Los días 6 y 7 de julio, los dirigentes de los tres principales países de la región africana del Sahel – al sur del desierto del Sáhara – se reunieron en Niamey, Níger, para profundizar la Alianza de Estados del Sahel (AES). Se trató de la primera cumbre de los jefes de Estado de Burkina Faso, Malí y Níger, que ahora constituyen la Confederación de la AES. No fue una decisión precipitada, ya que se venía gestando desde 2023, cuando los mandatarios y sus asociados celebraron reuniones en Bamako (Malí), Niamey (Níger) y Uagadugú (Burkina Faso); en mayo de 2024, en Niamey, los ministros de Asuntos Exteriores de los tres países habían desarrollado los elementos de la Confederación. Tras reunirse con el general Abdourahmane Tiani (Níger), el ministro de Asuntos Exteriores Abdoulaye Diop (Malí) declaró en mayo: “Hoy podemos considerar muy claramente que ha nacido la Confederación de la Alianza de Estados del Sahel”.
Hay una línea recta que va desde la formación de esta Confederación hasta los sentimientos panafricanos que dieron forma a los movimientos anticoloniales en el Sahel hace más de 60 años (con la línea que va desde la Agrupación Democrática Africana formada en 1946 dirigida por Félix Houphouët-Boigny, y a través del partido Sawaba en Níger, formado en 1954 y dirigido por Djibo Bakary). En 1956, Bakary escribió que había que decirle a Francia, el antiguo gobernante colonial, que la “abrumadora mayoría del pueblo” quiere que se atiendan sus intereses y no utilizar los recursos del país “para satisfacer deseos de lujo y poder”. Para ello, Bakary señaló: “Tenemos que enfrentar nuestros problemas por nosotros mismos y para nosotros mismos y tener la voluntad de resolverlos primero por nuestra cuenta, más tarde con la ayuda de otros, pero siempre teniendo en cuenta nuestras realidades africanas”. La promesa de aquella generación anterior no se cumplió, en gran parte debido a las continuas intervenciones de Francia para impedir la soberanía política de la región y para estrechar su control sobre la política monetaria del Sahel. Pero los dirigentes – incluso los que estaban ligados a París – siguieron intentando construir plataformas para la integración regional, incluyendo en 1970 la Autoridad Liptako-Gourma para desarrollar los recursos energéticos y agrícolas de los tres países.
Salir de la subordinación
La tendencia actual surgió gracias a la profunda frustración de estos países ante una serie de problemas, en gran medida asociados a las intervenciones de Francia. Entre ellos se incluyen la creación de una peligrosa situación de militancia de Al Qaeda fomentada por la destrucción de Libia por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 2011; el fracaso de la intervención militar francesa para frenar esa militancia y el enfado por las víctimas civiles ocasionadas por las operaciones militares francesas y estadounidenses en los tres países; la utilización del erario francés para beneficiarse de todas las transacciones financieras en los tres países; y la manipulación del discurso antiterrorista para crear una infraestructura antimigración que beneficie más a Europa que a África.
Estas frustraciones dieron lugar a cinco golpes de Estado en los tres países desde el año 2020. Sus tres líderes son todo producto de estos Golpes, aunque han recurrido a líderes civiles para que les ayuden. Lo que los une personalmente es que dos de ellos son muy jóvenes (Assimi Goïta de Malí nació en 1983, mientras que Ibrahim Traoré, de Burkina Faso, nació en 1988), todos han tenido carreras militares, cada uno de ellos parece tener claro cuáles son las frustraciones contra los franceses que comparten entre sí y con sus poblaciones, y ninguno de ellos tiene paciencia para la política de “estabilidad” proccidental de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO).
En enero de 2024, los estados de la AES afirmaron que no intentarán volver a la CEDEAO tras sus expulsiones de los últimos años. “Bajo la influencia de potencias extranjeras y traicionando sus principios fundacionales”, afirmaron los dirigentes de la AES, la CEDEAO “se ha convertido en una amenaza para los Estados y los pueblos miembros”. La CEDEAO se fundó en 1975 como parte de la dinámica panafricana y en estrecha asociación con la Organización de Estados Africanos (OEA), creada bajo el liderazgo del presidente de Ghana, Kwame Nkrumah, en 1963. La CEDEAO expulsó a los tres países del Sahel a causa de los golpes militares, cuando en realidad la propia CEDEAO fue el producto de varios generales militares que dirigían sus países (como el nigeriano Yakubu Gowon, el togolés Gnassingbé Eyadéma y el ghanés Ignatius Kutu Acheampong). En la fundación de la CEDEAO, el general Acheampong declaró: “El principal objetivo de la formación de la comunidad era eliminar siglos de división y barreras artificiales impuestas a África Occidental desde el exterior, y recrear juntos el tipo de sociedad homogénea que existía antes de que los colonialistas invadieran nuestras costas”. En la cumbre de Niamey para la creación de la Confederación, los dirigentes afirmaron que ya no querrían volver a la CEDEAO, aunque hayan trazado planes para la transición a un Gobierno civil.
Economía de la Confederación
En su poderoso discurso de clausura de la cumbre de la AES, Traoré, de Burkina Faso, afirmó que los “imperialistas ven a África como un imperio de esclavos” y que creen que “los africanos les pertenecemos, nuestras tierras les pertenecen, nuestros subsuelos les pertenecen”. El uranio de Níger ilumina Europa, dijo, pero sus propias calles permanecen a oscuras. Esto, señaló Traoré, tiene que cambiar. En la cumbre se alcanzaron acuerdos para permitir la libre circulación de personas y de mercancías, crear un fondo de estabilización en lugar de depender del Fondo Monetario Internacional y desarrollar un banco de inversiones en lugar de depender del Banco Mundial.
En febrero de 2024, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó el “Informe sobre Desarrollo Humano en el Sahel 2023”, en el que se señalaba la inmensa riqueza de la región que convive con la pobreza de su pueblo. Estos países han sido bendecidos con reservas de oro y uranio, litio y diamantes, pero son sobre todo las multinacionales mineras occidentales las que se han apropiado de los beneficios, incluso mediante prácticas contables ilícitas. El informe del PNUD señala que el Sahel tiene “una de las capacidades de producción solar más elevadas del mundo: 13.900 millones de kWh/año en comparación con el consumo mundial total de 20.000 millones de kWh/año”, mientras que el Foro Económico Mundial señala que la región es capaz de ganar cientos de miles de millones de dólares con la exportación de alimentos saludables producidos en la Gran Muralla Verde que va desde Senegal hasta Etiopía (como balanites, baobab, moringa y karité). Se trata de potenciales sin explotar para la población de la región.
En 1956, Bakary, de Níger, había escrito que los pueblos del Sahel debían solucionar sus problemas por sí mismos y para sí mismos. En noviembre de 2023, el gobierno de Malí acogió una reunión de ministros de economía de los tres países junto con expertos de la región. Pasaron tres días desarrollando proyectos innovadores en común. Pero nada de esto puede avanzar, dijeron, en el contexto de las sanciones que les han impuesto sus vecinos de la CEDEAO. Sesenta y tres años después de la independencia, dijo el Ministro de Finanzas de Níger, Boubacar Saïdou Moumouni, “nuestros países siguen buscando la verdadera independencia”. Este viaje a la Confederación es un paso en ese proceso.
*Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Artículo publicado originalmente en Globetrotter