Elecciones 2022 Nuestra América

El tercer gobierno de Lula marca el inicio de una nueva «ola rosa» en América Latina

Por Lucas Estanislau, Michele de Mello y Fernanda Paixão*- La economía, China y el medio ambiente son algunos de los principales desafíos para los gobiernos progresistas de la región

En América Latina, el año 2022 estuvo marcado por procesos electorales decisivos que inclinaron la balanza política a favor del progresismo. Las victorias de Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil consolidaron una región con nueve gobiernos alineados a la izquierda y al centro-izquierda.

El mapa rojo fue motivo de memes en Internet que revivieron la idea de la «URSAL»: la Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina. Brasil de Fato entrevistó a especialistas para saber cuáles son las perspectivas de un nuevo proyecto de integración latinoamericana frente al tercer gobierno de Lula. Repasamos temas importantes de la región, como la preservación del medio ambiente y los recursos naturales, la relación con China y Estados Unidos, propuestas para la economía regional e instancias de diálogo y cooperación como Unasur, Celac y Mercosur.

Las dos olas progresistas y los nuevos actores mundiales

En la primera llamada «ola rosa», durante los primeros años del siglo XXI, la región vio la victoria de Lula, Hugo Chávez (Venezuela); Néstor y Cristina Kirchner (Argentina); Evo Morales (Bolivia); Rafael Correa (Ecuador); Fernando Lugo (Paraguay); Tabaré Vásquez y Pepe Mujica (Uruguay); Manuel Zelaya (Honduras); así como Fidel y Raúl Castro (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua).

Ahora, la ola progresista se repite con Lula, Alberto Fernández (Argentina); Luis Arce (Bolivia); Nicolás Maduro (Venezuela); Gustavo Petro (Colombia); Andrés Manuel López Obrador (México); Xiomara Castro (Honduras); Miguel Díaz-Canel (Cuba), Daniel Ortega (Nicaragua) y Gabriel Boric (Chile).

Por primera vez, las principales potencias económicas de la región y las economías medianas estarán encabezadas por la izquierda en el mismo periodo. A pesar de cierta hegemonía, los retos políticos y económicos de esta tercera década del milenio son también mayores.

«América Latina en 2022 es un territorio en disputa», afirma el sociólogo venezolano Ociel Alí López, para quien la principal diferencia radica en la relación de los países latinoamericanos con Estados Unidos. «La región ya no está totalmente alineada con Estados Unidos, y eso en 2022 fue clave. Este año, el continente ha girado a la izquierda, independientemente de los matices entre gobiernos, pero en una situación geopolítica totalmente distinta a la de años anteriores», añade.

El principal factor al respecto es la relación de China con los países latinoamericanos, que ha cambiado drásticamente el mapa geopolítico y ofrece una nueva lectura multipolar del mundo.

El comercio bilateral entre China y América Latina no ha dejado de aumentar desde la subida de los precios de las materias primas en la primera década del 2000. En 2021, hubo un récord con 400.000 millones de dólares (más de 2 billones de reales) en intercambios. Y, desde 2013, 22 países latinoamericanos ya se han sumado a la propuesta china de la Franja y la Ruta (One Road, One Belt). Esta propuesta consiste en préstamos de bancos estatales chinos de desarrollo a países en vías de desarrollo a cambio de contratos de empresas chinas por parte de los países beneficiarios para obras de infraestructura.

El subcontinente alberga unas 2.700 empresas chinas y es el segundo destino de la inversión extranjera directa. No es de extrañar que el gobierno chino esté intentando establecer tratados de libre comercio con Uruguay, El Salvador y Mercosur.

Los primeros viajes internacionales de Lula como presidente en 2023 prefiguran su política internacional: Argentina, Estados Unidos y China. «Estados Unidos quiere un liderazgo brasileño que al mismo tiempo simpatice con Estados Unidos, pero que no sea un felpudo», destaca el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), Fabio Luis Barbosa.

«Yo no sería tan optimista para hablar de [superar la dependencia], pero creo que estamos creando nuevas dependencias y un nuevo mapa geopolítico, que se ha abierto de forma comercial», destaca Ociel Ali López.

Además de ser el principal socio comercial de la región, China es también el país con mayor capacidad para procesar minerales fundamentales para la industria tecnológica y abundantes en suelo latinoamericano, como cobalto, bauxita, litio, tierras raras, cobre y níquel. Por tanto, otro reto que se plantea a la región es la cuestión medioambiental unida a la económica.

