África Subsahariana

La crisis de Sudán y la política occidental en África Oriental

Por Halim Gençoğlu*
Luchas modernas, cuestiones migratorias, cálculos geoestratégicos y enfoques cortoplacistas.
La puerta que deja entrar la corriente de aire, ciérrela y quédese en paz.
(Proverbio sudanés)

Introducción

El conflicto en curso en Sudán ha atraído una importante atención internacional debido a su crisis humanitaria y sus amplias implicaciones para la estabilidad en África Oriental. Mientras Sudán lidia con conflictos internos, agravados por el golpe militar de 2021, la comunidad internacional, en particular las potencias occidentales, se ha enfrentado a desafíos para encontrar una respuesta. El panorama político, social y económico de Sudán ha estado en un estado de cambio tras el derrocamiento en 2019 del dictador Omar al-Bashir y el posterior gobierno de transición. En 2023, el estallido de un conflicto violento entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) paramilitares desestabilizó la nación, con consecuencias humanitarias que repercuten más allá de las fronteras de Sudán. Este artículo examina la situación actual en Sudán, centrándose en las crisis política y humanitaria, y analiza las respuestas estratégicas de los países occidentales, en particular los EE. UU y la UE, en el contexto más amplio de la geopolítica de África Oriental.

Sudán, una nación históricamente atrapada entre la inestabilidad política y las dificultades económicas, se encuentra en una coyuntura crítica tras el golpe de Estado de 2021 que derrocó a un gobierno de transición que debía conducir al país hacia la democracia. Este acontecimiento, junto con la posterior escalada de violencia, ha colocado a Sudán en el punto de mira, no solo por sus problemas internos, sino también por el papel de la comunidad internacional a la hora de influir en el futuro de la región. La situación se complica aún más por la posición estratégica de Sudán en el Cuerno de África, una región en la que se entrecruzan intereses geopolíticos.

Los países occidentales, en particular los Estados Unidos, la UE y el Reino Unido, llevan mucho tiempo involucrados en África oriental, aunque sus políticas y enfoques han sido criticados por su inconsistencia y falta de estrategias coherentes a largo plazo. A medida que la crisis de Sudán se siga profundizando, la respuesta de las potencias occidentales al conflicto en curso tendrá importantes consecuencias para la estabilidad regional, los flujos migratorios y la dinámica geopolítica en general.

De la cultura antigua a las luchas modernas

Érase una vez, en las vastas y vibrantes tierras de Sudán del siglo XIX, un sol que extendía sus dedos dorados sobre desiertos extensos, llanuras fértiles y montañas majestuosas. La vida en Sudán era dura y hermosa a la vez. Las caravanas de camellos que cruzaban el desierto traían mercancías de tierras lejanas: especias, textiles e incluso ideas de los confines más lejanos de África, Arabia y Europa. El gobierno de Estambul supervisaba la región para garantizar la seguridad y proporcionar un paso seguro a los habitantes. Al mismo tiempo, perduraba la sencilla belleza de la vida en las aldeas, donde las mujeres tejían intrincadas cestas, los hombres trabajaban en los campos y los niños jugaban bajo los vastos e infinitos cielos.

El Nilo, con su profunda conexión con la vida y la muerte, era una parte central de la cultura. Allí la gente construía sus hogares, cultivaba sus cosechas, pescaba en sus aguas y dependía de sus inundaciones estacionales para nutrir la tierra. En los bulliciosos mercados de Jartum y la antigua ciudad de Meroe, comerciantes de toda África se reunían para intercambiar bienes e historias, mientras que en el campo, los ritmos de la vida cotidiana seguían siendo los mismos. Pero a medida que el siglo XIX se acercaba a su fin, Sudán, como muchas partes de África, comenzó a enfrentar los desafíos del colonialismo. Los británicos y los egipcios expandieron su influencia en la región, dando forma al futuro de Sudán de maneras que se desarrollarían en los años venideros.

Sudán obtuvo su independencia de Egipto y Gran Bretaña el 1 de enero de 1956. Esto marcó una nueva era en la historia sudanesa, pero también fue el comienzo de muchos desafíos políticos y sociales. El conflicto afectó a Sudán durante gran parte del siglo XXI. Sudán experimentó dos largas guerras civiles: la Primera (1955-1972) y la Segunda (1983-2005).

