La cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) concluyó el sábado con una imagen que define el momento geopolítico actual: el presidente chino Xi Jinping como figura central de un multilateralismo regional en transformación, mientras el presidente estadounidense Donald Trump abandonaba prematuramente el escenario tras una reunión bilateral que, paradójicamente, logró distender las tensiones comerciales entre ambas potencias.
Mientras Beijing desplegaba una estrategia diplomática de largo alcance, Washington optaba por el pragmatismo transaccional característico de la administración Trump.
Esta dicotomía ha marcado no solo esta cumbre, sino la evolución del orden regional en los últimos años, donde China ha ido ocupando espacios que Estados Unidos parece dispuesto a ceder, al menos en términos de presencia diplomática continuada.
El protagonismo chino en Gyeongju
La presencia de Xi Jinping en Corea del Sur adquirió múltiples dimensiones estratégicas. Se trató de su primera visita al país en casi una década, un período durante el cual las relaciones bilaterales habían experimentado altibajos significativos, especialmente debido a desacuerdos sobre el despliegue de sistemas antimisiles estadounidenses en territorio surcoreano y la creciente alineación militar entre Seúl y Washington.
El líder chino aprovechó la ocasión para reunirse con el presidente surcoreano Lee Jae-myung, quien enfrenta el desafío perpetuo de mantener el delicado equilibrio entre su principal socio comercial, China, y su garante de seguridad, Estados Unidos.
En este encuentro, Lee planteó una solicitud que revela las limitaciones de la influencia estadounidense en la península: pidió a Xi que ayudara a “reanudar el diálogo” con Corea del Norte, reconociendo implícitamente que Beijing mantiene canales de comunicación con Pyongyang que Washington no puede replicar.
Esta petición subraya una realidad incómoda para Seúl: a pesar de la alianza militar con Estados Unidos, las soluciones diplomáticas en la península coreana requieren inevitablemente la participación china.
El conflicto entre las dos Coreas permanece técnicamente activo desde 1953, cuando concluyó con un armisticio y no con un tratado de paz, manteniendo la región en un estado de tensión latente que periódicamente se intensifica con las pruebas nucleares y de misiles de Pyongyang.

Sanae Takaichi y el realineamiento japonés
Entre los encuentros bilaterales más significativos de Xi Jinping destacó su reunión con la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, una conservadora cuyo ascenso al poder representa una continuidad ideológica pero también una oportunidad de recalibración en las relaciones sino-japonesas.
Takaichi llegó a Gyeongju con credenciales nacionalistas bien establecidas, incluyendo su historial de visitas al controvertido santuario Yasukuni, que honra a militares japoneses incluyendo criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial, una práctica que Beijing considera profundamente ofensiva. Sin embargo, su comportamiento en la cumbre sugirió un pragmatismo que prioriza los intereses económicos japoneses sobre las posturas ideológicas más rígidas.
El encuentro con Xi, descrito por ambas partes como orientado a “recuperar las relaciones”, representa un reconocimiento tácito de que Japón no puede permitirse un distanciamiento prolongado con su vecino más grande.
A pesar de las tensiones históricas, los lazos económicos entre ambas naciones son demasiado profundos para ignorarlos. China sigue siendo uno de los principales destinos de las exportaciones japonesas, y las cadenas de suministro están intrínsecamente entrelazadas.
La presencia de Takaichi en esta cumbre también proyecta una señal hacia Washington: Japón, aunque firmemente aliado de Estados Unidos, mantiene su propia agenda en Asia y no está dispuesto a sacrificar completamente sus relaciones económicas regionales en función de las rivalidades geopolíticas estadounidenses.
Este equilibrio define la estrategia japonesa contemporánea, que busca seguridad en la alianza con Washington, tener un lugar relevante en el AUKUS, mientras preserva su integración económica con el continente asiático.
El acercamiento Xi-Trump en Busan
El encuentro entre Xi Jinping y Donald Trump constituyó el momento de mayor expectación de la cumbre, aunque su desarrollo fue sorprendentemente breve. Trump, quien había llegado a Corea del Sur con su habitual retórica sobre acuerdos comerciales “injustos” y la necesidad de reequilibrar las relaciones económicas con China, abandonó el país el jueves tras la reunión bilateral, mucho antes de la conclusión formal de la cumbre.