Recursos naturales

La diversidad de biomas y la vasta disposición de recursos naturales se consideran el potencial de América Latina. Además de concentrar cerca del 31% de las fuentes de agua dulce del mundo, el continente también posee las mayores reservas de minerales raros, como cobalto, cobre, níquel y litio.

América Latina concentra el 68% de las reservas mundiales de este último mineral -alrededor de 21 millones de toneladas-, con énfasis en el llamado Triángulo del Litio, entre los territorios de Argentina, Bolivia y Chile; pero también se han identificado reservas del llamado «oro blanco» en Brasil y México.

El mineral se utiliza en la producción de baterías de larga duración y diversos equipos tecnológicos. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) indica que la demanda mundial de litio debería aumentar un 22,5% entre 2020 y 2030.

La única solución es hacer de la conservación un negocio más rentable que la explotación de estos territorios.

Por ello, una de las propuestas del Plan Económico aprobado por la CEPAL en noviembre de este año es la industrialización de la cadena del litio como nuevo motor de las economías latinoamericanas. Además de las reservas, Argentina, Brasil y México disponen de la infraestructura y la tecnología necesarias para crear prototipos de coches eléctricos con baterías de litio.

De este modo, los países podrían desarrollar la industria y exportar bienes de consumo con mayor valor añadido, superando su dependencia de las exportaciones primarias. Según las previsiones de la CEPAL, la venta de coches eléctricos debería representar el 23% de las exportaciones totales de la industria automovilística.

Pero la propuesta ignora los impactos ambientales de la extracción de las materias primas necesarias para estos vehículos y el modelo de ciudad que impone. La exploración del litio exige procesos químicos y mucha agua: en un año puede consumir el equivalente a una ciudad de 70.000 habitantes.

Para Barbosa, el reto que se plantea a los gobiernos progresistas será conciliar las agendas medioambientales con las exigencias del mercado. «Es el dilema que se plantea a cualquiera de los gobiernos progresistas que se propongan afrontar la cuestión medioambiental», dijo el profesor de la Unifesp. «La única solución que se vislumbra desde el punto de vista de la lógica progresista es hacer de la conservación un negocio más rentable que la explotación de estos territorios», dijo.

Durante la COP27, el Presidente electo Lula da Silva expresó su intención de convocar una nueva reunión de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), que incluye a Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Surinam, Guyana, Colombia y Venezuela. Los presidentes Gustavo Petro (Colombia) y Nicolás Maduro (Venezuela) ya han acordado convocar una cumbre sudamericana entre todos los países que tienen parte de la selva amazónica en sus territorios.

Alemania también ha señalado ya la reanudación del Fondo Amazonia, una transferencia de cerca de 35 millones de euros (casi 200 millones de reales) destinada a la preservación del bioma. El pago fue suspendido en 2019, después de que Bolsonaro extinguiera unilateralmente dos comités que se encargaban de la gestión del fondo, rompiendo el acuerdo entre los países que definía las reglas del proyecto.

«Ciertamente, esta relación transamazónica también podría ofrecer opciones de desarrollo, en la medida en que existan aliados internacionales», señala Ociel. «América Latina tiene aliados a nivel global que hacen que el tema no sea sólo una cuestión entre izquierda y derecha, o una solidaridad global entre pueblos oprimidos, sino otra forma de plantear la geopolítica de la región.»

La relación transamazónica también podría ofrecer opciones de desarrollo, en la medida en que existan aliados internacionales.

Economía regional

América Latina cierra el año 2022 con un crecimiento económico del 3,7%, casi la mitad del registrado en 2021, del 6,7%. La tendencia para 2023 es a la baja, con una previsión de crecimiento económico del 1,3%. El riesgo de subida de los tipos de interés y las devaluaciones monetarias serían los principales factores de desaceleración el próximo año.

A principios de la década de 2000 se debatió la posibilidad de crear el Sucre, una moneda única para América Latina. Ahora, el nuevo ministro de Economía, Fernando Haddad, ya ha abogado por la creación de Sur, una moneda digital para fomentar el comercio intrarregional.

«Una moneda es algo abstracto y que también tiene un peso político, pero que se basaría en el contexto interno. Lo que no sabemos es si estas grandes ideas pueden realmente llevarse a cabo», señaló el analista venezolano Ociel Ali López.