Un acontecimiento importante en la historia de Sudán fue el conflicto de Darfur, que comenzó en 2003 y que dio lugar a una violencia generalizada, desplazamientos y acusaciones de genocidio por parte del gobierno sudanés. La segunda guerra civil condujo a la secesión de Sudán del Sur en 2011, lo que marcó un momento importante en la historia del país. El 11 de abril de 2019, el presidente sudanés Omar al-Bashir fue derrocado tras meses de protestas contra su mandato de 30 años. Esto dio lugar a un período de transición, con un acuerdo de reparto del poder entre los grupos militares y civiles. Sin embargo, la situación ha seguido siendo inestable y las tensiones políticas continúan.

La crisis de Sudán hoy

La situación en Sudán se caracteriza por la agitación política, el conflicto armado y una grave crisis humanitaria. El golpe militar de octubre de 2021, que hizo descarrilar la frágil transición de Sudán a la democracia, desencadenó protestas masivas y exacerbó las tensiones entre las facciones militares y civiles. A pesar de los esfuerzos de los mediadores internacionales, la situación ha empeorado y los combates entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) han provocado desplazamientos generalizados y destrucción.

La violencia ha afectado especialmente a los centros urbanos, como Jartum, donde los civiles han sufrido la mayor parte de los combates. El colapso de las instituciones estatales, la inseguridad generalizada y la inestabilidad económica han provocado una grave inseguridad alimentaria, crisis sanitarias y desplazamientos masivos. Según las Naciones Unidas, millones de sudaneses necesitan asistencia humanitaria y el país se ha convertido en un punto focal para los actores regionales e internacionales que tratan de influir en su futuro.

La relación de los países occidentales con Sudán está influida por diversos factores, entre ellos la estabilidad regional, la lucha contra el terrorismo, las preocupaciones humanitarias y los intereses económicos. Históricamente, Estados Unidos ha tenido una relación compleja con Sudán, condicionada por el apoyo que el país ha prestado en el pasado a organizaciones terroristas, las violaciones de los derechos humanos y la secesión de Sudán del Sur en 2011. Sin embargo, tras el derrocamiento del autócrata Omar al-Bashir en 2019 y la formación de un gobierno dirigido por civiles, Estados Unidos tomó medidas para normalizar las relaciones con Sudán y eliminó al país de su lista de Estados patrocinadores del terrorismo.

Para las potencias occidentales, la ubicación estratégica de Sudán en el Cuerno de África, una región que conecta Oriente Medio con el África subsahariana, lo ha convertido en una zona de interés crítico. La región ha adquirido cada vez mayor importancia en el contexto de la competencia global, con la creciente influencia china y rusa y los esfuerzos occidentales por contrarrestar la creciente presencia de estas potencias. La proximidad de Sudán al Mar Rojo, una ruta comercial marítima clave, también lo hace vital para el comercio y la seguridad mundiales.

Estados Unidos ha hecho mucho hincapié en promover la gobernanza democrática en Sudán, utilizando la presión diplomática y las sanciones para impulsar reformas lideradas por civiles. Sin embargo, este enfoque ha sido criticado por no haber impedido el golpe militar de 2021 y por su impacto limitado en la resolución de la lucha de poder entre las facciones militares y civiles de Sudán. En 2023, Estados Unidos desempeñó un papel en la intermediación de acuerdos de alto el fuego, pero el conflicto sigue sin resolverse.

La Unión Europea también ha expresado su apoyo fanático a la transición democrática de Sudán, alineándose a menudo con las políticas de Estados Unidos, pero también ha enfrentado sus propios desafíos al lidiar con las complejidades del panorama político de Sudán. Además, los países de la UE, en particular Italia y Francia, han tratado de equilibrar sus preocupaciones sobre los flujos migratorios con sus esfuerzos diplomáticos y humanitarios. La desestabilización de Sudán ha llevado a un número cada vez mayor de refugiados y migrantes que intentan llegar a Europa a través del Mediterráneo.

Las potencias occidentales, en particular los Estados Unidos y la Unión Europea, tienen desde hace tiempo intereses estratégicos en Sudán y África oriental, que van desde la cooperación en la lucha contra el terrorismo hasta la gestión de los flujos migratorios, siendo Sudán un punto clave de tránsito para los migrantes procedentes del África subsahariana que se dirigen a Europa. Además, la proximidad de la región al Mar Rojo, una ruta marítima crucial, ha aumentado el interés occidental en la estabilidad regional.

