En una clase de gobierno canadiense, el profesor nos preguntó: ¿Cuál es su favorito presidente estadounidense? (claro, dijo “americano”). Más allá de lo poco inadecuado que es evaluar el presidente “favorito” del país vecino en una clase de política canadiense, los participantes – de mayoría anglosajona – esperaban de este humilde estudiante (21 años, para entonces), que otorgue una respuesta “controversial” y “cuestionable”, ya que es uno de esos locos terroristas árabes y traficantes de drogas mexicanos (todos los latinoamericanos son mexicanos, en esa ilustre parte del mundo). La mayoría emitió elogias casi románticas sobre los señores John Kennedy y William Clinton.
Quien suscribe indicó que su “favorito” presidente GRINGO (utilizando esa misma palabra) es el del billete de 5$: Andrew Jackson (1829 – 1837). Indiqué que Jackson es el que más respeto le tengo, ya que fue el más sincero: fue un hombre de profundo odio visceral, de intenso desprecio racista hacia todos los amerindios y africanos, y carecía de cualquier remordimiento o misericordia. Jackson exterminó muchos amerindios para robarle sus tierras, y lo realizó sin pretender cualquier tipo de “superioridad moral”, deshumanizando a sus víctimas de manera bien clara. Jackson dejó claro su orgullo de ser el arquitecto de ese genocidio, y nunca asumió una careta de moralidad: el rostro de odio, desprecio y muerte, siempre fue evidente para todos.
Quien suscribe no fue muy popular en sus clases en Canadá. Recibí mis títulos universitarios y salí corriendo de ese país en el 2001, y hasta los momentos, no he regresado. No obstante, 27 años más tarde, aún creo que es válido lo que indiqué en esa clase en el año 1998, y ahora debo agregar a esa “categoría” de presidentes, el Señor Donald Trump.
¿Qué hizo el Señor Jackson, el del billete de 5$? En 1791, el gobierno federal estadounidense reconoció a los cheroquis como una “nación soberana” dentro de Estados Unidos, aceptando sus territorios como propios de ellos, en el Estado de Georgia – incluso, se firmó un tratado para este efecto. Los residentes de Georgia resentían los cheroquis por sus tierras productivas y su autogobierno, por lo cual invadieron las tierras cheroquis, y los fueron matando, poco a poco. En 1828, Georgia aprobó una ley que declaraba nulas todas las leyes de los cheroquis. La legislatura de Georgia, de un plumazo, “abolió” la nación cheroqui, y procedió a confiscar todos sus territorios en Georgia. ¿Cuál fue la motivación de este hurto tan abiertamente ilegal y en violación de sus propias leyes? Las tierras de los cheroquis eran excelentes para que los esclavos africanos de los anglosajones, siembren algodón para sus amos blancos. Cuando descubrieron que esas tierras también tenían oro, pues ya se garantizó el exterminio de los cheroquis.
El gobierno federal de Estados Unidos, bajo la presidencia de Andrew Jackson, impuso en el senado la “Ley de Relocalización India de 1830” (Indian Removal Act of 1830). La ley otorgaba al presidente la potestad de “negociar” (es decir, obligar a través del uso de las bayonetas), con las llamadas “Cinco Naciones Civilizadas”, los términos de su “relocalización”, desde sus territorios en Georgia y otros del este norteamericano, y hacia el oeste del río Mississippi, en lo que hoy es Oklahoma, el cual es un vertedero que no posee ni tierras fértiles, ni recursos naturales de cualquier tipo (aun en el año 2025).

El proceso de remover forzosamente a los cheroquis de sus tierras, generó una de las tragedias más lamentables del expansionismo anglosajón: El “Sendero de Lágrimas”: Más de 4.000 soldados federales y 3.000 milicianos, se encargaron de imponer una marcha de muerte que acabó con una gran parte de la población cheroqui desplazada. Lamentablemente, la triste marcha del genocidio norteamericano contra los cheroquis y las otras naciones amerindias, nunca fue considerada oficialmente como un “crimen de guerra”, y mucho menos un genocidio, ya que estos son cometidos solamente por los enemigos de los gringos, nunca por ellos y sus aliados.
Más de 16.000 cheroquis fueron reubicados a los vertederos de Oklahoma, lo que obligó a las mujeres y a los niños a marchar más de 1.300 km, donde sufrieron enfermedades, exposición y hambre, así como recibieron de los anglosajones cobijas intencionalmente infectadas con viruela, y murieron entre 4.000 y 8.000 cheroquis. Jackson, como nos podemos imaginar, justificó todo esto con los argumentos de siempre: no son seres humanos, son un mero estorbo para la “civilización”, pronto enfrentaran su propia extinción, no son civilizados, etc. Es de notar que, para el censo federal del año 1890, la población total de todos los amerindios en Estados Unidos era de 230.000 personas. Al inicio de la colonización anglosajona en el Siglo XVII, se estima que eran entre 14 y 15 millones. Justo por este grado de “sinceridad” con sus odios viscerales, es que sigo insistiendo en que el Señor Jackson, sin duda alguna, es mi favorito presidente gringo.
Este último ejemplo de pura avaricia, odio y crueldad que vivieron los cheroquis, es uno que se repite tantas veces, a lo largo de la historia de la república anglosajona. En realidad, leer la verdadera historia del expansionismo estadounidense, es una tarea que desgasta el alma, por lo tan sangrienta, cruel, devastadora y dolorosa que fue, lejos de las narrativas del “nacionalismo romántico” que se hacen pasar por “historia”, de ideólogos gringos como Frederick Jackson Turner (1861-1932). Leer la verdadera historia de Estados Unidos, es comprender el grado de intolerancia, odio, xenofobia y la casi infinita capacidad de causar dolor a los demás, que suele caracterizar el verdadero Gringo, el que podemos ver en la novela gringa “The Ugly American” (El Feo Estadounidense), de Eugene Burdick y William Lederer, publicado en el año 1958.
