Nada ilustra mejor el cambio radical en las relaciones regionales que el acuerdo de defensa firmado por Egipto y el Gobierno Federal de Somalia el 14 de agosto, dos días después de que Ankara no lograra negociar un acuerdo entre Addis Abeba y Mogadiscio. Este acuerdo busca frustrar el entendimiento entre Etiopía y Somalilandia por un puerto en el Golfo de Adén, la puerta al continente africano desde oriente.
Este acuerdo de defensa entre Egipto y Somalia pareció devolver a la región a los años 1970, cuando la retórica belicista y nacionalista enardecía a la opinión pública.
La disputa bilateral entre Etiopía y Somalia se desencadenó a raíz del acuerdo que anunció el primer ministro Abiy Ahmed el día de Año Nuevo: Etiopía reconocería la «integridad territorial» de Somalilandia, que se separó de Somalia en 1991, a cambio de un contrato de arrendamiento de 20 kilómetros de costa en el Golfo de Adén. Esta perspectiva fue aprovechada con entusiasmo por el líder de Somalilandia. Muse Bihi Abdi, que celebró el avance. Los diplomáticos en Adís Abeba estaban mucho menos convencidos. El ministro de Asuntos Exteriores de Etiopía, Demeke Mekonnen, abandonó el gobierno unas semanas más tarde, sin embargo nada de esto haría mella en el pre acuerdo, ni siquiera las amenazas de Somalia de una escalada militar en la región.
Cabe aclarar que Somalia tiene otras preocupaciones que parecieran ser más importantes que esta disputa, ya que gran parte de su territorio es jaqueado día a día por fuerzas de al-Shabaab. Sin embargo el presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, vio su propia oportunidad de reestructurar el mapa de poder de la región. En febrero firmó un acuerdo de defensa con Turquía para proteger la costa de Somalia y entrenar a su fuerza naval. Y ocho meses después, Somalia firmó un acuerdo militar con Egipto, que acaba de poner fin a una desunión de diez años con Turquía. Eso significa que Somalia ha obtenido el respaldo tanto de El Cairo como de Ankara, dos de los Estados más poderosos de la región, tras el acercamiento entre los presidentes Abdel Fattah el Sisi y Recep Tayyip Erdoğan.
Sin embargo, el acuerdo entre El Cairo y Mogadiscio, cuyo texto aún no se ha publicado ni ha sido aprobado por ningún parlamento, está rompiendo el viejo orden en la región. Ayuda a Mogadiscio, pero también es una manera de que Egipto y Turquía den a los Estados del Golfo una señal de que defenderán independientemente sus intereses en el Cuerno de África.
Gran estrategia
Los securócratas de Etiopía pueden leer el tratado como una forma de que Egipto apunte a la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), pero tiene una lógica mucho más amplia para El Sisi y Erdoğan. El somalí Hassan Sheikh viajó dos veces a El Cairo desde que Etiopía firmó su memorando de entendimiento con Somalilandia. El acuerdo con Egipto se firmó tras la interrupción de la segunda ronda de conversaciones en Ankara el 12 de agosto.
Los representantes somalíes se quejaron de que Etiopía insistía en que quería negociar sobre la cuestión de Somalilandia, pero se negaba a presentar una propuesta creíble. Eso recordó a otros la posición de Addis Abeba sobre el relleno de la GERD que tanto enfureció a El Cairo ya que Abiy Ahmmed hizo oídos sordos a los reclamos de Egipto sobre la mega obra sobre el Nilo Azul. Que además y no es un dato a no tener en cuenta, está financiada con capitales chinos. Otro jugador estratégico en la región.
Además de contrarrestar a Abiy, El Cairo quería reforzar su posición regional en el Cuerno de África. Como parte negociadora en la guerra de Gaza, Egipto ha mantenido vínculos más estrechos con Estados Unidos a pesar de haber comprado aviones de combate chinos para reemplazar sus viejos F16. El 11 de septiembre, el Departamento de Estado de Estados Unidos dijo que transferiría 1.300 millones de dólares a Egipto, la totalidad de la contribución estadounidense al presupuesto de defensa de El Cairo, incluidos 320 millones de dólares que fueron congelados tres veces bajo las condiciones de derechos humanos de la administración Biden.
El Sisi también calcula que la inclinación de Washington hacia Asia y el interés estratégico en Europa del Este deja más margen de maniobra en el Cuerno de África y Oriente Medio. Es poco probable que eso cambie, sea cual sea el resultado de las elecciones estadounidenses de noviembre. El Sisi era el «dictador favorito» de Donald Trump, en palabras del expresidente estadounidense. Si es elegido, es probable que Trump muestre más interés en los negocios en la región que en la gran estrategia. Y es poco probable que Kamala Harris rompa con el enfoque de la administración Biden en Asia. Sus dos asesores clave en política exterior, Philip Gordon y Rebecca Lissner, abogarán por la estabilidad sobre todo en la región. En este escenario, la postura de ganar/ganar de El Sisi hará que prevalezcan estos acuerdos ya que se ve favorecido más allá del resultado electoral del otro lado del Atlántico. Pero El Cairo quiere tomar la iniciativa en la región antes de las elecciones estadounidenses, posicionándose como un interlocutor clave para cualquier potencia externa que intente regular los conflictos allí.
