Todo empezó en diciembre cuando EEUU y el Reino Unido propusieron la creación de una gran coalición internacional denominada Guardián de la Prosperidad que respondiera a los ataques hutíes contra la navegación en el estrecho de Bab-el Mandeb.
Desde la UE no se terminó de ver esta opción. Países como España o Francia se mostraron renuentes a una campaña ofensiva que podía, además, regionalizar una guerra en Oriente Medio. Una cosa era la protección del tráfico marítimo de los ataques de piratas en el Índico occidental, como es el caso de la Operación Atlanta, operativa desde 2008, y otra muy distinta, embarcarse en una operación que contemplaba, como se ha visto, no sólo la defensa del tránsito en el golfo de Adén, sino también bombardear a Yemen.
Pero, además, todavía resuenan en la memoria la invasión de Irak de 2003, los bombardeos de Libia en 2011 con el argumento de «la responsabilidad de proteger» o los bombardeos de Siria de 2018. En ninguno de esos casos se obtuvo el resultado esperado. Las tropas norteamericanas salieron en 2021 de un Irak destruido y en absoluto democratizado; Libia es un Estado fallido donde la guerra civil y los intereses económicos occidentales juegan un papel esencial, y en Siria continúa Bashar al-Assad sentado en su sillón después de años de cruenta guerra civil.
Ningún objetivo en términos de pacificación y democratización se consiguió entonces, tampoco se conseguirá en esta ocasión. Otra cosa son los objetivos económicos y estratégicos que subyacen detrás de estas mal llamadas «operaciones».
Si entonces los objetivos no se cumplieron, ¿es factible pensar que ahora si se conseguirá detener a los hutíes? Parece este un escenario demasiado optimista. Los hutíes han resistido durante siete años una guerra cruenta enfrentados a Arabia Saudi y a los Emiratos Árabes, países bien armados con armas occidentales. No pudieron con ellos. Pero es que, además, ya no se trata sólo de la derrota de los hutíes, sino de lo que simbolizan en el contexto regional, que no es otra cosa que la lucha contra Israel.
No en vano forman parte del denominado «eje de la resistencia» junto con Irán, Siria o Hezbollah entre otros. Y esto en la situación de conflicto que se vive en estas horas contra el pueblo palestino hace que la ola de solidaridad entre las opiniones públicas, incluso de los países del Golfo, haga más complicada la consecución de los objetivos militares marcados por Washington y Londres, que, en definitiva, no son otros que mantener despejada la retaguardia israelí.
Quien diga que lo que persigue la intervención militar en el Mar Rojo es la defensa del derecho internacional y la apertura de las rutas marítimas miente, y además lo hace a conciencia. La intervención occidental en el Mar Rojo no va a conseguir rebajar la tensión y permitir el tránsito marítimo, más bien, al contrario, lo que está consiguiendo es escalar la guerra en Oriente Medio, y peor aún, muestra que Occidente sólo se mueve por sus propios intereses económicos y comerciales. Esto el mundo anglosajón lo tiene muy claro. No así la UE que es consciente, por un lado, de que la unidad geopolítica alcanzada frente a Rusia no es factible en la cuestión Palestina; por otro, Bruselas también es consciente de que los primeros afectados por los cortes en el transporte marítimo serán los puertos europeos del sur, no los norteamericanos. Y esta es la trampa.
¿Qué hacer? Se trata en esa ocasión de decidir si participa y de qué manera en la misión que EEUU y el Reino Unido han lanzado contra los hutíes y si está dispuesta a apoyar a la disuasión en Oriente Medio impulsada desde Washington. Ese es el nuevo y tramposo dilema que se vuelve a plantear. O se interviene militarmente tal y como proponen Londres y Washington o se perderán puestos de trabajo y esto acelerara el descontento en nuestras sociedades.
Pero lo cierto es que una escalada en Oriente Medio no soluciona los problemas del transporte marítimo, ni el precio del gas y el petróleo, pero, sobre todo, no sólo no terminará con los hutíes sino que tampoco ofrecerá ninguna solución política a la cuestión palestina. EEUU defiende a su aliado y eso está por encima de cualquier otra consideración. Biden quiere, necesita, mostrar que no está sólo en esto, pero precisamente lo necesita porque está solo. Sólo y en campaña electoral, habría que añadir.
En este contexto, si la UE decidiera unirse a la misión Guardián de la Prosperidad demostraría que, efectivamente, no existe eso que llaman la autonomía estratégica. La unidad de acción de los Estados miembros quedaría, de nuevo, supeditada a los deseos del hegemón norteamericano puesto que, en realidad, su papel sería el de mera comparsa del potente ejército norteamericano. La solicitud del envío de oficiales de enlace por parte de Washington no hace sino corrobar este punto. Participación sí, pero poca. Se trata de posicionarse, no de resolver el conflicto. Pura imagen, poca resolución.
Quizás ha llegado el momento que desde Bruselas y las capitales europeas se comience a tomar posición, pero del lado de lo que dicen defender y queda establecido en los Tratados, la defensa del derecho internacional y los derechos humanos. Parece claro que hay que actuar, pero cómo. Lo primero, apoyando la causa contra Israel que ha impulsado Sudáfrica, hasta la fecha ¿cuántos Estados europeos lo han hecho? Lo segundo, estableciendo un diálogo y quizás una acción conjunta en la región, ¿por qué no hablar con los Estados del Sur Global críticos con las acciones de Israel y actuar de manera conjunta? Si no se trabaja multilateralmente desde Europa, entonces ¿desde dónde?
Al fin, la misión en el Mar Rojo va a llevar a un nuevo debate estéril donde los árboles no van a dejar ver el bosque. La misión militar no aborda el verdadero problema que tiene la región y, desde luego, tengan claro que no sólo no lo va a resolver, sino que lo va a acentuar. Porque lo que realmente se necesita es tomarse en serio una solución política para la cuestión palestina, pero eso, claro, es mucho más complicado que enviar oficiales de enlace. Como en otras ocasiones se prefiere abordar el síntoma sin trabajar en sus causas.
*Ruth Ferrero-Turrión, profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.
Artículo publicado originalmente en Público.es
Foto de portada: Un avión de la coalición liderada por Estados Unidos despega de un portaaviones para llevar a cabo ataques aéreos contra objetivos militares en Yemen, dirigidos a la milicia hutí respaldada por Irán. REUTERS