Todo paralizado. Sí, los comisarios de Bruselas se reúnen, los jefes de Estado se telefonean, von der Leyen preside reuniones… pero no se vislumbran reacciones prácticas. Ni se esperan.
El Comisario de Comercio de la UE, Maros Sefcovic, habla casi como un periodista que pasa por allí: “La actual incertidumbre causada por unos aranceles injustificados no puede prolongarse indefinidamente, por lo que debemos prepararnos para todos los resultados, incluida la posibilidad, en caso necesario, de adoptar medidas proporcionadas y ponderadas para restablecer el equilibrio en nuestra relación transatlántica. Debatiré con los ministros los próximos pasos en las próximas semanas”.
“Si fuera necesario”, señalaría Crozza, es una “expresión fuerte”, ¿no?
Tan «fuerte» que inmediatamente lo descartó: “Seguimos creyendo que nuestra relación transatlántica merece una solución negociada que pueda sentar las bases de una nueva estabilidad y cooperación. Por eso mantenemos abierto el diálogo con la Administración estadounidense”. Esperando que bajen ese porcentaje hacia un “atraco más aceptable”….
Idem de labios de von der Leyen, aterrorizada por la posibilidad de un «choque» con Estados Unidos que -como ya se ha dicho varias veces- dejaría a los Veintisiete cortos de relaciones comerciales en el mundo, dado que ya ha reducido casi a cero las que mantiene con Rusia y ha reducido mucho las que mantiene con China, precisamente para complacer a Estados Unidos. Ver cómo los mercados estadounidenses se vuelven también casi inalcanzables sería un golpe difícil de asimilar.
La reunión de los 27 -aparte de señalar la necesidad de una mayor coordinación con el resto de aliados decepcionados por Trump (Canadá, Japón, Corea del Sur, México y América Latina en general)- ha aportado muy poco. Como medida práctica máxima -¡oído, oído! – sería nada menos que limitar la exportación de chatarra de aluminio desde la UE. Menos chatarra, a eso se reduce….
Sólo permanece en un segundo plano, casi como un «arma del fin del mundo», un mecanismo anti-coerción cuyo contenido sigue siendo impreciso.
Cabe preguntarse si a algunos les parecerá una «represalia» adecuada a la infracción (derechos del 30%, además de los ya vigentes sobre los automóviles y el aluminio, precisamente). Si es así, llamen a neuro para una emergencia grave…
A pesar de ello, buena parte de los países miembros piden «diálogo y moderación» -empezando, como es bien sabido, por Giorgia Meloni, que ha pasado de «soberanista» a “tumbada”, olvidando incluso el papel de «tendedora de puentes» que se había autoasignado-, a menudo con el objetivo de resolver «nacionalmente» y en voz baja la disputa sobre las mercancías individuales en las que cada uno está especializado.
Es inútil lanzarse a hacer predicciones. El tema es prácticamente ilimitado, los intereses en juego innumerables y casi siempre divergentes. Pero precisamente por ello nos parece que se abre para la Unión Europea la más grave crisis de perspectiva estratégica.
El proyecto anterior -lograr una supremacía económica tal que la UE se convierta en un imperialismo casi autónomo, pero bajo el paraguas nuclear estadounidense (con un evidente ahorro en gastos militares)- está ahora enterrado.
Frente a nosotros está la alternativa del diablo entre aceptar ser reducidos de nuevo a una colonia estadounidense, como después de la Segunda Guerra Mundial y hasta la caída del Muro, o «permanecer solos» en un mundo que con razón odia a los europeos por muchas razones históricas y contemporáneas.
Solos y sin ninguna garantía de poder permanecer «unidos». No hay razones “ideales” ni mucho menos “morales” para permanecer juntos. Y los intereses, repetimos, empujan en varias direcciones.
No hay más que ver cómo los «dispuestos» están resolviendo el objetivo del rearme. Francia y Gran Bretaña (que está fuera de la UE…) intentan reunir sus pequeños arsenales nucleares, asignando sumas cada vez mayores al gasto militar nacional.
Alemania -la única de momento con amplio margen de maniobra en materia de deuda pública- pretende construir «el ejército más fuerte de Europa», haciéndose eco de los desvaríos del «pintor».
Los demás callan, con razón, desprovistos como están de conquibus -nuclear o financiero- para decidir nada por sí mismos.
Interesante situación, ¿no? Incluso podría crear un espacio serio para reabrir el juego sobre el «cambio de sistema».
*Dante Barontini, editorialista del periódico digital italiano Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada: Instalaciones de transbordo en el puerto de Hamburgo, uno de los mayores puntos de logística industrial de Alemania / por: Pixabay

