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No es extraña la circulación de documentos de trabajo no oficiales entre las instituciones de gobierno, como se ha visto en el caso de Bosnia y Herzegovina. Las crisis de gobierno en Kosovo durante 2020 han tenido que ver, entre otros muchos aspectos, con la posibilidad rumoreada de un acuerdo para el intercambio de territorio con Serbia. La salida de Donald Trump en 2021 ha potenciado la postura europea de evitar dichos intercambios ya que la Administración Biden, sin haberse metido de lleno en conversaciones, es más proclive a la conservación de los Acuerdos de Dayton y demás análogos. Por ello, la última filtración con respecto a Kosovo ya coincide más con la tendencia promocionada por Bruselas frente a la Administración Trump.
Eco kosovar
En 2020 un recientemente defenestrado Primer Ministro de Kosovo, Albin Kurti, desclasificaba unas líneas muy diferentes con respecto al futuro de Kosovo de las que Bruselas promociona en 2021. Las localidades serbias en Kosovo no se encuentran todas concentradas sino que se reparten en el centro, sureste y norte del territorio. En el norte de Kosovo destaca la ciudad de Mitrovica, dividida por cuestiones identitarias entre serbios y albaneses. En las otras regiones, los municipios de la Comunidad de Municipios Serbios son los enclaves inconexos de Štrpce, en la región de Feriaj; Ranilug, Klokot y Parteš, en la región de Gjilan; y Gračanica y Novo Brdo, en la región capitalina de Pristina. Entre todos suponen más del 15% del territorio kosovar. En la parte serbia, el conflicto se centra en una serie de municipios de mayoría albanesa del sur de Serbia: Preševo, Bujanovac y Medveđa. Ante el boicot del censo serbio de 2011 por parte de la población albanesa, se desconocen los datos actualizados pero, mientras Preševo es casi íntegramente albanesa, Bujanovac presenta una fuerte mayoría albanesa y Medveđa sería mixta. De hecho, el gobierno local de Preševo ya ha protagonizado conflictos con el gobierno central de Serbia mediante ensalzamientos de criminales de guerra albaneses.
Según Kurti, sin haber visto mapa alguno, sus asesores habrían sido informados de las intenciones del entonces Presidente de Kosovo, Hashim Thaçi, de firmar el intercambio del norte del río Ibar – Leposavić, Zubin Potok yZvečan- a cambio de una parte menor del valle de Preševo. Kosovo quería evitar la conversión de la Comunidad de Municipios Serbios, liderados por el partido Lista Serbia, en una suerte de República Srpska serbokosovar. Por ello un intercambio de territorio al norte del río Ibar, con un acuerdo por el estratégico lago Gazivode y una negociación sobre el estatus unificado o dividido de la ciudad de Mitrovica, permitiría dividir la zona serbokosovar hasta el punto de reducir enormemente su peso demográfico. Y con ello, los enclaves serbios mencionados en el centro y este de Kosovo serían fácilmente asimilados a nivel administrativo –aunque no tanto étnico-.
Albin Kurti quiso evitar esta posibilidad de acuerdo escudando su regreso en un ultranacionalismo albanés donde la población tuviera que refrendar cualquier firma, de modo que, por un lado, llevaba a la improbabilidad dicho acuerdo y, por otro, se aseguraba un fuerte apoyo populista como único defensor de la integridad territorial. Sin embargo, aunque los acuerdos de normalización económica firmados con Washington DC en 2020 no abordasen la resolución política, sí incluían el incipiente desarrollo conjunto de infraestructura de conectividad ferroviaria –ya acordadas previamente entre Serbia y Kosovo- pero con participación financiera estadounidense. Entre estas posibilidades ya se incluía el proyecto de compartición entre Serbia y Kosovo del lago Gazivode –Ujman para Kosovo, que planteó renombrarlo como lago Trump-.
La cesión de territorio de Serbia en contraparte presenta riesgos por la pérdida de territorio estratégico para las comunicaciones de Serbia en el valle de Preševo. Este área al sur de Serbia presenta la autopista A1, la única para conectar con Macedonia del Norte sin atravesar Kosovo, así como la importante línea de ferrocarril Niš-Preševo, con una inversión propiedad de China. La baja proporción albanesa de Medveđa podría dejarla fuera del intercambio, así como la importancia militar de Bujanovac. El entorno de Aleksandar Vučić, líder serbio, ha negado también que Preševo se encuentre en cuestión a pesar de lo rumoreado desde, al menos, 2018.
