Por cuarta vez es dos años se realiza una nueva cita a las urnas, los últimos recuentos parecen estipular el triunfo de Benjamín Netanyahu, con un discurso liberal y profundamente racista. Con un parlamento fragmentado, el recuento de votos de las elecciones israelíes, celebradas este martes, sigue lentamente con la victoria del LIKUD, partido de Netanyahu que habría conseguido 30 de 120 escaños del parlamento.
Esto significaría que ni Netanyahu ni la oposición logra obtener los 61 escaños necesarios para formar ejecutivo, incluso si forma coalición con sus aliados políticos. Lo que equivaldría a unos quintos comicios.
Con una participación del 67,2% se denota la debilidad electoral, la más baja desde el 2013. Un contexto electivo que coincide con un malestar y constantes protestas anti-Natanyahu, inculpado de gobernar a través del fraude, el abuso de confianza y una gestión que deja que hablar en el contexto actual de la pandemia.
Netanyahu también ha hecho todo lo que estaba en su mano para ahondar la asimetría de poder del conflicto palestino-israelí: en 2020 amenazó con formalizar la anexión de territorio destinado a un futuro Estado palestino, y ha conseguido oficializar sus relaciones con algunos países árabes sin avanzar un ápice la paz. Aún así, la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Este y el bloqueo sobre Gaza representan un asunto completamente invisibilizado en la mayoría de conversaciones entre israelís. Salvo cuando de ataques desde la Franja se trata, el público israelí no se muestra preocupado por lo que ocurre al otro lado de los respectivos muros. Cualquier posibilidad de Gobierno alternativo, incluso aunque esta incluyera la llamada izquierda, sería una opción poco halagüeña para el pueblo palestino.
Los palestinos por su parte dicen no se ven interesados en los resultado de las elecciones israelíes. No creen que cambie la naturaleza usurpadora y agresora con el cambio ejecutivo. Cualquier partido israelí que este en el poder, continuara alejado de las perspectivas de paz y seguirán pisoteando sus derechos, ya que la política de este régimen será continuar con la construcción de asentamientos ilegales y seguir con la ocupación.
En mayo se realizaran elecciones a la Autoridad Palestina, fuertemente criticadas por la ausencia de democracia interna y su limitada trascendencia como prueba de democracia nominal exigida en el marco de la sacrosanta solución de dos estados. Una y otra cita electoral son percibidas con cada vez mayor intensidad como una pantomima en una realidad de un único Estado de ‘apartheid’ en la que bajo una única soberanía israelí, los derechos y libertades de los palestinos dependen de su lugar de residencia, continuamente subsumidos a los privilegios de los judíos israelís.