Europa

¿Es Alemania de nuevo el «enfermo de Europa»?

Por Fabrizio Verde*-
Francia arde y Alemania se hunde, mientras las élites políticas europeas siguen impertérritas. Como la orquesta del Titanic que sigue tocando mientras el transatlántico se hunde.

La situación en la vieja Europa es cualquier cosa menos buena. Más que el jardín evocado por el belicista español Borrell, responsable de la política exterior de la UE, el escenario es el de las arenas movedizas. Un hundimiento lento pero inexorable debido a la adopción de políticas absurdas y contraproducentes que no sirven a los intereses de los Estados y, sobre todo, de los pueblos de Europa.

Son precisamente los dos países más importantes, las naciones líderes, los que simbolizan la situación en la que se encuentra el continente europeo. Francia está en llamas mientras que Alemania se encuentra en una crisis económica de la que no puede salir.

El sentimiento empresarial en Alemania alcanzó su nivel más bajo desde el pasado noviembre. El índice correspondiente del instituto de investigación económica IFO, con sede en Múnich, considerado el indicador más importante de la economía alemana, cayó de 91,5 a 88,5 puntos en junio. Esta caída superó las previsiones más pesimistas, con los empresarios quejándose en particular de la escasez de mano de obra cualificada. El diario alemán Die Zeit señala que Alemania se encuentra en recesión técnica: el PIB lleva dos trimestres seguidos cayendo. Según el presidente del IFO, Clemens Füst, la debilidad económica se debe sobre todo a graves problemas en el sector industrial, donde el índice empresarial cayó un 6,5%, incluida una caída del 9,3% en el sector manufacturero.

Las empresas se quejan de la falta de pedidos. Según el experto del IFO Klaus Volrabe, la razón principal es la subida de los tipos de interés bancarios decidida por el BCE. Esta tendencia mundial ha afectado a casi todos los sectores y ha reducido la demanda de productos fabricados en Alemania. Las principales instituciones económicas alemanas afirman que el país tiene por delante una década de lento crecimiento económico. La razón principal es el envejecimiento de la población y la escasez de mano de obra cualificada en un contexto de tendencias demográficas negativas.

Inflación, debilidad del consumo y baja demanda de productos industriales: éste es el escenario económico en el que se encuentra Alemania. Según el prestigioso economista alemán Henrik Müller, la crisis de la economía alemana es sistémica y se prolongará durante bastante tiempo. En su opinión, Alemania no ha experimentado una crisis tan grave desde hace 30 años, es decir, desde principios de la década de 1990.

Hoy, la situación es más complicada debido a la superposición de varios factores de crisis: las consecuencias económicas de la pandemia, el conflicto en Ucrania, la inflación, la crisis energética y climática y, sobre todo, la interrupción del suministro de gas ruso.

En la práctica, Alemania se encuentra en situación de emergencia económica desde 2020.

Müller afirma que Alemania es hoy un país diferente, más débil, cuya base industrial se degrada constantemente.

La situación en Ucrania mostró entonces la verdadera insuficiencia de la dirección política teutona. El gobierno promete un «futuro brillante» reformando la industria, la energía y el transporte. Pero, en realidad, la economía está estancada, el PIB se contrae y Alemania se encuentra a la cola de los países europeos en términos de crecimiento económico. Mientras tanto, escribe Henrik Müller, la inflación se está comiendo los ingresos reales de los ciudadanos, que han caído durante tres años seguidos.

Según el economista, muchos otros países atraviesan ahora una grave crisis. La diferencia, sin embargo, es que para Alemania la situación actual es especialmente dolorosa. Según Andreas Peichl, experto del Instituto IFO de Múnich, se trata de un cambio repentino en un país acostumbrado a la prosperidad y la estabilidad y que ha demostrado su éxito al mundo. Según una encuesta de Gallup, sólo el 30% de los alemanes cree que sus hijos tendrán una vida mejor, la mayoría espera un empeoramiento de las condiciones de vida.

Sobre la economía alemana pesa la grave crisis energética a la que se enfrenta Berlín.

Tras la masoquista renuncia de Rusia al gas ruso, Alemania se ve obligada a comprar gas y petróleo a precios inflados a Estados Unidos. Las empresas alemanas están dejando de ser competitivas y están dando la voz de alarma, planeando trasladar la producción a Asia y Norteamérica y cerrar operaciones en Alemania. El país corre el riesgo de desindustrializarse.

