En ese diente está el reflejo de la barbarie del coloniaje impuesto por el reino belga en anuencia con los EE.UU y otros organismos internacionales que veían en los procesos independentistas africanos peligrar sus intereses de dominación, explotación y sumisión de todo un continente, que alguna vez se repartieron a gusto con el solo objetivo de echar raíces fuera de sus fronteras. Raíces que florecerían en riqueza y expolio.
El 17 de enero de 1961, Lumumba fue torturado y asesinado. Su cuerpo, o lo que quedaba de él luego de las vejaciones a las que fue sometido, fue sumergido en ácido para borrar toda huella y no dejar un cuerpo que se transforme en mártir y ejemplo de lucha.
Tan solo un diente pudo ser rescatado, o quizás fue el trofeo obtenido de aquella faena macabra. El diente fue decomisado en 2016 por la justicia belga, permanecía en poder de la hija de uno de los policías que participaron en el asesinato del líder anticolonial congoleño, según informaron las autoridades belgas.
El asesinato de Lumumba fue planificado. Fue el resultado de una conspiración organizada por el gobierno de Bélgica, con la complicidad de Estados Unidos, de Gran Bretaña y de las Naciones Unidas. Este hombre, y su lucha por la independencia, representaban un obstáculo para los intereses e las potencias coloniales y era un mal ejemplo para el resto de África. Su muerte condenó al Congo a la rapaz dictadura de Mobutu y a una sucesión de sangrientas guerras civiles, y fue el anuncio de lo que iba a suceder en un continente desgarrado desde entonces por las intervenciones de las grandes potencias.
Durante cuarenta años se ha mantenido el silencio sobre este crimen, a pesar del pedido de disculpas del primer ministro belga, Alexander De Croo, quien reconoció la “responsabilidad moral” de las autoridades de su país por el asesinato en 1961 del político y líder independentista congoleño. “Me gustaría, en presencia de su familia, presentar las disculpas del Gobierno belga”, dijo en el acto de entrega de los “restos” de Lumumba. El líder congoleño fue el primero en ocupar el cargo de primer ministro de la República Democrática del Congo (RD Congo) de junio a septiembre de 1960. Los separatistas y mercenarios belgas hicieron lo suyo un año después. Su cuerpo, como hemos mencionado, fue disuelto en ácido y nunca fue encontrado. Pero la historia se encargaría de volver a darle nuevamente voz al propio Lumumba. En ese único diente reposa la valentía de un hombre y la crueldad de un reino.
Una historia, un hombre
Lumumba nació el 2 de julio de 1925 en Onalua, Katakokombe, Congo. Su educación fue autodidacta, como consecuencia de ser expulsado de varias escuelas misionales. Fundó en 1958 el Movimiento Nacional Congolés, creía fervientemente en un Estado independiente y laico, cuyas estructuras políticas unitarias ayudaran a exacerbar el sentimiento nacional, lo que lo hizo ganador del puesto de Primer Ministro las primeras elecciones libres, en 1960.
Sin embargo, la salida de los belgas del territorio provocó más inestabilidad en el territorio, pues se generó un conflicto político con pronunciamientos militares, ataques a la población blanca y disturbios generalizados. Asimismo, la región minera de Katanga se declaró independiente bajo el liderazgo de Tschombé, situación provechosa para su antigua metrópoli que tenía intereses en la compañía minera que explotaba los yacimientos por lo que también desplegó efectivos militares.
Lumumba compartió su experiencia con otros líderes africanos, como por ejemplo Frantz Fanon, el ghanés Kwame Nkrumah y el camerunés Felix-Roland Moumié, quienes tenían en común que destacaban los efectos nocivos del regionalismo, el etnismo y el tribalismo, que, a su juicio, socavaban la unidad nacional y facilitaban la penetración del neocolonialismo.
Elecciones “libres”, independencia forzada y por conveniencia, no alcanzarían para frenar el proceso anticolonial que ya se había puesto en marcha y que sería a codena a muerte de Lumumba y otros dirigentes congoleños. El gobierno belga utilizó a algunos líderes separatistas para debilitar al movimiento que luchaba por la descolonización de Congo y de toda África.
Un diente, un símbolo, un trofeo colonialista
Tan solo un diente es lo que resta de un hombre que dio su vida siguiendo el sueño de un África sin la dominación de las potencias coloniales. Tan solo un diente es también la muestra de del poder que ostentó Bélgica y sus aliados para continuar con la dominación.