Sin embargo, la brevedad del encuentro no debería interpretarse como un fracaso. Por el contrario, ambos líderes lograron establecer un marco para distender las tensiones comerciales que han caracterizado la relación bilateral desde el primer mandato de Trump.
El presidente estadounidense obtuvo concesiones simbólicas que le permiten declarar victoria ante su base electoral, mientras que Xi consiguió evitar una escalada que podría haber dañado la economía china en un momento de desaceleración interna.
La guerra comercial entre ambas potencias, que ha incluido aranceles recíprocos sobre cientos de miles de millones de dólares en mercancías, ha generado incertidumbre en los mercados globales y afectado las cadenas de suministro internacionales.
El aparente apaciguamiento alcanzado en Busan, aunque carente de detalles específicos hasta el momento, fue recibido con alivio por los mercados financieros y las demás economías de la APEC, que dependen críticamente de la estabilidad en la relación sino-estadounidense.
La partida anticipada de Trump, sin embargo, dejó un vacío que Xi supo llenar con habilidad diplomática, proyectando una imagen de compromiso y liderazgo regional que contrasta con el enfoque transaccional estadounidense. Esta dinámica no es nueva, pero se intensifica con cada cumbre multilateral donde Washington prioriza acuerdos bilaterales rápidos sobre el cultivo de relaciones regionales sostenidas.

Inteligencia artificial: El nuevo campo de batalla regulatorio
Uno de los logros más significativos de la cumbre fue la adopción de una declaración conjunta sobre inteligencia artificial, un tema que genera tanto entusiasmo como preocupación en las economías del Asia-Pacífico.
La iniciativa, fuertemente impulsada por México y apoyada por otras economías medianas del bloque, busca establecer principios éticos y marcos regulatorios comunes para el desarrollo y despliegue de tecnologías de IA.
El presidente Lee Jae-myung explicó que el documento fomenta “la colaboración entre las partes interesadas del sector privado, el gobierno y el mundo académico, y ampliar la inversión en infraestructura” de esta tecnología.
Esta formulación deliberadamente amplia refleja las profundas divergencias que existen entre las economías miembro sobre cómo regular la IA, desde el enfoque relativamente permisivo de Estados Unidos hasta las preocupaciones de control estatal que caracterizan la posición china.
La propuesta mexicana de una regulación conjunta responde a una preocupación compartida por muchas economías emergentes: evitar quedar rezagadas en la revolución tecnológica actual mientras se protegen derechos fundamentales de sus ciudadanos.
México, como muchos países de la APEC, se encuentra en una posición intermedia: carece de los gigantes tecnológicos de Estados Unidos o China, pero posee suficiente capacidad técnica e integración económica para participar significativamente en la conversación sobre el futuro de la IA.
El documento adoptado en Gyeongju establece principios generales sobre transparencia, rendición de cuentas y desarrollo centrado en el ser humano, aunque evita cuidadosamente imponer obligaciones vinculantes que podrían generar resistencia entre los miembros más poderosos del bloque.
La verdadera prueba será su implementación práctica en los próximos años, especialmente en áreas sensibles como el reconocimiento facial, la vigilancia algorítmica y el uso militar de sistemas autónomos.
Demografía y movilidad laboral
Junto al documento sobre inteligencia artificial, la cumbre produjo una segunda declaración conjunta enfocada en el envejecimiento poblacional y la baja natalidad, fenómenos que afectan críticamente a varias economías del Asia-Pacífico, particularmente Japón, Corea del Sur, China, Taiwán y Singapur.
Este tema, frecuentemente eclipsado por debates sobre comercio y tecnología, representa quizás el desafío estructural más profundo para la región. Japón enfrenta una de las poblaciones más envejecidas del mundo, con casi el 30% de sus ciudadanos superando los 65 años.
Corea del Sur registra la tasa de fertilidad más baja globalmente, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional. China, tras décadas de política del hijo único, enfrenta ahora una contracción demográfica que amenaza su modelo económico.
