Análisis del equipo de PIA Global Asia

Los errores estratégicos de Trump contra la India

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* – La presidencia de Donald Trump ha marcado un rumbo contradictorio y de inflexión crítico en las relaciones estratégicas de Estados Unidos en Asia-Pacífico, particularmente en lo que respecta a la India

Las recientes amenazas arancelarias y la retórica agresiva del presidente estadounidense hacia Nueva Delhi representan no solo un error táctico grave, sino una demostración palpable del declive de la hegemonía estadounidense y su creciente incapacidad para mantener coaliciones efectivas en una de las regiones geopolíticamente más importantes del mundo.

La escalada de tensiones comerciales iniciada por Trump, que incluye la imposición de aranceles del 25% a las importaciones indias y amenazas de incrementos adicionales “en las próximas 24 horas” debido a los vínculos económicos de la India con Rusia, marca un punto de ruptura en una relación bilateral que había sido pacientemente construida durante más de dos décadas.

Esta política no solo socava los intereses estratégicos estadounidenses a largo plazo, sino que acelera la transición hacia un orden mundial multipolar, donde potencias como India, China y Rusia consolidan alianzas alternativas que desafían directamente el sistema hegemónico occidental.

La destrucción de una alianza estratégica fundamental

Durante las administraciones de Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama e incluso durante la primera presidencia de Trump, Estados Unidos había invertido considerables recursos diplomáticos y estratégicos en cultivar a la India como un socio esencial en el Indo-Pacífico.

Esta relación se fundamentaba en intereses geopolíticos compartidos: la contención del expansionismo chino en el Mar de China Meridional, la estabilización del Océano Índico como ruta comercial crítica, y el fortalecimiento de “instituciones democráticas” en una región donde los gobiernos contrarios a Washington ganaban terreno.

La iniciativa del Quad (Estados Unidos, India, Japón y Australia), el acuerdo nuclear civil de 2008, los ejercicios militares conjuntos Malabar, y los acuerdos de transferencia tecnológica en sectores de defensa representaban los pilares de una asociación que prometía reconfigurar el equilibrio de poder regional.

A pesar de esto las acciones recientes de Trump han demolido sistemáticamente esta arquitectura de cooperación, empujando a la India hacia una posición de mayor autonomía estratégica y, paradójicamente, hacia una alineación más estrecha con el bloque multipolar liderado por China y Rusia.

El daño infligido a esta relación bilateral trasciende las disputas comerciales inmediatas. Según reportes de The Economist, los diplomáticos indios quedaron “atónitos” ante la “falta de respeto” mostrada por Trump hacia el primer ministro Narendra Modi, lo que en un gobierno nacionalista como el de Modi es imperdonable.

Esta humillación pública a uno de los líderes más influyentes de Asia no solo representa una afrenta diplomática, sino una señal clara de que Estados Unidos ha abandonado las normas básicas de respeto mutuo que sustentan las alianzas duraderas.

Un mensaje inequívoco a Washington

La respuesta oficial del gobierno indio a las amenazas arancelarias estadounidenses ha sido tanto diplomática como firme, revelando una sofisticación estratégica que contrasta dramáticamente con la retórica unilateral de Trump.

Nueva Delhi ha denunciado la hipocresía flagrante de Washington al criticar las importaciones energéticas indias de Rusia mientras Estados Unidos continúa adquiriendo productos rusos por miles de millones de dólares.

Las cifras comerciales revelan que en el año anterior, Estados Unidos importó desde Rusia fertilizantes por valor de 1.100 millones de dólares, paladio por 878 millones, uranio por 624 millones y componentes aeronáuticos por 75 millones adicionales.

Esta realidad comercial contradice directamente la narrativa de sanciones totales que Trump intenta imponer a otros países, lo que demuestra a la vez que esta política de la casa blanca no es necesariamente contra Rusia sino que es un golpe directo que busca debilitar a India que ha venido proyectándose ya no solo como potencia regional sino mundial.

El gobierno indio ha defendido legítimamente su derecho soberano a diversificar sus fuentes energéticas según las condiciones del mercado global. La dependencia energética de la India, como nación en desarrollo con más de 1.400 millones de habitantes, requiere soluciones pragmáticas que prioricen la seguridad energética nacional sobre las consideraciones geopolíticas externas.

