El acercamiento cada vez más evidente entre el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, y el régimen de Israel, bajo el liderazgo de Benjamin Netanyahu, está marcando un preocupante desvío de las políticas de no intervención y promoción de la paz que el BRICS ha defendido en los escenarios internacionales.
Este alineamiento no solo es una contradicción flagrante frente a los principios de cooperación y desarrollo pacífico que promueve este bloque, sino que también coloca a India en una posición incómoda y cuestionable dentro de la comunidad internacional, al apoyar un régimen responsable de crímenes de guerra y campañas de genocidio contra el pueblo palestino y el Líbano.
Modi, conocido por su retórica nacionalista y políticas internas autoritarias, ha estrechado cada vez más los lazos con Netanyahu, un líder que ha implementado una política agresiva y sistemática de ocupación y aniquilación del pueblo palestino.
El reciente apoyo de Modi a las acciones israelíes, reflejado en su conversación telefónica del 30 de septiembre con Netanyahu, en la que discutieron los eventos recientes en Asia occidental, es una clara muestra de la dirección peligrosa en la que el Primer Ministro indio está llevando a su país.
En su mensaje público, Modi condenó lo que el denominó «terrorismo», usando una clara dialéctica sionista y evitando referirse a los crímenes de guerra que Israel comete constantemente contra los pueblos de Palestina y el Líbano, mostrando así un respaldo indirecto a estas políticas de exterminio.
El apoyo de Modi a Israel tiene implicaciones directas para la cohesión dentro del BRICS. Mientras que el grupo ha buscado posicionarse como una alternativa al intervencionismo occidental, apoyando el respeto a la soberanía de los pueblos y la resolución pacífica de conflictos, Modi parece estar actuando en una dirección contraria.
Al apoyar a Israel, incluso en sus campañas de asesinatos selectivos de líderes del eje de la resistencia como Ismail Haniyah y Hassan Nasrallah, Modi no solo desafía los principios del BRICS, sino que también amenaza con dividir internamente al bloque.
Esto es particularmente problemático considerando que Irán, un país fundamental en la resistencia contra la agresión israelí y un miembro reciente del BRICS, se encuentra en el centro de esta tensión. Al alinear a India con el régimen sionista, Modi arriesga una fractura diplomática con Teherán y con otras naciones del grupo que promueven la estabilidad y la justicia en Asia occidental.
La doble moral de Modi en política exterior e interior
El alineamiento de Modi con Israel no debe sorprender si consideramos sus políticas internas en la India. El Primer Ministro ha sido criticado por fomentar un clima de odio y violencia contra las minorías musulmanas y cristianas, así como por el trato denigrante hacia las castas más bajas.
Muchos son los ejemplos que se pueden ver como paralelismos inquietantes entre las políticas represivas del gobierno de Modi y las acciones genocidas de Israel contra los palestinos. De hecho, algunos críticos internos en la India sugieren que Modi ve en el enfoque de Netanyahu un modelo a seguir para implementar en India, donde ha incrementado la represión y la violencia contra aquellos que no se alinean con su visión hinduista extremista del país.
La situación es alarmante, puesto que Modi no solo ha sido acusado de permitir «pogromos» en el pasado, sino que su retórica y políticas autoritarias continúan agudizando las divisiones sociales y religiosas en India. Al apoyar abiertamente al régimen de Netanyahu, Modi podría estar buscando legitimar de esta manera una política de exterminio y segregación que podría aplicar en su propio país, exacerbando aún más las tensiones internas.
Internamente, Narendra Modi ha ido perdiendo legitimidad en la India, donde su gestión ha sido criticada por el aumento de la violencia sectaria y la marginación de minorías. Esta situación ha sido aprovechada por la coalición opositora encabezada por Rahul Gandhi, quien ha señalado las contradicciones entre los discursos nacionalistas de Modi y su inacción política frente a problemas clave del país. El resurgimiento de Gandhi y su creciente apoyo ponen de manifiesto un conflicto político interesante en la India, que merece atención en el contexto de las próximas elecciones y el futuro del liderazgo del país.
