Por Fernando Esteche*. –
Con esta entrevista pretendemos echar una mirada a Haití, la primera república negra independiente del mundo, que se encuentra inmersa en una profunda crisis política y social. La nación caribeña, recurrentemente golpeada por desastres naturales y sufriendo tormentas políticas provocadas por la colonización de su clase política, enfrenta la turbulencia política como uno de sus mayores desafíos.
Esta entrevista se adentra en la realidad actual de Haití, explorando las raíces de la crisis, sus manifestaciones actuales y las inciertas perspectivas futuras de este país que parece atrapado en un ciclo interminable de sufrimiento.
Kim Ives nos comenta el tema. Además de ser un dirigente comprometido con los intereses populares del pueblo haitiano, Ives es un destacado periodista y director de cine, que se ha presentado en diferentes foros internacionales sobre la situación de Haití, incluso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con una narrativa, muchas veces en solitario, reivindicando como legítimas las formas de organización del pueblo, cuando los poderes internacionales sólo ven bandas criminales.
Se trata de un enfoque único y genuino que permite esquivar la vorágine criminalizadora de la gran prensa occidental y atlantista para que, precisamente donde se señala el problema, Kim Ives identifique la solución; las llamadas bandas armadas no son responsables de la violencia y el caos en Haití, sino que presentan la posibilidad de superar tal situación.
¿Cómo se llegó a producir en Haití el desembarco de la policía keniana? ¿Cuáles son los objetivos reales de esta maniobra?
Kenia es simplemente una fuerza intermediaria al servicio de los intereses geopolíticos de Washington en Haití. La nación de 12 millones de habitantes está en medio de una revolución social. Los comités vecinales del lumpenproletariado haitiano –lo que Estados Unidos describe como meras bandas criminales– están armados y exigen un “cambio de sistema”, la transferencia de la propiedad de los medios de producción y de la infraestructura y los activos estatales de Haití al pueblo.
Estados Unidos quiere aplastar este movimiento y su objetivo final es establecer la Ley de Fragilidad Global (GFA), un programa bipartidista promulgado en 2019 bajo el gobierno del presidente Trump, cuyo “caso de prueba” es Haití. Si tiene éxito en Haití, se aplicará en Libia, Mozambique, Papúa Nueva Guinea y otras naciones de África.
Las acciones de desarme de todo vestigio del Estado nacional por parte de la élite de Caricom o de Estados Unidos son más que evidentes en una maniobra de caos nacional; ¿esta operación a través de la intervención keniana es una ruptura de esta política de recomposición del Estado, o es lo mismo?
La desestabilización y debilitamiento del Estado haitiano es la táctica angloamericana de “dividir y vencer”, que se empleó para apoderarse de América del Norte y de gran parte del Tercer Mundo. Hay que hacer que los haitianos parezcan incapaces de autogobernarse y autodeterminarse, por lo que el despliegue en Kenia es una continuación de la política con ese objetivo. Como consecuencia, Estados Unidos organiza que los kenianos maten y repriman a los haitianos, socavando así la solidaridad entre las dos naciones, que enfrentan muchas de las mismas cargas (deuda aplastante, élite gobernante corrupta, etc.) creadas y mantenidas por la dominación neocolonial.
Doctor en Comunicación Social (UNLP)
Profesor titular de Relaciones Internaciones (FPyCS - UNLP)
Profesor de Historia Contemporánea de America Latina (FPyCS - UNLP)