Las compras de petróleo ruso a precios competitivos no solo benefician la economía india, sino que también proporcionan estabilidad energética en un contexto de volatilidad global.

Además, Nueva Delhi ha señalado correctamente que tanto Estados Unidos como la Unión Europea mantienen excepciones significativas en sus propias sanciones contra Rusia, particularmente en sectores como la energía nuclear y las materias primas esenciales.

Esta inconsistencia política socava la credibilidad moral de las exigencias estadounidenses y refuerza la percepción de que las sanciones occidentales son instrumentos selectivos de coerción geopolítica más que principios universales de justicia internacional.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de la India calificó los aranceles adicionales del 25% como “injustos, injustificados e irrazonables”, estableciendo un marco narrativo que expone las contradicciones fundamentales de la política exterior estadounidense.

Particularmente significativa es la observación india de que Washington impone sanciones “por medidas que otros países también están tomando en defensa de sus propios intereses nacionales”, una referencia directa a la hipocresía estadounidense de mantener sus propias importaciones rusas mientras penaliza a otros por hacer lo mismo.

La promesa de que “la India tomará todas las medidas necesarias para proteger sus intereses nacionales” constituye una declaración de autonomía estratégica que marca un punto de no retorno en las relaciones bilaterales. Esta posición de la cancillería india refleja no solo resistencia a las presiones inmediatas, sino una determinación a largo plazo de rechazar cualquier subordinación a los dictados hegemónicos estadounidenses.

El anuncio simultáneo de la visita del primer ministro Narendra Modi a Beijing para participar en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái representa un mensaje geopolítico inequívoco y contundente dirigido directamente a Washington.

Esta será la primera visita de Modi a China desde el conflicto del valle de Galwan en 2020, lo que subraya la importancia estratégica del momento elegido. El timing no es coincidental: mientras Trump firma órdenes ejecutivas imponiendo aranceles adicionales y amenaza con represalias, Modi se dirige hacia el corazón del poder chino, demostrando que la India posee alternativas viables al sistema de alianzas occidentales.

La secuencia planificada de visitar primero Japón y luego China ilustra perfectamente la estrategia de equilibrio estratégico india, manteniendo vínculos con múltiples centros de poder mientras rechaza la exclusividad que Washington intenta imponer.

El impulso hacia el mundo multipolar

Las acciones de Trump han acelerado involuntariamente la transición de la India hacia una posición de mayor alineación con el orden multipolar emergente. La respuesta de Nueva Delhi a las presiones estadounidenses ha demostrado una notable sofisticación estratégica, rechazando categóricamente subordinar sus intereses nacionales a las exigencias hegemónicas de Washington mientras mantiene canales de diálogo con múltiples centros de poder global.

La declaración de la presentadora de Firstpost, Palki Sharma, de que “la India no está jugando el juego de Trump” encapsula perfectamente esta nueva realidad geopolítica. El hecho de que la India continue recibiendo millones de barriles de petróleo ruso durante el fin de semana siguiente a las amenazas trumpianas demuestra una determinación estratégica que trasciende las presiones inmediatas del hegemon declinante.

Esta posición de autonomía estratégica se ve reforzada por el fortalecimiento de las relaciones bilaterales entre India y Rusia, que según las autoridades de Nueva Delhi está “probada por el tiempo y es firme”.

La asociación indo-rusa abarca no solo el sector energético, sino también cooperación en defensa, tecnología nuclear, exploración espacial y comercio bilateral, creando una red de interdependencias que resulta inmune a las presiones externas.

Simultáneamente, la India ha profundizado sus vínculos con China a través de mecanismos como los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái y diversas iniciativas comerciales regionales.

Aunque persisten tensiones fronterizas entre ambas naciones, el imperativo compartido de resistir las exigencias del exterior ha creado espacios de cooperación pragmática que benefician a ambas potencias asiáticas.

El efecto dominó en el Sudeste Asiático

Los errores estratégicos de Trump en relación con la India han generado ondas expansivas que se extienden por todo el continente asiático, particularmente en el Sudeste Asiático, donde las naciones observan con creciente preocupación la volatilidad e impredecibilidad de la política exterior estadounidense.

La capacidad de Washington para mantener coaliciones efectivas en la región se ha visto gravemente comprometida por una serie de decisiones que priorizan ganancias comerciales inmediatas sobre objetivos geopolíticos a largo plazo.