Tan solo un diente cubierto de oro fue entregado a los familiares del héroe congoleño por el fiscal belga Frederic Van Leeuw en una pequeña caja azul brillante durante una ceremonia transmitida por la televisión. En lo que quedará señalado como un paso para cerrar un capítulo siniestro del pasado colonial belga.
Van Leeuw dijo que las acciones legales que se habían emprendido para recibir la reliquia permitieron avanzar hacia la justicia. “Le agradezco los pasos legales que han tomado porque, sin estos pasos no estaríamos donde estamos hoy. Esto ha permitido que la justicia de nuestro país pueda avanzar”, se pudo escuchar del funcionario.
En el año 2000, un ex policía belga, Gerard Soete, confesó su participación en la ejecución de Lumumba y añadió que el cuerpo del héroe independentista y de sus compañeros fueron disueltos en ácido. “No quedó casi nada, solo unos pocos dientes”, agregó entonces Soete, quien falleció poco después de ofrecer ese testimonio.
Soete conservó uno de esos dientes, que permaneció años en poder de sus familiares, una hija fue la encargada de entregarlo a partir de la investigación llevada adelante en Bélgica. Ella lo conservaba como un trofeo. Ese es el diente ahora restituido a los familiares de Lumumba.
La familia de Lumumba presentó en 2011 una demanda ante tribunales belgas para aclarar las condiciones del asesinato del líder independentista. En 2002 el Gobierno belga presentó disculpas por su papel en el asesinato y comenzó un proceso de investigación que finaliza con la entrega del único resto reconocible de Lumumba.
La República Democrática del Congo anunció que organizará tres días de duelo nacional por la llegada y entierro de los restos, del 27 al 30 de junio, coincidiendo con el 62º aniversario de la independencia de Bélgica. “¿Quién olvidará los disparos contra nuestros hermanos, o las prisiones a las que brutalmente llevaron a todo aquel que no se quisiera someter a un régimen de injusticia?”, se preguntaba Lumumba en un vibrante y largo discurso en la ceremonia de traspaso en junio de 1960, la independencia de Congo era una realidad, también la codena de Lumumba.
“Conocimos la ironía, los insultos, los golpes que debíamos sufrir mañana, tarde y noche, porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a los negros nos trataran de “tú”, no por ser amigos; sino porque el ‘usted’ solo era para las personas honorables, como los blancos”, prosiguió: “¡Africanos, despertemos; africanos, unámonos!”, finalizó Lumumba. Las palabras del líder fueron un balde de agua fría para la ya ex colonia belga, que nunca había visto cómo alguien les desafiaba con tanta firmeza y claridad. Un ejemplo que no debía cundir. Pocos días después de la declaración de independencia, a principios de 1961, el Congo se convirtió en un caos en que todo el mundo quería el poder, y Lumumba fue secuestrado junto a dos de sus ministros. La CIA, la policía belga y los traidores del Congo hicieron el resto. La geopolítica y el mundo bipolar jugaron su partido en plena Guerra Fría. Washington temía que el carismático líder se acercara demasiado a la Unión Soviética.
La historia dentro de una cajita de terciopelo azul
En una cuidadosa presentación, dentro de una cajita de terciopelo azul, fue entregado el diente, luego depositado en el ataúd que lo llevaría hasta tierras africanas. El silencio de la Sala de los Espejos del Palacio de Egmont, en Bruselas era sepulcral, propio del momento que se estaba viviendo, cuando se realizó la entrega de los restos. El primer ministro belga, en compañía de su homólogo congoleño y la familia fueron parte de la cermonia. Los tres hijos Juliana, François y Roland, estuvieron presentes. La madre, primera esposa de Lumumba, no pudo estar, ella falleció en 2014, y estuvo de luto toda su vida. Según la tradición congoleña, hasta que un ser querido es enterrado no se puede acabar el luto. Hoy, casi 61 años después de su independencia de Bélgica, el Congo podrá enterrar a su líder.
Tan solo un diente de oro dará cuenta de la lucha de un hombre, la historia se encargó de que esa lucha hoy permanezca presente y viva en los hombres de bien que siguen los pasos anticoloniales de Lumumba.
“Sin dignidad no hay libertad, sin justicia no hay dignidad, y sin independencia no hay hombres libres”
Patrice Lumumba
*Beto Cremonte es periodista, Comunicador Social y docente en la Facultad de Comunicación Social de La Plata (U.N.L.P), estudiante avanzado de la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Pública y Política de la Universidad Nacional de La Plata (U.N.L.P)