El presidente egipcio afirma que ha mostrado una nueva determinación para abordar la guerra en Sudán. Su director de inteligencia, el general Abbas Kamel, visitó Puerto Sudán el 23 de agosto y propuso reanudar las conversaciones en Manama. El Cairo sostiene que su primera ronda de conversaciones en Manama resultó más exitosa que las negociaciones respaldadas por Estados Unidos y Arabia Saudita en Yeddah y Suiza. El Sisi hace pesar su posicionamiento en la región.
La firma del acuerdo militar con Somalia restablece a Egipto como actor principal en el Cuerno de África. Al proponer el envío de tropas y armas, se posiciona como contendiente en el ring con Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. El Cairo está reforzando ahora el respaldo de Ankara a Mogadiscio contra Etiopía, pero también contrarrestando a los Emiratos Árabes Unidos. En este sentido, Egipto se ha enfrentado al jeque de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed al Nahayan (MBZ), en dos cuestiones distintas: el fuerte respaldo de Abu Dhabi a las Fuerzas de Apoyo Rápido en la guerra de Sudán, mientras que El Cairo respalda a las Fuerzas Armadas de Sudán bajo el mando del general Abdel Fattah al Burhan. Un juego de tronos que se disputa con la sangre de los sudaneses en una guerra interna por el poder que ya lleva más de un año y parece no tener solución en el corto plazo.
Política del petrodólar más allá del Cuerno
Tanto por su apoyo a las Fuerzas Armadas Sudanesas como por su apoyo a Somalia contra Etiopía, El Cairo se enfrenta a los Emiratos Árabes Unidos a pesar de que el fondo soberano de Abu Dhabi ha invertido 24.000 millones de dólares en la península egipcia de El Hekma. Puede que los funcionarios de los Emiratos Árabes Unidos estén empezando a arrepentirse de su apuesta por Etiopía y Somalilandia, pero han invertido mucho en Berbera y quieren protegerla. Después de años de enfrentamientos entre Ankara y El Cairo sobre Libia, Siria, Irán y el bloqueo a Qatar, la causa común de los dos países en el Cuerno de África puede enviar un mensaje a los Emiratos Árabes Unidos de que su autonomía diplomática prevalecerá a pesar de la avalancha de petrodólares.
Sin embargo, el peso militar de la guerra entre Egipto y Somalia puede ser menor que su importancia diplomática. El ejército egipcio no ha estado a la altura de las circunstancias en la guerra contra Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos en Yemen. El envío de dos aviones cargados de armas y municiones a Mogadiscio no cambiará el equilibrio de fuerzas contra Al Shabaab o Etiopía.
Si El Cairo envía tropas a Somalia, es probable que se unan a las nuevas Fuerzas de la Unión Africana (AUSSOM), financiadas internacionalmente, que se desplegarán a principios del año próximo. Siguiendo el ejemplo de Ankara, Egipto puede celebrar el acuerdo de defensa por sus beneficios no militares: prospección de petróleo y gas, contratos estatales y presión sobre Etiopía. Pero no hay un compromiso claro de enviar miles de tropas al terreno.
Tras la inflexibilidad de Etiopía en las conversaciones de Ankara, el presidente somalí Hassan Sheikh optó por reforzar los lazos con El Cairo intentando así construir un arco de oposición contra Abiy Ahmed, incluso si los pactos de defensa no se implementaran por completo. Su estrategia es más diplomática que militar. Es difícil ver cómo el fragmentado Ejército Nacional Somalí puede coordinar sus diversos compromisos con Turquía, Egipto, Yibuti y Uganda al mismo tiempo ya que como hemos mencionado, al-Shabaab mantiene jaqueadas a las fuerzas armadas somalíes en diferentes regiones del país, incluso en las zonas fronterizas en disputa.
Constitucionalmente, Hassan Sheikh debería conseguir que el Parlamento ratificara el acuerdo con El Cairo, pero podría repetir la táctica que empleó para el pacto de defensa con Turquía: conseguir que el Parlamento lo apruebe sin facilitar los textos detallados a los diputados. Ninguno de estos acuerdos es jurídicamente vinculante todavía, pero dos aviones cargados de armas cuentan mucho en Mogadiscio.
Sheikh tras la reelección, pero con un ojo en la historia regional
Las referencias nacionalistas a la Guerra de Ogadén de 1977 entre Etiopía y Somalia pueden resultar un arma de doble filo. Hoy en día, pocos somalíes parecen dispuestos a luchar por una Gran Somalia. Las pérdidas de Somalia en la Guerra de Ogadén aceleraron una desintegración que desembocó en una guerra civil. Al reivindicar una Gran Somalia, los políticos de Mogadiscio han suscitado inquietud en Nairobi y Yibuti, así como en Adís Abeba. Hassan Sheikh adopta posiciones ultranacionalistas por motivos electorales, lo que le permite distraer a los somalíes de la falta de avances en la ofensiva contra Al Shabaab. El gobierno también es vulnerable a las acusaciones de que está en connivencia con entidades privadas que recaudan impuestos o se apoderan de empresas estatales sin rendir cuentas.