Los países miembros de la ASEAN han sido testigos directos de cómo Estados Unidos trata a sus aliados más importantes, lo que inevitablemente influye en sus propios cálculos estratégicos.

Si una potencia de la magnitud de la India puede ser amenazada públicamente y sujeta a represalias económicas por ejercer su soberanía energética, ¿qué destino les espera a naciones más pequeñas que buscan diversificar sus relaciones económicas?

Vietnam, que ha mantenido cuidadosamente un equilibrio entre Estados Unidos y China, observa con particular atención cómo Washington trata las aspiraciones de autonomía estratégica de otras naciones. Tailandia, Filipinas, Indonesia y Malasia han comenzado a recalibrar sus políticas exteriores, reconociendo que la dependencia excesiva de Estados Unidos puede resultar en vulnerabilidades estratégicas similares a las que enfrenta actualmente la India.

Esta dinámica ha fortalecido paradójicamente la posición china en la región, ya que Pekín se presenta como un socio comercial confiable que respeta la soberanía de sus contrapartes y no impone condiciones geopolíticas restrictivas en sus relaciones económicas.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, a pesar de sus propias controversias, se percibe cada vez más como una alternativa viable al modelo de alianzas estadounidense, que se caracteriza por exigencias unilaterales y amenazas de represalias.

La guerra arancelaria como catalizador del orden multipolar

La estrategia de guerra arancelaria adoptada por Trump representa una manifestación clara del declive hegemónico estadounidense y su creciente dependencia en instrumentos coercitivos para mantener su posición global.

La imposición de aranceles del 25% a las importaciones indias, con amenazas de incrementos adicionales, refleja una mentalidad de suma cero que resulta contraproducente en un contexto económico globalizado donde la interdependencia mutua constituye la norma.

Esta aproximación coercitiva ha demostrado ser especialmente inefectiva cuando se aplica a potencias emergentes con suficiente capacidad económica y política para resistir las presiones externas.

India con una economía que supera los 4 billones de dólares y un mercado interno de más de mil millones de consumidores, posee la resistencia necesaria para absorber las presiones arancelarias estadounidenses mientras desarrolla mercados alternativos.

La respuesta india ha incluido no solo declaraciones diplomáticas, sino acciones concretas que demuestran su determinación de mantener su autonomía comercial. El incremento en las importaciones de petróleo ruso durante el período de máxima tensión con Estados Unidos envía una señal inequívoca de que Nueva Delhi no subordinará sus intereses energéticos nacionales a las exigencias geopolíticas externas.

Más significativamente, esta dinámica ha acelerado la diversificación de las relaciones comerciales indias hacia mercados no occidentales. El fortalecimiento de los vínculos comerciales con Rusia, China, Irán y otras economías emergentes reduce la vulnerabilidad de la India a las presiones económicas estadounidenses y fortalece simultáneamente la arquitectura económica del orden multipolar.

Consecuencias a largo plazo para la hegemonía estadounidense

Los errores estratégicos de Trump en Asia representan algo más que reveses diplomáticos temporales; constituyen síntomas de una transformación fundamental en la arquitectura del poder global.

La incapacidad de Washington para mantener relaciones estables con aliados tradicionales como la India revela las limitaciones intrínsecas de un sistema hegemónico que depende excesivamente de la coerción económica y militar para mantener su dominancia.

El daño infligido a las relaciones indo-estadounidenses probablemente requerirá años, si no décadas, para ser reparado completamente. La confianza, elemento fundamental en cualquier alianza estratégica, se construye gradualmente a través de décadas de cooperación mutua pero puede destruirse en cuestión de meses mediante decisiones imprudentes.

Esta erosión de confianza trasciende las relaciones bilaterales inmediatas y afecta la percepción global de Estados Unidos como socio confiable. Si Washington puede amenazar y coaccionar a la India por ejercer su soberanía energética, ninguna nación puede sentirse segura de que sus propios intereses nacionales serán respetados en el marco de una alianza con Estados Unidos.

Simultáneamente, las acciones trumpianas han fortalecido la narrativa china sobre la necesidad de un orden mundial más equitativo y multipolar. Pekín puede señalar legítimamente las contradicciones y hipocresías de la política exterior estadounidense mientras se presenta como defensor del respeto mutuo y la no interferencia en los asuntos internos de otras naciones.

