Según revelan unos documentos gubernamentales de carácter confidencial a los que ha tenido acceso el diario The Washington Post, un importante elenco de altos funcionarios de EE.UU. distorsionaron la realidad sobre la guerra en Afganistán durante la campaña de 18 años al hacer declaraciones optimistas a sabiendas que eran falsas y ocultaron pruebas inequívocas de que esta intervención militar se había vuelto imposible de ganar.
Los documentos fueron generados por un proyecto federal que examinaba las fallas de raíz del conflicto armado más largo en la historia de Estados Unidos. En ellos, incluyen más de 2000 páginas de notas inéditas de entrevistas con personas que jugaron un papel fundamental en la guerra, desde generales y diplomáticos hasta trabajadores humanitarios y funcionarios afganos.
El medio estadounidense ha podido publicar este lunes su informe después de una batalla legal de tres años con el último Ejecutivo de EE.UU. que trató de proteger las identidades de la gran mayoría de los entrevistados y ocultar casi todos sus comentarios.
“Estábamos desprovistos de una comprensión fundamental de Afganistán; no sabíamos lo que estábamos haciendo allí”, dijo Douglas Lute, un general del Ejército de tres estrellas que estuvo de asesor sobre Afganistán en la Casa Blanca durante los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama.
“Si el pueblo estadounidense supiera la magnitud de esta disfunción (…) 2400 vidas perdidas”, agregó Lute, culpando así de las muertes del personal militar estadounidense a las fallas burocráticas entre el Congreso, el Departamento de Defensa (el Pentágono) y el Departamento de Estado.
Desde 2001, más de 775 000 soldados estadounidenses se han desplegado en Afganistán, muchos de ellos en repetidas ocasiones. De ellos, 2300 murieron allí y 20 589 resultaron heridos en acción, según cifras del Pentágono.
Los esfuerzos explícitos y sostenidos de los sucesivos gobiernos de EE.UU. para engañar deliberadamente al público se basaban a partir de la práctica en común del cuartel general militar en Kabul, la capital afgana, y en la Casa Blanca, de distorsionar las estadísticas para hacer parecer que Washington estaba ganando una guerra —que hasta ese entonces habría costado al herario publico unos 975 mil millones de dólares— cuando ese no era el caso.
“Se modificó cada punto de los datos obtenidos en las encuestas para presentar la mejor imagen posible”, señaló Bob Crowley, coronel del Ejército que desempeñó como asesor principal de contrainsurgencia de los comandantes militares estadounidenses en 2013 y 2014.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), comandada por EE.UU., invadió Afganistán en el 2001 pretextando la “lucha contra el terrorismo”. Paradójicamente, la presencia estadounidense ha empeorado la situación de inseguridad en gran parte del territorio afgano y posibilitado la expansión de grupos extremistas, como el EIIL (Daesh, en árabe).