Durante este año, las negociaciones de paz entre el gobierno de Bashar al-Assad y Turquía, inicialmente prometedoras, se han visto socavadas por la reciente ofensiva del grupo terrorista Hayat Tahrir al Sham (HTS) en la región de Idlib. Este grupo, conocido anteriormente como Frente al Nusra, ha contado durante años con el respaldo de Ankara y, más recientemente, con el apoyo financiero y logístico de Estados Unidos.
La situación no solo revela la complejidad de los intereses en juego, sino también pone de manifiesto la política belicista de Washington y sus aliados, incluyendo a Turquía.
De la Esperanza a la Fractura
A principios de este año, las expectativas de una reconciliación entre Siria y Turquía parecían viables. Ambos gobiernos, con la mediación de Rusia e Irán, discutían un posible encuentro entre Bashar al-Assad y Recep Tayyip Erdogan. Este acercamiento se percibió como un intento de Ankara por redefinir su papel en la región, después de años de apoyar a grupos armados en Siria.
Sin embargo, en las últimas semanas, Turquía canceló abruptamente cualquier intento de diálogo directo con Damasco. Este giro coincide con la intensificación de la ofensiva de HTS contra las fuerzas gubernamentales sirias en Idlib y Alepo. La falta de compromiso turco con el cese al fuego y su aparente complicidad con grupos extremistas han generado dudas sobre la sinceridad de Ankara en las negociaciones.
El rol de Washington en esta dinámica es también crucial. Estados Unidos, que mantiene una presencia militar en Siria supuestamente para combatir al Estado Islámico, ha utilizado a grupos como HTS para debilitar al gobierno de Bashar al-Assad y frenar la influencia rusa e iraní en la región. Resulta llamativo que ni Turquía ni las fuerzas estadounidenses en Siria hayan sido atacadas por los yihadistas, lo que refuerza la percepción de que este grupo terrorista actúa con el beneplácito de estas potencias.
Por su parte, Rusia ha intensificado su apoyo a las fuerzas sirias para contrarrestar la ofensiva de los terroristas. Según el jefe adjunto del Centro Ruso para la Reconciliación de las Partes en Guerra en Siria, el capitán de primer rango Oleg Ignasiuk, las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia han eliminado al menos 200 terroristas en las provincias de Alepo e Idlib. Estos ataques se dirigieron contra equipamiento militar, puestos de mando, almacenes y posiciones de artillería de los yihadistas, en un esfuerzo por estabilizar la región y garantizar la soberanía siria.
«El Centro para la Reconciliación de las Partes en Guerra está registrando un continuo deterioro de la situación en la República Árabe Siria debido a la ofensiva conjunta del grupo terrorista Jabhat al Nusra y otras agrupaciones armadas de la oposición radical contra las posiciones de las fuerzas del Gobierno sirio en las provincias de Alepo e Idlib», señaló Ignasiuk.
El apoyo ruso no solo refuerza las capacidades del Ejército sirio, sino que también envía un mensaje claro a Turquía y Estados Unidos sobre los límites de sus maniobras en Siria. Moscú ha dejado en claro que no permitirá que el noroeste del país se convierta en un bastión terrorista utilizado para desestabilizar al gobierno legítimo de Damasco. Este enfoque refleja una estrategia a largo plazo para contrarrestar la injerencia occidental en Asia Occidental que aún sigue incrustado como un tumor malicioso causando estragos en la región.
A la vez siempre es necesario tener en cuenta que las regiones como Idlib han sido y siguen siendo un caldo de cultivo para el entrenamiento de terroristas procedente de países del Asia Central que luego desempeñan ataques terroristas en la Federación Rusa como también como ya se ha demostrado que grupos yihadistas combaten a favor del régimen ucraniano de Zelensky por lo cual esta región trasciende en su importancia a nivel global.
Entre la Ambigüedad y la Contradicción
Turquía ha desempeñado un papel ambivalente en el conflicto sirio. Si bien se presentó como garante del acuerdo de desescalada, también ha sido señalada por apoyar indirectamente a HTS y otros grupos armados. Este apoyo se ha traducido en provisión de armamento y financiamiento a través de redes clandestinas.
Recientemente, fuentes del Ministerio de Defensa turco indicaron que las tropas de Ankara están tomando medidas para garantizar su seguridad en la región. Sin embargo, estas declaraciones no explican el papel de Turquía en permitir que HTS ampliara su ofensiva. Esta contradicción pone en duda la intención de Erdogan de estabilizar la región y su disposición a colaborar con Damasco.
El respaldo de Estados Unidos a estos grupos también es evidente en la financiación y apoyo logístico que han recibido los grupos terroristas. Washington ha cerrado los ojos ante la venta ilegal de petróleo por parte de estos grupos, quienes extraen crudo de territorios ocupados y lo comercializan a través de redes internacionales.
Esta estrategia no solo enriquece a los grupos extremistas, sino que también debilita económicamente a Damasco. Además, permite a Estados Unidos mantener un control indirecto sobre los recursos energéticos de la región, consolidando su influencia en Asia Occidental. Las recientes acusaciones de Irán sobre un esquema orquestado por Estados Unidos y el régimen sionista para desestabilizar Siria refuerzan esta narrativa.
