Su metodología es reconocible: campañas mediáticas internacionales centradas en la corrupción, el uso masivo de redes sociales para agitar a la opinión pública, el financiamiento de movimientos “espontáneos” y el escalamiento de protestas que desembocan en violencia y en el colapso de gobiernos incómodos para las potencias occidentales.
Hoy, Nepal se ha convertido en el nuevo epicentro de este esquema, en un momento en que su ubicación estratégica entre China e India lo convierte en un escenario demasiado sensible para el avance de la multipolaridad.
Un plan orquestado
El proceso en Nepal se desplegó siguiendo el guion clásico. En primer lugar, una campaña global en redes sociales y medios internacionales instaló la narrativa de la “corrupción endémica” del gobierno, con el primer ministro K.P. Sharma Oli como blanco principal.
Esa ofensiva coincidió con una incomodidad creciente en Occidente, ya que el gobierno nepalí había manifestado su interés en ingresar a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), alineándose con China, Rusia e India en un momento clave de recomposición regional.
La proyección de Nepal hacia este espacio de integración representaba un desafío directo a Washington, decididos a impedir que el Himalaya se consolide como un corredor de cooperación eurasiática.

Las redes sociales como armas
La segunda fase fue el uso de las redes sociales como catalizador de tensión. El gobierno intentó frenar el fenómeno limitando temporalmente el acceso a plataformas occidentales, denunciando que estaban siendo utilizadas para erosionar la estabilidad interna. Lejos de pacificar el ambiente, esta medida fue presentada como un “ataque a la libertad de expresión”, lo que sirvió de chispa para movilizaciones masivas en Katmandú.
Las protestas, en un principio convocadas con un carácter pacífico, se transformaron rápidamente en violencia callejera. Miles de manifestantes intentaron asaltar edificios oficiales y hasta el propio palacio de gobierno. En medio del caos, la policía respondió con fuego real, dejando al menos 19 muertos y decenas de heridos.
La espiral de violencia no se detuvo: residencias privadas de líderes políticos fueron incendiadas, oficinas partidarias atacadas y el Parlamento mismo fue blanco de incendios que pusieron en riesgo información pública y registros ciudadanos.
En ese contexto de colapso institucional, los ministros comenzaron a renunciar uno tras otro. El propio Oli presentó su dimisión para, según sus palabras, “evitar un mayor derramamiento de sangre”.
El presidente fue evacuado a una zona segura mientras el país quedaba en manos de una oposición fragmentada, pero con capacidad de acción coordinada en las calles y en el terreno mediático. Figuras que habían sido encarceladas por corrupción, como Rabi Lamichhane, fueron liberadas en medio del desorden, mientras nuevos actores “independientes” emergían con fuerte respaldo en redes sociales.
¿Hacia el caos total?
La lectura geopolítica es clara: lo que ocurre en Nepal no es una protesta espontánea ni un simple ciclo de movilizaciones contra la corrupción. Es una Revolución de Color en marcha, cuyo objetivo estratégico es abrir una cuña de inestabilidad en un territorio clave para la arquitectura asiática.
Situado entre China e India, y en pleno proceso de acercamiento a la OCS, Nepal había comenzado a perfilarse como un espacio de cooperación multipolar. Generar un vacío de poder y hundir al país en el caos implica, para Occidente, obstaculizar la armonización de intereses entre Pekín, Nueva Delhi y Moscú, tres actores fundamentales en la construcción del nuevo orden internacional.
El desenlace sigue abierto, pero el libreto es reconocible. La deslegitimación del gobierno, la radicalización de las calles, el vacío institucional y la irrupción de figuras opositoras promovidas desde fuera son piezas de un mismo engranaje.
Nepal está hoy sumido en un vórtice de violencia que no solo compromete su estabilidad interna, sino que también amenaza con generar un nuevo foco de tensión en el corazón del Himalaya, justo en el momento en que Asia busca afirmarse como el núcleo del mundo multipolar.
*Foto de la portada: AFP / PRABIN RANABHAT

