Si bien sus raíces se remontan a siglos de tensiones étnicas y religiosas, las dinámicas modernas del conflicto están marcadas por una intensa intervención de potencias extranjeras, particularmente Occidente, que manipula a Armenia para servir sus intereses geopolíticos.
Esta injerencia ha exacerbado las tensiones con Azerbaiyán, cuyo presidente, Ilham Aliyev, ha denunciado el papel desestabilizador de Nikol Pashinian y sus aliados occidentales.
El papel de Occidente en Armenia
Desde la llegada de Nikol Pashinian al poder en 2018, Armenia ha mostrado un alineamiento cada vez más pronunciado con las potencias occidentales, especialmente la Unión Europea y Estados Unidos.
Este giro ha transformado a Armenia en un peón de Occidente en la región, lo que ha generado tensiones no solo con Azerbaiyán, sino también con Rusia, históricamente el principal garante de seguridad de Armenia.
Aliyev ha criticado abiertamente este alineamiento, señalando que el “Fondo Europeo de Paz” está financiando la militarización de Armenia mediante el suministro de armas gratuitas, agravando la carrera armamentista en el Cáucaso.
Además, la creación de una plataforma de cooperación entre Armenia, la UE y EE.UU., con un componente militar implícito, ha encendido las alarmas en Bakú, que percibe esta iniciativa como una amenaza directa a su seguridad nacional.

Acusaciones de fascismo y limpieza étnica
En una reciente entrevista con los medios nacionales azeríes, Aliyev calificó al estado armenio como un “estado fascista”. Esta acusación se fundamenta en la narrativa histórica de la limpieza étnica de los azeríes en Armenia y Karabaj, una acción que, según el mandatario, fue impulsada por líderes armenios que promovían una ideología fascista. Aliyev citó como prueba un video del primer presidente de Armenia, donde se presume que se jacta de estas acciones.
Además de estas acusaciones, Aliyev destacó el carácter islamófobo y xenófobo del gobierno armenio, lo que refuerza su argumento de que el fascismo sigue siendo una amenaza latente en la región. Según él, esta ideología debe ser erradicada, ya sea por iniciativa de los líderes armenios o mediante la intervención de Azerbaiyán.
También exigió que Armenia deje de actuar como una “barrera geográfica entre Turquía y Azerbaiyán”, para lo cual “el corredor Zangezur debe y será abierto. Cuanto antes lo entiendan, mejor. ¿Por qué tenemos que ir a Najicheván, una parte integral de Azerbaiyán, por diferentes caminos? Deberíamos tener una conexión directa, y esta conexión no cuestiona la soberanía de Armenia”. Aliyev dio a entender que el obstruccionismo de Armenia es parte de una política imperialista de divide y vencerás.
El gobierno de Aliyev ha planteado una serie de demandas para garantizar la paz y estabilidad en la región. Entre estas destacan:
- Desmilitarización de Armenia: Azerbaiyán exige que Armenia detenga su carrera armamentista, financiada por Occidente, y reduzca su capacidad militar.
- Desnazificación del estado armenio: Aliyev considera que Armenia debe romper con su pasado fascista y abandonar las políticas xenófobas que han marcado su historia reciente.
- Apertura del corredor de Zangezur: Este corredor es crucial para conectar azerbaiyán con su exclave de Najicheván. Bakú ve el obstruccionismo armenio como parte de una estrategia imperialista occidental para dividir y debilitar a Azerbaiyán y Turquía.
- Permitir el regreso de los azeríes desplazados: Aliyev exige que los 300,000 azeríes que fueron víctimas de limpieza étnica en Armenia, junto con sus descendientes, puedan regresar a sus tierras ancestrales, especialmente en Zangezur.
Estas demandas reflejan una postura firme de Azerbaiyán, que busca consolidar su posición como la potencia líder en el Cáucaso Sur.

