Francia se encuentra prendida fuego, y no es ninguna metáfora. Los nuevos estallidos en París, o más precisamente en las banlieues (barrios periféricos) a partir del asesinato de Nahel, se suman a las recientes protestas, también reprimidas, contra la reforma de pensiones que incluía el debate sobre la precarización laboral y el aumento del coste de vida, el futuro de lxs jóvenes trabajadorxs y de los actuales jubiladxs. El descontento se trasladó rápidamente a Bélgica y Suiza en donde también se llevaron adelante protestas y la policía detuvo a varixs ciudadanxs.
La intención mediática de reducir o guiar el análisis de las protestas hacia el fuego ardiendo sobre autos o haciendo creer que se trata sólo de un grupo social de origen migrante implica minimizar el trasfondo de la situación que se desarrolla crudamente en Francia, pero que también acontece en todo el territorio europeo.
La analista, Sarah Babiker resume de manera muy clara como “mirar el fuego con fascinación en esta sociedad del espectáculo donde la viralización aturde todos los debates, deja fuera toda causalidad y estructura. Todo se explica con el origen, con la religión, con la cultura, en un ejercicio de esencialización que deshumaniza al otro. El mecanismo está ya muy bien aceitado, se repiten las mismas ideas, los mismos argumentos, en una ultraderecha que aprovecha el momento para ondear sus narrativas: el árabe como salvaje que mantener fuera del “jardín” europeo, la izquierda como cómplice necesaria de esta “invasión”, los antifascistas, enemigos de la decencia y los valores europeos, incendiando el país del lado del enemigo, y ya, para los más avanzados en el delirio, Soros y las élites globalistas conspirando para efectuar el gran reemplazo”.
Desde PIA Global sostenemos y nos queda claro que no se trata de problemas raciales, aunque los incluye, sino que son demandas sociales. En este punto, Babiker también explica que “nada tiene de sorprendente que un sistema que se basa en precarizar la vida de la gente, sea un sistema precario que en cualquier momento puede quebrarse”.
Desde hace más de un año se vienen desarrollado protestas y medidas de fuerza en toda Europa, y aunque los medios de comunicación decidan cubrir cada movilización acorde a las particularidades de los reclamos del país o de grupos sociales, existen puntos común que implican levantamientos contra una forma de producción social que destruye el trabajo y el futuro.
En una Europa que necesita de Estados que protejan y velen por los intereses de sus ciudadanxs, estos se someten a las decisiones de Bruselas, y Bruselas, junto a las élites europeas, anclaron sus intereses a Wall Street. Con eso hipotecaron la posibilidad de una Europa autónoma, siempre vulnerable, inestable y necesitada de la protección y abastecimiento de EEUU.
Las decisiones de la cúpula euroatlantista fueron y son muy contundentes. Desde el estallido de la guerra en Ucrania, la decisión europea de seguir tras los intereses de Washington ha costado muy caro. Las principales decisiones que más afectan al pueblo europeo fueron tomadas por líderes que ni siquiera son elegidos, luego cada país sigue la hoja de ruta planteada por Bruselas y la defiende estatalmente, incluso si eso implica ir en contra de los intereses de su propia ciudadanía. Disculpen si redundo sobre la palabra “decisiones”, pero resulta importante comprender que son resoluciones con determinación tomadas adrede por los líderes europeos al servicio de sus intereses personales.
Las múltiples crisis que atraviesa la región vienen golpeando a los pueblos europeos que han visto aumentar drásticamente el costo de vida. La inflación, especialmente aquella relacionada con las materias primas y recursos esenciales como alimentos y energía; la ralentización de la economía o recesión; el nulo aumento de los sueldos; la desindustrialización y despidos afectan principalmente a las clases trabajadoras y a los sectores más vulnerables que no llegan a pagar las boletas de los servicios básicos como el agua, el gas o la electricidad. Incluso, se han visto largas colas de personas esperando en los bancos de alimentos.
Por un lado podemos dar cuenta del fuerte impacto que ha causado la pandemia por covid-19 en todo el mundo, y cómo la crisis económica mundial se ha agravado. No obstante, para los pueblos europeos existen algunos puntos en particular que han dinamitado y profundizado las crisis: las sanciones contra Rusia y las decisiones de lxs líderes de las instituciones europeas alejadas por completo de las realidades locales de los ciudadanos de cada país.
Los paquetes de sanciones contra Rusia impuestos por el bloque occidental (que incluyeron un fuerte componente discursivo) en principio podríamos decir que fue ‘acompañado’ por varios sectores de la población europea bajo la perspectiva de ayudar a Ucrania contra Rusia, aunque hubo países que se negaron desde el comienzo debido a que conocían los efectos que causarían. A medida que fueron avanzando los meses y las crisis se dispararon rápidamente, especialmente la energética que, como efecto dominó, comenzó a afectar a diversos ámbitos productivos esenciales para el comercio, industria y abastecimiento que repercutió en el alza de precios en servicios y alimentos, desempleo, etc… el apoyo de los distintos sectores europeos comenzó a disminuir.