El 26 de abril de 2021, el medio kosovar Koha publicaba un documento de supuesta autoría en Francia y Alemania que contemplaba la creación de un distrito autónomo en Kosovo del Norte (Mitrovica Norte, Leposavić, Zubin Potok yZvečan), mientras un año antes se hablaba de anexarlo a Serbia bajo auspicio de Estados Unidos. Ahora Francia y Alemania, aunque su autoría era contestada, contarían con el apoyo tanto de Bruselas como de Washington. Sin embargo, una entidad autónoma serbokosovar nunca tendría el peso ni el peligro que alberga la República Srpska –potenciado si se divide la Federación entre bosníacos y bosnio-croatas-.
Los pormenores del nuevo documento apostaban por defender el estatus especial de la Iglesia Ortodoxa de Serbia en Kosovo, aplicar los acuerdos económicos previos y crear una Zona Económica especial en Mitrovica para promover el desarrollo en la zona de división entre albanokosovares y serbokosovares. Pero destaca el especial énfasis que se pone, acertadamente, sobre el estatus de la Iglesia Ortodoxa ya que la ciudad de Peć, símbolo imprescindible para los serbios, quedaría dentro de la Metohija kosovar. Hasta 2022, cuando se finalizaría el acuerdo para el reconocimiento de la soberanía mutua, Serbia levantaría el veto para que Kosovo entrase en las organizaciones internacionales. Se solucionaría así la cuestión kosovar evitando implicar a Bosnia y Herzegovina. Pero con esta posición, el arreglo kosovar seguiría una línea de integridad territorial lejos del Estado-nación, que no era tal en la anterior legislatura. Y ambas soluciones enfrentan fuertes reticencias.
La Unión Europea, tras la llegada de Biden a la Casa Blanca, ha recuperado la iniciativa. El Alto Representante de Exteriores, Josep Borrell, conminaba al regreso de Kosovo y Serbia a las negociaciones en mayo de 2021, pero un fuertemente avalado en las urnas Albin Kurti –cerca de la mayoría absoluta desde febrero- era reacio. Por su parte, el encargado de los Balcanes, Miroslav Lajčák, criticaba que la lenta política europea sobre la región era la responsable de que aflorasen las “altamente peligrosas” ideas de la remodelación de fronteras, especialmente sobre Bosnia y Herzegovina, y mostró su preocupación ante los papeles “eslovenos” y los “franco-alemanes”.
Al sur de la frontera
Si la conjunción de intereses de Serbia y Croacia se materializase, aun con la inmensa reticencia de los poderes fácticos europeos, los ecos llegarían lejos de sus fronteras. La negación del gabinete esloveno ha chocado con las declaraciones de Edi Rama, Primer Ministro de Albania, reconociendo haber hablado con el Primer Ministro de Eslovenia, Janez Janša, hace tiempo y haber visto el “documento esloveno”. Esta versión apuntaría a que dicho documento de trabajo habría podido tener orígenes croatas en lugar de húngaros.
Pero ante las cuestiones mencionadas en el documento, el medio macedonio News1 elaboró un mapa donde se extralimitan los intercambios. Aunque Albania podría salir muy beneficiado con el corrimiento fronterizo, el intercambio bebe de un irredentismo ya estudiado en las últimas dos décadas. Aunque no se hace mención a Montenegro, parece muy posible que el nacionalismo serbio saliera reforzado en Montenegro si se fragmentase Bosnia y Herzegovina. La cuestión albanesa en Montenegro es menor, Kosovo ya firmó su demarcación fronteriza con Montenegro en 2015 y la minoría albanesa en Macedonia del Norte también renunció a sus pretensiones separatistas en la firma de un alto el fuego en 2001.
Aunque han seguido existiendo reductos de insurgencia albanesa en Macedonia del Norte, la mayoría de los que protagonizaron el levantamiento en los 2000 fueron miembros de las guerrillas albanokosovares que pretendían tomar el norte de lo que hoy es Macedonia del Norte, sin recibir apoyo de los partidos albaneses de Macedonia –en torno al 25% de la población es albanesa-, la zona más cercana culturalmente a Albania. Por un lado cabe mencionar que la izquierda nacionalista kosovar de VV no parece encontrarse en sintonía con el sector de Edi Rama en Albania y anunció sus pretensiones para unir ese fervor nacionalista bajo su mando. Kosovo, como hiciera la República Srpska en algunos tramos con el nacionalismo serbio, pretendía ponerse al frente del nacionalismo albanés. Y la misma situación con menos posibilidades se da en Macedonia noroccidental, instaurada en la descentralización tras el acuerdo entre macedonios y albaneses.