Los productos fabricados en Alemania siempre han sido demandados en todo el mundo como ejemplo de calidad y fiabilidad. Sin embargo, la demanda está disminuyendo gradualmente debido a los altos costes y a la competencia de los países asiáticos, que han aprendido a fabricar ellos mismos coches y maquinaria, a menudo con resultados incluso mejores que los europeos. También ha aumentado la competencia de Estados Unidos, que invierte decenas y cientos de miles de millones de dólares en industrias clave y nuevas tecnologías.

A esta situación se añaden las disparatadas políticas industriales exigidas por los Verdes alemanes: Alemania está realizando de hecho una transición hacia fuentes de energía alternativas, y a principios de este año se desmantelaron centrales nucleares con este fin. Los observadores señalan que esta decisión extremadamente costosa costará a los contribuyentes alemanes decenas, si no cientos de miles de millones de euros.

Según los críticos, el ministro de Economía, Robert Habek, está destruyendo la energía convencional. En concreto, pretende obligar a los alemanes a cambiar la calefacción convencional de gas y petróleo por bombas de calor, lo que provocará una enorme demanda de electricidad y grandes gastos adicionales para los hogares.

Crisis geopolítica

Los problemas en la esfera económica también se están convirtiendo en un declive geopolítico para Alemania, que se manifiesta en una pérdida de influencia en la escena internacional. Concomitantemente a la crisis de la globalización, se resquebraja el orden económico mundial «basado en normas» dominado por Estados Unidos, del que Alemania ha sido beneficiaria durante mucho tiempo.

Desde su unificación, Alemania ha decidido ser una potencia «civil» más que militar. La influencia geopolítica de Berlín se ha desarrollado gracias a la fuerza económica del país y no al poderío militar, casi ausente en un país atiborrado de bases de la OTAN.

Desde este punto de vista, el declive de la influencia alemana ha quedado bastante claro en uno de estos días, en el que, irónicamente, hemos vuelto a ver a una dirigente del Partido Verde: la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock.

En una visita a Brasil para instar al país sudamericano a alinearse con las políticas occidentales, Annalena Baerbock recibió una sonora bofetada diplomática: ni el presidente Lula ni el ministro de Asuntos Exteriores de Brasil se reunieron con ella. Como señala el diario austriaco Exxpress, se trata de la máxima medida de «castigo» diplomático para la ministra alemana, una fanática atlantista revestida de ecologismo.

Este desaire diplomático tiene importantes implicaciones. Alemania ha sido humillada públicamente, con su representante de alto nivel rechazado por un líder extranjero. Sin duda, esto debilita la credibilidad y la influencia de Alemania en la escena internacional, poniendo en entredicho su capacidad para liderar e influir en los asuntos mundiales. Como bien demuestra la cuestión de Ucrania, donde Berlín sigue tomando decisiones masoquistas a instancias de Washington.

Lo que ocurrió más tarde en Sudáfrica confirmó el declive alemán. La fanática atlantista Baerbock se reunió con su homólogo sudafricano y otras autoridades, pero siguió sin sacar la araña del agujero. El país africano -miembro de los BRICS- ha rechazado claramente las invitaciones alemanas a dar la espalda a Rusia y abrazar la agenda occidental.

Los intereses estadounidenses hunden Europa

Están surgiendo nuevos centros de poder para sustituir a los antiguos hegemones. Alemania está perdiendo su ventaja competitiva, basada principalmente en el empobrecimiento de los demás países de la UE, como demuestra descaradamente Italia.

Además de todos los problemas de Berlín, Washington está obligando a Alemania a reducir su fructífera cooperación económica con China «por razones de seguridad». Como en el caso de la energía rusa, los intereses geopolíticos de Washington prevalecen sobre los de Berlín.

Francia arde y Alemania se hunde, mientras las élites políticas europeas siguen impertérritas. Como la orquesta del Titanic que sigue tocando mientras el transatlántico se hunde.

*Fabrizio Verde, periodista, director de l’AntiDiplomatico.

Artículo publicado originalmente en l’Antidiplomatico.

Foto de portada: extraído de fuente original l’Antidiplomatico.

Dejar Comentario