A las múltiples crisis europeas, se le suma otro capítulo de traición de uno de sus principales ‘aliados’, EEUU, que profundiza el drama de la región: la Ley de la Reducción de la Inflación (IRA por su sigla en inglés). Con esta Ley, Estados Unidos ofrece alrededor de 400 mil millones de dólares como incentivos fiscales, subvenciones, rebajas y garantías de préstamos para que las empresas se trasladen a su país. Esto significa que abandonan suelo europeo y por lo tanto, las consecuencias ya son visibles, se desindustrializa la región, aumenta el desempleo y el desabastecimiento…
Otro punto clave que sostiene este modelo de producción social, y que también ha desatado el descontento en ciertos países europeos es la remilitarización del continente. Por un lado se encuentra la puesta en marcha de la apertura de territorio disponible para recibir más militares y bases estadounidenses, incluyendo el despliegue de armamento nuclear. Por otro lado nos encontramos con la revalorización y consolidación de la OTAN que sigue avanzando hacia el este Europeo, haciendo de la región una gran base militar a la orden de los intereses estadounidenses.
También es importante mencionar el aumento desproporcionado del presupuesto en defensa dedicado a la militarización que varios países europeos ya aplicaron y la presión sobre aquellos que aún quedan por aprobar. Esto implica también un sobreendeudamiento que es utilizado para engrosar a la OTAN y no para solucionar la realidad de la ciudadanía europea, sino que al contrario, agudiza su situación.
La dependencia en este área también se vuelve evidente cuando EEUU decide no compartir sus tecnologías más importantes con los países europeos; mientras trabaja para que no se desarrolle una industria militar europea; y que la toma de decisiones sobre la seguridad y defensa europea se realicen en el marco de la OTAN.
Sabemos también, que ser base militar estadounidense y encontrarse sobreendeudados con EEUU significa tener limitadas las decisiones políticas, subordinarse y ser posible escenario de guerras híbridas que agitan desestabilizaciones internas. Significa no volver a tomar decisiones soberanas volcadas en los intereses propios del pueblo europeo, si acaso los líderes europeos estuvieron o están interesados en ello.
Todo esto también atraviesa y complementa la crisis financiera, el manejo del Banco Central Europeo, ajeno a las necesidades de los ciudadanos y de los Estados, beneficiando a las grandes bancas. También la caída del euro frente al dólar causó enorme malestar y crisis en la región.
La consagración de la ultraderecha en las urnas que implica por un lado el fracaso de los proyectos socialdemócratas pero también del terreno ganado por los discursos de odios avalados por el aparato represor estatal y las medidas políticas que no atienden o directamente van en contra de las clases más vulnerables, como lxs trabajadorxs, desplazados, refugiadxs, migrantes, hijos de migrantes, jóvenes, mujeres, razones etnicoreligiosas…
La escasa participación electoral, también manifiesta una crisis política, quizás de descreimiento en el aparato estatal, en la región que levanta la bandera de la democracia y la usa para luego señalar a otros países.
En este contexto de caos y crisis europea también se está produciendo una suerte de reacomodamiento de potencias y alianzas que se disputan la hegemonía del continente. Estamos hablando de la histórica disputa Alemania-Francia, pero también de otros actores que surgen (o resurgen) y que actualmente disputan a estas dos, como es Polonia. Otros países, que si bien no están disputando hegemonía, actualmente se logran posicionar desde otro marco distinto al de hace algunos años frente al eje franco-alemán, como los países del sur europeo.
La gota que puede terminar de estallar el vaso en mil pedazos es el alineamiento total de Europa contra China, terminando de deleitar los antojos geopolíticos de Washington y de enterrar por completo a los pueblos europeos y las ambiciones de una autonomía estratégica europea. Este punto aún es resistido por varios países europeos, aunque se encuentren dudando. Varios países poseen fuertes vínculos comerciales con China y entienden las consecuencias de ir en contra de la última vinculación internacional clave. Otros, como Italia, están en duda de continuar con proyectos chinos en sus territorios.
Vijay explica que “la UE sufriría las consecuencias de un conflicto entre Estados Unidos y China. Una parte significativa de las exportaciones de la UE a EE.UU. contiene insumos chinos y, a la inversa, las exportaciones de bienes de la UE a China suelen contener insumos estadounidenses. Por tanto, el endurecimiento de los controles de exportación impuestos por EE.UU. a las exportaciones a China o viceversa afectará a las empresas de la UE, pero el impacto irá mucho más allá”.
Por lo que, “la presión estadounidense para que las empresas europeas restrinjan o pongan fin a sus relaciones con China supondría limitar las opciones comerciales de Europa y, de paso, aumentar su dependencia de Washington. Esto sería perjudicial no sólo para la autonomía de la UE, sino también para las condiciones sociales y económicas regionales”, argumenta el analista.
Las consecuencias de estas decisiones se vienen manifestando en las calles europeas, con mayor o menor impacto mediático, los grupos sociales más vulnerables salen a defender sus derechos y exigir un cambio de política, mientras que la respuesta estatal se basa en más represión y agudización del discurso de odio. Y aunque en cada particularidad de protesta se aborden los reclamos de los sectores por separado, el contexto europeo, las decisiones tomadas por las elites europeas son las responsables.
Constantini Micaela, periodista y parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: extraída de Diario Popular.