Por primera vez en la historia, Brasil asumió la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El cargo, sin embargo, quedó en manos de un aliado de Bolsonaro, el ex presidente del Banco Central, Ilan Goldfajn. El ex ministro de Finanzas petista Guido Mantega llegó a enviar un correo electrónico a la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, pidiendo que se aplazara el cargo entre 45 y 60 días, pero la petición no fue atendida.

A pesar de haber sido nombrado por el gobierno predecesor, las prioridades de Goldfajn presentadas durante el proceso de selección del banco están alineadas con el programa de Lula, con la lucha contra el hambre y la cooperación entre países.

«Las políticas más idealistas en el sentido de la unión latinoamericana no desaparecerán, pero se moverán a otra velocidad, en función de cuestiones más subregionales», concluyó López.

Espacios de integración: Unasur, Celac, Mercosur

En 2019, Brasil rompió con la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), organismo que ayudó a fundar en 2008. Ya en 2020, el gobierno de Bolsonaro también rompió con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), declarando que el bloque que reúne a todos los gobiernos del subcontinente latinoamericano sería un «escenario para regímenes antidemocráticos».

Por lo tanto, hay una gran expectativa sobre el regreso de Brasil a estos espacios de integración regional. «Tenemos que esperar a que llegue Lula, y entonces veremos cómo será realmente este centro del campo, si seguirá una línea más moderada, a la defensiva, o si creará jugadas profundas», reflexiona Ociel.

En sus primeras declaraciones, el ministro de Asuntos Exteriores nombrado por Lula, Mauro Vieira, confirmó la reanudación de las relaciones diplomáticas con Venezuela el 1 de enero, así como la vuelta a los mecanismos de integración regional, como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

«Volveremos a estos cuerpos, pero con un nuevo aspecto, porque el mundo ha cambiado. Será una mirada nueva, constructiva, solidaria, siempre orientada a la colaboración entre países en desarrollo», afirmó Vieira en su primera rueda de prensa tras su nombramiento en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hasta qué punto Brasil, como actor global y mayor economía de la región, puede mediar en esta relación dependerá en gran medida de su capacidad para resolver los problemas internos, sugiere Fabio Luis Barbosa. «Hay un contexto económico e internacional que no se anuncia tan favorable, y un contexto político interno bastante conflictivo. En cierto modo, todo esto compromete una reedición de anteriores proyectos de integración regional», señaló.

«Creo que podemos esperar una reedición a la baja del papel de Brasil. El proyecto original de integración regional petista era, en realidad, un proyecto de liderazgo brasileño, asociado a la proyección de empresas de capital brasileño, o con sede en Brasil», prosigue el profesor. «Una proyección regional de esas empresas, una política del BNDES, la diplomacia empresarial de Itamaraty, que incentivó la internacionalización de esas empresas, como las constructoras, Petrobras, Vale, los frigoríficos. La internacionalización de estas empresas brasileñas sirvió de base económica en una proyección regional de Brasil como líder regional, y esto consolida el papel de Brasil como actor global en la escena mundial», analizó Barbosa.

Con la salida de Brasil, las actividades de Unasur quedaron prácticamente paralizadas. Mientras tanto, la CELAC ha celebrado reuniones anuales, en las que ha tratado de incrementar las relaciones comerciales entre la región. El bloque de 32 países está presidido por Argentina, que propone que la CELAC se convierta en una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA).

«El problema de la izquierda es que ya no puede soñar con enfrentarse al capitalismo porque necesita resolver problemas inmediatos», subrayó Ociel Ali López. «En el ciclo anterior [de la ola rosa] se permitían algunas cosas en ese sentido, pero este ciclo es muy cerrado, exige respuestas concretas. Por eso digo que en la CELAC y Unasur no bastan las insignias antiimperialistas o unionistas, sino decir para qué están», comentó el sociólogo venezolano.

*Lucas Estanislau es un periodista brasileño, corresponsal de BDF en Venezuela.

Michele de Mello es una periodista brasileña que trabaja en BDF, ex-conductora en Telesur.

Fernanda Paixão es una periodista brasileña, corresponsal de BDF en Argentina.

Artículo publicado originalmente en Brasil de Fato.

Foto de portada: Ricardo Stuckert

Dejar Comentario