El asesor presidencial ruso Yuri Ushakov reveló el miércoles pasado que el líder de su país discutió la posibilidad de una próxima cumbre de jefes de Estado entre él, su homólogo chino y el primer ministro indio Modi durante su última videoconferencia con el presidente Xi. Esta reunión sería la más importante hasta el momento si llega a celebrarse debido al contexto geoestratégico mundial. El formato Rusia-India-China (RIC) es el núcleo del marco multipolar de los BRICS y la OCS en el que participan los tres países. También es el eje de estabilidad más importante en Eurasia.
En el reciente viaje del presidente Putin a la India, estas dos grandes potencias entraron en una alianza de facto de «equilibrio» en todo el hemisferio con el objetivo de explorar el potencial para liderar conjuntamente un nuevo Movimiento de No Alineados («Neo-NAM») que podría dar lugar a la aparición de un tercer polo de influencia en el orden mundial cada vez más bipolar de hoy. Al mismo tiempo, Rusia está reforzando su gran cooperación estratégica con China en paralelo a la negociación de un llamado «pacto de no agresión» con Estados Unidos. El resultado final de estos tres grandes movimientos es que el equilibrio de intereses y de poder en Eurasia está cambiando.
«La secuencia de 18 meses de complicaciones en las relaciones entre India y Estados Unidos» provocada por los intentos unilaterales de EE.UU. de intimidar a su nuevo socio estratégico-militar para que se convierta en su último Estado vasallo, impulsó involuntariamente a este país del sur de Asia a recalibrar su política de multialineación con Rusia. Esto, a su vez, está creando las condiciones estructurales para que el Kremlin regule de forma responsable la rivalidad chino-india que el hegemón unipolar que se está desvaneciendo ha explotado activamente hasta ahora para dividir y gobernar Eurasia.
El resultado final es que no sólo Rusia e India han realineado sus actos complementarios de «equilibrio» supercontinental, sino que también existe una clara posibilidad de reducir drásticamente las tensiones entre China e India en el futuro próximo con vistas a mejorar la cooperación multilateral entre las tres grandes potencias. Esto sería mutuamente beneficioso para todas ellas, pero aún requiere un gran trabajo diplomático para lograrlo. Ahí radica la importancia de que Rusia tome la iniciativa para conseguirlo a través de la diplomacia personal del Presidente Putin con los líderes chinos e indios.
Se ha abierto una inesperada ventana de oportunidad para, como mínimo, congelar indefinidamente, si no resolver gradualmente, las múltiples disputas de esas dos grandes potencias asiáticas mediante una serie pragmática de compromisos posiblemente mediados por Rusia. Para ello, Rusia puede proponer cuatro áreas geográficas en las que podrían cooperar económicamente para crear la confianza necesaria para facilitar ese resultado. Se trata del Lejano Oriente ruso, Afganistán, Siria y Etiopía, que se beneficiarían enormemente de una colaboración más estrecha entre estas grandes potencias.
La primera zona mencionada es la única pacífica de estas cuatro, pero necesita urgentemente inversiones extranjeras directas para convertirla en una pieza inmobiliaria competitiva en Asia-Pacífico. La vecina China ya ha tomado la iniciativa allí por razones geográficas obvias relacionadas con la reducción de los costes de transporte y, por lo tanto, con una rentabilidad comparativamente mayor de las inversiones, mientras que la India extendió sin precedentes una línea de crédito de 1.000 millones de dólares a esta región rusa en septiembre de 2019 durante la asistencia del primer ministro Modi al Foro Económico Oriental en Vladivostok como invitado de honor del presidente Putin ese año.
Estas tres grandes potencias aún no han cooperado trilateralmente en ningún plan de inversión significativo, por lo que es imperativo que demuestren la viabilidad de este concepto, así como que establezcan relaciones de trabajo fluidas entre sus inversores constituyentes a este respecto para atraer el interés de terceros países. Sólo si lo consiguen podrán ampliar este marco trilateral de cooperación económica a los tres estados mencionados, devastados por la guerra, que necesitan desesperadamente su ayuda. Por eso puede decirse que el Lejano Oriente ruso debe convertirse en el núcleo del enfoque económico de la RIC.
Por otra parte, ninguno de estos países reconoce formalmente al gobierno de facto de Afganistán dirigido por los talibanes (a los que Moscú sigue calificando oficialmente de terroristas a pesar de cooperar pragmáticamente con ellos en aras de la paz, la seguridad y el desarrollo), pero todos tienen interés en evitar su inminente crisis humanitaria. Hasta ahora han promovido estos intereses compartidos de forma bilateral a través de su propio envío de ayuda a Afganistán, pero serían mucho más eficaces si aunaran sus esfuerzos y consideraran también la creación de un fondo de inversión trilateral para reconstruir ese país.
El mismo modelo puede aplicarse también a Siria, que necesita esta ayuda con menos urgencia pero que, sin embargo, la necesita para volver a su statu quo económico anterior a la guerra. El cortejo de Damasco a Abu Dhabi en los últimos años ha abierto la posibilidad de recibir inversiones del Golfo en el futuro, pero los EAU probablemente se sentirían más cómodos desafiando las amenazas de sanciones secundarias unilaterales de EE.UU. destinadas a disuadirlas si la RIC se instalara también en ese país de forma importante. Esas tres grandes potencias, los EAU y Siria podrían incluso crear mecanismos financieros alternativos para evitar las sanciones.
En cuanto a Etiopía, es sólo la parte norte de ese país la que se ha visto directamente afectada por la Guerra Híbrida de Occidente liderada por Estados Unidos en los últimos 13 meses, pero este estado del Cuerno de África se enfrenta a la amenaza de una grave presión económica y financiera ante su inminente victoria en la guerra, tal y como sugieren los recientes movimientos estadounidenses en esa dirección. Cabe mencionar que también es el segundo país más poblado de África, solía tener las tasas de crecimiento más rápidas del continente antes de la COVID-19, es su líder histórico antiimperialista y panafricano, y alberga la Unión Africana, lo que lo convierte en un socio altamente estratégico para la RIC.
Teniendo en cuenta estas cuatro áreas de convergencia estratégica entre los países de la RIC, el Presidente Putin debería dar prioridad a garantizar que todas ellas se incluyan en la agenda de la reunión propuesta entre sus tres jefes de Estado en algún momento del próximo año. Rusia, India y China pueden estabilizar significativamente Afro-Eurasia si colaboran más estrechamente en estos ámbitos, lo que también puede reforzar la confianza entre las dos grandes potencias asiáticas de este eje tripartito para mejorar las posibilidades de que resuelvan políticamente sus numerosas disputas. Por estas razones, la cumbre del RIC propuesta podría ser la más importante hasta la fecha.
*Andrew Korybko, analista político estadounidense.
Artículo publicado en One World.