El riesgo para el BRICS y la comunidad internacional
El apoyo de Modi a las políticas genocidas de Israel, y su alineamiento con las estrategias agresivas de Netanyahu, pone en peligro la integridad de la India dentro del BRICS y su papel en la promoción de un mundo multipolar más justo.
Si bien Modi se ha mostrado comprometido con el fortalecimiento de la paz en sus declaraciones públicas, la realidad de su apoyo a un régimen responsable de la muerte y desplazamiento de miles de civiles palestinos y libaneses es una contradicción alarmante.
El BRICS, que ha crecido en importancia como una plataforma para contrarrestar el intervencionismo occidental, corre el riesgo de perder credibilidad si uno de sus miembros más importantes sigue alineándose con las políticas destructivas de Israel.
Además de todo esto, la clara postura de Modi socava los esfuerzos diplomáticos de las naciones que buscan una resolución pacífica en Asia occidental. La implicación de India en un apoyo, ya sea directo o indirecto, a las campañas de genocidio contra Palestina y Líbano, y la promoción de tensiones con la República Islámica de Irán, desafía los principios básicos de soberanía y no intervención que el BRICS ha tratado de defender desde su creación.
Este apoyo también debilita la posición de India como un país que podría mediar en conflictos internacionales, posicionándolo en cambio como un cómplice de los crímenes de guerra.
Un futuro de consecuencias impredecibles
El acercamiento de Modi a Israel y su respaldo a las políticas de agresión del régimen sionista tienen el potencial de desencadenar graves consecuencias tanto a nivel interno como internacional. Mientras Modi se enfrenta a crecientes críticas dentro de la India por su trato hacia las minorías, su alineamiento con Netanyahu refleja una peligrosa inclinación hacia políticas de exterminio que podrían profundizar las divisiones y tensiones dentro del país.
A nivel internacional, este apoyo marca un quiebre importante dentro del BRICS, una fractura que podría tener implicaciones de largo alcance para la cohesión del bloque y para el equilibrio de poder en Asia occidental. La historia de la relación entre India e Israel bajo Modi, si bien actualmente se enmarca como una cooperación estratégica, podría volverse el símbolo de una traición a los ideales pacíficos que muchos dentro del BRICS desean promover.
En un mundo cada vez más multipolar, Modi se enfrenta a una elección de corte dicotómica: continuar en el camino de la confrontación y la violencia, o redefinir su política exterior hacia un enfoque más alineado con los principios de justicia y paz que su nación, y el BRICS, afirman defender.
El BRICS, como alianza de naciones emergentes que busca desafiar el orden global unipolar, enfrenta un reto significativo en su política exterior: la necesidad de evitar choques internos derivados de posturas contradictorias de algunos de sus miembros.
Modi, al apoyar a Israel en sus operaciones militares y, de manera más preocupante, al guardar silencio o incluso dar su visto bueno a la eliminación de figuras clave del eje de la resistencia como Ismail Haniyah y Hassan Nasrallah, demuestra una alineación con intereses externos que no se corresponden con los valores del BRICS.
Esta situación resalta lo que puede llegar a ser una fractura peligrosa dentro del bloque, donde aún persisten influencias de ideologías globalistas y atlantistas. No solo se trata de un apoyo directo o indirecto a Israel, sino de la implicación de Modi en un conflicto que atenta contra los principios de soberanía y respeto a los derechos humanos que el BRICS debería defender como contrapeso al imperialismo occidental.
La agenda globalista.
