En 2022 la población mundial superará los 8 mil millones de habitantes, un aumento de un tercio en solo dos décadas. Respetados demógrafos estiman que, para 2050, seremos unos 9.500 millones. Por eso resultan desconcertantes los comentarios que hizo Elon Musk hace unos meses. Según él, “la baja natalidad y su rápido descenso” son “uno de los más grandes riesgos para la civilización”.
Las tasas de natalidad en Europa, América del Norte y Asia oriental se sitúan, en general, por debajo de los 2,1 nacimientos por mujer, el nivel en el que las poblaciones se mantienen estables, con tasas de mortalidad constantes. La situación en algunos países es especialmente llamativa. La tasa de natalidad en Italia es la más baja en la historia del país. La tasa de natalidad de Corea del Sur lleva décadas estancada por debajo de un nacimiento por mujer, a pesar de que se calcula que se han invertido 120.000 millones de dólares en iniciativas destinadas a aumentarla. Japón comenzó el siglo con 128 millones de ciudadanos, pero va camino de tener solo 106 millones en 2050. La población de China alcanzará un máximo de 1.450 millones en 2030, pero si no consigue aumentar su tasa de natalidad, el país más poblado del mundo podría terminar este siglo con menos de 600 millones de habitantes. Este es el “gran riesgo” al que alude Musk. El problema es que su afirmación parece implicar que la “civilización” no incluye a África.
La población de más de la mitad de los 54 países africanos se duplicará —o más— de aquí a 2050, producto de la alta fertilidad y la mejora en las tasas de mortalidad. Para aquel entonces, el continente albergará al menos al 25% de los habitantes del planeta. En 1950 su población correspondía al 10% mundial. La escala de esta expansión no tiene precedente alguno: mientras que la población de Asia se habrá multiplicado por cuatro a lo largo del mismo plazo, la de África se habrá multiplicado por diez. El resultado es lo que el demógrafo Richard Cincotta denomina “juventud crónica”: el 40% de los africanos son niños menores de 14 años y en la mayoría de los países africanos la edad promedia es inferior a 20 años.
Las madres africanas tendrán unos 450 milloes de hijos en la década de 2020. Se prevé que, en la década de 2040, esta cifra llegue a más de 550 millones, aproximadamente el 40% de todos los niños nacidos en el mundo a lo largo de ese período. Las tasas de natalidad bajas o en rápido descenso siguen siendo la excepción y no la regla en la mayor parte de África. A nivel mundial, el número de nacimientos está en el punto más alto de la historia —140 millones al año— y es poco probable que se produzca un descenso pronunciado en el curso de las próximas dos o tres décadas.
Se trata de una especie de ola de proa que apuntala el futuro crecimiento de la población, para bien o para mal (o para ambos). Con la alta fertilidad sostenida en África oriental, occidental y central, el continente aportará 1.300 millones de los 2 mil millones de habitantes que conformarán el aumento de población que se producirá entre 2019 y 2050. Para entonces, tanto África oriental como la África occidental tendrán poblaciones mayores que la de Europa. A partir de ese punto, la variada demografía de África será uno de los factores centrales que determinarán si la población mundial alcanzará su punto máximo en la segunda mitad del siglo XXI o si seguirá creciendo, una cuestión controvertida, en disputa y especialmente significativa en la era de la crisis climática.
El relato de Elon Musk sobre la implosión demográfica no es original. Recuerda a lo que decía el Dr. HB McKlveen, que advertía de la “despoblación de las naciones civilizadas” en el Journal of the American Association en 1895; a la opinión de muchos economistas occidentales en la década de 1930, John Maynard Keynes entre ellos.
Más de 50 años después de la publicación del superventas de Paul Ehrlich La explosión demográfica o bomba P (The Population Bomb), las narrativas de “explosión” también estallan con regularidad.
Hasta la fecha, la adaptabilidad y la resistencia humanas han superado las crisis demográficas (como la peste negra en el siglo XIV) y el alarmismo cíclico. No se trata de ser complaciente ni panglosiano, sino advertir que las narrativas alarmistas son invariablemente pregonadas por razones ideológicas o de otro tipo. Más allá de las próximas dos o tres décadas, la futurología demográfica está plagada de escollos, aunque estos no son tan peligrosos como los pronósticos económicos o meteorológicos a medio y largo plazo.
Re-imaginar África
La omisión de la demografía africana en el pronunciamiento de Musk es un síntoma de las colosales deficiencias en la comprensión que Occidente tiene de África y de los países que la componen. Las delegaciones africanas son actores secundarios en las cumbres mundiales como la COP26, a pesar de las ramificaciones de la crisis climática para el continente (y de su potencial para contrarrestar los efectos nocivos).
Los gobiernos occidentales han sido lentos en cooperar con sus homólogos africanos en la batalla para contener la Covid-19, para la que han aportado poquísima ayuda humanitaria. África permanece marginada, incluso en las representaciones estereotipadas de la mayoría de los medios de comunicación occidentales y en la imaginación de la mayoría de los ciudadanos occidentales. Este lamentable estado de cosas no puede —no podrá— perdurar.
El mero peso de las cifras debe propulsar una ‘re-imaginación’ de los países africanos y sus poblaciones. Esto por sí solo tendrá la capacidad de repercutir en la geopolítica, el comercio mundial, el desarrollo tecnológico, el futuro de las religiones dominantes en el mundo, los patrones migratorios… en casi todos los aspectos de la vida. Una familiaridad más extendida con las diversas características y trayectorias demográficas del continente es un buen punto de partida para esta ‘re-imaginación’. Y también podría ayudar ser siempre conscientes de que las masas continentales de China, Estados Unidos, Europa, India y Japón pueden caber todas juntas dentro de este continente que ocupará un lugar cada vez más grande en las vidas de sus vecinos y del mundo.
*Edward Paice es autor de Youthquake – Why African Demography Should Matter to the World (Youthquake – Por qué la demografía africana debe importar al mundo) y director del. Africa Research Institute.
Artículo publicado en elDiario.es, editado por el equipo de PIA Global