El presidente Ferdinand Marcos Jr. enfrenta un malestar cada vez más visible, no solo en las calles, donde decenas de miles de personas se manifestaron contra la corrupción, sino también en los cuarteles, donde veteranos militares y generales retirados han comenzado a presionar a los altos mandos activos para que reconsideren su apoyo al mandatario.
El descontento se disparó tras el escándalo de corrupción vinculado a proyectos ficticios de control de inundaciones, que habría desviado miles de millones de pesos filipinos. Este escándalo provocó una ola de indignación que se cristalizó en la “Marcha del Billón de Pesos”, celebrada el 21 de septiembre en Manila y otras ciudades del país. La protesta, que reunió a decenas de miles de participantes, no solo cuestionó la gestión de Marcos Jr., sino que también denunció el deterioro institucional y la impunidad que rodea a la clase política.
A este escenario se suma el rechazo a las propuestas de reformar el sistema de pensiones militares. Según ex oficiales, los cambios dejarían a los veteranos en peor situación que sus pares civiles, algo percibido como una traición a quienes sirvieron en las Fuerzas Armadas.
Movimientos en la cúpula militar
El malestar no se limita al ámbito social. Según fuentes militares, el mayor general retirado Romeo Poquiz, cercano al expresidente Rodrigo Duterte, intentó persuadir al jefe del Estado Mayor, general Romeo Brawner Jr., y a otros altos comandantes para que retiraran su apoyo a Marcos Jr. Aunque el intento fue rechazado públicamente por la cúpula castrense, el hecho de que estas conversaciones hayan ocurrido refleja un nivel de descontento inusual en las fuerzas armadas.
Los veteranos militares también han tomado la iniciativa de presentar directamente sus reclamos al presidente. El 19 de septiembre, Marcos Jr. convocó a representantes de diez de las principales organizaciones de oficiales retirados al palacio presidencial para escuchar sus preocupaciones.
El manifiesto que le entregaron pedía medidas firmes contra la corrupción, la modernización del sistema de pensiones y un aumento del presupuesto de defensa del 1% al 2% del PIB, además de la aprobación de una ley antiespionaje pendiente desde hace años.
El trasfondo político de esta crisis es la creciente fractura entre el clan Marcos y la familia Duterte. Aunque en 2022 formaron una alianza electoral que llevó a Ferdinand Marcos Jr. a la presidencia y a Sara Duterte-Carpio, hija del expresidente, a la vicepresidencia, la relación se ha deteriorado. En foros y redes sociales, sectores vinculados a Duterte promueven abiertamente la renuncia de Marcos y el ascenso político de la actual vicepresidenta, en lo que muchos perciben como un intento de reposicionar al clan Duterte en el poder.

Un juego peligroso
El teniente general retirado Edilberto Adán, portavoz de la Asociación de Generales y Oficiales de Bandera, insistió en que las organizaciones de veteranos no buscan desestabilizar al gobierno, sino expresar preocupaciones legítimas. Sin embargo, también advirtió que un gobierno debilitado podría abrir espacio para la injerencia de actores externos.
Aunque negó que existan pruebas de financiamiento extranjero en los intentos de desestabilización, Adán no descartó que “ciertas entidades” se beneficien de la crisis interna. Una advertencia que, más allá de su ambigüedad, refleja la vulnerabilidad de Filipinas en un momento de competencia geopolítica entre potencias en el Indo-Pacífico.
El futuro inmediato de Marcos Jr. está marcado por la incertidumbre. Aunque el apoyo de la cúpula militar activa se mantiene, la presión de los veteranos y las movilizaciones sociales muestran un creciente desgaste de su liderazgo. La crisis por la corrupción y las pensiones amenaza con transformarse en un conflicto mayor si no se adoptan medidas concretas de respuesta.
Filipinas se encuentra ante un dilema: reforzar la estabilidad con reformas profundas o deslizarse hacia una espiral de confrontación política en la que viejos clanes, como los Marcos y los Duterte, compiten por el control del poder. La historia reciente del país demuestra que las tensiones entre política y fuerzas armadas pueden redefinir el rumbo de la nación en cuestión de meses.
*Foto de la portada: AP