Canadá, por ejemplo, se encuentra en la actualidad pasando por lo que Venezuela ya tiene más de una década sufriendo. Los liberales en Ottawa han sido claros que el Señor Trump quiere “absorber” el territorio canadiense. Imagínense ustedes que califiquen a un presidente de un país suramericano, como un “gobernador” de un futuro estado de Estados Unidos. El insulto no sería solamente contra ese presidente, sino contra el pueblo entero. Es precisamente este tipo de humillaciones que hoy en día enfrentan los canadienses, los mismos que cuestionaron la respuesta de quien suscribe a la ridícula pregunta del “presidente gringo favorito”, décadas atrás. Irónicamente, fueron los propios canadienses quienes ayudaron a Estados Unidos a hacerle a Venezuela, justo lo que los gringos ahora les hacen alegremente a los canadienses.
Los venezolanos secuestrados por Estado Unidos y enviados al vertedero de El Salvador, son la versión del Siglo XXI de los cheroquis, pero sin el genocidio. Las imágenes de estos venezolanos son impactantes, gente que todos sabemos que no son “delincuentes” ni pertenecen a ningún “tren” ficticio de criminales, más bien son migrantes que tuvieron que ir a ese infierno anglosajón de racismo y xenofobia, por una situación económica que esos mismos anglosajones crearon, en primer lugar. La humillación no es solo de ellos, sino de todos los venezolanos, que vemos como nos tratan en el exterior, conscientes del gran contraste entre nuestra situación en el exterior, y cómo son tratados los extranjeros en Venezuela.

Ese es, precisamente, el verdadero rostro del gringo. Es el mismo gringo que está perpetrando su genocidio en Gaza (los sionistas son meras bestias rabiosas que atacan cuando el amo suelta la correa que los contiene), y que llevó a los ucranianos a ser “carne de cañón” contra los rusos, para ahora abandonarlos e incluso hasta sacrificarlos. Son los mismos que ahora amenazan abiertamente a la soberanía de Groenlandia y Panamá, no con “máscaras” (excusas) patéticas como las que empleó George Bush para ocupar a Irak, sino con el verdadero rostro gringo, expuesto para que todos los puedan ver. Ese mismo “Ugly American” siempre ha existido, pero ahora está claramente desenmascarado, como lo fue el propio Jackson, en el Siglo XIX. No solo cae el rostro falso de “actores” como Clinton y Obama, sino que igualmente caen las falsas caretas de sus apologistas en América Latina.
Hagamos un llamado al pueblo venezolano, no a los chavistas, tampoco a los opositores, sino a quienes tienen familiares, amigos, vecinos y conocidos, migrantes en el exterior, tratando de obtener trabajo en esos países. Tratemos de reflexionar sobre las acciones del Gobierno Bolivariano durante esta coyuntura, y el contraste con las acciones de los opositores violentos, durante esta importante coyuntura de nuestra historia nacional. El Señor Trump emplea a los venezolanos que están a su mereced, para humillar al gobierno venezolano, para obligarlo a hacer lo que ellos desean. Tan fácil hubiera sido para el Gobierno Nacional abandonar a esos venezolanos secuestrados, pues justificadamente, este puede alegar que no cederá a las presiones de los extorsionistas herederos del Sendero de Lágrimas, los criminales del Norte.
No obstante, el Gobierno Bolivariano prácticamente se “tragó” sus frustraciones e indignaciones, y en vez de hacer lo que los mismos gringos hubieran hecho – abanador a sus connacionales – el Gobierno Bolivariano asumió el reto sin soberbia y con responsabilidad histórica, y salió a buscar a sus ciudadanos, para que regresen con dignidad a sus tierras, en vez de ser sometidos a otro campo de concentración gringo. En vez de actuar con orgullo, con indiferencia o con falta de consideración, el Gobierno respondió a favor de los venezolanos, corriendo el riesgo de que la lacra gringa alegue cínicamente que logró doblegar al gobierno en Caracas, o que entre los compatriotas que lleguen al país, puedan existir agentes que buscan entrar para desestabilizar.
Sí eso es lo que está realizando el Gobierno Bolivariano por sus ciudadanos, ¿Qué hacen los sectores violentos en Venezuela por nuestros migrantes? Pues celebran las acciones de los gringos contra el pueblo venezolano, y festejan las nuevas medidas coercitivas unilaterales contra nuestra industria petrolera, para que los primeros que sufran de esta malicia gringa – al igual que el Sendero de Lágrimas – sea el mismo pueblo que tuvo que migrar al país de Jackson y de Trump, en primer lugar, a raíz de las mismas medidas tomadas años antes. Estos son quienes celebran el sufrimiento venezolano en los campos de exterminio en El Salvador, y el hambre en nuestro propio país.
Son estos momentos duros y difíciles, que nos demuestran quienes son los verdaderos cobardes, y quienes son los honorables. En los tiempos de crisis, caen las máscaras, y se revelan los verdaderos rostros. ¿Acaso no se les cayeron las máscaras también a estos “opositores”, y quedaron expuestos sus verdaderos rostros, al igual que sus amos en Washington?
Omar José Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global
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