Con la derecha española convirtiendo las elecciones europeas en un plebiscito sobre la continuidad de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, se hace difícil mirar más allá de la política nacional. Si es una estrategia, nadie la confirma, pero, mientras exprimen las polémicas domésticas, fuera y dentro de nuestras fronteras los conservadores y las fuerzas de extrema derecha maniobran de cara a los pactos postelectorales. Dos mujeres acaparan toda la atención: Giorgia Meloni y Úrsula Von der Leyen. La primera sopesa qué le conviene más y la segunda le hace guiños para asegurarse su continuidad al frente de la Comisión Europea.
En las últimas semanas el PPE ha puesto en marcha una operación de blanqueo de la primera ministra italiana, líder de Hermanos de Italia y presidenta del grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR) en el Parlamento Europeo. «He trabajado muy bien con Meloni en el Consejo Europeo, como con otros primeros ministros, es mi tarea. Es [Meloni] pro-europea, ha sido muy clara contra Putin y pro-Estado de derecho. Le ofrezco trabajar juntas», aseguró Von der Leyen durante el debate entre los candidatos a presidir la Comisión Europea. Alberto Núñez Feijóo también se sumaba poco después: «No me parece homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa», dijo.
Los populares europeos buscan atraer a la presidenta italiana y pasan por alto sus duras políticas contra los derechos LGTBI o las ONG de rescate y ayuda humanitaria a migrantes. Si Von der Leyen salió elegida por la mínima en 2019 con el apoyo de los socialdemócratas y los liberales, sus posibilidades de mantenerse en el puesto a través de la misma alianza peligran, según los pronósticos electorales.
Los populares europeos buscan atraer a la presidenta italiana y pasan por alto sus duras políticas contra los derechos LGTBI o las ONG de rescate y ayuda humanitaria a migrantes. Si Von der Leyen salió elegida por la mínima en 2019 con el apoyo de los socialdemócratas y los liberales, sus posibilidades de mantenerse en el puesto a través de la misma alianza peligran, según los pronósticos electorales.
Pero Meloni también está siendo cortejada por la ultraderechista francesa Marine Le Pen en nombre del otro grupo de extrema derecha de la Eurocámara, Identidad y Democracia (ID). Le Pen lo ha dejado claro: «Es el momento de unirnos, no podemos dejar escapar esta ocasión única». Una declaración de intenciones que llegó justo después de expulsar del grupo a Alternativa por Alemania (AfD). Los ultras alemanes, envueltos en polémicas, eran incómodos y una piedra en el zapato para el gran objetivo de algunos de los principales ultras europeos: la alianza en un supergrupo.
«Es un buen paso, necesario para acercarnos», celebraba un alto cargo de Vox. Aunque no sea extraño verlos juntos —lo estuvieron por ejemplo en el acto de los de Abascal en Madrid hace unas semanas—, los grandes líderes de la extrema derecha tienen diferencias que se sustancian en su agrupamiento en Bruselas. Por un lado está ECR (Conservadores y Reformistas), dónde está Vox, el Hermanos de Italia de Meloni o los ultras polacos Ley y Justicia (PiS). Por otro, Identidad y Democracia, que incluye a la Agrupación Nacional de Le Pen y Liga Norte, el partido de Matteo Salvini, entre otros.
¿Por qué iba a querer Meloni?
Fidesz, la formación de Viktor Orbán que fue expulsada del PPE, orbita a su alrededor y lleva tiempo haciendo de bisagra. Un papel que también ha adoptado ahora Abascal.
«Me cuesta mucho ver una derecha radical unida en un único grupo. Hay muchos actores que son claves a los que no les conviene del todo, la primera de ellas, Meloni», reflexiona Jaime Bordel, politólogo y coautor junto a Daniel V. Guisado del libro Salvini & Meloni. Hijos de la misma rabia. Dos elementos son clave, según Bordel. El primero, los pocos incentivos para la italiana: en ese hipotético supergrupo, el de Le Pen sería el partido con más eurodiputados cuando probablemente Meloni vaya a ser la primera fuerza en ECR. «Me sorprendió que Le Pen lo mostrase tan explícitamente y que Meloni se haya dejado querer. El papel de Meloni está siendo curioso, está jugando un papel de pegamento entre la extrema derecha y el PPE porque al final ella es la única líder de ese espacio que está gobernando un país con peso importante dentro de la Unión. Y eso a Meloni la lleva a relacionarse con las instituciones y mandatarios de una manera muy distinta, por eso creo que a ella no le conviene la alianza. Ese papel de bisagra que está consiguiendo y ese rol privilegiado en la conversación con el PPE se le puede venir abajo si entra en el mismo grupo con Le Pen», analiza Bordel.
El segundo escollo, las simpatías hacia Putin mostradas por algunos miembros de ID que son inasumibles para partidos del Este miembros de ECR, como por ejemplo para los polacos de PiS. Es también la principal brecha con Orbán. «El aspecto internacional es donde más pesan las diferencias», sostiene Bordel. Especialmente con Rusia.
Sobre Meloni, el politólogo, que estudió su figura antes de que llegara al poder, lo tiene claro: «No diría que Meloni se ha moderado, porque en temas sociales está implantando su agenda todo lo que puede. Está siendo pragmática en temas económicos y siguiendo las grandes líneas de la UE. Pero no diría que es una suavización porque Meloni siempre ha sido de ECR, es decir, reformista de la UE y atlantista. Está tratando de hacerse aceptable para el poder y que esto le permita seguir aplicando su programa en los temas que le importan: lo social, familia e inmigración».
*Amanda García, periodista.
Artículo publicado originalmente en Público.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni. —Roberto Monaldo / LaPresse via ZUM / DPA.