Ahora bien reconocer la posibilidad de una “guerra civil”, es reconocer también que las fuerzas en disputa son representativas de dos modelos diferentes de país. Y aún más complejo es el análisis si tenemos en cuenta que además la región completa podría ver afectada su paz ya que en el conflicto hay actores por fuera de los limites geográfico de la propia Etiopia.
Eritrea, por ejemplo, tuvo y tiene directa injerencia e intereses que lo colocan en una situación expectante de lo que pase en la vecina nación. Otro jugador que tiene sus ojos puestos en Tigray, es Egipto, que actualmente mantiene una disputa legal con Etiopia dentro de la Unión Africana por la Gran Presa del Renacimiento, la mega obra hidráulica en el cauce del Nilo Azul que garantizará la energía hidroeléctrica para el desarrollo económico etíope. Esta obra también es la puerta de entrada a los negocios del “gigante asiático”, que a través de inversiones le ha permitido al Primer Ministro Abiy Ahmed llevar adelante la obra (que había sido comenzada bajo el gobierno del TPLF).
La participación china en la región, pone en alerta a EE.UU, que como es costumbre extiende los largos brazos del imperialismo lejos de sus fronteras. Disfrazada de una falsa cooperación con la paz en la región, la administración de Joe Biden, presiona en la región a un acuerdo de paz, mientras apoya a quien a priori ve como “manejable, acorde a sus intereses”. Es por ello que otros gobiernos regionales denuncian la colaboración de EE.UU con el TPLF.
Tigray arde hace un año
El conflicto en la región de Tigray ya lleva más de un año. En el mismo se ven enfrentados las fuerzas regulares del ejército Etíope y el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), y además una tercera fuerza que disputa el territorio, que son diferentes grupos armados eritreos. El conflicto ha sido objeto de numerosas acusaciones de crímenes de guerra y violaciones de los DDHH, incluidas violaciones y masacres sistemáticas por motivos étnicos. Estas denuncias son llevadas adelante por diferentes organismos internacionales y regionales.
Más allá de los esfuerzos que se están realizando desde diferentes sectores en la búsqueda de una salida pacífica al conflicto, las cosas parecen empeorar cada día que pasa. Los últimos avances del TPLF, lo acercan a la capital etíope, Addis Adeba. Para el Secretario de estado norteamericano Anthony Blinken, actualmente en una gira por el continente africano, “existe un alto riesgo de que se llegue a una guerra civil total se apodere de la población de Etiopía”.
Como hemos señalado la lucha se ha extendido más allá de la región de Tigray, que en principio fue el foco de la primera parte del conflicto. Hoy por hoy el TPLF y sus aliados continúan moviéndose hacia el sur desde su base en Mekelle en el norte, y a su paso fueron tomando de ciudades estratégicamente importantes como Lalibela y Dessie. Continuando el camino al sur hacia la capital, ya el gobierno etíope ha expresado su temor de que los combates pronto se desarrollen en las puertas de Addis Adeba.
La raíz del conflicto
El conflicto en la región del Tigray es de larga data, se extiende a varios momentos en la historia etíope, pero la fase actual del mismo tiene quizás como origen el ataque realizado el 4 de noviembre de 2020 por parte del TPLF a las tropas federales asentadas en Mekelle. Este violento hecho se cobró la vida de un sin número de soldados y al menos mil soldados secuestrados, según las cifras vertidas desde el gobierno. La respuesta estatal no tardó en llegar. Abiy Ahmed, primer ministro etíope lanzó diferentes ataques en represalia y declaró el estado de emergencia en la zona.
Históricamente o al menos en las durante 30 años el TPLF estuvo a la cabeza del gobierno y al mando del ejército etíope. Como gobierno, el TPLF, controlaba la economía y la tierra. Pero también las remesas de miles de millones de dólares que ingresaban a las arcas del estado en forma de ayuda. Un punto sobresaliente durante este periodo en Etiopía y que a la postre se podría señalar como el “huevo de la serpiente” fue la redefinición del país sectorizado por etnias. Desde esta instancia es que los tigrayanos se quedaron con la mayor parte del poder en el país y el control del mismo, aún sin ser la mayor de las etnias etíopes.
En 2018 la irrupción en la política etíope y la posterior elección de Abiy Ahmed como Primer Ministro limita el dominio económico y territorial del TPLF. La administración de Abiy propone políticas federales, con un eje central en la transparencia gubernamental. En este período se realiza la liberación de miles de prisioneros, se plantea la pacificación regional, incluso se entablan negociaciones de paz con Eritrea, lo que le permite a Abiy alzar el Premio Nobel de la Paz por llevar adelante un proceso de paz luego de mucho tiempo de conflictos.
