No se trató de una visita ceremonial más, sino de un gesto cargado de simbolismo y estrategia. Allí, recorrió la línea de producción del avión de combate J-10C, una pieza clave para la Fuerza Aérea de Pakistán y protagonista en la más reciente confrontación militar con India.
Que un presidente paquistaní tenga acceso directo a la “joya de la corona” de la aviación militar china no solo refleja la profundidad de la relación bilateral, sino que envía un mensaje claro al mundo: Islamabad y Beijing están dispuestos a fortalecer su alianza en el terreno más sensible y estratégico, la defensa.
Tecnología de punta y cooperación estratégica
Durante su visita, Zardari no solo elogió al J-10C y al JF-17 —desarrollado conjuntamente entre China y Pakistán—, sino que también fue informado sobre las capacidades más avanzadas de AVIC: desde el caza furtivo de quinta generación J-20, hasta drones y sistemas de aviación de última generación.
En este contexto, la posibilidad de que Pakistán adquiera el nuevo J-35, otro caza de quinta generación, cobra cada vez más fuerza.
La cooperación en defensa no es nueva, pero la visita a Chengdu la eleva a un nuevo nivel. Según datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Pakistán es el mayor comprador de armas chinas en el mundo, representando el 63% de sus exportaciones globales de armamento entre 2020 y 2024.
De hecho, el 81% de las armas importadas por Islamabad en ese período provinieron directamente de China: cazas, misiles, radares y sistemas de defensa aérea.
El campo de batalla como prueba
El vínculo sino-paquistaní no solo se mide en contratos y estadísticas, sino en el campo de batalla. Durante la confrontación de cuatro días con India en mayo, los J-10C paquistaníes derribaron seis cazas indios, incluidos tres Rafale de fabricación francesa.
Este episodio marcó un antes y un después: fue la primera vez que los J-10C demostraron sus capacidades en combate real y, a la vez, la primera ocasión en que los Rafale sufrieron bajas confirmadas.
Los JF-17, coproducidos por Islamabad y Beijing, también fueron desplegados. Mientras India afirmó haber derribado uno de ellos, Pakistán negó cualquier pérdida. Más allá de la disputa narrativa, lo cierto es que el conflicto demostró que el músculo aéreo de Islamabad ya no depende de Occidente, sino de su asociación estratégica con China.

Más allá de las armas: soberanía y geopolítica
El acontecimiento de Chengdu debe leerse en clave geopolítica. Para Pakistán, profundizar la cooperación militar con China significa mucho más que modernizar su arsenal: es un camino hacia la autonomía estratégica y la consolidación de su soberanía frente a las presiones externas.
Estados Unidos, que durante décadas mantuvo una relación fluctuante con Islamabad, observa con recelo cómo su antiguo aliado se inclina cada vez más hacia Beijing. En paralelo, India —aliada creciente de Washington— percibe este fortalecimiento de la alianza sino-paquistaní como una amenaza directa a su seguridad.
La nueva cara de la relación bilateral
Con esta visita, Zardari no solo reforzó los vínculos militares, sino que simbolizó el rumbo irreversible que Pakistán ha decidido tomar: caminar junto a China en la construcción de un futuro común.
El “corredor económico” del CPEC ya había mostrado la profundidad de la cooperación en infraestructura y energía; ahora, la defensa se consolida como otro pilar inquebrantable.
Pakistán, que por décadas fue visto como una pieza secundaria en el tablero regional, hoy muestra que no está dispuesto a ser un mero espectador en la competencia entre potencias. Al contrario, está utilizando su relación privilegiada con Beijing para elevar su perfil y garantizar un destino soberano.
La visita de Asif Ali Zardari a Chengdu quedará registrada como un evento histórico que marca un punto de inflexión en la política de defensa de Pakistán. Lo que está en juego no es solo la compra de aviones o la transferencia de tecnología, sino la definición de un destino nacional atado a la cooperación con China.
La pregunta que queda es si Islamabad logrará sostener este rumbo en medio de las tensiones regionales y las presiones globales. Lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, Pakistán parece haber encontrado un camino claro: el de la soberanía respaldada por una alianza estratégica sin precedentes.
*Foto de la portada: Handout

