Nuestra América

América latina: la llave para la transición multipolar

Por Emanuel Pietrobon*
La clave de una transición multipolar está en la apertura del frente latinoamericano, es decir, el desplazamiento del centro de gravedad de la gran competencia entre potencias de Eurasia a América. La pregunta es, ¿los rivales estadounidenses estarán dispuestos o podrán hacerlo?

Afro-Eurasia es el principal, pero no el único escenario de rivalidad entre las grandes potencias. Las guerras de poder, las insurgencias, las revoluciones falsas, los golpes de estado y las guerras híbridas también afectan al Hemisferio Occidental, aunque en menor medida. El viento del cambio geopolítico también sopla en América Latina. El que aproveche las oportunidades que se le han abierto hará caer la última ficha de dominó.

Estados Unidos ha tenido éxito donde otros imperios han fracasado, es decir, en la construcción de una hegemonía global casi perfecta. Tal dominio mundial fue posible gracias a que Estados Unidos ha controlado completamente a sus vecinos del norte y del sur de América durante un siglo y medio. Sin embargo, los cimientos de la superioridad estratégica estadounidense ahora se están desvaneciendo a medida que se intensifica la competencia entre las grandes potencias.

Si el dólar es el corazón de la hegemonía estadounidense, América Latina es su caja torácica. Tanto para las personas como para los estados, cualquier destrucción del tórax hace que el corazón sea más vulnerable. Solo puede haber una conclusión: las fuerzas que piden una transición multipolar deben cambiar el campo de batalla principal de Afro-Eurasia a América.

Quien controla el continente controla el mundo

Los politólogos todavía debaten si Estados Unidos es un imperio o no. La respuesta es sí: Estados Unidos es un imperio, aunque de un modo extraoficial. En aras de la claridad: en geopolítica, el término «imperio» tiene un significado descriptivo neutral.

Cada imperio tiene una fecha de fundación, y Estados Unidos no es una excepción. Pasaron de nación a imperio en 1823, año de la Doctrina Monroe. 1823 es también el año del inicio de las guerras por la hegemonía sobre América Latina. Es imposible entender la historia moderna de América Latina sin mirar atrás al fatídico año 1823. Las guerras bananeras, las dictaduras militares, el colonialismo económico, las falsas revoluciones, el financiamiento del terrorismo político, las guerras civiles, las intervenciones militares están todas ligadas a la Doctrina Monroe.

El próximo año se cumplen 200 años de la doctrina Monroe

Estados Unidos está celoso de América Latina porque es muy consciente de que su superioridad estratégica global se deriva de su condición de comandante en jefe de todo un continente. Se trata de una hegemonía única basada en una mezcla de elementos físicos y espirituales, representados estos últimos por la difusión de religiones metafísicas y políticas utilizadas para “norteamericanizar” los pueblos latinoamericanos. El dinero para financiar iglesias evangélicas es un ariete contra la Iglesia Católica. El dinero para financiar el progresismo y la extrema derecha contribuye al objetivo común de “norteamericanizar” toda la política latinoamericana.

A menudo se pasa por alto el factor espiritual de la hegemonía estadounidense sobre América Latina. Pero en vano. Fueron las iglesias evangélicas las que hicieron posible una serie de cambios sociales, culturales y políticos de época, desde la indulgencia de la teología de la prosperidad amante del dólar en la vida cotidiana hasta el rechazo de la retórica antiestadounidense en las relaciones internacionales, el giro hacia Israel, etc.

La influencia de Estados Unidos en América Latina sería mucho más débil si se basara únicamente en elementos materiales: el ejército, la inversión, las sanciones, la seguridad, el comercio y similares. Sin embargo, protestantismo equivale a “norteamericanización”. Es curioso que, después de probar con éxito la utilidad política del protestantismo 2.0 en su exterior cercano, EE. UU. comenzó a financiar las actividades de los predicadores evangélicos en todo el mundo. Sólo en China, por ejemplo, según algunas estimaciones, hay alrededor de 100 millones de cristianos protestantes. Pueden convertirse en una bomba de relojería, como lo demuestra su activismo antigubernamental en Hong Kong.

En un momento, el politólogo estadounidense Nicholas Speakman escribió: «Quien gobierna Eurasia controla los destinos del mundo». Esto es desde luego cierto: primero el Imperio Británico y luego los Estados Unidos, de hecho, ascendieron a la cima del sistema internacional jugando precisamente en Eurasia, pero con una enmienda. De hecho, la experiencia norteamericana muestra que sólo aquellos que controlan su hemisferio o su continente pueden pretender gobernar el mundo. Por lo tanto, es importante que Estados Unidos defienda y preserve la Doctrina Monroe, así como es necesario que quienes buscan una transición multipolar la desafíen.