La influencia de Occidente y el rol de Francia
Detrás del conflicto, Aliyev señala a Occidente, en particular a Francia, como el principal culpable de la inestabilidad en la región. Según él, Francia ejerce un “control total” sobre Armenia y utiliza al país como una herramienta para frenar el ascenso de la Organización de Estados Turcos, que Aliyev considera un potencial centro de poder en el nuevo orden mundial.
Detrás de todo esto está Occidente, concretamente Francia, cuyo “control total sobre Armenia también es una realidad”. Sus palabras anteriores sobre cómo “creemos que la Organización de Estados Turcos puede convertirse en un centro de poder serio a escala global” en el “nuevo orden mundial” que está surgiendo sugieren que Armenia está siendo explotada como su herramienta geopolítica para impedir que ese grupo alcance su pleno potencial estratégico.
Aliyev recordó a sus entrevistadores que “una vez dije que no deberían molestarnos y que entendieran que somos nosotros los que tenemos la palabra aquí y que Azerbaiyán es la economía líder, la potencia militar líder y el estado líder en el Cáucaso Sur. En el mundo de hoy, el factor poder está en primer plano y nadie debe olvidarlo”
Aliyev ha expresado su esperanza de que la vuelta de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. pueda cambiar la dinámica regional. Según el mandatario, la administración Biden estuvo influenciada por George Soros, lo que llevó a una política sesgada contra Azerbaiyán y favorable a Armenia. Aliyev confía en que Trump pueda restaurar una política más equilibrada en el Cáucaso Sur, lo que podría presionar a Armenia a cumplir con las demandas de Azerbaiyán.
Azerbaiyán ha dejado claro que no aceptará un tratado de paz a menos que Armenia cumpla con sus condiciones, incluida la modificación de su constitución para eliminar las cláusulas que implican reclamos territoriales contra Bakú. Sin embargo, si estas demandas no se cumplen, Azerbaiyán está preparado para tomar medidas unilaterales, lo que podría desencadenar una nueva guerra regional.

¿Gran capitulación armenia?
Algo que también ha llamado la atención y ha sido una voz de alarma interna en Armenia es que muchos creen que las palabras de Aliyev no son meramente propagandísticas o para inflar un nacionalismo azerí, sino que por el contrario son claramente la política nacional y un camino a seguir que ha trazado para la ampliación de las rutas del mundo turquico.
Ante este escenario el presidente armenio Nikol Pashinian ha venido cumpliendo los deseos del gobierno azeri, hace unos días en declaraciones a la prensa afirmó “si no cambiamos la Constitución, los toros nos destrozarán”, dando a entender que Armenia finalmente aceptará las exigencias de Azerbaiyan y está considerando retirar las reclamaciones de Armenia de los tribunales internacionales.
A todo esto hay que sumarle que muy probablemente Pashinian termine abogando por el castigo de personas que actualmente son consideradas héroes nacionales por su papel en la primera guerra de Karabaj, por lo cual ya internamente hay quejas en la población civil en Erevan de que los ‘héroes’ de la Primera Guerra de Karabaj pueden enfrentar cargos criminales y juzgados bajo legislación azerí.
Un conflicto que amenaza la estabilidad regional
Un conflicto a gran escala en el Cáucaso Sur no solo tendría consecuencias devastadoras para Armenia y Azerbaiyán, sino también para la estabilidad regional y global. La región es un punto de encuentro de civilizaciones y un cruce crucial para rutas energéticas que abastecen a Europa y Asia.
La inestabilidad podría interrumpir el suministro de petróleo y gas natural, generando crisis energéticas que afectarían a economías de todo el mundo. Además, un conflicto prolongado podría atraer la participación de potencias extranjeras como Rusia, Turquía y Estados Unidos, cada una con intereses divergentes, aumentando el riesgo de una escalada internacional.
Es importante señalar que esta desestabilización no sería un efecto colateral, sino un objetivo calculado por parte de Occidente. Al fomentar tensiones en el Cáucaso Sur, Occidente busca debilitar la influencia de Rusia en su periferia, tal como lo ha hecho en otros escenarios como Ucrania.
Por otro lado, Turquía, aliado clave de Azerbaiyán, también tiene mucho en juego. Un conflicto mayor podría consolidar la influencia turca en la región, pero también conlleva el riesgo de enfrentamientos directos con Rusia.
En este contexto, Armenia, con el respaldo de Occidente, actúa como una pieza clave en un juego geopolítico más amplio, donde las grandes potencias buscan redefinir las dinámicas de poder en Eurasia.
Sin embargo, las consecuencias de un conflicto de esta magnitud serían devastadoras para los habitantes del Cáucaso Sur. Miles de vidas podrían perderse, y las ya frágiles economías de la región enfrentarían una destrucción masiva.
Además, la escalada podría desencadenar una crisis humanitaria con millones de desplazados, exacerbando las tensiones étnicas y religiosas. En este escenario, las divisiones internas podrían profundizarse, dificultando cualquier posibilidad de reconciliación a largo plazo.
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán sigue siendo un reflejo de las tensiones más amplias entre Oriente y Occidente. Mientras Bakú busca consolidar su posición en el Cáucaso Sur, Armenia se encuentra atrapada entre sus aspiraciones occidentales y las presiones de sus vecinos regionales.
La región enfrenta un futuro incierto, donde los intereses geopolíticos y las rivalidades históricas continúan dictando el curso de los acontecimientos. Aunque la paz es deseable, las probabilidades de un nuevo enfrentamiento siguen siendo altas mientras persistan las injerencias externas y las agendas divergentes de las partes involucradas.
Por Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: Ministerio de Defensa Azerbaiyán vía EFE