La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores estonio confirmó recientemente que los Estados bálticos enviaron una gestión a Polonia por su bloqueo de facto de Ucrania a través de sus embajadores en Varsovia. Este movimiento tan inusual demuestra hasta qué punto esta última crisis ha empeorado las tensiones en Europa Central y Oriental (ECE) entre países oficialmente aliados como esos tres y Polonia. Se den cuenta o no, los Estados bálticos están sirviendo a los intereses alemanes con su maniobra.
A finales del mes pasado se explicó que “el bloqueo de facto de Polonia a Ucrania es el último juego de poder de su gobierno saliente” para mitigar preventivamente las consecuencias estratégicas de la subordinación prevista del gobierno entrante liderado por Tusk a los intereses regionales de Alemania. En resumen, los dos han estado compitiendo ferozmente por la influencia en Ucrania desde el verano, tiempo durante el cual Berlín ganó ventaja sobre Varsovia, pero el gobierno saliente de este último aún no ha concedido la derrota en esta lucha.
El gobierno saliente prevé que Polonia lidere la CEE a través de la “Iniciativa de los Tres Mares” (3SI), mientras que el gobierno alemán de Scholz pretende convertirse en el hegemón indiscutible del continente. Si Alemania resulta vencedora, Polonia quedará atrapada entre ella y Ucrania, mientras que la victoria de Polonia -o al menos cualquier cosa que no sea su derrota total- podría ganar un tiempo valioso hasta las próximas elecciones nacionales.
Desde una perspectiva geopolítica, a los Estados bálticos les interesa apoyar el ascenso de Polonia en toda la CEE para equilibrar las aspiraciones hegemónicas de Alemania, pero su reacción al bloqueo de facto no refleja eso. Para sus responsables políticos es más importante que la ayuda militar siga llegando a ese país sin trabas, para seguir erosionando las capacidades de Rusia el mayor tiempo posible antes de que termine el conflicto, que solidarizarse con su compañero de la 3SI y aliado de la OTAN en este asunto.
La ironía es que, aunque su visión del mundo está moldeada por un miedo patológico a Rusia, podría decirse que los intereses de estos países están mejor servidos apoyando los procesos de integración de Europa Central y Oriental liderados por Polonia que facilitando la hegemonía alemana y arriesgándose a que Berlín llegue un día a un acuerdo con Moscú a costa de ellos. Al traicionar a Polonia con sus gestiones oficiales, que contradecían el espíritu de confianza entre ambos forjado desde 1991, sirvieron inadvertidamente a los intereses hegemónicos de Alemania.
Ninguno de ellos tuvo que presentar una queja formal contra Polonia, ya que hubiera bastado con transmitir discretamente sus objeciones a su bloqueo de facto de Ucrania sin arriesgarse a dar marcha atrás en sus logros de la 3SI durante los últimos años. Sin embargo, al dar ese fatídico paso coordinándose entre sí, demostraron que su miedo patológico a Rusia supera sus intereses en los procesos de integración regional que mitigan preventivamente las consecuencias estratégicas de la hegemonía alemana.
En pocas palabras, estos tres países sacrificaron sus intereses nacionales para dar una señal de solidaridad con Ucrania como parte de su ritual de debilitamiento de Rusia, lo que demuestra la falta de visión estratégica y la inmadurez de sus dirigentes. Si Polonia no recupera algo de importancia estratégica tangible en su creciente disputa con Ucrania para cuando Tusk asuma el poder, entonces la 3SI podría ser cooptada por él y sus patrocinadores alemanes para convertirla en otro instrumento de la hegemonía de ese país.
*Andrew Korybko, analista geopolítico.
Artículo publicado originalmente en korybko.substack.com
Foto de portada: extraída de korybko.substack.com.