En Macedonia del Norte, a diferencia de en Albania, todas estas posibilidades han sido recibidas con hostilidad. El Presidente macedonio, Stevo Pendarovski, declaró “muy alto, claro y públicamente [estar] en contra de estas peligrosas ideas”, asegurando que ningún país de la OTAN o la UE apoyaría una propuesta para la modificación de fronteras, según habría hablado con ellos mismos tras la publicación. El hecho de que ni los autores de los documentos se muestren públicamente a favor demostraría, según Pendarovski, que no son propuestas existentes en las conversaciones. De hecho, ni siquiera Orban en Hungría, Janša en Eslovenia, Plenković en Croacia o Vučić en Serbia han mostrado un apoyo abierto a dicha posibilidad. Algunos analistas consideran que la Gran Albania, objetivo final del nacionalismo irredentista albanés, podría no ser la mejor opción para la influencia albanesa en Europa. En un contexto de integración europea de la región en bloque, el voto albanés lograría duplicar su influencia con Kosovo y Albania por separado, ya que todo apunta a que el Parlamento Europeo no sustituirá la importancia del Consejo Europeo. Incluso una Macedonia del Norte descentralizada permitiría un tercer voto albanés en algunos supuestos. Eso sí, una Gran Albania fuera de esta dinámica en el Consejo Europeo se convertiría en una pequeña potencia regional si se unificase al menos con Kosovo.
Sin embargo, por otro lado es interesante observar como en el “documento esloveno” se muestra el nombre de Grecia, Chipre y Bulgaria como parte del mismo. A ninguno de los dos países balcánicos les parecía peligrosa la existencia de una comunidad macedonia en Yugoslavia que recibía autonomía política. De hecho podía servirles para mantener influencia política en Yugoslavia. Pero con la independencia crecían los peligros de que reivindicasen la unidad de los macedonios, en el norte y este de Grecia. Por ello Grecia y Chipre –gobernada por los grecochipriotas- podrían verse beneficiados con una eventual ruptura de Macedonia del Norte. Del mismo modo, Bulgaria mantiene una disputa con Macedonia del Norte por la identidad búlgara del pueblo macedonio, en su rivalidad tradicional con los griegos en la región. Pero, de nuevo, no parece que los ecos de Bosnia y Herzegovina pudiesen llegar a afectar a los intereses griegos o búlgaros en Macedonia si no rompe Albania primero el consenso con las autoridades de Skopje. No obstante, el mapa macedonio muestra la isla griega de Corfu del lado albanés en el Mar Jónico cuando es Grecia quien podría, precisamente, buscar apoyo en una pequeña comunidad al sur de Albania.
El mapa muestra del lado croata la Herzegovina occidental y el enclave norte de la Federación de Bosnia-Herzegovina. A cambio, el distrito de Brčko aparece completamente del lado serbio. Y se considera que una porción extremadamente amplia de Macedonia occidental recaería en el lado albanés, claramente en clave de consumo interno del medio macedonio. Ninguna de estas cuestiones, así como las que atañen a Grecia, están sobre la mesa ni parece posible que lo estén en el futuro cercano. La pretensión serbia y croata es ampliar su influencia en Bosnia y Herzegovina. Difícilmente lograrían un consenso para disolverla aun siendo disfuncional y carente de soberanía, pero desde luego sus ecos no llegarían tan fácilmente a los puntos comentados. Y mucho menos al pasar por alto cuestiones dormidas de más obvio despertar como los intereses serbios en Montenegro o los de Hungría –también figurante en el documento- en la Vojvodina serbia.
Lo que sí está claro es que vaya a donde vaya Bosnia y Herzegovina, muchas de las direcciones encajan en el restaurado proyecto nacional-populista de la Europa de las naciones, cuyo baluarte, de hecho, es la Hungría de Orbán. Y el eje franco-alemán que lleva las riendas de la integración en la Unión Europea no puede pretender manejar el proceso de los Balcanes occidentales sin tratar la cuestión por la que todos los actores regionales claman: el Estado-nación. Esto preocupaba en la Unión cuando Francia y Países Bajos lideraban el freno al avance sobre el espacio post-yugoslavo.
Pero la tendencia actual es de reformar a los candidatos balcánicos para digerirlos con su forma actual, sin despertar viejos temores con las fronteras en Europa, pero corren el riesgo de tener que lidiar con los problemas comunitarios posteriormente a su adhesión, al estilo de Chipre. La Unión Europea tiene muchísimos retos por delante si quiere jugar en los Balcanes.
*Alejandro López Canorea, antropólogo, profesor y biólogo especializado en gestión de socioecosistemas. Ahora me dedico al análisis de política internacional.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra.
Foto de portada: Emmanuel Macron y Angela Merkel frente a las banderas balcánicas. Fuente: Reuters/M. Sohn.