las principales fuerzas del BRICS, Rusia, China e Irán y a la retroalimentación que las guerras aportan al aparato militar industrial y otras instancias ilícitas con las que robustecen al capital financiero especulativo.
Es por ello que las elecciones en Venezuela se transforman de un echo electoral nacional, a un echo de trascendencia regional y mundial, ya que su resultado sumará a uno u otro proceso en desarrollo.
Afianzará la dependencia a las fuerzas decadentes del G7 o abrirá las puertas a un mañana de prosperidad de la mano de la multipolaridad.
Esa es la cuestión vital que se pone en juego, y es por ello que no debemos permitir que el árbol nos impida ver el bosque. No perdamos de vista lo que ocurre en Ucrania, que de la mano de un aventurero locuaz que agitaba el estandarte de la “libertad”, pareciera tener sus días contados.
Oscar Rotundo* Analista político internacional, editor de PIA Global
Foto de portada: Internet