Imperialismo

China, en medio de una guerra híbrida con EEUU

Por Pepe Escobar.- Las consecuencias del brote de Covid-19 ponen a Beijing y Washington en curso de colisión

 

Entre los innumerables y tectónicos efectos geopolíticos del coronavirus, que son impresionantes, uno ya es claramente evidente. China se ha reposicionado. Por primera vez desde que las reformas de Deng Xiaoping comenzaron en 1978, Beijing considera abiertamente a Estados Unidos como una amenaza, declaró el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi hace un mes en la Conferencia de Seguridad de Munich, en el apogeo de la lucha contra el coronavirus.

Beijing está modelando cuidadosamente, paso a paso, la narrativa según la cual, desde los primeros casos de pacientes infectados con el coronavirus, los líderes del país ya sabían que estaban enfrentando un ataque en la guerra híbrida. La terminología utilizada por el presidente chino es elocuente. Xi dijo abiertamente que esto es una guerra. Y que entonces era necesario comenzar una “guerra popular” como contraataque.

Más aún: dijo que el virus es un “demonio” o un “diablo”. Xi es confuciano de formación. Y, a diferencia de otros antiguos pensadores chinos, Confucio era reticente a tener discusiones sobre fuerzas y juicios sobrenaturales después de la muerte. Sin embargo, en el contexto cultural chino actual, “demonios” significa “demonios blancos” o “demonios extranjeros”: guailo en mandarín, gweilo en cantonés. De esta forma es que Xi lanzó un poderoso mensaje codificado.

Cuando Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, expresó en un tweet incendiario que “podría ser posible que la epidemia haya sido traída a Wuhan por el Ejército de los EEUU”, primer disparo proveniente de un alto funcionario. Beijing lanzó un globo de ensayo dejando en claro que el guante ya fue arrojado. Zhao Lijian hizo la conexión directa con los Juegos Militares en Wuhan en octubre de 2019, los que incluyeron la presencia de una delegación de 300 militares estadounidenses.

Lijian citó directamente al director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC), Robert Redfield, quien dijo la semana pasada al preguntársele si se descubrieron muertes póstumas por coronavirus en los EEUU que “algunos casos en efecto han sido diagnosticados así, hoy, en los Estados Unidos”.

La explosiva conclusión de Zhao es que el Covid-19 ya estaba activo en los EEUU antes de haber sido identificado en Wuhan, debido a la incapacidad de los EEUU –algo completamente documentado- para probar y verificar las diferencias con la gripe común.

A todo esto, hay que agregar que la variación de los genomas de los coronavirus en Irán e Italia ya han sido secuenciados y se sabe que no son la misma cepa del virus que infectó a Wuhan, y que los medios de comunicación chinos ya están indagando e investigando sobre la conexión de la situación con el cierre, en agosto del año pasado, del laboratorio militar estadounidense de armas biológicas en Fort Detrick calificado de “inseguro” y su conexión con los Juegos Militares y la epidemia de Wuhan. Algunas de estas preguntas nunca recibieron respuesta dentro de los EEUU.

Quedan otras preguntas adicionales sobre el opaco “Evento 201” realizado en Nueva York el pasado 18 de octubre de 2019. Se trató de la simulación de una pandemia mundial causada por un virus mortal, que resultó ser un coronavirus. Esta magnífica coincidencia ocurrió solamente un mes antes del brote en Wuhan.

El Evento 201 fue patrocinado por la Fundación Bill & Melinda Gates, el Foro Económico Mundial (WEF), la CIA, Bloomberg, la Fundación John Hopkins y la ONU. Los Juegos Militares Mundiales comenzaron en Wuhan exactamente ese mismo día.

Independientemente de su origen –el que aún no se ha establecido de manera concluyente-, tanto como los tweets de Trump sobre el “virus chino” tal como le llama, Covid-19 ya impone preguntas inmensamente serias sobre biopolítica (¿dónde está Foucault cuando lo necesitamos?) y el bio-terrorismo.

La hipótesis de trabajo del coronavirus como arma biológica es muy poderosa, pero aunque no sea apocalíptica se trata sin dudas de un vehículo perfecto para el control social generalizado, a escala global.

Cuba como potencia biotecnológica

Xi con su rostro cubierto con una máscara quirúrgica, visitando el frente de batalla de Wuhan la semana pasada, fue una demostración gráfica para todo el planeta de que China, con un inmenso sacrificio, está ganando la “guerra popular” contra el Covid-19. Así también, Rusia, con un movimiento estilo Sun Tzu contra Riyadh, cuyo resultado final fue un barril de petróleo mucho más barato, ayudó en múltiples sentidos prácticos, a iniciar la inevitable recuperación de la economía china. Así es como funciona una asociación estratégica.

El tablero de ajedrez cambia a una velocidad vertiginosa. Después de que Beijing identificara el coronavirus como un ataque con armas biológicas, se dio inicio a la “guerra popular”, con todo el poder del estado. Metódicamente. Bajo la consigna de hacer “todo lo que sea necesario”. Ahora estamos entrando en una nueva etapa, que será utilizada por Beijing para recalibrar sustancialmente la interacción con Occidente, y lo hará bajo estándares muy diferentes cuando se trata de EEUU o la Unión Europea.

El poder blando es esencial. Beijing envió un avión de Air China a Italia con 2.300 grandes cajas de máscaras quirúrgicas con la siguiente leyenda: “Somos olas del mismo mar, hojas del mismo árbol, flores del mismo jardín”.

China también envió un gran paquete de ayuda humanitaria a Irán a bordo de ocho aviones de Mahan Air, una aerolínea que opera bajo las ilegales y unilaterales sanciones impuestas por la administración Trump.