La campaña presidencial de Somalia ya ha comenzado. Para Hassan Sheikh, la retórica de la Gran Somalia es una buena manera de marginar a oponentes como el ex presidente Mohammed Abdullah Mohammed «Farmajo». La población de Mogadiscio apoyó firmemente la postura de Hassan Sheikh y se manifestó contra Etiopía. En el resto del país, las reacciones fueron más reservadas debido a la influencia de Etiopía sobre las élites locales.
La amenaza de un conflicto con Etiopía podría debilitar el federalismo ya fragmentado de Somalia.
Desde hace meses, la preocupación por la salida o el cambio de estatus de las tropas etíopes, explica las preocupaciones sobre la salida de los etíopes. Los ancianos y los políticos afirman que están mejor protegidos por las tropas etíopes que por las egipcias.
Se trata de un desafío directo a la Constitución federal de Somalia, que hace que la política sobre la presencia de tropas extranjeras sea responsabilidad exclusiva del gobierno federal. Sin embargo, es fácil cuestionar la espontaneidad de las manifestaciones a favor de las tropas etíopes.
Los hawiye recuerdan cómo las tropas etíopes bombardearon sus ciudades después de que intervinieran en diciembre de 2006 para derrocar a la Unión de Tribunales Islámicos. Al Shabaab se opone tanto a Egipto como a Turquía, pero aún no puede sacar provecho de las tensiones entre Abiy y Hassan Sheikh. Esto puede cambiar si se desatan combates por incidentes como la negativa de las tropas etíopes a abandonar Bakool o la adopción de una postura más agresiva en otros lugares.
Más jugadores en un tablero pequeño
La respuesta de Etiopía al pacto entre Egipto y Somalia fue la más ruidosa porque señaló el fracaso de su política hacia Mogadiscio y la ruptura de una vía de negociación.
Turquía, un gran inversor en Etiopía, firmó un acuerdo de defensa con el gobierno de Somalia, pero mantuvo su importancia en un segundo plano. Presionó para que mediara, aunque no hubo señales de que Adís Abeba estuviera interesada en resolver el problema que había creado Abiy Ahmed. No es probable que Egipto muestre tanta agilidad diplomática.
Abiy Ahmed calculó erróneamente que Hassan Sheikh no cuestionaría el papel de Etiopía en Somalia. Tal vez la visión mesiánica que tiene Abiy del papel de Etiopía en el Cuerno de África nubla su comprensión de cómo otros ven a su régimen: una potencia autocrática, belicista y, en última instancia, débil, incapaz de mantener la paz en Etiopía.
Los socios occidentales de Etiopía y Turquía advertirán a El Cairo de que no adopte tácticas más aventureras. Ahora el objetivo de El Sisi es más bien mostrar los fallos del liderazgo etíope. El país es muy consciente de que cualquier ataque militar contra Etiopía pondría en peligro el enorme apoyo financiero que recibe de los estados occidentales y del Golfo.
Somalilandia se muestra más ambivalente.
Las diferencias entre Adís Abeba y Hargeisa se exacerbaron cuando se nombró un nuevo Cónsul General de Etiopía, el Embajador Teshome Shunde, el 31 de agosto de 2024. Hargeisa elogió el grado del nuevo designado y su objetivo de «promover la conectividad económica y entre los pueblos».
Por ahora, el ganador del cambio de equilibrio en el Cuerno de África es Ankara, mientras que el perdedor podría ser Abu Dhabi. Turquía mantiene conexiones con todos los actores del Cuerno de África y del Golfo y es flexible incluso cuando las solicitudes de sus socios regionales parecen contradictorias. Sus industrias de defensa y su influencia económica le otorgan a Turquía un lugar que ningún estado del Golfo puede tener. Abu Dhabi puede estar molesto por el hecho de que tantos gobiernos se beneficien de su generosidad, pero pocos están dispuestos a respaldar las políticas de los Emiratos Árabes Unidos.
Para colmo, Turquía está aumentando su presencia militar en Qatar, dialogando con todas las partes somalíes y sus poderosos aliados regionales, y luego solicitando ser miembro del BRICS. Vista desde fuera de la región, esta última crisis en el Cuerno de África ofrece un panorama convincente de cómo responderá el nuevo orden mundial a la amenaza de conflicto en una zona tan geopolíticamente disputada.
Independientemente de lo que estén haciendo en la sombra, los gobiernos occidentales como los Estados Unidos, Gran Bretaña y la UE están casi totalmente ausentes mientras los estados regionales y las potencias intermedias rediseñan el mapa político en el Cuerno de África.
*Beto Cremonte, docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.
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