En respuesta a la ofensiva de HTS, las fuerzas gubernamentales sirias han lanzado una serie de ataques aéreos y operaciones terrestres para recuperar el control de las áreas ocupadas. El Mando General del Ejército de Siria informó que sus tropas, en colaboración con aliados, han infligido grandes pérdidas a los militantes, destruyendo decenas de vehículos y derribando 17 drones.
Rusia e Irán también han expresado su apoyo a Siria. Moscú calificó la ofensiva de HTS como “un asalto a la soberanía de Siria”, mientras que Teherán instó a tomar medidas coordinadas para erradicar el terrorismo en la región. Estas declaraciones subrayan la importancia de una coalición regional para contrarrestar la injerencia extranjera y restaurar el orden constitucional en Siria.
El Futuro de las Relaciones Siria-Turquía
El futuro de las relaciones entre Siria y Turquía se encuentra en una encrucijada, y su evolución estará marcada por los intereses geopolíticos de potencias globales y regionales. En este contexto, Estados Unidos emerge como el principal beneficiario del quiebre entre Ankara y Damasco, perpetuando una política de división en la región para mantener su influencia estratégica.
Washington ha apostado históricamente por desestabilizar gobiernos y fomentar conflictos internos en países clave de Asia Occidental, una estrategia que ha aplicado tanto bajo la administración de Joe Biden como durante el mandato de Donald Trump.
Para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, esta realidad debería ser una advertencia clara. Su política soberanista, aunque ambiciosa, lo expone a riesgos significativos si llega a desafiar los intereses de Estados Unidos en la región.
La experiencia demuestra que Washington no duda en orquestar “revoluciones de color” u otras formas de intervención indirecta para desestabilizar gobiernos que considera contrarios a sus objetivos geopolíticos.
En este sentido, Turquía no estaría exenta de enfrentar presiones similares si Erdogan decide priorizar su agenda nacional sobre las expectativas de Washington. Sin embargo, el panorama también ofrece lecciones importantes. Las potencias emergentes como Rusia y China han demostrado ser actores fundamentales en el mantenimiento de la soberanía de países que, como Turquía, buscan resistir la injerencia estadounidense.
Moscú, con su sólida presencia militar y diplomática en Siria, ha sido un aliado clave para Damasco, mientras que Pekín, a través de iniciativas económicas como la Franja y la Ruta, ha ofrecido alternativas para el desarrollo regional. Para Erdogan, esto implica que mantener relaciones constructivas con estas potencias no solo es estratégico, sino esencial para garantizar la estabilidad de su propio gobierno.
En paralelo, Turquía debería reconsiderar su enfoque hacia sus vecinos más inmediatos, como Siria e Irán. En lugar de perpetuar tensiones históricas o conflictos de intereses, Ankara tiene la oportunidad de construir una plataforma de cooperación regional basada en la paz, el entendimiento mutuo y la defensa conjunta de las soberanías nacionales. Este cambio de enfoque no solo reforzaría la posición de Turquía en Asia Occidental, sino que también debilitaría las estrategias divisorias promovidas por Washington.
La normalización de relaciones con Siria sería un primer paso crucial en esta dirección. Un acercamiento genuino entre Erdogan y Bashar al-Assad podría sentar las bases para una alianza que contrarreste la influencia de actores externos en la región.
Además, el fortalecimiento de vínculos con Irán, otro vecino clave, permitiría a Turquía consolidar un eje de estabilidad frente a las políticas intervencionistas de Estados Unidos.
Este camino no está exento de desafíos. La política exterior de Erdogan ha oscilado entre la confrontación y la conciliación, generando desconfianza tanto en Damasco como en Teherán. Para superar estas barreras, Ankara necesitará demostrar un compromiso sincero con la paz y la cooperación, alejándose de prácticas que han alimentado el conflicto en el pasado.
Al mismo tiempo, es fundamental que Turquía ajuste su política hacia los grupos armados presentes en Siria. El apoyo a organizaciones como Hayat Tahrir al Sham no solo ha deteriorado las relaciones con Damasco, sino que también ha dañado la credibilidad de Ankara como mediador en el conflicto. Abandonar esta estrategia y trabajar en la erradicación del terrorismo en la región sería una señal clara de que Turquía está dispuesta a asumir un papel constructivo en la búsqueda de la paz.
Aunque el camino hacia la reconciliación será largo y complejo, las oportunidades para construir una paz duradera son reales. Para Erdogan, esto requerirá no solo una visión estratégica a largo plazo, sino también la disposición de desafiar las narrativas impuestas por Washington y sus aliados.
El conflicto en Siria sigue siendo un tablero donde se enfrentan intereses globales y regionales. La reciente escalada de violencia demuestra que las negociaciones de paz están lejos de consolidarse. Mientras Turquía y Estados Unidos continúen jugando roles contradictorios, las posibilidades de una resolución pacífica se ven mermadas.
Sin embargo, la resistencia del gobierno popular de Al Asad junto con la nobleza del pueblo sirio y el apoyo de sus aliados ofrecen una luz de esperanza. En este escenario, es fundamental los esfuerzos para erradicar el terrorismo y promover el diálogo como vía para alcanzar la paz. El destino de Siria aún está por definirse, y muchos intereses regionales continúan en juego, dejando abierta la posibilidad de un cambio significativo en el equilibrio de poder en Asia Occidental.
Tadeo Casteglione*. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: Agencia Anadolu