Norte América

Guerra comercial, aranceles y su impacto geopolítico

Por Rodolfo Pablo Treber*. Especial para PIA Global. – A días de asumir su segundo mandato como presidente, Donald Trump inició acciones de proteccionismo comercial a fin de recuperar el dinamismo y la centralidad industrial que, paulatinamente, Estados Unidos perdió frente al avance demoledor de la República Popular de China.

Como sucede en el terreno bélico y militar, estas maniobras desesperadas pueden explicarse como contraofensivas – defensivas que, por sí solas, demuestran la situación de aguda derrota y decadencia de la hegemonía global de los Estados Unidos.

En el espectro industrial, no es novedad que la industria liviana china ha dominado el mercado global y desplazado a cualquier competencia. Al tratarse del sector que demanda mayor cantidad de mano de obra, le permitió a China exponer índices excepcionales de desarrollo económico. A su vez, y como consecuencia directa del crecimiento dado por la industria liviana, en las últimas dos décadas, China potenció su desarrollo energético, en todas sus variantes, y ha logrado posicionarse como una potencia, también, en la industria pesada, telecomunicaciones y tecnología.

En cambio, Estados Unidos expandió su dominio global inyectando dólares y haciéndose de empresas radicadas en países extranjeros. Esto, a pesar de haber aumentado su presencia comercial en gran parte del mundo, provocó una extranjerización de su mano de obra total y, por lo tanto, un deterioro del mercado interno norteamericano y las condiciones socioeconómicas de su pueblo. Además, esta masiva, y descontrolada, fuga de dólares en modo de “impulsivas inversiones extranjeras” derivó en que las abultadas riquezas generadas se vayan estancando en el mundo financiero. Con el correr de los años, esas “inversiones” solo generaron un aumento exponencial de dinero en los bancos y grupos financieros.

En síntesis, Estados Unidos terminó por crear un gran banco global y olvidó el principio económico principal: solo la producción, el trabajo, genera valor y riqueza genuina.

Ahora, tratando de desandar su errático camino, impulsa conflictos bélicos y acciones comerciales, como el aumento de aranceles, con el objetivo de entorpecer el avance de China y la multipolaridad emergente.

Aranceles

En este orden, Trump decidió imponer un arancel del 25% a los productos provenientes de Canadá y México a fin de reconstruir sus industrias automotrices y de hidrocarburos, las cuales son alimentadas en gran medida por estas dos naciones. Como parte de una política de retorno a la producción real, Estados Unidos busca proteger, al extremo, su mercado interno para provocar un shock de creación de puestos de trabajo y crecimiento del PBI.

A pesar de que esto pueda suceder, y en los próximos años la gestión de Trump ostente índices de mejoría en ese segmento, lo cierto es que toda medida desesperada conlleva riesgos y consecuencias no deseadas que pueden afectar, aún más, la hegemonía y el peso de la moneda norteamericana en el mercado global.

Inmediatamente, luego de conocerse la medida de EEUU, las monedas canadiense y mexicana aumentaron su ritmo devaluatorio para compensar y no perder cifras significativas de exportaciones frente al aumento arancelario. En otras palabras, estos países reducen el valor de sus monedas, con el riesgo inflacionario que conlleva, para subsidiar y compensar el aumento del precio de las exportaciones que supone el arancel.

Como medida preventiva, el Euro también aumentó levemente su ritmo devaluatorio, abriendo las puertas a un momento de gran inestabilidad cambiaria ocasionada por la profundización de la guerra comercial.

En este sentido, Estados Unidos también le aplicó un arancel extraordinario, con subas del 10%, a los bienes importados de China, lo cual fue contestado de forma inmediata por el gobierno oriental que le aplicó un arancel del 15% a productos de carbón y gas natural licuado, así como uno del 10% a los de petróleo crudo, maquinaria agrícola, autos de gran cilindrada y camionetas. A su vez, como medida inicial, China detuvo la exportación a EEUU de minerales como el antimonio y el galio, necesarios para fabricar algunos semiconductores.

Entre los riesgos asumidos por los Estados Unidos, este complejo escenario comercial puede resultar una gran oportunidad para el avance del frente chino ruso en sectores del comercio global en los cuales todavía no había penetrado mayoritariamente.

Para aquellos países que comercian con los EEUU, la suba de aranceles se traduce en un encarecimiento de los productos exportables, una presión devaluatoria para su moneda y, por lo tanto, un crecimiento de la inflación en su economía doméstica. Esto, sumado a la pérdida de credibilidad de los Estados Unidos, por tomar medidas bruscas que modifican el mercado global, habilita una posibilidad de reconfiguración del comercio, donde China y los BRICS pueden sumar preponderancia, y abona a la idea fuertemente promovida por Rusia de negociar en monedas distintas al dólar estadounidense (para evitar los conflictos de las fluctuaciones de las políticas arancelarias).

La profundización de la guerra comercial inaugura un nuevo capítulo de la decadencia norteamericana, abriendo paso a la consolidación de la multipolaridad y el eje Euroasiático como un polo de poder emergente con gran posibilidad de aumentar su incursión en territorios aun dominados por EEUU.

Dirigiendo un párrafo al caso argentino, y teniendo en cuenta que el gobierno argentino mantiene un lazo de subordinación extrema con la geopolítica norteamericana en una suerte de administración neocolonial, es esperable que el contexto geopolítico imprima más presión devaluatoria, al anclado tipo de cambio local, a causa de la depreciación de las monedas de los países con los cuales negocia en su comercio exterior, cuestión que perjudica su relación de intercambio.

En este sentido, lo único que puede salvar al gobierno de Javier Milei es la inyección de mayor deuda externa vía Fondo Monetario Internacional o continuidad del carry trade. En cualquiera de los casos, la permanencia de la relación de subordinación a los designios yanquis confluye, inevitablemente, en una nueva crisis de deuda (devaluación y recesión económica) que solo puede ser evitada por su ruptura.

El mundo ratifica su camino, contrario a la moribunda hegemonía norteamericana, mientras que la Argentina va a contramano.

Rodolfo Pablo Treber* Analista económico que trabaja para el Banco Central de Argentina. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: realestatemarket.com.

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