La declaración adoptada promueve la movilidad laboral como una de las soluciones, un enfoque que implícitamente reconoce que las políticas pronatalistas tradicionales han fracasado en revertir las tendencias demográficas. Sin embargo, la implementación de programas significativos de migración laboral enfrenta resistencias culturales considerables en sociedades tradicionalmente homogéneas como Japón y Corea del Sur.
El documento también aborda la necesidad de adaptar los sistemas de pensiones, promover la automatización para compensar la escasez de trabajadores, y crear entornos más favorables para la formación de familias. Estos son desafíos que requieren décadas para generar resultados tangibles, y la ventana de oportunidad para implementar soluciones efectivas se estrecha con cada año que pasa.
Encuentros bilaterales
Más allá de las declaraciones multilaterales, la cumbre sirvió como escenario para importantes encuentros bilaterales orientados a reparar relaciones dañadas. El encuentro entre Xi Jinping y el primer ministro canadiense Mark Carney fue particularmente significativo, dadas las tensiones recientes entre Ottawa y Beijing sobre cuestiones de injerencia extranjera, derechos humanos y el arresto de la ejecutiva de Huawei Meng Wanzhou en 2018.
Carney describió la conversación como un “punto de inflexión”, aunque reconoció que se abordaron temas sensibles como la interferencia extranjera en asuntos canadienses, una preocupación creciente tras revelaciones de supuestos intentos chinos de influir en elecciones canadienses.
El tono del encuentro sugiere que ambas partes reconocen la necesidad de gestionar sus diferencias sin permitir que degeneren en una ruptura completa de las relaciones.
China es el segundo socio comercial de Canadá, y la economía canadiense depende significativamente de las exportaciones agrícolas y de recursos naturales hacia el mercado chino.
Al mismo tiempo, Ottawa enfrenta presión de Washington para alinearse más estrechamente con las políticas estadounidenses hacia China, especialmente en temas de tecnología y seguridad. Carney busca navegar este dilema preservando la autonomía canadiense mientras mantiene relaciones funcionales con ambas potencias.

El anuncio de Shenzhen
Como colofón de su protagonismo en Gyeongju, Xi Jinping anunció que China acogerá la cumbre de la APEC de 2026 en Shenzhen, la ciudad que simboliza el éxito del modelo económico de reforma y apertura chino.
Esta elección de sede no es casual: Shenzhen, transformada de pueblo pesquero a megalópolis tecnológica en cuatro décadas, representa la narrativa china de desarrollo y modernización que Beijing busca proyectar regionalmente.
La decisión también garantiza que China mantendrá un rol central en la APEC durante los próximos años, consolidando su influencia en un momento en que la participación estadounidense en instituciones multilaterales permanece incierta bajo la administración Trump.
La cumbre de Shenzhen ofrecerá a Beijing otra oportunidad para proyectar su visión de cooperación regional y posicionarse como líder de facto del multilateralismo asiático.
El multilateralismo en la era de la rivalidad
La cumbre de Gyeongju dejó en evidencia las tensiones que definen el orden regional contemporáneo. Por un lado, existe un reconocimiento generalizado de que los desafíos compartidos —desde la regulación tecnológica hasta el envejecimiento poblacional— requieren respuestas multilaterales coordinadas. Por otro, las rivalidades geopolíticas entre las grandes potencias limitan la profundidad de la cooperación posible.
China ha identificado claramente una oportunidad estratégica en este contexto. Mientras Estados Unidos oscila entre el compromiso y el repliegue según las prioridades políticas de cada administración, Beijing ofrece una presencia consistente y predecible en los foros multilaterales.
Esta estrategia no genera necesariamente entusiasmo entre los vecinos chinos, muchos de los cuales mantienen recelos sobre las intenciones de largo plazo de Pekín, pero sí establece a China como un actor indispensable en cualquier arquitectura regional.
Para las potencias medianas de la APEC —desde Canadá hasta Australia, pasando por México e Indonesia— el desafío consiste en preservar espacios de autonomía en un entorno cada vez más polarizado entre Washington y Beijing.
Mirando hacia adelante, la cumbre de Shenzhen en 2026 ofrecerá una nueva oportunidad para evaluar si la arquitectura de cooperación regional puede sobrevivir y prosperar en un entorno de rivalidad entre grandes potencias.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: EFE