El fortalecimiento del eje Rusia-India-China

Una de las consecuencias más significativas de la política trumpiana ha sido el fortalecimiento involuntario de la cooperación trilateral entre Rusia, India y China, tres potencias que durante décadas habían mantenido relaciones complejas pero que ahora encuentran intereses convergentes en la resistencia a la hegemonía occidental.

La respuesta rusa a las amenazas estadounidenses contra la India ha sido particularmente reveladora. El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, subrayó que las declaraciones estadounidenses buscan forzar a países soberanos a romper relaciones comerciales legítimas, una posición que resuena con muchas naciones que valoran su autonomía estratégica.

Esta solidaridad diplomática fortalece los vínculos bilaterales ruso-indios y proporciona a Moscú un aliado importante en su resistencia a las sanciones occidentales.

Por su parte, China ha observado con interés estratégico cómo Estados Unidos trata a una potencia asiática emergente, extrayendo lecciones valiosas para sus propias políticas regionales.

El precedente establecido por Trump de amenazar a aliados tradicionales con represalias económicas por mantener relaciones comerciales autónomas refuerza la narrativa china sobre la necesidad de instituciones alternativas que respeten la soberanía nacional.

El nuevo orden asiático

Los errores estratégicos de Trump en Asia han acelerado procesos de reconfiguración geopolítica que podrían haber tomado décadas en materializarse. La transformación de la India de aliado estratégico estadounidense a potencia autónoma dentro del orden multipolar representa un cambio tectónico que redefinirá las dinámicas regionales durante las próximas décadas.

Este proceso de reconfiguración se ve reflejado en el fortalecimiento de instituciones multilaterales no occidentales como los BRICS, donde India juega un papel cada vez más prominente teniendo en consideración que el año 2026 le corresponde la presidencia protempore del BRICS lo que puede traducirse en avances y profundización de un nuevo modelo económico a nivel global.

La capacidad de la India para resistir exitosamente las presiones estadounidenses también establece un precedente importante para otras potencias emergentes. Naciones como Brasil, Sudáfrica, Indonesia y Turquía observan atentamente cómo una estrategia de autonomía estratégica puede proporcionar mayores márgenes de maniobra geopolítica sin consecuencias catastróficas.

La paradoja del declive hegemónico

La política de Trump hacia la India representa una paradoja fundamental del declive hegemónico contemporáneo: mientras más agresivamente intenta Estados Unidos mantener su dominancia global, más acelera involuntariamente la transición hacia un orden multipolar.

Las amenazas arancelarias, la coerción económica y la falta de respeto diplomático no fortalecen la posición estadounidense sino que demuestran su creciente desesperación e incapacidad para mantener alianzas duraderas basadas en beneficios mutuos.

El caso de la India ilustra perfectamente cómo las potencias emergentes del siglo XXI poseen suficiente capacidad económica, política y diplomática para resistir las presiones hegemónicas tradicionales.

La respuesta india a las amenazas y provocaciones de Trump no solo apunta a preservar su autonomía estratégica, sino que ha fortalecido su posición dentro del emergente orden multipolar, proporcionando un modelo para otras naciones que buscan diversificar sus relaciones internacionales.

Los años necesarios para reconstruir la confianza entre Estados Unidos e India proporcionarán tiempo valioso para que Nueva Delhi consolide sus relaciones alternativas y desarrolle instituciones multilaterales que reduzcan su dependencia de la arquitectura occidental.

Este proceso de diversificación estratégica, multiplicado a través de docenas de potencias medias globalmente, constituye el fundamento del nuevo orden mundial multipolar que emerge de las cenizas de la hegemonía estadounidense.

Hay que destacar que los errores estratégicos de Trump en Asia demuestran que el siglo XXI pertenece no a hegemonías unilaterales, sino a sistemas de poder distribuido donde el respeto mutuo, la cooperación pragmática y la autonomía estratégica constituyen los principios fundamentales de las relaciones internacionales.

La India, al resistir exitosamente las presiones estadounidenses, puede proporcionar una lección magistral sobre cómo las potencias emergentes pueden navegar esta transición histórica mientras preservan sus intereses nacionales fundamentales.

Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

*Foto de la portada: Archivo AP

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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