El TPLF profundiza la resistencia al nuevo gobierno, inclusive realizando un intento de asesinato dirigido al Primer Ministro. Se comienza a gestar desde ese momento una lucha territorial y violenta entre el TPLF y la nueva administración que hoy podemos observar en su máximo nivel y al borde de una guerra civil que no solo tiene efectos a nivel local, vale decir que también se ve afectada la región. Sudán, Kenia e incluso Eritrea se ven afectados desde diferentes lugares. El flujo constante de refugiados, armas y grupos de población desplazados por la guerra ponen en riesgo la paz de toda una región.
Biden tras los pasos de Trump
El colonialismo y el imperialismo norteamericano profundizan el conflicto etíope, la administración Biden ha pedido a (todos) los diferentes actores que intervienen en la región de Tigray que acuerden un alto el fuego de forma urgente y tajante, pero tanto Etiopía y Eritrea acusan a Estados Unidos de apoyar al TPLF. En una carta a las Naciones Unidas, el ministro de Relaciones Exteriores de Eritrea, Osman Saleh, culpó al gobierno de Biden de «avivar más el conflicto y la desestabilización» en Tigray en un intento por «resucitar los restos del régimen del TPLF».
El gobierno que encabeza Joe Biden, en una clara acción intimidatoria de intromisión anunció sanciones contra las partes del conflicto en septiembre, el presidente Abiy le respondió mediante una carta a Biden acusando a la administración estadounidense de no «reprender abierta y severamente al grupo terrorista de la misma manera que ha estado castigando a mi gobierno», según lo que se desprende el escrito enviado al presidente norteamericano.
Los etíopes sospechan que la política exterior de Estados Unidos está siendo influenciada en parte por el apoyo de Washington al presidente egipcio Abdul Fattah al-Sisi en una disputa sobre la Gran Presa del Renacimiento de Etiopía, un enorme proyecto de energía hidroeléctrica en el Nilo Azul que Etiopía dice que necesita para un suministro de red eléctrica confiable, que además le puede permitir un desarrollo económico sostenible en el tiempo.
Etiopía comenzó a llenar el embalse de la presa, que tardará unos cinco años, en julio de 2020. Sin embargo, Egipto, que ve la presa como una amenaza para sus suministros de agua dulce, ha dicho que el embalse de la presa no debería llenarse sin un acuerdo legal sobre la asignación de la presa. Biden parece continuar la política exterior que había planteado ya el hoy ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien recortó la ayuda a Etiopía de 2020, y los funcionarios de su administración dijeron que el país no había cumplido su promesa de resolver la disputa que mantenía con Egipto a raíz del llenado de la presa del Nilo Azul. Es importante señalar que la presa fue iniciada por el gobierno liderado por TPLF bajo Meles Zenawi.
El punto de inflexión en el que se encuentra Etiopía parece conducir a la guerra civil de forma inminente, el tiempo se agota, la violencia crece con cada ataque del TPLF y con la respuesta que no tarda de las fuerzas federales etíopes. Los esfuerzos para llegar a una solución pacífica parecen demasiado tarde para evitar una guerra civil.
La Unión Africana y los estados miembros que limitan con Etiopía, pueden acaso tener la llave que destrabe el conflicto antes que llegue a un punto sin retorno. Pero sin dudas que algunas acciones de los principales protagonistas pueden bajar la tensión. Abiy, en su momento, declaró como una organización terrorista al TPLF, fue probablemente una política equivocada, que como gesto de buena voluntad podría ser anulado. También del mismo modo y en búsqueda de un acuerdo e paz el TPLF debería reconocer a Abiy Ahmed como el primer ministro. Seguramente esto sea solo una expresión de deseo, pero también es el llamado a que los EE.UU no intervengan y presionen a tomar decisiones apresuradas a los Estados participantes, mediante la extorsión económica propia del poderoso imperialismo.
La autodeterminación del pueblo etíope se juega en el conflicto del Tigray, también la vida y la muerte, sea por hechos violentos o por la gran hambruna a la que se está empujando a Etiopía.
*Beto Cremonte es periodista, Comunicador Social y docente en la Facultad de Comunicación Social de La Plata (U.N.L.P), estudiante avanzado de la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Pública y Política de la Universidad Nacional de La Plata (U.N.L.P)