No puede haber un mundo unipolar sin la Doctrina Monroe

Hay una tendencia en Europa a ignorar a América Latina, que es vista erróneamente como una región remota y exótica de interés exclusivo de Estados Unidos donde los no estadounidenses no tienen derecho a voto. Es una perspectiva colonial, derivada en parte de la memoria histórica y la geografía emocional, lo que impide que la UE formule su propia agenda en la región. Pero la dinámica del desarrollo en el nivel del sistema internacional requiere un cambio radical en la posición europea.

A medida que se intensifica la rivalidad entre las grandes potencias, el hemisferio occidental se está convirtiendo cada vez más en la manzana de la discordia. Hasta cierto punto, la Doctrina Monroe hoy es cosa del pasado: las exrepúblicas “bananeras” ahora buscan una mayor autonomía, los restos de la Guerra Fría se resisten a los intentos de cambio de régimen y las potencias extranjeras cuestionan la primacía de los EE. UU. Todo esto sucede en el contexto del ascenso de potencias regionales desde Brasil a Venezuela y el resurgimiento de movimientos culturales y políticos antiestadounidenses.

Quizás la indicación más clara de las dificultades que ha enfrentado Estados Unidos en el extranjero cercano es el fracaso de la estrategia de máxima presión de la administración Trump sobre lo que el asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, llamó la «troika de la tiranía», es decir, el triángulo de Caracas. – La Habana – Managua. Estados Unidos logró destruir el proyecto del Canal de Nicaragua, geoeconómicamente peligroso, y patrocinó golpes en Brasil y Venezuela, pero al final no pudo hacer nada para detener la “ola roja” y boicotear las políticas de China y Rusia.

El fracaso a corto plazo de la estrategia estadounidense es importante por la siguiente razón. Lo que sucede en América Latina es tan importante como lo que sucede en Europa y el Pacífico Occidental, los otros dos puntos de apoyo de Estados Unidos. América Latina, Europa y el Pacífico Occidental son tres regiones diferentes donde Washington tiene objetivos muy diversos.

El «punto de apoyo europeo» es útil en el contexto de la doble contención de Alemania y Rusia, un legado reelaborado del gran juego europeo del Imperio Británico.

La «cabeza de puente» en el Pacífico occidental sirve para mantener a Japón en la esfera de influencia estadounidense y evitar que China se convierta en una potencia marítima a través de la estrategia de la cadena de islas.

El «punto de apoyo latinoamericano» es la ciudadela que protege la «Ciudad en el Cerro».

Si el «punto de apoyo europeo» se derrumba, la pesadilla mackinderiana[1] de un eje ruso-alemán podría convertirse en realidad. Si la «cabeza de puente» en el Pacífico occidental se derrumba, Japón volverá a su papel histórico y China finalmente podrá reclamar el papel de potencia hegemónica global del siglo XXI. El sistema unipolar, reventado por todas partes, estará a un paso del colapso. Pero si el «punto de apoyo latinoamericano» se convierte en un caldo de cultivo para el desafío que cambia el juego, EE. UU. se verá obligado a revisar su agenda global para reducir las tasas, poniendo en marcha un círculo vicioso insostenible de remodulación continua de objetivos.

La clave de una transición multipolar es la apertura del frente latinoamericano, es decir, el desplazamiento del centro de gravedad de la gran competencia de potencias de Eurasia a América. La pregunta es, ¿los rivales estadounidenses estarán dispuestos o podrán hacerlo?

Emanuel Pietrobon* Analista geopolítico italiano, consultor y escritor. Especialista en guerras híbridas, América Latina y el espacio postsoviético.

Esta nota fue publicada por El Club “Valdai” el “think tank” más poderoso e influyente de Rusia. Concentra el trabajo y la investigación de los politólogos más importantes no sólo de Rusia. Traducción y adaptación Hernando Kleimans

Referencia:

[1] Halford John Mackinder, geopolítico inglés (1861-1947) autor de la teoría de dominio del mundo a partir del dominio europeo: «Quien domina el este de Europa, domina Heartland, quien domina Heartland, reina en la ‘Isla del Mundo’, quien domina la ‘Isla del Mundo’, gobierna el mundo entero».

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