El presidente serbio, Aleksandar Vucic, no podría haber sido más explícito: “El único país que puede ayudarnos es China. Como ya se habrán dado cuenta todos ustedes a esta altura, la solidaridad europea no existe. Siempre fue un cuento de hadas”.

Viviendo bajo severas sanciones y demonizada como siempre, Cuba se ha demostrado capaz de dar grandes pasos, incluso en el campo de la biotecnología. No la vacuna sino la medicina antiviral Heberon (o Interferón Alfa 2b), ya se ha utilizado con gran éxito en el tratamiento de pacientes infectados con coronavirus. Mientras tanto en China, una empresa mixta está produciendo una versión inhalable de la droga y al menos 15 países ya están interesados en importar el remedio.

Ahora comparemos todo eso con la administración Trump, que ofrece u$d 1.000 millones para llevarse los científicos alemanes que están trabajando en una vacuna experimental contra Covid-19 en la compañía de biotecnología Curevac con sede en Turingia, y conseguir una vacuna “sólo para los EEUU”.

¿Operación psicológica para la ingeniería social?

Sandro Mezzadra, coautor junto con Brett Neilson del seminario The Politics of Operations: Excavating Contemporary Capitalism, viene tratando de conceptualizar el momento en el que nos encontramos  actualmente respecto del combate contra el Covid-19.

Nos enfrentamos a tener que elegir entre una perspectiva maltusiana, inspirada en el darwinismo social, “conducida por el eje Johnson-Trump-Bolsonaro” y por otro lado, una perspectiva que apunta a la “revalorización de la salud pública como herramienta fundamental”, ejemplificada por lo que está haciendo China, Corea del Sur e Italia. Hay lecciones importantes que aprender de Corea del Sur, Taiwán y Singapur.

La cruda realidad, observa Mezzadra, es que debemos elegir entre la “selección natural de la población”, lo que implica miles de muertes, y “defender la sociedad”, empleando “diversos grados de autoritarismo y control social”. Es fácil imaginar quién puede beneficiarse de esta reingeniería social, un remix del siglo XXI de “La máscara de la muerte roja” de Allan Poe.

En medio de tanta miseria y tristeza, contamos con Italia que nos ofrece esos tonos de luz, al estilo Tiepolo. Italia eligió la opción Wuhan, con consecuencias inmensamente graves para su frágil economía. Los italianos en cuarentena reaccionaron notablemente cantando desde sus balcones: un verdadero acto de revuelta metafísica.

Sin mencionar la justicia poética de la verdadera Santa Corona, enterrada en la ciudad de Anzu desde el siglo IX. La Santa Corona era una cristiana que fue asesinados por Marco Aurelio en el año 165 D.C., y durante siglos ha sido uno de los santos patronos de las víctimas de las epidemias y pandemias.

Ni siquiera los trillones de dólares que caen del cielo por un acto de divina misericordia por parte de la FED pudieron curar a los pacientes de Covid-19. Los “líderes” del G-7 tuvieron que recurrir a un teleconferencia para darse cuenta de qué tan perdidos estaban, incluso cuando la lucha de China contra el coronavirus ha dado a Occidente una ventaja inicial de varias semanas.

El Dr. Zhang Wenhong, uno de los principales expertos en enfermedades infecciosas de China y con base en Shanghai, cuyos análisis han sido muy precisos hasta ahora, dice que China ha salido de sus días más oscuros en la “guerra popular” contra Covid-19. Pero el Dr. Wenhong no cree que esto termine durante el verano. Ahora, extrapolemos esta misma idea para el mundo occidental.

Aún no es primavera y ya sabemos que un virus es suficiente para destruir sin piedad a la Diosa del Mercado. El viernes pasado, Goldman Sachs informó a no menos de 1.500 compañías que no había riesgo sistémico. Falso.

Fuentes del Banco de Nueva York me dijeron la verdad: el riesgo sistémico de 2020 es mucho más grave en 1979, 1987 o 2008, debido al peligro enormemente mayor de que colapse el mercado de derivados por u$d 1,5 billones.

Como informan las fuentes, la historia nunca ha visto nada similar a la reciente intervención de la Reserva Federal a través de la eliminación, algo aún poco entendido, de los requisitos de reserva bancaria en los bancos comerciales, lo que desencadena una expansión de crédito potencialmente ilimitada, para evitar una implosión de derivados, debido a un colapso total del mercado de valores y materias primas en todo el mundo.

Esos banqueros pensaron que funcionaría, pero, como sabemos ahora, todo fue mucho ruido y pocas nueces, mientras el espectro de la implosión de derivados sigue sobrevolando, no precisamente causado por lo que se preveía,  el cierre del Estrecho de Ormuz.

Recién apenas estamos empezando a comprender las consecuencias del Covid-19 para el futuro del turbocapitalismo neoliberal. Lo que es seguro es que toda la economía global ha sido impactada por un corta circuitos malicioso, literalmente invisible. Puede llegar a ser una mera “coincidencia”. O puede ser, como algunos argumentan audazmente, parte de una operación psicológica masiva que está creando el ambiente perfecto de ingeniería geopolítica y social para la dominación de amplio espectro.

Más aún, ante todo el duro trabajo que queda por delante, donde seremos testigos de descomunales sacrificios humanos y económicos, con o sin el reseteo del sistema-mundo, una pregunta todavía más apremiante que surge es si las élites imperiales seguirán optando por la guerra híbrida de dominación y espectro completo contra China.

Fuente: Asia Times

Traducción de La Tercera/PIA Noticias