El Cuerno de África, que incluye a Sudán, es una región en la que múltiples potencias regionales y globales tienen intereses en pugna. Además de Estados Unidos y la UE, China y Rusia se han vuelto actores más activos en África Oriental, invirtiendo en proyectos de infraestructura, energía y alianzas militares. La Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China (BRI, por sus siglas en inglés) ha logrado avances en Sudán, con inversiones en proyectos de infraestructura clave, incluidos los sectores petrolero y minero. Rusia también ha buscado expandir su presencia en la región, ofreciendo apoyo militar a varias facciones en Sudán y otros países.

Estos intereses en pugna han dado lugar a una compleja red de alianzas y tensiones. Por ejemplo, Estados Unidos ha tratado de contrarrestar la influencia china en África oriental, al tiempo que ha impedido que la región se convierta en un campo de batalla para las grandes potencias. Sudán, con sus vastos recursos y su posición estratégica, sigue siendo una pieza clave en este tablero de ajedrez geopolítico.

Desafíos humanitarios y migratorios

La crisis humanitaria en Sudán ha sido un punto central de la política exterior occidental, y los Estados Unidos y los países europeos han brindado ayuda significativa a los refugiados y desplazados. Sin embargo, estos esfuerzos se han visto obstaculizados por la inseguridad y los problemas logísticos, así como por la limitada coordinación internacional. El conflicto ha generado una avalancha de refugiados en los países vecinos, entre ellos Chad, Egipto y Etiopía, con el potencial de empeorar las tensiones ya existentes en esas naciones de acogida.

En el contexto más amplio de la migración, la inestabilidad de Sudán ha contribuido a un aumento significativo del número de personas que intentan huir de la región, muchas de ellas con el objetivo de llegar a Europa. Esta migración, a menudo por rutas peligrosas a través de Libia o el Mediterráneo, ha generado una mayor presión sobre los países de la UE, que se enfrentan al doble desafío de gestionar las solicitudes de asilo y abordar las causas profundas de la migración, incluida la inestabilidad en Sudán y los países vecinos.

Los vecinos de Sudán, en particular Egipto, Etiopía y Chad, también son críticos para la estrategia occidental de abordar la crisis. Egipto, bajo el presidente Abdel Fattah el-Sisi, mantiene una relación militar de larga data con Sudán y se muestra cauteloso ante la inestabilidad en su frontera sur. En cambio, Etiopía, envuelta en su propio conflicto con la región de Tigray, está preocupada por la posible propagación de refugiados y combatientes sudaneses a su territorio.

La intervención occidental en Sudán también se entrecruza con el panorama geopolítico más amplio del Cuerno de África. Estados Unidos ha intentado equilibrar su apoyo a la estabilidad regional a través de canales diplomáticos y humanitarios, al tiempo que gestiona sus relaciones con Etiopía, Kenia y otras naciones que podrían intervenir o influir en los asuntos sudaneses.

Conclusión

La crisis en Sudán es un desafío multidimensional que exige una respuesta matizada por parte de la comunidad internacional. Si bien los países occidentales, en particular Estados Unidos y la Unión Europea, han demostrado su compromiso de apoyar la transición democrática de Sudán, sus políticas a menudo han sido reactivas en lugar de proactivas. De cara al futuro, se necesita un enfoque más integral y coordinado, que combine el compromiso diplomático con un sólido apoyo humanitario, al tiempo que se aborda el golpe militar organizado en Sudán el 25 de octubre de 2021, encabezado por el general Abdel Fattah al-Burhan, que disolvió el gobierno dirigido por civiles y detuvo a líderes clave, incluido el primer ministro Abdalla Hamdok. Esto dio lugar a protestas generalizadas en todo Sudán, con llamamientos a la restauración del gobierno civil. La situación política sigue siendo tensa, y los esfuerzos por formar un nuevo gobierno de transición se dan en medio de la dinámica geopolítica en curso en África Oriental.

Para Sudán, el camino hacia la paz sigue siendo incierto. Hasta que no se alcance una solución significativa al conflicto interno, incluido un acuerdo negociado para compartir el poder entre las facciones militares y civiles, el país seguirá enfrentándose a la inestabilidad política y económica. La comunidad internacional, en particular Occidente, tendrá que recalibrar su enfoque y dejar de centrarse en soluciones de corto plazo para adoptar una estrategia de largo plazo que pueda garantizar la paz y la estabilidad para Sudán y la región más amplia de África.

Referencias

Sudán y la comunidad internacional: la lucha por la democracia. (2023).  Global Politics Review .

El Cuerno de África: geopolítica y seguridad. (2022).  Revista de Asuntos Internacionales .

La política de la UE en África: desafíos y oportunidades. (2023).  Estudios de política europea .

Crisis humanitaria en Sudán: Informe. (2024).  Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados

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