Asia China

China e India bailan bajo la sombra de Trump

Por PIA Global*- Después de cinco años de tensiones que llevaron las relaciones sino-indias al borde del abismo, Pekín y Nueva Delhi protagonizan un sorprendente acercamiento.

El catalizador de esta reconciliación no es la diplomacia tradicional, sino los devastadores aranceles impuestos por Donald Trump: China enfrenta un gravamen del 30% con posibilidades de escalar al 145%, mientras que India sufre un 50% de penalización comercial.

La brutalidad arancelaria estadounidense ha sido particularmente cruel con India, otrora considerada un aliado estratégico. Tras recibir un arancel inicial del 25% —superior al impuesto a países como Pakistán, Indonesia, Corea del Sur y Japón—, India recibió otro golpe del 25% por mantener relaciones comerciales con Rusia. Peter Navarro, asesor comercial de Trump, llegó al extremo de calificar a India como “la lavandería del Kremlin”.

El renacimiento de “Chindia”

En respuesta a esta presión externa, ambos gigantes asiáticos han revivido el espíritu de “Chindia” de los años 2000. El embajador chino en Nueva Delhi criticó abiertamente la “intimidación” estadounidense y abrió las puertas del mercado chino a todos los productos indios. India, por su parte, ha acelerado las inversiones chinas que había rechazado durante cinco años.

El eslogan de la década de 1950 “Hindi-Chini bhai bhai” (India y China son hermanos) ha resurgido con una nueva versión china: el “tango dragón-elefante”. Esta frase se ha vuelto omnipresente en declaraciones oficiales y titulares de prensa, simbolizando un optimismo que recuerda peligrosamente al período original del “bhai bhai”, que terminó abruptamente con la guerra de 1962.

La humillante derrota de India en la guerra fronteriza de 1962 sigue siendo una herida abierta que ha definido la relación bilateral. A pesar de décadas de intentos por superarla a través del comercio —que ha crecido a más de 130 mil millones de dólares anuales—, los agravios históricos se niegan a desaparecer.

La geografía sigue siendo una maldición para ambos países. Ochenta años después de la retirada británica, China e India aún carecen de una frontera oficial, manteniendo solo la Línea de Control Actual (LAC) basada en el control territorial de facto.

China reclama 90,000 km² que India controla como estado de Arunachal Pradesh, mientras India reclama 38,000 km² del desierto tibetano de Aksai Chin bajo control chino.

El factor Dalai Lama y nuevos puntos de conflicto

La sucesión del Dalai Lama, de 90 años y exiliado en India desde 1959, ha añadido complejidad a la disputa fronteriza. El distrito de Tawang en Arunachal Pradesh, que China reclama como “Tíbet del Sur”, se considera un sitio probable para la reencarnación del próximo Dalai Lama, intensificando las tensiones en el sector oriental.

El enfrentamiento mortal de 2020 en el valle de Galwan, donde murieron al menos 20 soldados indios y cuatro chinos en la primera confrontación militar letal en 45 años, marcó el punto más bajo de las relaciones. India respondió prohibiendo más de 250 aplicaciones chinas, incluidas TikTok y WeChat, y canceló inversiones por miles de millones de dólares.

La disparidad económica entre ambos países se ha vuelto abismal desde 2012. El PIB chino ha crecido en promedio casi 700 mil millones de dólares más que el indio cada año. Hoy, la economía china es casi cinco veces mayor que la india, dominando el 30% de la manufactura mundial frente al mero 3% de India.

Esta asimetría se refleja en la influencia regional. En el sur de Asia, tradicionalmente dominio indio, China se ha convertido en el mayor prestamista bilateral de Sri Lanka, principal proveedor de armas de Bangladesh y socio de defensa clave de Pakistán. Los vehículos eléctricos chinos representan ahora el 76% de todos los vehículos de pasajeros en Nepal, comparado con ninguno hace cinco años.

Aunque el comercio bilateral supera los 130 mil millones de dólares, India registra un déficit de casi 100 mil millones. La creciente dependencia india de tecnología china —desde electrónica hasta células solares y fertilizantes— otorga a Pekín una influencia considerable. India importa más del 70% de sus principios activos farmacéuticos de China, mientras que las restricciones chinas de imanes de tierras raras han causado crisis en la industria automotriz india.

Oportunidades y riesgos del acercamiento

El acercamiento actual ofrece oportunidades sustanciales. La inversión china podría impulsar el boom manufacturero que India necesita desesperadamente, especialmente cuando la inversión extranjera directa neta se ha desplomado un 96.5%.

El vasto mercado indio, con una urbanización del 35% frente al 66% de China, representa una bendición para las empresas chinas operando en una economía desacelerada.

Sin embargo, los riesgos son igualmente significativos. Una mayor integración con las cadenas de suministro chinas podría incrementar la vulnerabilidad estratégica india. Los efectos secundarios de una dependencia excesiva podrían ser peores que el propio shock arancelario de Trump.

La pregunta fundamental no es si China e India pueden llegar a un gran acuerdo, sino si realmente lo desean. Para ambos países, la relación que verdaderamente importa es la que mantienen con Estados Unidos.

La vulnerabilidad estratégica de India ante el ascenso chino convierte a Washington en un socio indispensable, mientras que China busca evitar un cerco estadounidense.

La “desconexión” fronteriza de octubre pasado, que inició el deshielo actual, habría sido negociada en términos desiguales según críticos, con India cediendo territorio en Ladakh. La oposición india ha presentado demandas judiciales exigiendo transparencia sobre la extensión del territorio supuestamente perdido.

Un baile incierto

Xi Jinping y Narendra Modi representan los líderes más poderosos que sus países han tenido en décadas, pero después de una década en el poder, la resolución fronteriza sigue esquiva. El patrón histórico sugiere cautela: China e India han perfeccionado el arte de acercarse y alejarse repetidamente, abrazándose y separándose según las circunstancias.

Si Trump cambia de postura y India recupera su atractivo estadounidense, la justificación para el “tango del dragón” podría evaporarse rápidamente. Para China, el riesgo es aún mayor: un gran acuerdo sino-estadounidense que divida el mundo en esferas de influencia dejaría a India sin opciones.

Más que un verdadero baile, lo más probable es que ambos gigantes asiáticos actúen con extrema cautela mientras se configura un nuevo orden mundial. Este giro podría simplemente restaurar la relación más manejable de hace una década, hasta que la próxima crisis estalle en la frontera del Himalaya.

En la geopolítica, como en el tango, se necesitan dos para bailar, pero también se necesita música, y por ahora, solo suena la discordante melodía de los aranceles trumpistas.

*Foto de la portada: Xinhua

Dejar Comentario