El caso de Modi no es aislado dentro del BRICS. Las contradicciones ya habían sido evidentes en la postura de Lula da Silva, presidente de Brasil, quien en varias ocasiones criticó la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania. Este posicionamiento, que refleja un alineamiento con la narrativa occidental, pone en duda la solidez de la política exterior del BRICS y revela una tensión latente entre aquellos países que todavía responden a la agenda globalista anglosajona y aquellos que promueven un mundo verdaderamente multipolar.
Mientras que Rusia y China lideran la construcción de un nuevo orden basado en el respeto a las soberanías nacionales y el rechazo a la intervención extranjera, países como India y Brasil aún muestran signos de vacilación, permitiendo que sus decisiones sean influenciadas por potencias occidentales.
El BRICS, si aspira a consolidarse como un bloque fuerte y coherente en el escenario global, debe fortalecer sus mecanismos de diálogo interno y establecer una política exterior más firme y unificada. La postura de Modi, al igual que las declaraciones de Lula sobre Ucrania, refleja una falta de compromiso con los principios de no intervención y autodeterminación que deberían ser pilares fundamentales del grupo.
Para evitar estos choques y disonancias, el BRICS necesita reevaluar sus relaciones internas y asegurarse de que todos sus miembros estén comprometidos con el objetivo común de desafiar el orden unipolar y construir un mundo más equitativo y multipolar.
La creciente influencia de los globalistas y su capacidad para cooptar a líderes de países clave dentro del BRICS es un riesgo que no puede ser subestimado. A medida que el bloque gana más relevancia en el escenario internacional, la presión para que algunos de sus miembros actúen en favor de los intereses occidentales también aumentará.
La reciente postura de Modi es una advertencia de los peligros que enfrenta el BRICS si no se logra un consenso sólido sobre su papel en el mundo. El riesgo es que, en lugar de convertirse en una verdadera fuerza de oposición al imperialismo occidental, el BRICS se fragmente y pierda su rumbo, con países que se alinean con agendas que favorecen a las potencias atlantistas.
Por lo tanto, es crucial que el BRICS potencie su política exterior, no solo para evitar tensiones como las provocadas por Modi, sino también para consolidarse como un bloque que realmente promueve la paz, el respeto a la soberanía y el desarrollo mutuo.
La influencia de actores globalistas dentro del grupo debe ser contrarrestada con una política clara y coherente que refuerce la independencia de cada miembro y su compromiso con un mundo multipolar. Las divisiones internas, si no se abordan, podrían debilitar gravemente al BRICS, comprometiendo su capacidad para convertirse en un contrapeso real al orden dominado por Occidente.
Cumbre vital en Kazan.
Estos desafíos internos, que amenazan la cohesión del BRICS, deben encontrar una solución definitiva en la próxima y vital cumbre de Kazán, programada del 22 al 24 de octubre. Esta cumbre no solo será un escenario crucial para que los miembros del bloque discutan las discrepancias evidentes en sus políticas exteriores, sino también una oportunidad histórica para consolidar los fundamentos de un nuevo sistema internacional que deje atrás el unipolarismo atlantista.
Rusia y China, como los principales impulsores de un orden mundial multipolar, esperan que esta cumbre se convierta en el pilar y piedra angular de un futuro basado en el respeto mutuo, la no intervención, y la cooperación equitativa entre naciones soberanas.
La cumbre de Kazán no puede ser vista simplemente como otro encuentro diplomático; debe marcar un antes y un después en la estructura del BRICS y en la construcción de una nueva arquitectura global que finalmente entierre todo vestigio del imperialismo occidental.
Los países miembros tendrán que abordar sus diferencias con franqueza y reafirmar su compromiso con una agenda multipolar que no deje espacio para influencias globalistas atlantistas que socaven su unidad.
Solo entonces el BRICS podrá avanzar como un bloque cohesivo y fuerte, capaz de desafiar las viejas estructuras de poder y de liderar la transición hacia un mundo verdaderamente multipolar, que es precisamente el objetivo compartido por Rusia y China.
*Foto de portada EPA/HARISH TYAGI